domingo, 28 de octubre de 2012

YO, EL HOMBRE BIO-PSICO-SOCIAL: Inmerso en una realidad Espiritual


YO, EL HOMBRE BIO-PSICO-SOCIAL:

Inmerso en una realidad Espiritual

Por José Rafael Olivieri Delgado (octubre 2012)

 

“El amor tiene dos leyes: la primera, amar a los otros;

la segunda, eliminar de nosotros aquello que impide a los otros amarnos.”.

(Alexis Carrel)

 

    El hombre, el Ser Humano, yo mismo, ha sido retratado a través del conocimiento y de la ciencia dentro de una definición de “Ser Bio-Psico-Social”. Desde que tenemos capacidad racional hemos buscado conocernos a nosotros mismos como seres humanos, incluso desde antes de Platón, Aristóteles y antes que Sócrates pronunciara su famosa reflexión y exhortación “conoce a ti mismo”. Desde que el hombre tomó conciencia de sí mismo, y se hizo dos primeras preguntas centrales: “¿Quién soy? ¿Qué soy?” ¡Aún hoy estamos buscando responderlas!

Lo único cierto que hemos descubierto (y mucho no están de acuerdo) es que, como individuos somos tan efímeros como una mota de polvo en el universo, un suspiro en la infinita bastedad de la eternidad, como dice el Profeta Jeremías “He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en las manos de Dios, ...” (Cap. 18, v-6).

Cierto es que nuestra concepción de nosotros mismos ha ido cambiando y evolucionando, conforme como seres humanos hemos ido creciendo, expandiendo no solamente nuestro conocimiento científico y tecnológico, sino también nuestra visión de nosotros mismos. Nos hemos ido dando “calificativos” en la medida que ha evolucionado nuestro conocimiento del hombre. El primero de ellos fue el de Ser Biológico.

Este presentó al hombre atado al cuerpo, a sus limitaciones físicas, a lo que nuestra percepción de nosotros mismos podía palpar. A lo que estaba limitado a nuestros sentidos naturales. Producto de la necesidad de conocer y entender al cuerpo, su constitución, su origen, la vida, la muerte, sus partes. En esa búsqueda surge la definición de la biología, de la medicina y el hombre pasa a llamarse un ser biológico.

Posteriormente apareció la necesidad de un segundo calificativo, en realidad “el orden de los factores no altera el producto”. Nos dimos cuenta de que podíamos pensar, tener emociones, sentimientos, más aún, las podíamos expresar, manifestar, poner en acción. Así en la búsqueda de una definición, surge del griego la palabra “psique” para representar al alma como la suma de todas esas partes no materiales del hombre, las cuales sin embargo se reflejan claramente en las acciones del hombre, es decir, en su conducta.

Un concepto donde poder cohesionar todo lo que en realidad aún no comprendemos del todo. Ese “algo” que nos hace individuales, nos identifica, define, califica y a la vez nos diferencia a unos de otros: nuestra mente. Con ello nos ganamos un segundo calificativo: Ser Psicológico, y el hombre pasó a ser un Ser Bio-Psico.

Al poder expresar y actuar nuestra individualidad, nos dimos cuenta de que no podíamos estar solos, tan sencillo como que: solos acabamos extinguiéndonos. De tal forma que el hombre se integró primero en una familia, luego en un clan y así los grupos fueron creciendo cada vez más. Hasta que nos añadimos el calificativo de Ser Social, porque habitamos en sociedad. Dependemos unos de otros, y no podemos subsistir sin el apoyo de los demás. Pasando ahora a convertirnos en un Ser Bio-Psico-Social. 

Pero el asunto de los calificativos no quedó allí. También hicieron aparición en la escena de los calificativos los economistas, los cuales nos definieron como seres económicos, dependientes de una relación comercial, sujetos a las leyes de la oferta y la demanda, con lo cual ampliamos nuestra definición a un Ser Bio-Psico-Socio-Económico.

Sin embargo, como dice Morin (1997): “La visión no compleja de las ciencias humanas, de las ciencias sociales, implica pensar que hay una realidad económica, por una parte, una realidad psicológica, por la otra, una realidad demográfica más allá, etc. Creemos que estas categorías creadas por las universidades son realidades, pero olvidamos que, en lo económico, por ejemplo, están las necesidades y los deseos humanos. Detrás del dinero hay todo un mundo de pasiones” (p. 100).

Pero cabe ahora la pregunta ¿Define esto al hombre como ser humano? ¿Responde esta definición de nosotros mismos a las preguntas que nos formulamos originalmente? “¿Quién soy? ¿Qué soy?”

Yo, el hombre digo: ¡NO!, me rehúso a ser catalogado como simples piezas de un rompecabezas. Yo, el hombre, el ser humano, soy mucho más que un conjunto de calificativos y definiciones, por muy bien elaboradas y sustentadas que estén las teorías en las cuales se apoyan tales definiciones. Pero igualmente debo defender con argumentos lógicos mi postura, no puedo pretender presentar mis puntos de vista desde una posición netamente pasional. Reconozco y comparto 7.000 años de historia de la humanidad, antes de eso, por lo menos yo, no he visto comprobación alguna del “Big Bang”, ni de la evolución de las especies.

Pensando en el hombre biológico, aquel que está conformado solamente por simples elementos disgregados según el interés de cada ciencia. Desglosado como mero organismo multicelular, con sistema circulatorio, respiratorio, digestivo, huesos, carne, sangre. ¡Eso soy para la Biología! Calificado de biológico por mi naturaleza material, rebajado a la simple categoría de “animal evolucionado”. Emparentado con los simios, descendiente de un “eslabón perdido”.

Con un principio común en las amebas, por allí, hace “n” millones de años, en algún “caldo primitivo”, a merced de una combinación aleatoria, que ni en los más elaborados cálculos probabilísticos es posible. En una suerte de lotería cósmica, que logró hacer que varios átomos (¿De dónde habrán salido?) se unieran en una molécula, y ésta a su vez en un organismo unicelular, luego en multicelular, y finalmente, para evolucionar hasta llegar al hombre. Ante tal relación de hechos, habría que decir: ¡un aplauso a la teoría de la Generación espontánea! 

         No dudo y respeto que, desde el punto de vista médico, gracias a los cada vez más grandes avances tanto en el conocimiento, como en la tecnología médica, la especialización se ha vuelto, no solamente necesaria sino indispensable. El médico de cabecera, que aún hoy en día cumple su noble labor, ha tenido que darle paso al especialista, cada vez más y más “especializado” en su área particular.

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Referencias:

Carrel, A. (1.955). La Incógnita del Hombre. 14ava Edición. México D.F.:

      Editorial Diana.

Fromm, E. (1982). El arte de amar. España: Ediciones Paidos

Khalil, G. (1975). El profeta. Argentina: Editorial Pomaire

Martínez, M. (1999). La psicología humanista: Un nuevo paradigma psicológico.

                       México: Trillas. Editorial Unilit. (1960). Santa Biblia, versión Reina – Valera. USA.

Morin, E. (1997). Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Gedisa

Ortega, P., Minguez, R. y Gil, R. (1994). Educación para la convivencia: la tolerancia

      en la escuela. España: Nau Llibres.





sábado, 25 de agosto de 2012

BASES DE LA PAREJA


BASES DE LA PAREJA
Por: José Rafael Olivieri
 
Podría hablarse que desde el comienzo mismo de la raza humana, en su necesidad de establecer vínculos con sus semejantes, uno de los más fundamentales ha sido el de establecer relaciones interpersonales signadas por el afecto, particularmente en este caso concreto, el amor de pareja, que, de todas las posibles relaciones que llevan este sello, la relación marital es quizás la más importante, para una gran mayoría de seres humanos. Sin embargo, al parecer, no deja de ser cierto que este tipo de relación entre él y ella, por una multitud de situaciones tanto de índole personal como social, cultural, histórica y de género, termina siendo a la vez paradójica, pues parece ser que, simultáneamente es la que más satisfacciones produce a la pareja, como es a la vez, la que igualmente más conflictos, tanto intra como interindividual, proporciona. Como señala Gray (1992) “crear una relación afectuosa puede presentar a veces cierto número de escollos. Los problemas son inevitables, Pero estos problemas pueden ser o bien fuentes de resentimiento y rechazo o bien oportunidades para profundizar una relación íntima e intensificar el amor, el cuidado y la confianza” (p.21). Más aún, en palabras de Martínez, J.M. (2006) “la relación de pareja es la resultante de un equilibrio de fuerzas antagónicas. Unas que tienden a unir a los miembros de la relación, a las que llamo fuerzas de cohesión, y otras, que impulsan su separación: las fuerzas de disociación” (p.79).
 
De esta forma, ambos elementos: satisfacción y conflicto (cohesión y disociación), están permanente presentes en toda relación de pareja, desde su inicio, ya sea marital o no. Pues en la relación diádica dichos elementos influyen directa y constantemente en el mencionado equilibrio de la pareja, lo que llevaría a un adecuado ajuste marital (acoplarse el uno al otro). Lo importante de este ajuste es que no sólo es de la pareja como tal, sino que impacta en forma individual a cada miembro de la pareja, pues ambos participantes de la díada, dadas sus características personales, en su totalidad, tendrán sus propias expectativas y pautas de referencia, con relación a su sensación y percepción del ajuste o no con su pareja.   Por ello, el manejo tanto de la satisfacción como del conflicto, debe formar parte importante del proceso de ajuste marital en la pareja, pues es deseable que en la misma exista la promesa de compartir el mundo bajo una premisa de crecimiento, unidad y cambio continuos, y de allí, ha de surgir la necesidad de un proceso de ajuste marital, igualmente continuo durante todas las etapas de la pareja.
 
            En este sentido, muchos son los elementos que se encuentran involucrados en el proceso del ajuste marital, los cuales, como se indicó, abarcan por igual tanto a cada miembro de la díada, como a la relación marital como unidad (1 + 1 = 1). Tales elementos, en lo que respecta a los aspectos individuales de cada uno por separado, incluyen igualmente para ambos, entre otras, las características propias de crianza, socialización, educación, sistema de creencias, capacidades cognitivas, emocionales y psicológicas de cada uno, es decir, cada miembro de la relación, tiene su propia historia personal, y que a su vez, han servido para constituirla como la persona que actualmente es. En este sentido, cada uno de ellos es una persona completa, integrada, que aportará a la relación de su propia experiencia de vida y lo compartirá con el otro (sea para bien o para mal).
 
            De igual manera, así como son importantes los aspectos individuales de cada miembro, igualmente lo es la unidad que forman como pareja, y que al margen, de estar o no, legalmente constituidos en un matrimonio, deberán transitar juntos por un tiempo indefinido (preferiblemente permanente), de la forma más armónica posible, para que así puedan constituirse en la pareja o en el matrimonio que, en principio, ambos anhelan. De forma tal que, para lograr un adecuado proceso de ajuste marital en la pareja, será necesario considerar también un aspecto importante, el cual puede englobarse como ‘información adecuada’ tanto de, como sobre y para la pareja. Comunicación que indudablemente debe estar marcada por la honestidad mutua, donde incluso se permite “obviar cierta información” si con ello se evita un daño a la pareja. No hablo de mentir para tapar un error que me pertenece, sino de proteger a mi pareja de información que no necesita y, que de tenerla, solamente causaría más daño que lo pudiese solucionar. Es una delgada línea que muchas veces puede ser mal interpretada y, causar más problemas de los que se quieren evitar, pero igualmente es parte de este proceso de ajuste. Por eso, tratándose de un proceso adaptativo, es requisito, altamente recomendable, la inclusión de los diversos aspectos de relevancia relacionados con la comunicación, elemento sin comparación en el arte de negociar de la pareja, no sólo como medio diario de compartir, sino, por demás crítico en la búsqueda de soluciones frente a los conflictos, que inevitablemente, surgen en toda relación, y mucho más en la relación marital.
 
En la estructuración de una base para la pareja es necesario considerar los tópicos relacionados con las individualidades, semejanzas y diferencias entre Él y Ella, como dos visiones del mundo que necesitan acoplarse a través de la comprensión mutua del uno para con el otro. Los aspectos propios de la pareja, un vínculo anhelado por una gran mayoría de seres humanos, que como señala Fromm (1982) sienten que “La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad” (p.20).
 

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Referencias

Fromm, E. (1982). El arte de amar. España: Ediciones Paidos.

Gray,  J.  (1992).  Los  hombres  son  de  Marte,  las  mujeres  son  de  Venus.  NY,  
USA: HarperCollins Publishers Inc.
 
Martínez, J.M. (2006). Amores que duran… y duran... y duran. México: Editorial Pax.

miércoles, 8 de agosto de 2012

JUSTIFICADO LA PAREJA


JUSTIFICADO LA PAREJA
Por José Rafael Olivieri

            Contrario a lo que muchos creen, basados en sus experiencias y conflictos emocionales, establecer una relación de pareja es algo muy sencillo.
Lo importante no es establecer esta relación, sino, responder a dos (2) preguntas claves:
 ¿Para qué quieres una relación de pareja? y ¿Por cuánto tiempo la quieres?
Lamentablemente, la respuesta “verdadera” a estas 2 interrogantes y a muchas otras, solamente se pueden encontrar en las zonas más profundas de la mente inconsciente de cada persona. Donde están definidos la identidad del YO, mi autovaloración y todo mi “Sistema de Creencias”, sobre el cual se sustenta toda mi vida emocional y TODO lo que voy a realizar en mi vida.
            A pesar de que en la matemática de Dios 1 + 1 = 1, la realidad es que se trata de dos (2) personas: El y Ella, cuyas individualidades arrastran las consecuencias emocionales de sus modelos parentales en sus respectivas relaciones de pareja, con los cuales, cada una de estas dos personas aprendieron y definieron a su vez, sus propios modelos de vida y de pareja.
            Voy a realizar a partir de este artículo un desarrollo de mis ideas sobre las parejas y su relación, intentando abarcar en ellos la mayoría de los aspectos que definen dicha relación y, digo “la mayoría” porque sería utópico e ilusorio intentar abarcar “la totalidad” de los elementos que involucra la misma, la cual es a su vez, la relación que más satisfacciones da en la vida, pero también, la que más conflictos emocionales mueve en cada uno de sus integrantes.
            Por ello voy a comenzar con los elementos justificativos de la misma y posteriormente iré construyendo el resto de las ideas al respecto. Algunos textos posiblemente sean extensos y, quizás tengan un contexto “más formal”, pues no me interesa dejar mis ideas en el aire, sino darles el peso teórico que, requiere un tema tan vital como es la pareja. Pero, si te interesa el tema, te pido paciencia y comprensión, pues a falta de otro espacio de expresión de estas inquietudes, por ahora, gracias a Dios, existe este medio de comunicación.
  
Al parecer el ser humano vive de modas, no sólo en lo personal, sino también en sus roles sociales y profesionales. Lo cual pudiese extrapolarse por igual, al caso de las investigaciones y estudios, cuyo tópico principal es equivalente al tema central del presente trabajo, es decir, las relaciones de pareja. Lo digo porque pretendo incluir en paralelo, pesando en la segunda pregunta realizada anteriormente (¿por cuánto tiempo?), un término (psicológico) del cual ya casi no se habla, por no decir que ha quedado obsoleto y relegado en las relaciones actuales de pareja, me refiero al concepto del AJUSTE MARITAL, que aquí lo voy a parafrasear como “Ajuste de Pareja”. En este sentido, puede señalarse que el tema del ajuste marital, entendiendo someramente, este constructo, como el proceso de acoplamiento de los cónyuges durante su vida marital (Díez y Rodríguez (1989); Moral De la Rubia (2008a)), no ha pasado de moda, a pesar de que en el proceso de evolución social que se ha vivido desde la década de 1960, la institución del matrimonio ha sido, al igual que muchas de las instituciones tradicionales, ampliamente cuestionada en todos sus facetas. Incluyéndose, particularmente, en los aspectos de su vigencia y su validez. No obstante, este cuestionamiento acerca del matrimonio, no deja de ser cierto igualmente, que entre las diversas interrelaciones sociales que establecen los seres humanos, quizás la más importante, de su vida adulta, sea precisamente, la de la relación de pareja. Ella representa en muchos casos, uno de los más anhelados vínculos interpersonales, no sólo desde el punto de vista emocional y cultural, sino también psicológico y biológico.

            Una primera razón de la justificación por el interés del tema de las relaciones de pareja y su ajuste, es igual al de muchas otras investigaciones de diversos autores, que plantearon para llevar a cabo su respectivo trabajo investigativo, como razón principal, “el anormal incremento en la tasa de divorcios y la pérdida de indicadores de la estabilidad marital” (Díez y Rodríguez, 1989, p. 395).  Lo cual, según afirman estos autores, están claramente reflejados en la gran cantidad de situaciones de rupturas de parejas, independientemente del estar en el vínculo matrimonial o no. Lo que ha implicado diferentes consecuencias, no sólo a nivel individual de los miembros de las parejas, sino familiar y social.

            Este aspecto del incremento de las tasas de divorcio, puede apreciarse en base a los registros estadísticos nacionales de algunos países de Europa, América Latina y de Venezuela, como dicha tasa ha ido incrementándose ampliamente a medida que han transcurridos los años. Ello puede ser considerado, como una falla del proceso de ajuste marital en dichas parejas. Cabe también destacar que las estadísticas encontradas, sólo se refieren a las rupturas de parejas legalmente constituidas, es decir, propiamente dicho los divorcios, más no consideran un número importante de rupturas de aquellas parejas ‘socialmente’ constituidas, que igualmente hacen vida marital y cohabitan juntos en el mismo hogar, e incluso, en muchos casos, también tienen hijos.  

Otro factor a considerar como justificación de la necesidad de trabajar sobre el área del ajuste de las parejas, quizás de igual importancia social a la del divorcio, pero de posibles consecuencias más profundas, debido a la gravedad de los daños tanto físicos como psicológicos, es la relacionada con el área de la violencia familiar o doméstica. La misma incluye todas las expresiones de violencia a todos los miembros del grupo familiar, que por supuesto incluye tanto a la mujer, a los hijos, y en menor grado al hombre. Cabe la pregunta ¿qué se entiende por violencia familiar? Pues la misma está usualmente asociada a la producida por la agresión física a uno o varios miembros del núcleo familiar. Sin embargo, la realidad es que este tipo de violencia tiene diferentes manifestaciones, las cuales pueden resumirse como: Violencia doméstica, La violencia psicológica y física con el cónyuge, el maltrato infantil y el abuso de los niños. (Campo-Redondo, 2002).
Afirma Campo-Redondo (2002) en su investigación de Orientación de la Violencia Familiar:  

El fenómeno de la violencia familiar y doméstica ha generado controversia en diversos contextos de la vida social venezolana, especialmente en el ámbito jurídico, político, educativo, y sanitario. Duffy y Momirov (1997) lo definen como aquel acto cometido dentro de la familia por uno de sus miembros, que perjudica gravemente la vida, el cuerpo, la dignidad, la integridad psicológica o la libertad de otro miembro de la familia, en las parejas o entre otras personas que en algún momento de su vida han vivido conjuntamente; este acto ocurre casi siempre en la casa y en la intimidad de la familia, generándose un fenómeno oculto y muchas veces no visible al resto de la sociedad. Esto limita la documentación, seguimiento y control de la violencia doméstica hacia la mujer o a los niños. (p.2).

Esta problemática se ve reflejada en los cada vez más abundantes estudios investigativos y el abordaje a todo nivel público y privado, sobre la violencia familiar, lo cual se debe a los altos índices de manifestación de este fenómeno social, que ha adquirido una alta relevancia y que “Aunque las cifras no representan la realidad en su verdadera dimensión, conducen a pensar en la violencia familiar como un problema de salud pública a escala nacional” (Campo-Redondo, 2002, p. 3). Igualmente como respuesta a este problema, en los últimos años se ha venido dando una serie de programas y leyes en defensa de los derechos del niño y la mujer, como alternativas para frenar y erradicar la situación de violencia familiar. Muchos se han dedicado a la búsqueda de las causas que son la semilla de un ambiente familiar hostil y que, consecuentemente, producen una educación errónea en el núcleo familiar. Los cuales han dado como recomendaciones que es urgente que nuestra sociedad adquiera nuevos y mejores hábitos de crianza y convivencia. Incluyendo la prioridad de una reeducación en cuanto al trato familiar, el que lamentablemente para muchos está caracterizado por la violencia, el rechazo y la indiferencia. (García R. y Jiménez, 2005).

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Referencias: (cito algunas, si las necesitas específicas me avisas)

Ackerman, N. (1982). The strength of family Therapy. New York: Editorial Brunner/Mazel  Inc.

Campo-Redondo,  M.  (2002).  Orientación  de  la  Violencia  Familiar  y  Aprendizaje  del Componente Intersubjetivo a través de una Didáctica Constructivista. Fermentum Rev. Vzlana. de Soc. y Ant. v.34 Mérida mayo 2002. Recuperado 02.04.2010 de:
http://www2.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0798-30692002000200010&lng=es&nrm=iso
Díez  Bolaños,  y  Rodríguez,  A.   (1989).  Efectos  de  la  inequidad  sobre  el  ajuste  y la satisfacción marital en la mujer. Recuperado 03-09-2009 de:
           http://scholar.google.co.ve/scholar?q=ajuste+marital&hl=es&btnG=Buscar&lr=lang_es

Gordillo  Ardines,  B.   A.  (2000).   Relación   entre   experiencias   tempranas  parentales,satisfacción marital e inteligencia emocional. Tesis Maestría. Orientación Familiar. Coordinación de Maestrías en Psicología, Departamento de Educación y Psicología, Universidad  Iberoamericana -  Golfo  Centro.  Junio.  Recuperado  21-09-2009 de:
http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/mof/gordillo_a_ba/portada.html

Moreno, A. (1998). Historia de Vida de Felicia Valera. Fondo Editorial CONICIT. Caracas,Venezuela

domingo, 10 de junio de 2012

GÉNESIS DE LOS CONFLICTOS EMOCIONALES: El proceso de formación de mis enfermedades emocionales

GÉNESIS DE LOS CONFLICTOS EMOCIONALES:

El proceso de formación de mis enfermedades emocionales

Por José Rafael Olivieri Delgado (jun. 2012) 

“El hombre vive esencialmente dentro de un mundo personal y subjetivo. Sus actividades, incluso las más objetivas, son el fruto de propósitos subjetivos y de elecciones subjetivas”

(Rogers C., 1989, p. 17)

 

           Al hablar de los conflictos emocionales nos enfrentamos a un tema que en muchas personas ‘levanta ronchas’, especialmente cuando lo hacemos con la intención de saber qué son, de conocerlos a profundidad, y particularmente, de poder modificarlos. Particularmente porque tales acciones implican el asumir la responsabilidad y el compromiso emocional de mi vida, de mis acciones y de sus consecuencias. Para ello es necesario el llevar a cabo un proceso de redefinición (emocional), para hacer cambios en varios de los esquemas de pensamiento, los cuales han dirigido mis decisiones desde que tengo uso de razón.

De igual manera, quizás más dramático aún, debo y tengo que remover y desarticular creencias no adecuadas, que han estado arraigadas en mi definición de personalidad desde mi infancia. Dichas creencias han sido las verdades que han guiado mis pensamientos, emociones y acciones, durante la totalidad de mi vida pasada. Independientemente, de haber sido ellas, las causantes directas de mis decisiones equivocadas y autodestructivas, en mis diferentes circunstancias y situaciones adversas, motivo por el cual seguramente, aún hoy en día, sigo sufriendo las consecuencias negativas de las mismas.

La razón de estas afirmaciones previas está asociada con el hecho de mi necesidad de realizar un proceso de reaprendizaje, de una buena parte de los conceptos que he utilizado, para definir mi esquema de vida en todas sus distintas facetas (personal, matrimonio, hijos, padres, trabajo, social…). Particularmente, de aquellos criterios valorativos de mí mismo(a) como mi autoestima, autoconcepto y autoimagen, al igual que implicaciones fundamentales que pertenecen a mi esquema de ¿quién soy?

Por ello, el trabajar con los conflictos emocionales, tiene la particularidad de ‘alborotar el avispero de emociones’ que cada uno de nosotros lleva dentro de sí mismo. En una gran mayoría de veces, sin tener consciencia de ello. Dado que hemos aprendido como mecanismo de supervivencia, a drenar todas nuestras situaciones emocionales negativas dentro de nuestra mente inconsciente. Con ello puedo vivir la fantasía de nunca más acordarme de mis áreas oscuras (mis conflictos emocionales).

Sin embargo, este universo de emociones que, a pesar de pertenecer, en su mayoría, al pasado, están totalmente activas aquí y ahora afectando a cada terrícola existente. Mi camino hacia la sanidad de mis conflictos tiene que transitar en la dirección que me señala Berne (1974) quien me afirma que para sanarme debo: “primero deshágase de toda la basura que se ha acumulado en su cabeza desde que llegó a casa saliendo de la clínica de maternidad” (p. 16).

Es decir, desde el momento en que nací, hasta el momento en que decido resolver mi mundo de conflictos, mi proceso principal ha sido el de acumular en mi mente una gigantesca cantidad de ‘basura’ (emocional). Tanto así que el basurero municipal de la ciudad donde vivo es, pequeño comparado con mi ‘basurero personal de conflictos emocionales’.

            En el escenario del consultorio psicoterapéutico, a veces, lo complicado es lograr que los pacientes (eso te incluye a ti), a pesar de venir cargados y saturados de sus situaciones de angustia y ansiedad, se den cuenta y acepten que ellos son los dueños de su propio ‘basurero’, y que este, es el responsable directo de las acciones y consecuencias que los han traído a la terapia. Lo anterior lo digo pensando, particularmente, en el famoso tema de la culpa.

A todos (sin excepción) nos encanta culpar al otro. Nunca soy yo, siempre es el otro el culpable de todo lo que me pasa (a mí). Claro, constantemente, es mucho más fácil culpar al otro que asumir yo la responsabilidad de lo que me corresponde. Pero, hemos de saber que en cualquier relación (dos personas) les corresponde un 50% para cada uno, a diferencia de cuando se trata de mi propia situación (interior) mental y emocional, donde casi el 100% es enteramente mío y de nadie más.

Sonará a frase de autoayuda, pero en cuanto a mí mismo(a) ¡yo soy el protagonista de mi vida!, eso incluye completamente a la totalidad de mis pensamientos, emociones y acciones, los demás, son meros actores secundarios que me permiten representar mi papel protagonista. En el consultorio, como es normal, me encuentro con muchos tipos diferentes de personas, lo cual representa un amplio abanico de opciones y posibilidades interesantes.

Aunque como en todo abanico, existen dos extremos contradictorios, y en el medio, una amplia diversidad de opciones. Por un lado, existen personas muy abiertas que casi de inmediato, van comprendiendo y dándose cuenta de su basurero de conflictos. Comienzan a ‘abrir sus ojos’ a este nuevo mundo no conocido, a ampliar el horizonte de su mente hacia la lógica del mundo emocional, nunca revelado desde esta perspectiva terapéutica.

Mientras que, en el otro extremo, existen personas de ‘mentalidad cuadrada’ para los cuales todo lo psicológico y emocional es solo “charlatanería y producto de locos”. Esto se entiende porque muchos de ellos vienen obligados, por lo general, por su pareja, y los menores, por sus padres. Como ejemplo, recuerdo una paciente que me dijo: “Yo no quiero que me remuevan los conflictos, yo prefiero quedarme así”.

A ciencia cierta el ambiente de la terapia es para aquellos que están dispuestos a arriesgarse a conocer y descubrir un nuevo universo de posibilidades, que los reten a hacerse dueños de sus propias vidas, y especialmente, que los saquen de su zona de confort y de su ceguera emocional. 

Si me permites (sin ánimo de ofender ni de elaborar juicios no adecuados), no te cuento cuando me toca uno (fanático) que piensa que Dios le va a resolver todo, que él (paciente/cliente) con seguir “AL PIE DE LA LETRA” la Palabra de Dios todo se le va a resolver. Se ve que no han leído a Santiago cuando dice: “2:9 … cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. 2:10 Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos (los pecados)”, … no sé, digo yo.

En mi (limitado) conocimiento, Dios nos ha creado como una trinidad: Cuerpo, Mente y Espíritu. Los médicos (y demás áreas de salud) para el cuerpo, los psicoterapeutas para la mente y, los religiosos (según cada religión) para el Espíritu, especialmente por aquello de Eclesiastés 12:7 que dice: “Volverá entonces el polvo a la tierra, como antes fue, y el espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio.” (NVI).

Es posible que la dificultad de aceptar un proceso terapéutico para la sanidad de mis conflictos emocionales, este relacionada con tres factores principales (entre muchos otros), que pudiesen parecer y hacer ‘complicado’ dicho proceso. Simplemente para mencionarlos, el primero, quizás el más conocido, el famoso miedo al cambio. En realidad, este es una excusa para no dejar mi zona conocida (confort). Porque dejar la seguridad de como pienso, siento y actúo (así me haga daño y me autodestruya), genera mucha incertidumbre, ansiedad y angustia, a veces mayor a la que traigo a la terapia.

Segundo, en algún momento de mi proceso de decisiones infantiles (con el cual me enfermé), asumí que mi ‘basurero’ era una creación totalmente mía, que me pertenecía, que yo era así de esta manera. Como tal, al pertenecerme, no lo quiero perder y debo defenderlo, sin importar el costo de tal acción, así sea mi propia vida (emocional y sus consecuencias). 

La tercera: lo que le preocupa a casi todo paciente, ¿Realmente esto funciona? ¿Podré cambiar y resolverlo? Y la más importante de todas: ¿Cuánto tiempo voy a tardar en este proceso? … Ya hablaremos de todo esto, en su momento.

La verdad general es que no es imposible aceptarlo. Desde el punto de vista de cualquier psicoterapia, independientemente de las técnicas que utilice, es totalmente factible poder llevar a cabo un proceso de sanidad y limpieza emocional. Este me ha de permitir liberarme de las cargas y conflictos emocionales, los cuales me afectan en mi vida cada día. permitiéndome deshacerme de mi basurero en forma permanente y, obteniendo los resultados de bienestar que quiero para mi vida y mis relaciones.

Entonces, con estas pocas ideas iniciales ¿Qué es un conflicto emocional? En líneas generales es un conjunto de pensamientos, emociones y acciones, que se ejecutan automáticamente desde mi mente inconsciente, sin control ni voluntad mía, a través de los cuales reflejo todos los aprendizajes y decisiones emocionales negativas, los cuales he adquirido a lo largo de mi vida. Identificando y definiendo así a mi estructura emocional.

De esta manera, los conflictos son las fuentes de todo el malestar emocional (rabia, tristeza, miedo, ansiedades, depresiones, …), tanto intrapersonal como especialmente en mis relaciones interpersonales. Convirtiéndose así, en el mayor enemigo de mi felicidad, bienestar y autorrealización personal.

A lo que me refiero con lo ‘complicado’ del proceso terapéutico, tiene que ver con la necesidad de cada paciente, de hacer un cambio de perspectiva muy importante en su comprensión de lo emocional. Primero, la mayoría de los grandes teóricos tanto psicólogos como psiquiatras, han definido que la etapa infantil es absolutamente crucial en el proceso de la toma de decisiones emocionales de cada persona. Ellos han definido dicha etapa en el rango de 0 a 7 años, los más conservadores hasta los 9 años. Delimitando el final de esta etapa a los 12 años.

Segundo, nuestra total ausencia de conocimientos en los principios de esta etapa nos guía (inconscientemente) a realizar un desesperado proceso de aprendizaje emocional. Este nos lleva a copiar e imitar (sin cuestionamiento alguno), los modelos conductuales (pensamiento, sentimiento y acción), de nuestras figuras parentales y de autoridad. Con todo ello, a pesar de mi inmadurez psicológica y emocional, tomo las decisiones más trascendentales que dirigirán toda mi vida.

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Referencias:

Berne, E. (1974) ¿Qué dice usted después de decir hola? España. Grijalbo

Rogers, C. (1989). El proceso de convertirse en persona: Mi técnica terapéutica. 7ª ed. Barcelona, España: Paidós Ibérica.

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA

  

 




domingo, 15 de abril de 2012

AMOR – ODIO: RELACIÓN HIJOS – PADRES (y algunas más)

AMOR – ODIO: RELACIÓN HIJOS – PADRES (y algunas más)

Por: José Rafael Olivieri Delgado (abr. 2012)

 

“Todos nacemos príncipes y princesas pero debido a los avatares de la vida, algunas personas nos convertimos en sapos y ranas” (Berne, 1974)

 

Salvo unas pocas excepciones que escapan a mi práctica psicológica, las cuales caen en el terreno del tratamiento psiquiátrico profundo. Nadie puede dudar que si tú le preguntas a cualquier padre o madre (muchos de ustedes ya lo son, así como cada uno de ustedes es hijo/a de sus padres): ¿Qué quieres para tus hijos? La respuesta prácticamente ineludible será: - “Yo quiero lo mejor para ellos y que les vaya bien en la vida”. Más interesante aún es la respuesta cuando les preguntas: ¿Por qué quieres eso para ellos? ¡NINGUNO!, deja de decir: - “¡PORQUE LOS AMO MUCHO!”.

Esta última respuesta la consigues igualmente si les preguntas a dichos padres ¿Qué sientes por tus hijos?, te dirán: - “¡AMOR!”. No existen dudas en ellos respecto a esto, más aún, te lo repetirán hasta el último aliento de sus vidas. Los padres (figuras parentales en general) se aferran a sentir y pensar (desde lo consciente) que este sentimiento del amor es real para cada uno de sus hijos.

Aunque no voy a entrar en detalles, ciertamente ellos sienten amor por sus hijos, pero todos sabemos que dicho amor es diferente para cada hijo por aquel tema de los hijos preferidos, escogidos, oveja negra y otras variantes de nuestra conflictividad emocional inconsciente. De hecho, si les preguntas: ¿Cuál de tus hijos es tu preferido?, te dirán (sin excepción): - “¡Ninguno, yo los amo a todos por igual!”.

Digamos que esta es una mentira ‘piadosa’ para no entrar en el conflicto de los celos entre los hijos (y situaciones de autoestima), sin embargo, si yo te lo pregunto a ti ¿Cuál de tus hermanos era el preferido de tu papá o de tu mamá?, es casi seguro que tú tendrías una respuesta muy clara a este respecto, es más, responderías sin dudarlo. Amar, aparte de ser una emoción, es también una decisión del ser humano y como tal está sujeta a un conjunto de variantes emocionales que se construyen y son diferentes en cada relación particular.

Con base en esto, cada padre establece con cada uno de sus hijos una relación distinta, lo cual determina estas diferencias en el amor de los padres hacia los hijos, al igual que condicionan la respuesta de amor – odio de cada uno de los hijos hacia sus padres.

            Entonces, desde esta perspectiva estadística y muy verdadera de la realidad humana, la cual involucra a casi todos los que tienen la dicha de ser padres, podríamos afirmar que todos los padres aman a sus hijos. Sin embargo, con base en mi experiencia en el consultorio me pregunto yo: ¿Por qué existen tantos hijos que se sienten y viven como no queridos por sus padres?

Esta es otra realidad de la cual muy pocos hablan, salvo en dicho escenario del consultorio y particularmente cuando se les hace la confrontación directa: “¿Te sentiste amado/a por tus padres?” Cuando la respuesta es ‘honesta’ muy pocos afirman que sí. La gran mayoría responden actuando una serie de conductas emocionales de nuestro lenguaje no verbal. Por ejemplo, cambian la mirada hacia otro lado, se estrujan las manos, bajan la cabeza, ponen expresión de tristeza, otros lloran y otros te responden directamente que no. Igualmente hay un grupo de pacientes que te responden (con rabia): - “Yo no viene a hablar de eso”.

Te aclaro algo en mi pregunta: no pregunté si tus padres te amaban, te pregunté si ‘te sentiste amado’. Esta diferencia entre el enfoque de los padres y de los hijos, es lo que me llevó a plantearme este tema tan frecuente en las relaciones de padres e hijos. Particularmente ha sido la razón de por qué el título de este texto. Dado que he visto y sentido la necesidad de preguntarme: ¿Por qué hay tantos hijos que se sienten y viven en la dicotomía angustiante de sentir amor y odio (al mismo tiempo) en las relaciones con sus padres?

En mi criterio personal pienso que, para la gran mayoría de los pacientes, entre la lista de sus situaciones emocionales, quizás la más prioritaria y la de mayor impacto en sus vidas, sea precisamente la carencia de amor que sienten de su padre, de su madre o incluso de ambos. Por ello la esencia de este proceso del amor – odio, se alimenta de la fuerza o no con la que los hijos reclaman y culpan a sus padres de las cosas que les han pasado, así como las que le están pasando en su vida presente.

Es decir, justifican sus sentimientos de ‘odio’ culpando a sus padres. Como dice el papá de una paciente que quiero mucho: - “estas cosas pasan”. Explicarlo no es sencillo, como todo lo que involucra el proceso emocional humano y especialmente en muchas ocasiones, lo difícil es lograr que ustedes hijos reconozcan que viven esta relación de amor – odio hacia sus padres. Ya veremos por qué a lo largo de este texto.

            Para más o menos poner en contexto esta mezcla de amor – odio de la cual hablo, respóndeme honestamente: ¿Cuándo fue la última vez que…: (1) le dijiste a tu papá / mamá “te quiero” con disfrute, agrado y sintiendo amor verdadero? (2) ¿… conversarte con ellos con agrado sin críticas ni reclamos (de ambas partes)? (3) ¿… te provocó llamarlos para saludarlos y no lo sentiste como una obligación o para pedirles algo? (4) ¿… todos salieron a pasear y nadie se molestó ni puso mala cara? (5) ¿… te llamaron y los atendiste con calma, con todo el tiempo que necesitan para conversar contigo y al terminar te sientes contento/a de haber hablado con ellos? (6) ¿… fuiste a o vinieron a visitarte y compartieron en armonía todos? (7) ¿… te pidieron algo y lo hiciste con cariño y alegría, no con rabia, de mala gana o con culpa? Puedo seguir y seguir, pero creo que ya tienes la idea, de todas formas.

Que tal estas otras preguntas adicionales: ¿Cuándo fue la última vez que los abrazaste profundamente y te sentiste feliz de hacerlo?, ¿Cuándo fue la última vez que les diste las gracias por ser tus padres y por todo lo que hicieron, te dieron y te hicieron sentir? Aparte de todo esto, para explicar un poco estas preguntas, el principio terapéutico consiste en la confrontación de tus pensamientos, emociones y acciones, con la finalidad de darte cuenta de la realidad que te acontece.

De igual manera el poder integrar y alinear estos tres procesos en la misma línea de conciencia, pues como lo aprendimos a través de nuestros conflictos, no siempre es lo mismo lo que pienso, siento y actúo. Especialmente en el tema relacionado con el amor a mis padres y por supuesto, de lo que ellos decían sentir hacia mí, así como de lo que yo terminé sintiendo en mi realidad emocional.

Si todavía estás leyendo esto puedes hacer una revisión “honesta y objetiva” de ti mismo/a y buscar tus propias preguntas y respuestas. Para que así puedas ver y entender que está pasando en tu relación con tus padres desde el punto de vista de estas dos emociones amor – odio, ¿interesante no?

            No dejo de estar consciente que muchos de ustedes están pensando que la palabra ‘odio’ puede ser muy fuerte o que no se aplica a ti. En particular cuando tomamos en cuenta una de sus definiciones: “Sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia. Aversión o repugnancia violenta hacia una cosa que provoca su rechazo.” (Diccionario Oxford, recuperado en abril 2012).

Sin embargo, permíteme explicarte su origen y su proceso para que puedas abrir tus ojos (emocionales): Te invito a retroceder unos cuantos años hacia tu niñez, por ejemplo, antes de los 6 años, recuerda y vuelve a vivir una situación donde tus padres te hicieron sentir mucha rabia, frustración o alguna emoción parecida.

Si quieres decirme que no lo recuerdas o que nunca te pasó, está bien, lo que te estoy pidiendo no es fácil, hay que pasar por encima de muchas cosas desagradables y recuerdos que ya enterraste en lo inconsciente, pero ¡sorpresa!, están vivos todavía dentro de ti. Dime ¿en esas circunstancias no sentiste mucha rabia y deseos de vengarte? ¿No pensaste o dijiste alguna vez?: ¡Cuando YO sea grande tú verás, …!

Esas son emociones auténticas y naturales de un niño frente a la situación de impotencia que siente hacia sus padres cuando se siente maltratado por ellos y por supuesto, no tiene la capacidad para defenderse de ellos ¿Te pasó alguna vez? ¿No se repitió esta situación muchas veces a lo largo del tiempo? Ahí lo tienes, se acumuló una montaña de esta rabia en tu interior, con el tiempo se pudrió y se transformó en resentimiento, este siguió acumulándose en el tiempo y finalmente se convirtió en tu odio.

Después vienen los sentimientos de culpa, pero esa es otra historia de la que ya escribí en otro texto. Estos son procesos que toman varios años para consolidarse, pero el problema con estos años es que ya pasaron, ahora cada situación y decisión es parte de nuestra experiencia emocional de vida. Ya está instalada en nuestra estructura emocional inconsciente.

En concreto, el proceso aproximado para la formación del odio para la gran mayoría de ustedes lo voy a describir a continuación. No sin antes hacer una aclaración: esto no se trata de un juicio condenatorio a tus padres. Muchas de estas situaciones tienen su origen en sus propios procesos inconscientes. Aunque no deja de ser cierto que, a pesar de darse cuenta de ello, poco podían hacer para evitar sus propias situaciones erróneas (de rabia y odio). Al igual que tú ahora con este sentimiento de odio hacia ellos.

Existen varias variantes, les describo las más genéricas: Tenemos entonces que no una única vez, sino muchas veces a lo largo de tu infancia. Con más poder y fuerza durante tu adolescencia, porque es la etapa natural de rebeldía y de definición de tu autonomía. En ella muchas figuras parentales no están interesadas en la autodefinición de los hijos, debido a la excusa de protegerlos de sí mismos, … Durante estas etapas hubo situaciones de maltratos, abandonos, castigos, regaños, te pegaron (con más o menos violencia), insultos, descalificaciones, críticas, comparaciones con otros, burlas, ironías, … (¿Voy bien?).

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Referencias:

Berne, E. (1974) ¿Qué dice usted después de decir hola? España. Grijalbo

Diccionario Oxford. https://www.lexico.com/es/definicion/odio (recuperado en abril 2012).

Pervin, L. (1986). Personalidad: Teoría, diagnóstico e investigación. Editorial: Desclée De Brouwer

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA



domingo, 11 de marzo de 2012

PSICOLOGÍA: EL DOLOR DE MI PROFESIÓN

PSICOLOGÍA: EL DOLOR DE MI PROFESIÓN

Por: José Rafael Olivieri Delgado Delgado (marzo 2012)

 

“Yo soy yo y tú eres tú. Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas y,

Tú no estás en este mundo para cumplir las mías. Tú eres tú y yo soy yo.

Si en algún momento o en algún punto nos encontramos, 

y coincidimos, es hermoso.

Si no, pocas cosas tenemos que hacer juntos. Tú eres tú y yo soy yo”

(Oración de la Gestalt de Fritz Perls (1960))

  

Fritz Perls (1893 – 1970) es el creador de la psicoterapia Gestalt, la cual es una de las ramas de mayor dinamismo y extensión en el mundo psicoterapéutico actual con gran cantidad de seguidores. Entre otros de sus elementos principales se encuentra la técnica de: el Aquí y el Ahora. Esta consiste en trabajar con el momento presente con lo que está sucediendo en este instante de nuestra realidad. Básicamente porque en dicho presente es el único tiempo en el cual podemos hacer los cambios que necesitamos, para adaptarnos más adecuadamente a nuestro mundo interior y a nuestro entorno externo.

De igual manera habla del humanismo, habla del ser humano, del darse cuenta, de la silla vacía, así como de una gran cantidad de elementos muy valiosos e importantes para el tratamiento terapéutico. No deja de ser cierto que, también existe una realidad presente en la psicodinámica del inconsciente (Sigmund Freud (1856 - 1939) Terapia del Psicoanálisis) que me interesa mostrar y entender.

Ya que realmente somos y existimos hoy, pero ¿Cómo hemos llegado a ser eso que somos hoy? Tenemos un origen, tenemos un YO que ha sido formado y creado desde que nacemos. Incluso, según algunos teóricos, desde antes de nacer. Todo ello a través de un amplio proceso de aprendizajes buenos y malos, de aciertos y errores, de triunfos y fracasos. Muy especialmente, de ser aprobados o desaprobados por nuestras figuras parentales en todo nuestro proceso emocional (pensamientos, emociones y acciones).

Ese aprendizaje, nuestra experiencia de vida, lo que nos pasó en el pasado nos moldea, estructura y define nuestra personalidad del hoy, apoyándose, entre otras estructuras emocionales, en un ‘Sistema de Creencias’ que contiene las verdades sobre las cuales me identifico como la persona que SOY y al mundo, actuando en consecuencia tanto para conmigo mismo, como para con el mundo externo (los otros).

Antes de continuar permíteme explicarte una de las razones del por qué del título de este texto. Dado que me refiero a mi dolor (la tristeza) de saber que hay personas que han venido a mi consultorio (y a la de muchos otros terapeutas) pero se han ido. Algunas una sola vez, otras varias veces: dos, tres, cinco, …, he igualmente se ha ido. No se han comprometido, no se han atrevido a iniciar o a continuar el viaje de ‘descubrirse a sí mismos’ para adquirir una vida propia. No aceptaron que puedan vivir en la libertad de ser y decidir por ellos mismos quienes quieren ser. Así como el poder tomar el control de sus circunstancias y de su realidad y transformarla para su propio crecimiento, para su propia dimensión de triunfadores, lo cual es su decisión.

Me duele perderlos porque al Yo poder comprender el modelo conductual de sus vidas y al haber adquirido en mi profesión, la capacidad de poder anticipar el fin trágico que les espera (no se trata de adivinanzas, brujería, ni mucho menos profecías, sino de la realidad de acción del mundo emocional inconsciente) eso me duele profundamente, porque a menos que hagan un cambio real en sus estructuras y decisiones emocionales, será inevitable tal desenlace negativo, dado que no deja de ser cierto que viven una vida emocionalmente preprogramada, en lo que Berne (1979) llamó “El Argumento de Vida” (Guion, Mandatos, Órdenes, Atribuciones).

Dicho ‘Argumento’ dirige toda mi vida emocional importante y como consecuencia también define y prepara mi final. Haciendo una aproximación a como Berne definió el Argumento tenemos que: es el conjunto de actitudes, pensamientos, emociones y conductas que hago continuamente, unas conscientes otras inconscientes. Estas funcionan como órdenes que debo cumplir obligatoriamente (aunque no quiera), y como consecuencia, me llevan a un fin predefinido.

Lamentablemente siempre es un final trágico: soledad, rupturas de relaciones, fracasos, enfermedades, abandono de los hijos, entre otros. Lo cual se diferencia muy ampliamente del ser ‘Un Triunfador’ que para Berne no es un argumento sino una decisión para la cual tenemos la responsabilidad y el poder de tomarla, a pesar de nuestras circunstancias, presentes o pasadas. Porque no importa lo que fuimos en el pasado, importa lo que somos en el Aquí y el Ahora.

Al irse las personas del proceso terapéutico es importante considerar, como ya lo he escrito en otra oportunidad, que muchas de ellas no quieren (consciente e inconscientemente) enfrentarse a su propia responsabilidad. Enfrentarse al esfuerzo, al dolor, al tiempo que implica dicho proceso emocional No quieren revivir el pasado de dolor y sufrimiento. No quieren darle la prioridad que requiere poder cerrar las diferentes situaciones de conflicto que, aunque ya pasadas, continúan en todo momento afectándolos en su presente en todos sus roles (pareja, familia, trabajo, social).

Ellas se encuentran atrapadas por la dependencia emocional de su ‘beneficio psicológico’ (lo que inconscientemente los hace sentirse bien en su conflicto, aunque su vida se esté desmoronando a pedazos). Dicho ‘beneficio’ es un elemento clave que me impide el cambio y me sabotea en mi proceso terapéutico. No puedo darme el lujo de perder los ‘beneficios’ que me otorga mi conducta no adecuada, si pierdo sus beneficios ¿Cómo o con qué los remplazo? Además ¿Qué hago con el vacío sin fondo que queda en mis necesidades emocionales?

No pierdan de vista que este ‘beneficio’ no representa algo bueno, sino por el contrario, en términos psicológicos es una recompensa por y para mantenerme amarrado a mi situación de conflicto. Dicha recompensa me hace sentir que existo, porque esta es la forma que aprendí de mis figuras parentales (aunque ya no existan) para que me amaran, para que me aceptaran. En términos del Análisis Transaccional son las ‘caricias’ que me hacen sentirme ‘reconocido por el otro’, aunque las consecuencias de tal ‘reconocimiento y amor’ sean para sufrir en mi autodestrucción.

Si yo cambio, esas caricias dejan de existir y tengo así un vacío emocional de muerte. Este es la misma sensación de pérdida existencial que viví anteriormente, cuando al no quedarme otra opción para sobrevivir emocionalmente, decidí cambiar de la sanidad hacia la enfermedad emocional que me domina hoy. Dado que esa fue la única forma que encontré para sentir que ‘ellos’ me querían.

Ahora estoy enfermo y quisiera cambiar mis circunstancias. Pero al sentir que voy a perder las caricias que recibo por mi conducta enferma me siento vacío. Estoy en una posición de inseguridad donde no sé si debo dejar lo enfermo realmente y aceptar lo nuevo. Donde no sé si lo nuevo que viene, lo cual, por supuesto no conozco y me genera mucha incertidumbre, es realmente es tan bueno como me dicen.

Pocos pacientes saben que el secreto para superar esta situación está en continuar con el proceso terapéutico hasta aprender y actuar la nueva forma de vivir, hasta no aprender la nueva forma de cultivar las caricias y sus verdaderos (ahora sí) beneficios adecuados de la conducta sana. Hasta que no llegue a ese punto, no me daré cuenta de que realmente el cambio era necesario, era importante y realmente puedo obtener todo lo que me habían prometido conseguir con mi cambio. Porque ahora realmente soy dueño de mí, de mi propia vida, de mis decisiones, de mis sentimientos. Soy dueño de decidir a quién amar, con quién estar, con quién compartir. Es hacer realidad el derecho que tengo a la libertad de decidir lo que quiero para mi vida, porque me pertenece a mí y no a los otros.

Cierta y definitivamente hay en mí un sentimiento real de dolor que es tristeza, mucha tristeza por todas esas personas que han planteado tantos problemas como: soledad, falta o conflictos de pareja, familia, dependencia de los padres, inseguridad, miedos, falta de amor hacia sí mismos, enfermedades, y tantas otras situaciones no adecuadas que les quitan la alegría de vivir, que los aísla de sí mismos y de su relación con los otros. Este dolor del que hablo, producto de mi profesión, está basado en el hecho de conocer y de poder ver el desarrollo de la conducta no adecuada y sus consecuencias. Así como el ‘destino’ que su argumento les guarda, sin que aparentemente ellos puedan hacer nada para librarse a sí mismos de ese fin trágico que se construyen a través de sus propias decisiones.

Es ver como esas personas van a estar solas pudiendo decidir lo contrario. Como ellos van a estar en sus relaciones de amor y odio teniendo la capacidad de perdonar, teniendo la posibilidad de decisión de renunciar a las cosas que no tuvieron. Entonces por aquellos que se han ido, por aquellos que no volverán o no han seguido, va mi tristeza con ellos, va mi dolor con ellos. Pues considero que son personas valiosas que desde el punto de vista psicológico tienen un gran potencial para crecer, así como desde el punto de vista espiritual son creaciones maravillosas y únicas de un Dios real, que los tejió en amor a cada uno en forma personal (Salmos 139:13-16). Sin embargo, a pesar de mi tristeza, no pierdo de vista la realidad de la oración de Perls: yo soy yo, tú eres tú…

 Por otra parte, enfrentándome a mi dolor no dejo de asumir mi cuota de responsabilidad. Reconozco que yo no soy la panacea psicoterapéutica, tengo defectos, tengo errores como cualquier otro. Indudablemente aspiro en la práctica y en la experiencia mejorar, pero aun así no dejaré de cometer algunos desaciertos. Este es un camino por el cual solamente se puede avanzar paso a paso. Me gusta trabajar con las emociones de las personas, me gusta profundizar en las personas, me gusta… o por lo menos lo intento, aclararles qué va a ser de sus vidas si deciden continuar por el camino del conflicto que llevan.

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Referencias:

Berne, E. (1979). ¿Qué dice usted después de decir hola? 9na edición, Barcelona. Ediciones Grijalbo

Cury, A. (2007). Nunca renuncies a tus sueños, Ediciones Minotauro.

Martínez, J. M. (2006). Amores que duran… y duran... y duran. México: Editorial Pax.

Sociedades Bíblicas Unidas. (1960). Santa Biblia. Caracas Venezuela: Fanarte, C.A.