lunes, 31 de agosto de 2020

PROYECTO PAREJA: Unidad en la Diversidad

PROYECTO PAREJA: Unidad en la Diversidad

Por José Rafael Olivieri Delgado (ago. 2020)

 

“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Gén. 2:24, RVR60).

 

“Una buena relación se construye no con razones sino con soluciones”

(Martínez, 2006, p. 200)

  

“Y fueron muy felices por el resto de sus vidas” (Charles Perrault, 1703). Esta ultra conocida frase de los cuentos de hadas, se ha grabado profundamente en la esencia emocional de una inmensa mayoría de niños, y muy especialmente, en las niñas. Ellas han vivido dichos cuentos como un poderoso modelo formativo en sus infancias (los niños se identifican con el príncipe y las niñas con la princesa). En mi criterio personal, esta frase marca una de las fantasías más grandes que tienen casi todos aquellos que sueñan con formar una relación de pareja, dicha fantasía es precisamente esa: vivir muy felices por el resto de su vida (JUNTOS)…

Tanto Él como Ella, y en líneas generales, todos aquellos que pretenden formar una relación de pareja, y más aún, aquellos que quieren formalizar su relación a través de un matrimonio ya sea civil o eclesiástico. Ellos van a dicho evento con la creencia de poder lograr el ser felices y el vivir juntos para siempre… Aún hoy en día, esto es así, aunque socialmente se diga y se vea como si dicha relación ya está muerta, pero en la mente inconsciente de muchas de estas parejas, se sigue repitiendo la frase de Perrault.

Por otro lado, existe igualmente un gran número de personas que, con base en sus conflictos emocionales, dicen y demuestran no creer en una institución “obsoleta” como lo es el matrimonio. Pero influenciados por sus procesos hormonales y emocionales, son inducidos a querer formar una relación de pareja. Generalmente esta es del tipo que usualmente llaman: “unión libre de hecho”, otros: “arrejunte” y otros muchos (la inmensa mayoría): “vamos a ver cómo nos va”.

Sin embargo, una vez más, aunque la fantasía en estos casos está muy disminuida, en algún hueco profundo del inconsciente aún esperan encontrar la felicidad y la continuidad indefinida de su vínculo afectivo. Tal como aprendieron en dichos cuentos de hadas cuando todavía sus mentes infantiles creían en las fantasías, el crédito se lo lleva Perrault.

Lastimosamente, la gran realidad de la vida es completamente diferente a dichos cuentos. Independientemente de lo dramático y complejo de las circunstancias actuales para las parejas, al menos a nivel consciente, las parejas que se unen aspiran a permanecer juntos en el tiempo, además de querer experimentar un buen nivel de felicidad juntos. Para mí, a pesar de nuestras imperfecciones, de nuestros conflictos y decisiones emocionales infantiles, de los fracasos de nuestros modelos de pareja de la infancia (padres, abuelos, tíos, vecinos…), aún es posible construir un vínculo de pareja estable y duradero. Un vínculo cuya consolidación nos permita encontrar en la realidad, muchos de nuestros anhelos y sueños en relación con nuestro proyecto de pareja.

Lograr esto no es una fantasía, sino por el contrario, una realidad de un proceso muy válido de compromiso, responsabilidad, decisión, trabajo y transformación, de mucha de nuestra formación emocional infantil traumatizada. Para poder adecuarnos positivamente a la realidad actual de la ‘convivencia matrimonial’, o como la mayoría entiende, de la ‘convivencia de pareja’. Porque para muchos, la palabra ‘matrimonio’ la entienden y la viven igual que un cáncer de páncreas, … es decir: una sentencia de muerte.

Totalmente de acuerdo con ustedes que las heridas emocionales se infectan y particularmente se hacen destructivas, especialmente en los procesos que requieren de tiempo como las enfermedades y las relaciones de pareja. Emociones como la rabia, el resentimiento e incluso el odio, son muy comunes que desborden las relaciones de pareja, ellas son el cáncer de cualquier relación matrimonial. Pero de igual manera, así mismo está muchísimo más que demostrado que más del 95% de las distintas ‘relaciones de hecho’ terminan destruyéndose aún más, por efecto no solamente de estas circunstancias emocionales, sino particularmente, por la falta de un compromiso absoluto de permanecer y trabajar por el vínculo de pareja.

En la relación terapéutica en el consultorio, repetimos constantemente que la felicidad es un proceso de decisión individual y personal de cada individuo, independientemente de sus circunstancias externas e incluso, de sus relaciones interpersonales. Pero como está más que demostrado esto no es ni tan cierto ni tan absoluto. La felicidad como proceso, sí depende de tus decisiones emocionales, pero también requiere de un amplio conjunto de factores externos tales como la calidad de tus relaciones (pareja, familia, …), tus necesidades, fuentes de ingreso, vivienda y muchas más circunstancias propias del proceso de vivir.

En realidad, la felicidad es un camino con subidas y bajadas dentro del proceso de la vida, unas veces vamos bien otras no tanto. Pero si el objetivo principal de tu relación matrimonial (relación de pareja, … para que no les ‘pique’, …), es el de buscar el nivel de felicidad más alto posible, vas por un camino equivocado y sin salida. Es mucho más fácil dedicarte a buscar satisfacciones materiales que, aunque sí producen felicidad, no duran nunca y te dejan igual o más vacío que al principio. 

El matrimonio no es para que tú seas feliz, sino que es la unión de dos personas para construir juntos su propio transitar por la vida, donde el resultado final incluya una realización completa para ambos, donde puedan evaluarse, entre otras cosas, como personas felices. En mi criterio, el matrimonio es la relación interpersonal más íntima y necesaria de los Seres Humanos. El proceso de ser dos seres individuales y completos que llegan a unirse para desarrollar un proyecto de pareja permite la creación de una unidad indivisible que adecuadamente mantenida, supera todas las adversidades del tiempo y de los conflictos emocionales que nos dominan frecuentemente.

La clase de unidad que se forma en el vínculo matrimonial permite satisfacer las necesidades y ‘hambres emocionales’ que nos aquejan constantemente en toda nuestra vida. Establece un lugar de seguridad y paz que ninguna otra circunstancia humana da. No podrá ser perfecta nunca, porque es una relación humana, la cual no requiere de pactos que encadenen sino de permisos de libertad e intimidad, de fidelidad y de crecimiento mutuo.

Donde la relación se alimenta en la protección y ayuda de, por y para ambos, donde ciertamente hay errores y fallas que indudablemente lastiman y a veces, mucho, pero donde el perdón restaura completamente y provee de sanidad a la relación constantemente. Donde los defectos de cada uno son parte del trabajo de mejorar tanto individual como en la unidad de la relación. Donde las peleas existen, pero son la excepción de la regla, porque la confianza, la comunicación, el respecto, … son los lugares comunes en los cuales se apoya la relación.

Es una relación en la cual el verdadero trabajo de toda tu vida es servir y apoyar en su crecimiento a tu cónyuge y viceversa. Es un ambiente de compromiso y responsabilidad no impuestos por una falsa obligación legal de un documento, sino, por una decisión plena de mi libertad para elegir amar a mi cónyuge. Amar por encima de las realidades de la relación, en cada uno de los días que me corresponde compartir con el otro, y durante el transcurso de toda mi vida.

Es una relación donde al sumar todos los eventos compartidos, el total de tal balance es ampliamente positivo, y en el contexto correspondiente, la frase de Perrault se ha hecho real en nuestra vida matrimonial. De tal manera que hemos podido vencer, no solamente las circunstancias negativas de nuestras prohibiciones emocionales, sino particularmente, el mudo real y continuo de las agresiones sociales, culturales y económicas, a la posibilidad de vivir una relación matrimonial donde seamos felices por el resto de nuestra vida juntos. La decisión emocional que me ha de guiar, para poder lograr esto es: ¡mi compromiso es amarte y ser feliz a tu lado, hasta que Dios me llame a su presencia!

Contrario a esta descripción de una posible realidad de nuestro vínculo matrimonial, es necesario comprender que al no ser perfectos cometemos muchos errores. Estos errores nos llevan frecuentemente a situaciones de conflictos y peleas, lamentablemente, cada vez más repetitivas y continuas, así como más intensas a medida que el tiempo transcurre y se acumula en la relación. Precisamente allí, en los momentos de conflictos, es cuando más necesitamos reconocer que somos Seres Humanos con defectos al igual que nuestro cónyuge.

Necesitamos darnos más tiempo, trabajar más profundamente nuestras situaciones emocionales negativas, echar mano de todos nuestros recursos positivos, recordar nuestros compromisos, responsabilidades y decisiones tomadas por amor a nuestro cónyuge. Necesitamos llenarnos de paciencia y misericordia hasta que podamos aprender a resistir, durante estas crisis, nuestras propias ‘prohibiciones de pareja’ y particularmente, todas nuestras emociones y pensamientos negativos, los cuales nos invaden y nos invitan continua y profundamente a renunciar en los momentos difíciles.

Es indudable que todo el trabajo a favor de la relación no puede quedar solamente allí (en las épocas de crisis), sino que es un trabajo continuo de todos los días, porque la relación matrimonial se caracteriza por dos elementos contradictorios: el primero: su fortaleza y unidad, mientras que el segundo, totalmente opuesto: su fragilidad frente a la ola de conflictos emocionales que nos dominan cada vez más. No necesito decirlo, el aumento cada vez más frecuente y continuo de las rupturas de parejas. Tanto matrimoniales como de cualquier otro tipo, así como las cada vez más abundantes relaciones que jamás llegarán a consolidarse, hablan por sí solas de esta cultura desesperada y actual de la destrucción y muerte de las relaciones de pareja.

 

Algunos aspectos negativos de las parejas:

Por su parte, la ruptura de las parejas, en su gran mayoría y de forma común incluyen tres aspectos importantes: (1) las diferencias (en pensamiento, emoción y acción) que existen entre ambos y que son propias de cada género (masculino y femenino); (2) Las incompatibilidades sociales y finalmente, (3) Las incompatibilidades sexuales… En los tres aspectos por igual, y sin lugar a duda, la mayor falla presente es la ausencia de una comunicación íntima de la pareja.

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Referencias:

 

Barceló, D. (2013). Dejará padre y madre. Recuperado el 20-04-2020 de: https://www.

coalicionporelevangelio.org/articulo/dejara-padre-y-madre/

Berne, E. (1979). ¿Qué dice usted después de decir hola? 9na ed., Barcelona. Ed. Grijalbo

Gray, J.  (1992).  Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus.  NY, USA:

            HarperCollins Publishers Inc.

Hormachea, D. (1994).  Para matrimonios con amor.  Aprendiendo a vivir con nuestras

 diferencias. Miami, Usa: Editorial Unilit.

Kendrick, S. y A. (2008). El Desafío del amor. USA. B&H Publishing.

Martínez, J. M. (2006). Amores que duran… y duran... y duran. México: Editorial Pax.

Pease, A. y Pease, B. (1999). Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los

            mapas. España: Editorial Amat.

Perrault, Charles. (1703).  Recuperado el 15-05-2020 de: https://www.facebook.com/

editorialamazonia/posts/2034162309958958/




miércoles, 20 de mayo de 2020

LA SOLEDAD: Decisión, Sentimiento, Prisión o Destino final

LA SOLEDAD: Decisión, Sentimiento, Prisión o Destino final

Por: José Rafael Olivieri Delgado

(febrero 2014, modificado mayo 2020)

 

“La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad” Fromm (1982, p.20).

  

“Es la guerra del alma.” … Así definí hace ya muchos años, en mi adolescencia, mi propia sensación de soledad. Todos somos Seres Humanos y lo más importante que nos define es nuestra estructura emocional, en ella, tenemos un inmenso universo compuesto de muy diferentes emociones y sentimientos. A través de nuestro proceso de vida y experiencias, hemos aprendido a valorar dichas emociones, a unas como positivas y, a otras, como negativas. Por supuesto, tal valoración, es desde la perspectiva en la cual medimos nuestras emociones, tan simplemente como buenas y malas, en función de cómo nos sentimos física, emocional y espiritualmente (realmente son mucho más complejas que eso… pero esa es harina de otro costal). Sin embargo, si algún sentimiento, desde un contexto negativo, es más terrible y destructivo… Esa es precisamente, la soledad.

Mi soledad se siente en: la percepción emocional de la existencia de un vacío sin fondo. La sensación de un miedo aterrador. La falta del contacto con el otro La ausencia de la esperanza. La carencia de amor (a mí mismo y del otro). La oscuridad de un futuro con un destino distinto a nuestros sueños y anhelos. El no disfrutar de quién soy y de lo que tengo… Son todas ellas expresiones que hablan de esa ‘guerra del alma’, que indudablemente sentimos casi todos los seres humanos, cuando hemos pasado por nuestros diferentes momentos de soledad.

Lamentablemente esa es una realidad, porque es un hecho irrefutable e ineludible que la soledad es una experiencia emocional inevitable y fundamental de todo Ser Humano, tanto para su autodestrucción (contexto negativo), como para poder lograr creaciones y experiencias sublimes, dignas de los mayores logros humanos (contexto positivo). Ambos extremos son una verdad tangible, como lo hemos podido apreciar a través de toda nuestra historia humana. Por ello, y desde la mirada de lo negativo, el subtítulo de este texto: “Decisión, Sentimiento, Prisión o Destino final”, los cuales representan varias opciones de por qué la soledad humana, no es más que una expresión de mi propio miedo a la vida y a vivir…

Desde el principio de la humanidad (recordemos la historia de Adán y Eva), el Ser Humano ha sentido la soledad y, peor aún, se ha sentido solo. Pero en ninguna otra época como en nuestra historia presente, esto se ha hecho más patético. Hoy nos domina la creencia más garrafal que tenemos (si no todos, si la inmensa mayoría). Esta es: que, al ser una persona adulta, consideramos y defendemos, a costa de lo que sea, el hecho de estar obligados a cumplir con las cualidades de ser absolutamente ‘independientes’.

Peor aún, si le sumamos a esto otra creencia aún más destructiva y castradora: la creencia de sentir que no necesitamos a nadie. Si esto llegase a ocurrir, entonces seríamos personas ‘dependientes’. Es esta mentalidad, esto sería nuestra peor falla individual, desde el contexto de nuestra ‘supuesta’ autonomía. Estas creencias absolutas de nuestro presente son las razones más básicas que nos explica el por qué, dicha inmensa mayoría, se está muriendo de soledad. Aún más perjudicial que lo anterior, por qué damos por completamente cierto que la única opción que tenemos, es que la soledad nos acompañará siempre en toda nuestra vida.

De igual manera, mucha de nuestra soledad se debe a la ‘maraña’ de sentimientos y emociones que nos abruman día a día, donde muchas veces, no sabemos ni manejarlas ni interpretarlas en nuestro contexto personal. Con respecto a esto, en su libro Martínez (2006) señala que con todas las explicaciones y descripciones que, tantos autores “bien intencionados”, han hecho sobre los sentimientos y emociones que sentimos y vivimos. La mayoría de las personas no saben a ciencia cierta, si son verdaderos los sentimientos que sienten o qué y cómo deberían sentirse con cada uno de ellos (p. 38). Algo similar pasa con el sentimiento de la soledad, una inmensa mayoría no están seguros de qué es o de cómo se deberían sentir con la misma, a pesar de lo que están viviendo y sintiendo continuamente.

En principio, la razón de lo anterior se debe al hecho de ser una experiencia emocional totalmente individual e intransferible, que se aplica básicamente a cualquier emoción o sentimiento. Esto es debido a la realidad en la cual, cada persona en este planeta tiene su propia y única forma de sentir sus propios pensamientos, sentimientos y acciones. Donde lo seguro es, independientemente de los elementos comunes de las emociones, que tu experiencia es totalmente individual e irrepetible, completamente personal, con lo cual, absolutamente nadie más puede vivirla según tu propia percepción e interpretación.

Por ello, lo que cualquier otro te diga con base en tus sentimientos (incluso Yo aquí), estará matizado por su propia vivencia y comprensión de ellos; o cuando mucho, será un arduo trabajo estadístico que no se iguala a lo que tú realmente sientes. Si bien es cierto que, manejamos y sentimos cosas parecidas, ya que, al fin y al cabo, todos somos humanos, la realidad emocional de cada persona es única, está basada en su propio proceso particular de aprendizaje experiencial a lo largo de su vida.

 

¿Qué es la Soledad?:

Aprovechando esta duda, revisé el diccionario (DRAE, 2001) que dice que la palabra soledad “viene del latín ‘solitas’: Carencia voluntaria o involuntaria de compañía”. Dicha definición me hace suponer y entender que la soledad, ocurre o se siente, cuando no tienes la compañía de otra persona. Pero para variar, yo no estoy totalmente de acuerdo con esto. En mi criterio, la soledad entre otras varias razones emocionales, prioritariamente, es una falta de amor… (ya sé, de seguro pensaste: obvio, ¡Si no tienes quien te ame, estás solo!).

Sin embargo, no me refiero al amor de los otros, en realidad en lo que pienso es en el amor a mí mismo, más que al hecho de estar o no acompañado por otra(s) persona(s). Ciertamente, tener una pareja, en mi opinión, es fundamental para tener una vida integral, pero, hay personas que aún en pareja se sienten solas. Por eso, para mí, el hecho de sentirte solo es mucho más profundo que eso de estar o no acompañado.

Quizás recuerdes que muchos autores han dicho: “… que puedes estar entre un millón de personas y sentirte solo ...” (s/r). Es decir, yo pienso que lo que me produce el sentimiento de soledad, no se trata y no tiene nada que ver con la razón de tener o no, la compañía de otra persona a mi lado. Para mí, la razón está en que: ¡La soledad es un proceso emocional de falta de amor a mí mismo, prioritariamente! Desde esta perspectiva (del no amarme a mí mismo), es que se derivan la inmensa mayoría de todos nuestros problemas y conflictos emocionales, entre ellos, precisamente, la soledad.

En pocas palabras, estoy y/o me siento solo, por el simple hecho de no saber amarme a mí mismo. Porque al no amarme, en primer lugar, ni puedo disfrutar de mi propia compañía, ni me encuentro a gusto conmigo mismo. Por ello, no importa que esté acompañado, y diga que le doy amor a la otra persona. Una cosa es segura, eso que doy, no será un amor auténtico, podrá ser de cualquier otra clase de amor, pero, auténtico no será.

Por esta misma razón, tampoco podré disfrutar de la persona con la que estoy. Esto me recuerda este fragmento: “—¿Dónde están los hombres? —prosiguió por fin el principito. Se está un poco solo en el desierto ... —También se está solo donde los hombres —afirmó la serpiente.” (Antoine De Saint-Exupéry, 1943). La soledad es un proceso emocional que me pertenece a mí, no al otro.

            ¡Ya está! Rafael metiéndose de nuevo en profundidades complejas. Pues sí, no se trata de complicar más lo que ya de por sí es complicado, sino de darle una visión diferente para que (indudablemente, desde mi propia perspectiva), puedas entender, manejar y sobre todo resolver tu propio sentimiento de soledad. Porque déjame decirte que: así como tú eres el único responsable de tus sentimientos, tu soledad es responsabilidad exclusivamente tuya, ¡Es lo que tú sientes! …

Haz el ejercicio o, tómate el tiempo para revisar libros especializados, literatura en general, el internet (seguro debe haber más de un Blog sobre la soledad), y es muy posible que, en casi todos, encontrarás una definición general, más o menos en los mismos términos. Por ejemplo, la del diccionario: ‘no tienes a otra persona cerca’, lo cual en sí mismo, define apenas un tipo de soledad, como lo es la soledad física (ausencia de compañía de otra persona…, incluso, de mascotas).

Entender qué es la soledad, obligatoriamente comienza por comprender que es imposible pasar por la vida sin sentirse solo, no en un único momento, sino en muchos fragmentos de tiempo durante nuestra vida. La soledad, como cualquier sentimiento o emoción, está atada a toda mi estructura emocional, no es un ente aislado… (¡la soledad no está sola!). Al igual que la alegría, la tristeza, la rabia…, que se repiten innumerables veces, y por muchas situaciones diferentes, también la soledad se presenta en diferentes situaciones y contextos emocionales muy diversos. En todos ellos ¡tú eres el protagonista de tus emociones y de lo que decides sentir!

Desde esta perspectiva, la soledad no es un sentimiento ni sencillo ni básico, por el contrario, tiene implícita una complejidad importante asociada a todo el proceso individual de formación emocional único de cada persona.

Como parte de mi educación psicológica (no me canso de repetir que) para mí, las raíces y orígenes de lo emocional, están íntimamente relacionadas con nuestro aprendizaje infantil personal. Es en esa etapa donde, precisamente, lo emocional fue prioritario y decisivo para la construcción de quién soy. E igualmente, las evaluaciones y decisiones (conscientes e inconscientes) que hayamos tomado en dicho período de vida, incluyendo las consecuencias e implicaciones de mi realidad emocional actual. Por esta misma razón, la soledad es diferente en cada persona, tanto desde su forma de sentirla, vivirla, experimentarla…, como desde las consecuencias que definen la actuación de dicha persona, en cualquier momento de su vida, frente a su propia soledad.

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Referencias:

Berne, E. (1979). ¿Qué dice usted después de decir hola? 9na ed., Barcelona. Ed. Grijalbo

Ellison, C. http://www.tunuevaalegria.com.ve /Predicas/pred_coensol.html. (Recuperado enero 2014)

Fromm, E. (1982). El arte de amar. España: Ediciones Paidos.

Martínez, J.M. (2006). Amores que duran… y duran... y duran. México: Editorial Pax.

Saint-Exupéry, A. (1943). El Principito, Publicaciones y Ediciones Salamandra, S.A.: Barcelona.

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA.

 




sábado, 28 de marzo de 2020

EL MIEDO: El fantasma que yo construyo para autodestruirme

EL MIEDO: El fantasma que yo construyo para autodestruirme

Por: José Rafael Olivieri Delgado (marzo 2020)

 

“No tengas miedo, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré; te sostendré con mi mano derecha victoriosa.”

(Isaías 41:10, NTV)

“Mi mandato es: < ¡Sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo dondequiera que vayas>

(Josué 1:9, NTV)

“Amor y temor, en efecto, son incompatibles; el auténtico amor elimina el temor, ya que el temor está en relación con el castigo, y el que teme es que aún no ha aprendido a amar perfectamente.” (1 Juan 4:18, BLP)

 

            Un hermoso día, clima templado, el sol brillando, estaba recorriendo un sendero en medio del bosque, los árboles, los arbustos, con cada paso me internaba más profundo en este maravilloso paisaje. Ya había recorrido en el pasado ese mismo sendero varias veces, pero hoy había algo diferente. Una extraña sensación de ser observado, como que ‘algo’ se me estaba acercando. Como dice el refrán: “los pelos de la nuca se me erizaban”. Buscaba con la mirada hacia los lados, atrás, adelante, …, nada.

Y de pronto lo vi. Primero, el corazón se me paralizó, sentí un cortocircuito por todo mi cuerpo, especialmente en piernas y brazos. Inmediatamente mi corazón empezó a latir mucho más fuerte y rápido, a bombear más sangre, los músculos se me tensaron, la respiración se me aceleró. Los pulmones empezaron a enviar más oxígeno al cuerpo y el estómago se me cerró, sentí como toda mi zona abdominal se comprimía. Eran dos enormes ojos mirándome… ¡ERA UN OSO! ¡Venía hacía a mí! ¡Yo era su objetivo!... Eso es un MIEDO REAL, AUTÉNTICO.

Frente a esta emoción el cuerpo actúa automáticamente para activar un estado de alerta, cuyo responsable es el sistema nervioso simpático. El mismo es el encargado de activar las respuestas físicas de huida o de prepararme para un enfrentamiento físico (Honestamente, yo llevo las de perder frente al oso). El aumento de adrenalina en la sangre es la responsable de este proceso. Va a potenciar la fuerza muscular, tanto para la huida como para el combate y va a suprimir parcialmente los receptores de dolor. Por otra parte, en el sentido contrario, es igualmente cierto que en algunos casos el miedo actúa en forma tal que me paraliza, me lleva a ser incapaz de actuar o de moverme, incluso durante varios minutos.

En lo personal he podido sentir y experimentar ambas situaciones, en una ocasión corrí… más rápido que la luz… en la otra… fui incapaz de moverme, durante un tiempo que me pareció una eternidad, solamente respiraba aceleradamente, pero no me podía mover. Ambas respuestas son normales frente a la emoción auténtica de miedo y por lo general, el sistema simpático las maneja adecuadamente. Porque si algo tienen las emociones, al margen que las calificamos de buenas o malas (lo cual no es muy adecuado), es que las emociones AUTÉNTICAS están diseñadas para mi autoprotección y para demostrar mi amor a mí mismo.

Por ejemplo, cuando el miedo me lleva a huir y a protegerme, de tal forma que no salgo lastimado ¡eso es amor por mí! Lamentablemente, hay un gran número de personas que se consideran más fuertes que la emoción auténtica y como sucede muchas veces, en el caso del miedo, se creen más fuertes que este y ahora, en muchos casos están bajo tierra, no lo pudieron contar. Ellos no hay oído del refrán que dice: “Es preferible que digan aquí corrió, que aquí murió”. (Esas cosas pasan).

     Como seres humanos llegamos al mundo con un paquete de emociones auténticas. Las cuales, dependiendo de los teóricos son: “MARTA”: Miedo, Amor, Rabia, Tristeza y, Alegría. Todas ellas están diseñadas para amarme, diseñadas para vivir. Por ejemplo, si golpeas fuertemente tus manos cerca de un bebé, el ruido producido activa la respuesta de miedo en el bebé. Observas como todo su cuerpo se estremece, agita piernas y brazos, abre los ojos y empieza a llorar con intensidad… El llanto es su único lenguaje y mecanismo posible para autoprotegerse. Como es imposible que pueda salir huyendo o en último caso, enfrentarse en una pelea, pues llora. ¿Qué está haciendo?, pidiendo ayuda, pidiendo protección.

Aprovecha este ejemplo para comprender algo importante: cuando un niño (extendámoslo a cualquier persona) tiene mucho miedo, no necesita que le digas “eso no es nada” … Una persona con miedo no necesita ni tu lógica ni tu razonamiento, una persona con miedo necesita ser protegida.

Te lo repito: PROTEGIDA, ¡nada más! Después, cuando ya el miedo cedió, cuando ya se siente protegida, allí es cuando puedes usar, si corresponde, tu lógica para explicar la situación desencadenante del miedo. Por ello, es adecuado entender que cada emoción auténtica tiene su propio accionar emocional particular. De esta manera tenemos que para El Amor: se comparte y se disfruta; La Tristeza: se comprende y se consuela; La Rabia: se comprende y se limita; La Alegría: se comparte y se disfruta y finalmente, como les indiqué, El Miedo: se protege, no se puede comprender, porque simplemente mis mecanismos de razonamiento lógico están dominados por las sensaciones y reacciones naturales del miedo.

Aprovechando el tema, desde un enfoque práctico, psicológicamente no podemos hablar de emociones buenas o malas, hablamos de su adecuación o no, a las condiciones o estímulos que las originan. Pero esta realidad sirve únicamente para una clase de psicología. Desde un punto de vista más cercano a mi realidad emocional, con base en lo que siento, puedo catalogarlas de buenas o malas. Por supuesto, abstrayéndome de los prejuicios y creencias que tenemos en función de las emociones.

Por ejemplo, todos creen que el amor es bueno, pero cuando por amor yo asesino a alguien, ya como que no es tan bueno ¿o me equivoco? Igualmente, todos consideran mala a la tristeza, pero si yo te digo que cuando es auténtica, me permite liberar la presión emocional de una pérdida y, por otra parte, a partir de mis lágrimas, pedir ser protegido y amado por el otro, ¿Eso es bueno o es malo? Yo pienso que es una expresión de amor por mí. Reflexión: “Sólo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar.” (Paulo Coelho, s/r).

         Ahora bien, al margen de mi dramática introducción del “OSO”, mi intención real no es hablar de las emociones auténticas y particularmente, del miedo auténtico. Mi enfoque se va a centrar en el proceso emocional ‘enfermo’ del miedo. Este miedo ‘enfermo’ corresponde a un proceso complejo de aprendizaje, desde mis primeras etapas infantiles, hasta sus manifestaciones actuales que, con base en ellas, puedo activar o bloquear las distintas respuestas fisiológicas y psicológicas normales del miedo. Con lo cual puedo generar así un mecanismo autodestructor (desde el enfoque emocional), a través del cual termino por demostrar mi odio a mí mismo en vez del amor a mí mismo, el cual sí puedo actuar a través de las emociones auténticas.

Pero esta aclaración me genera una pregunta: Si no voy a hablar del miedo auténtico, entonces ¿de qué clase de miedo voy a hablar? Y también me pregunto: ¿Puedo llamar ‘falso’ a algo que estoy sintiendo como real, tanto física como emocionalmente? Precisamente la intención es hacer un análisis (dentro de mis limitaciones) de una de las emociones más destructivas del ser humano: el miedo (enfermo, no auténtico). Berne (s/r) llama a las emociones no auténticas: “emociones rebusque”, las cuales son producto de nuestro aprendizaje emocional inadecuado.

Tal vez el miedo sea, como lo catalogan los teóricos de las emociones: “una emoción básica”. Pero allí está precisamente un problema importante: es ‘la base’ de muchísimas situaciones no adecuadas en la vida de las personas. Es responsable de una inmensa cantidad de situaciones enfermas en los comportamientos conductuales y en las relaciones interpersonales. Sin contar además que, desde el punto de vista inmunológico, es ‘la base’ de muchas dolencias físicas y emocionales.

El miedo como emoción enferma afecta todos los esquemas emocionales de las personas, impulsa la autocrítica negativa, la auto descalificación, paraliza, quita iniciativa, no enfrenta, no arriesga, se aísla, se esconde, ve a los demás como a enemigos… y ese, es solamente el principio de los impactos de esta emoción. Igualmente, es ‘la base’ de la ansiedad, de la desesperación, desesperanza, desánimo, desaliento, frustraciones y ya lo dije, con otras palabras, de la soledad. El camino emocional del miedo recorre expresiones como la aversión a algo, las fobias, el temor y culmina en el pánico o en el terror, con sus consecuencias a veces fatales para muchas personas. Déjame decirlo claro, cuando estamos hablando de la emoción de miedo (enfermo), estamos hablando de realmente el peor enemigo de las personas.

Por ejemplo: “Muchos psicólogos designaron al miedo como uno de los problemas más importantes de nuestros días. Fue denominada la emoción oficial de la época, la base de todas las neurosis, y el fenómeno psicológico más difundido de hoy.” (CPTLN Recuperado 07-2019).  La razón básica de esto es que el miedo engaña a tu propia mente, a tu percepción y por consecuencia, a tu realidad. Terminas aceptándolo como algo inevitable, quizás imposible de evitar, que se apodera de ti, controlándote y anulándote, con lo cual se convierte en “El fantasma que yo construyo para autodestruirme”.

Lo repito una vez más (en función de los demás textos escritos): no se trata de: ‘yo no quiero tener miedo’, este es un pensamiento consciente. La realidad es que este miedo enfermo, está bajo el dominio de mis emociones inconscientes y al final del asunto, por estar en los núcleos raíces de mi diseño humano, termina afectando no solamente a mí mismo, sino a todo mi entorno físico y emocional, lamentablemente para autodestruirme. Un Proverbio chino (s/r) dice: “El que teme sufrir ya sufre el temor.”.

 

¿Qué es el miedo? Sus aspectos introductorios:

            Antes de entrar en materia, cabe responder una pregunta: ¿Qué es el Miedo? Es importante pues tenemos que saber de qué estamos hablando, para poder ver sus diferentes rostros. Por ejemplo, para https://es.wikipedia.org/wiki/Miedo: “El miedo o temor es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, lo que incluye al ser humano.

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Referencias:

CPTLA (2019). Recuperado julio 2019 de http://www.cptln.org.ar/miedos/.

Mi Camino (2019). Como Ayudar A Quien Tiene Miedo. Recuperado julio 2019 de:

    https://micamino.cl/2020/11/02/como-ayudar-a-quien-tiene-miedo/

Riaño, R. (2020). Devocionales con Dios. Audio, Recuperado marzo 2020,

de https://www.youtube.com/watch?v=pUaXEyIHWe8

Sociedades Bíblicas Unidas.  (1960).  Santa Biblia. Caracas Venezuela:Impresora Fanarte, C.A.

Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Miedo, recuperado mayo 2019