miércoles, 12 de diciembre de 2012

PADRE AUSENTE VS. MUCHA MADRE: un camino hacia la destrucción emocional.


PADRE AUSENTE VS. MUCHA MADRE: un camino hacia la destrucción emocional.

Por José Rafael Olivieri Delgado (dic. 2012)

 

“La realidad es que ambos padres son importantes, cada uno a su manera y sin ambos no se puede lograr la evolución completa y armónica del niño.”

(Abreu, 2000, p.57).

 

Trabajando con el modelo de familia aproveché para revisar los planteamientos de Abreu (2000) en su libro ‘mucha madre poco padre’, los cuales son en buena parte un reflejo de la historia del papel del hombre como padre en la familia. Mi inquietud parte del hecho real, en el cual una inmensa mayoría de los pacientes, me refieren con un profundo dolor y una gran tristeza, el no haber tenido o el haber sido abandonados por su padre.

Aclaro algo: en el 90% de estos pacientes dicho dolor y tristeza están escondidos en las estructuras emocionales inconscientes, de sus necesidades, carencias y conflictos infantiles, producto precisamente de dicha ausencia y abandono del padre. Sin embargo, la expresión emocional externa que muestran tanto verbal como gestual (el cuerpo habla más que las palabras, y siempre dice la verdad), es una inmensa rabia acompañada de muchos resentimientos. Estos, a su vez, están cubiertos por deseos de venganza, desprecio, descalificación y críticas hacia este padre ausente.

En resumen, hay un odio evidente hacia la figura del padre, odio que choca con la necesidad original de amor de este (Tal lucha de emociones son parte del origen de los conflictos emocionales).

Muchos de dichos pacientes coinciden en expresiones verbales tales como: - “Yo no tuve padre”, “Yo no conocí a mi padre”, “Yo no sé quién es ese señor”, “Prefiero no hablar de ese…” y otras por el estilo. Como comentario propio, pienso que tal destrucción de la figura del padre es una de las principales causas de toda la conflictividad emocional que nos desborda desde siempre, y mucho más hoy en día. A tal punto es esto que el 50% de la base común de la destrucción de la pareja, la familia, los hijos y por supuesto, de la sociedad, está en esta figura del ‘padre ausente’ (el otro 50% le pertenece a la otra parte: ‘mucha madre’).

En relación con todo esto, conversa Abreu acerca de lo que es y de lo que representa la figura del padre, no solamente en la sociedad, sino particularmente en la familia. Recordemos que la familia es reconocida, casi unánimemente, como la cédula fundamental de la sociedad. Pero en mi criterio personal, yo considero que la pareja es en realidad la base incuestionable de la familia y de todo, sin la pareja como unidad, pronto dejará de existir la familia y como consecuencia la sociedad.

En la figura del ‘padre ausente’ estamos preparando hijos para su autodestrucción y la de todo aquello que los rodea. Ciertamente la realidad “poco padre” está presente desde los principios de la raza humana. A la verdad el padre, léase el hombre, por su misma constitución física, mental, y particularmente, por su mundo de conflictos y programaciones emocionales negativas. Sobre todo, por su ‘falsa’ creencia de ser más independiente, ha actuado un modelo de desapego muy destructivo (para sí mismo y para los suyos). Este ha estado ausente de su núcleo familiar con una frecuencia ‘demasiado’ alta, y en muchísimos casos, lamentablemente total.

Desde la perspectiva emocional sana, podría afirmar sin temor a equivocarme que es una ausencia no deseada por la esposa. Debido, entre muchas otras cosas, a que se queda sola, y también es muchísimo menos deseada por los hijos, quienes pierden (en mayor medida) su modelo de referencia fundamental.

No solamente para la formación de su realidad personal presente y futura, sino mayormente para el sano desarrollo (mental) de todas las etapas de su vida. Donde se ven afectados tanto el campo físico como el emocional, siendo tal ausencia prioritariamente la causante de las cicatrices (autodestructivas) permanentes en cada hijo, así como en sus respectivos procesos psicológicos y espirituales.

Lo cierto es que tradicionalmente el hombre es el proveedor y el sustentador de su núcleo familiar, pero este aspecto se traduce en una primera razón de su ausencia. Aunque esto ocurrió desde la versión Bíblica, cuando el hombre como consecuencia de su decisión equivocada (de retar a Dios), tuvo que enfrentarse a su sentencia de por vida: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19, NVI).

En este sentido el hombre ha tenido que ‘ausentarse’ para ir a trabajar, a veces por horas, a veces por meses o incluso años, como es el caso de migrar o de las guerras (de las cuales muchos no regresan). No deja de ser cierto que también existen muchos otros motivos para esta ausencia. Desde los netamente atribuibles a toda la conflictividad emocional, como al igual que las situaciones pertenecientes a la más absoluta irresponsabilidad como figura paterna. Tristemente estas aumentan cada día más y en mayor proporción, con sus respectivas consecuencias.

También hemos de incluir, por supuesto, la realidad de la condición citada por Abreu (2000) cuando señala: “Un padre ausente no es solamente aquel que se ha ido y ha dejado su lugar. También es aquel que no participa, el que no se siente padre. El que a pesar de estar físicamente presente en el hogar está emocionalmente ausente de la familia.” (p. 58).

Esta última condición es quizás la peor de las situaciones de ausencia, un padre presente pero abandonante. Este genera modelos de poco afecto y a veces, de agresiones y maltratos que (en casos extremos), pueden invitar a situaciones psicológicas de psicosis (locura) e incluso, invitaciones de muerte entre los hijos.

Las razones para todos estos motivos de ausencia, si bien son atribuibles a cantidad de factores de diversas índoles como: físicos, culturales, educacionales, e incluso genéticos (como señala Abreu), también son espirituales y psicológicos, los cuales, en mi criterio personal, son estos dos últimos los más importantes y los de mayor peso, porque destruyen la mente de sus propios hijos.

También existen muchas circunstancias propias de la conflictividad de la pareja, pues tanto el hombre como la mujer son responsables de estas situaciones de ausencia, sin incluir aquí, que actualmente es más frecuente que la mujer también está siendo la abandonante de su núcleo familiar (y sin la excusa Bíblica, pues esa no fue su sentencia).

De todas formas, a pesar de cualquier excusa o justificación que pueda dar tanto el propio padre, como cualquier estudio social sobre el tema. La realidad común de todos ellos es que la decisión final de ser un padre presente o ausente es sin lugar a duda, responsabilidad absoluta y única del propio padre.

            Ser padre, más que un rol en el cuadro familiar y social es todo un proceso cuya esencia principal es el amor a sí mismo en primer lugar, y luego a su familia (cónyuge e hijos). En este sentido el padre es la cabeza de la familia no solamente en el modelo social tradicional, sino desde los planteamientos Bíblicos específicamente.

Por ejemplo, en Efesios 5:23 dice: “Porque el esposo es cabeza de su esposa…” (NVI), claro, para que esto sea real, el primero que tiene que estar sujeto es el esposo a Cristo, pero lamentablemente pocos creen en Dios, y mucho menos las mujeres de hoy en día que han visto de primera mano las barbaridades que han hecho sus propios padres, y en líneas generales, la mayoría de los hombres que han conocido.

La realidad estriba en el hecho de como se ha interpretado esto de ser ‘cabeza de la familia’. Debido a que muy lejos de hacer todos los actos destructivos, a los cuales estamos acostumbrados, la función de un verdadero padre además de estar presente y activo en su familia continuamente, le corresponde entre otras cosas: dar protección, seguridad, apoyo, sustento, educación y compañía.

Él ha de dictar y enseñar las normas, las leyes y los principios éticos y morales; las pautas de cómo vivir en la familia y en la sociedad. Muy especialmente ha de modelar la figura de autoridad, siendo así mismo modelo de la transición de la familia hacia el mundo exterior y la sociedad. Más importante aún y por encima de todo, se define como un modelo de vida que impacta y trasciende, como una marca imborrable, en los procesos de decisión emocional de la vida de todos sus hijos.

Tanto es esto así que, por ejemplo, en el caso de la mujer, ella sin saberlo (inconscientemente diría Freud) seleccionará a su esposo y padre de sus hijos, conforme al modelo de su propio padre. Y en el caso del varón, este no solo seleccionará a su esposa conforme a la interrelación entre su padre y su madre, sino que él mismo actuará con sus hijos conforme al modelo que su propio padre le mostró y le enseñó, al tratarlo de determinada forma tanto a él como a cada hijo(a) en particular. Lo que me recuerda el refrán popular: “Hijo de gato caza ratón”.

Es por esto por lo que el modelo tanto del padre como de la madre, más que un ejemplo a seguir, psicológicamente terminan convirtiéndose en la mente de los hijos, en órdenes y mandatos. Estas sin duda alguna se deben y se tienen que cumplir, prácticamente sin cuestionarse. Tal cual el ejemplo del modelo militar (cumples la orden sin reclamar, sin pensar).

        

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Referencias:

Abreu, E. (2000). Mucha madre y poco padre ¿Una antigua realidad en aumento? Caracas, Venezuela: Fundación Venezuela positiva.

Sociedades Bíblicas Unidas. (1960). Santa Biblia. Caracas Venezuela: Fanarte, C.A.




jueves, 29 de noviembre de 2012

¿Yo? ¿Al psicólogo?: ¡No!, ¡Yo no estoy loco! (enfoque para parejas)


¿Yo? ¿Al psicólogo?: ¡No!, ¡Yo no estoy loco! (enfoque para parejas)

Por: José Rafael Olivieri Delgado (nov. 2012)

 

El camino del matrimonio exige que ambos cónyuges renuncien a sus intereses personales cuando estos van en contra de los intereses del matrimonio y que renuncien a todo interés, meta y propósito si estos se oponen a la relación.” (Hormachea, 1994, p. 18)

 

Para serles sinceros continuamente he pensado que en prácticamente todos los temas a los cuales nos podemos referir, existen dos posiciones extremas, opuestas y enfrentadas. Sin embargo, como punto interesante, sobre todo en nuestra área del apoyo psicoterapéutico, en el medio de ambas existe un amplio abanico de opciones intermedias. Estas son más variadas, menos intensas, pero igual de importantes que las extremas. En concreto estoy pensando como ejemplo, la disposición de tomar la decisión de consultar con un psicoterapeuta, cuando surgen situaciones conflictivas en nuestras vidas o relaciones (Pareja, Familia, Trabajo, Padres…).

En relación con estas posturas extremas puedo señalarles que existen países como Estados Unidos donde hasta las mascotas tienen su propio psicólogo. Así mismo (no me vayan a creer, porque es una suposición mía no comprobada), en algunas zonas de África o en alguna tribu indígena desconocida, no saben que existen los psicólogos ni mucho menos, para qué sirven (como decimos, a manera de broma: ¿Con qué se come eso?).

El asunto particular es que en el medio de estas dos fronteras estamos ubicados todos los demás, con nuestras diversas variantes, creencias y culturas. Donde en muchas ocasiones, el hecho de pensar en ir a visitar a un psicólogo (psicoterapeuta en general) es un tema que mueve multitud de inquietudes, prejuicios, ansiedades y mensajes inconscientes descalificadores.

Esto último es debido al hecho más que comprobado que como parte del sistema de creencias emocionales de algunas personas, muchos afirman que: – “hay que estar ‘locos’ para ir al psicólogo”, en realidad esta es una frase aprendida en algún evento infantil, la cual, como creencia al fin, jamás ha sido cuestionada ni revisada y se asume como una verdad incuestionable de dichas personas.

Lo cierto es que muchas veces he pensado que el que piensa así, es quien realmente necesita más urgentemente ir a la consulta psicoterapéutica, pues es quien tiene menos conciencia de sus situaciones emocionales y del daño que las mismas le generan en su vida y en sus relaciones.

Más escondido aún se encuentran sus sentimientos de miedo al pensar en enfrentarse a dicho escenario. Muchos de los mitos y fantasías que las personas construyen en torno al ambiente psicoterapéutico, poco o nada tienen que ver con la realidad de lo que transciende en la consulta psicoterapéutica. A favor de mi gremio no olvidemos el refrán popular que dice: “de músico, poeta y loco todos tenemos un poco” (s/r). Por algo lo dirán.

Indudablemente, los entornos culturales y sociales tienen mucho que ver con la construcción de las creencias, y no es la excepción, esta de estar ‘locos’ para ir al psicólogo, la cual es una posición muy difundida entre muchísimas personas. Si les sirve de ejemplo curioso, mi padre (Médico Cirujano) era uno que la repetía con frecuencia. Dicha idea en la cual solamente ‘los locos’ son los que tienen necesidad de visitar a un psicólogo / psiquiatra es bastante errónea, tal cual como nos lo ha demostrado la conflictividad del mundo actual que nos rodea cotidianamente. Para serles sincero, siempre tuve mis dudas en relación con dicha creencia, pues por definición la ‘locura’ es una pérdida de la capacidad de mantener una conciencia adecuada de y en la realidad que todos compartimos.

Posteriormente durante mi formación, aprendí que otro enfoque muy diferente utilizado para clasificar ‘la locura’ la presentaba como: el último mecanismo de protección que usa la mente, para que la persona no se suicide, dada la inmensa carga de conflictos emocionales que le desbordan su capacidad de autocontrol y solución de estos, en función de los niveles de angustia y miedo que dichos conflictos producen. Desde este punto de vista pudiésemos aceptar que: la locura es una opción de supervivencia, tomando en cuenta ‘el principio de vida’ que rige a todos los seres vivos de nuestro planeta.

Dicho ‘principio de vida’ no solamente es un recurso biológico y emocional que nos invita (a veces nos obliga) a conservar la vida, pero que al final se manifiesta siempre, como ejemplo dramático: lo sucedido con la contaminación radioactiva de la ciudad de Chernobyl (Chernóbil), ahora esa ciudad fantasma está poblada de multitud de plantas y animales. No en balde todo ha sido creado por Dios, particularmente la vida (Génesis 1:31).

Afortunadamente la gran verdad es que la inmensa mayoría de las personas no están locos, según la definición dada. ¡PERO!, igualmente es cierto que todo el que haya nacido en la Tierra, tenga Papá y Mamá (mucho más para los que dicen que no los tuvieron), es 100% seguro que están llenos de conflictos emocionales no resueltos, de decisiones infantiles llenas de traumas, de necesidades y carencias continuas, tal como nos lo señala Freud en sus teorías psicoanalíticas.

De ‘géstales’ abiertas y huecos en la estructura de su personalidad, con falta de contacto consigo mismo y con el mundo, como indica la psicoterapia Gestalt de Perls. De montones de transacciones interpersonales equivocadas, falta de caricias y juegos psicológicos inadecuados, como señala Berne en su teoría del Análisis Transaccional. Lo cual es básicamente lo mismo en la multitud de las otras técnicas y teorías que pertenecen a la ciencia Psicológica.

Todo ello se suma para confirmar la existencia, en todas las personas, de una serie de conductas emocionales que generan conflictos. No solamente en la persona en sí misma (miedos, celos, envidia, resentimientos, venganzas, amarguras, soledad…), sino más grave aún, en las relaciones interpersonales con los otros (peleas, separaciones, maltratos, divorcios, violencia, odio…).

Si no me crees, pregúntate ¿Cuál es la razón de no ser como quiero ser, de no tener lo que quiero, de no ser feliz con quien estoy, de fallar en mis relaciones…? ¿Por qué no me siento bien con la forma en que manejo mis rabias, mis tristezas, mis ansiedades, mis miedos…? ¡La respuesta no es culpar al otro, es responsabilizarte de tus decisiones emocionales! Lo lamentable de dicha postura ‘anti-psicoterapia’, es que existen muchísimas personas que requieren del apoyo emocional y con base en su ‘sistema de creencias’, se niegan a sí mismas esta posibilidad. Limitando por una parte su solución y su potencial, no solamente de ser felices, sino de llegar a ser los triunfadores para lo cual fueron diseñados.

El preámbulo anterior me sirve para presentarles la idea, no solamente del título de este texto, sino particularmente de su contenido en relación con esta creencia tan común que les comento. Dado que continuamente muchos de mis pacientes me hacen referencia a esta afirmación, especialmente cuando su planteamiento se relaciona con sus situaciones en la relación de pareja. Lo ideal es que para la terapia de pareja vengan los dos, pero la realidad en la mayoría de las veces es que solamente viene uno, por lo general Ella.

Te lo explico: una buena parte de mis pacientes son mujeres (esto no es nada nuevo), ciertamente, en todo lo referente a las diferencias de géneros, las mujeres son más sensibles emocionalmente que los hombres (Gray (1992), Pease y Pease (1999)). Ellas están más dispuestas a conversar acerca de los temas que les inquietan, se centran en sus relaciones personales, se preocupan por su crecimiento personal y emocional. En líneas generales la mujer también se siente responsable del crecimiento de su pareja, así como muchos otros aspectos característicos de la figura femenina (ojo que tampoco son todas 100% así, hay muchas que la rabia y el odio con que viven les ha quitado lo femenino). Por ejemplo, la Biblia define a la mujer como “vaso frágil” (1 Pedro 3:7), en otra versión dice: “ya que como mujer es más delicada”.

Entonces como la mayoría de ellas están más enfocadas en las relaciones interpersonales, en el compartir y particularmente en cuidar y proteger su relación de pareja, debido a dicha fragilidad, expresan una mayor actitud a buscar orientación y asesoría en lo psicológico y emocional. A diferencia de los hombres que están más orientados a competir unos contra otros buscando ganar, se preocupan menos por sus relaciones y sí, muchísimo más por sus necesidades sexuales (tampoco son todos en su 100%, cada día más su debilidad y miedo, les ha quitado mucho de lo masculino).

En líneas generales, ellos han de ser más autosuficientes y reservados, no buscan ayuda a menos que se sientan en el fondo del pozo emocional, por aquello de los modelos tradicionales aprendidos según su cultura, ejemplos típicos: “Los hombres no lloran” y que tal: “macho que se respeta, hace pipi parao”, lo dicho: posiciones extremas y posiciones intermedias, hay para todos.

En este sentido, en el consultorio muchas de ellas me han comentado que han invitado a su pareja a venir a terapia (te hablo de las distintas técnicas que usamos: consulta, talleres, grupo, relajaciones, …), no solo una vez sino frecuentemente varias veces y la respuesta, casi inequívoca de ellos ha sido: - “¿Yo? ¿Al psicólogo?: ¡No! ¡Yo no estoy loco!”.

Debido a estas características propias de lo femenino, por lo general, la mujer es la que primero se da cuenta de las circunstancias. Observa primero el proceso de conflicto entre ellos y de la posible ruptura que está ocurriendo en su relación de pareja. Por ello, muchas veces decide acudir a la terapia para encontrar una solución. Al ir comprendiendo las situaciones emocionales que están ocurriendo en su relación, donde los dos son asimismo responsables e indudablemente, por amor hace el esfuerzo de intentar salvar la relación. Ella llega al momento en que toma el valor necesario e invita al esposo a compartir dicho proceso, la respuesta de él, en la gran mayoría de los casos, es la ya indicada (Yo no…).

Por su parte los esposos, usualmente complementan su negativa (debido a sus tabús, creencias y miedos) de acudir a la terapia con otras excusas y algunas mentiras y acusaciones adicionales contra la esposa: - “Aquí la que necesita terapia eres tú, que te imaginas fantasmas por todos lados”; “Las cosas no están bien porque tú lo quieres así”; “Yo no he hecho nada malo nunca”; “nosotros no necesitamos a nadie que nos diga que hacer como pareja” (Ciertamente, un Psicólogo que se respete no le dice al paciente lo que tiene que hacer, en vez de eso, le muestra opciones para que el paciente decida por sí mismo que quiere hacer).

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Referencias:

Berne, E. (1982). Juegos en que participamos. México. Ed. DIANA.

Gray, J.  (1992).  Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus.  NY, USA: HarperCollins Publishers Inc.

Hormachea, D. (1994). Para matrimonios con amor. USA. Ed. UNILIT.

Pease, A. y Pease, B. (1999). Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los  mapas. España: Editorial Amat.

Sociedades Bíblicas Unidas. (1960). Santa Biblia. Caracas Venezuela: Fanarte, C.A.

 




 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 28 de octubre de 2012

YO, EL HOMBRE BIO-PSICO-SOCIAL: Inmerso en una realidad Espiritual


YO, EL HOMBRE BIO-PSICO-SOCIAL:

Inmerso en una realidad Espiritual

Por José Rafael Olivieri Delgado (octubre 2012)

 

“El amor tiene dos leyes: la primera, amar a los otros;

la segunda, eliminar de nosotros aquello que impide a los otros amarnos.”.

(Alexis Carrel)

 

    El hombre, el Ser Humano, yo mismo, ha sido retratado a través del conocimiento y de la ciencia dentro de una definición de “Ser Bio-Psico-Social”. Desde que tenemos capacidad racional hemos buscado conocernos a nosotros mismos como seres humanos, incluso desde antes de Platón, Aristóteles y antes que Sócrates pronunciara su famosa reflexión y exhortación “conoce a ti mismo”. Desde que el hombre tomó conciencia de sí mismo, y se hizo dos primeras preguntas centrales: “¿Quién soy? ¿Qué soy?” ¡Aún hoy estamos buscando responderlas!

Lo único cierto que hemos descubierto (y mucho no están de acuerdo) es que, como individuos somos tan efímeros como una mota de polvo en el universo, un suspiro en la infinita bastedad de la eternidad, como dice el Profeta Jeremías “He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en las manos de Dios, ...” (Cap. 18, v-6).

Cierto es que nuestra concepción de nosotros mismos ha ido cambiando y evolucionando, conforme como seres humanos hemos ido creciendo, expandiendo no solamente nuestro conocimiento científico y tecnológico, sino también nuestra visión de nosotros mismos. Nos hemos ido dando “calificativos” en la medida que ha evolucionado nuestro conocimiento del hombre. El primero de ellos fue el de Ser Biológico.

Este presentó al hombre atado al cuerpo, a sus limitaciones físicas, a lo que nuestra percepción de nosotros mismos podía palpar. A lo que estaba limitado a nuestros sentidos naturales. Producto de la necesidad de conocer y entender al cuerpo, su constitución, su origen, la vida, la muerte, sus partes. En esa búsqueda surge la definición de la biología, de la medicina y el hombre pasa a llamarse un ser biológico.

Posteriormente apareció la necesidad de un segundo calificativo, en realidad “el orden de los factores no altera el producto”. Nos dimos cuenta de que podíamos pensar, tener emociones, sentimientos, más aún, las podíamos expresar, manifestar, poner en acción. Así en la búsqueda de una definición, surge del griego la palabra “psique” para representar al alma como la suma de todas esas partes no materiales del hombre, las cuales sin embargo se reflejan claramente en las acciones del hombre, es decir, en su conducta.

Un concepto donde poder cohesionar todo lo que en realidad aún no comprendemos del todo. Ese “algo” que nos hace individuales, nos identifica, define, califica y a la vez nos diferencia a unos de otros: nuestra mente. Con ello nos ganamos un segundo calificativo: Ser Psicológico, y el hombre pasó a ser un Ser Bio-Psico.

Al poder expresar y actuar nuestra individualidad, nos dimos cuenta de que no podíamos estar solos, tan sencillo como que: solos acabamos extinguiéndonos. De tal forma que el hombre se integró primero en una familia, luego en un clan y así los grupos fueron creciendo cada vez más. Hasta que nos añadimos el calificativo de Ser Social, porque habitamos en sociedad. Dependemos unos de otros, y no podemos subsistir sin el apoyo de los demás. Pasando ahora a convertirnos en un Ser Bio-Psico-Social. 

Pero el asunto de los calificativos no quedó allí. También hicieron aparición en la escena de los calificativos los economistas, los cuales nos definieron como seres económicos, dependientes de una relación comercial, sujetos a las leyes de la oferta y la demanda, con lo cual ampliamos nuestra definición a un Ser Bio-Psico-Socio-Económico.

Sin embargo, como dice Morin (1997): “La visión no compleja de las ciencias humanas, de las ciencias sociales, implica pensar que hay una realidad económica, por una parte, una realidad psicológica, por la otra, una realidad demográfica más allá, etc. Creemos que estas categorías creadas por las universidades son realidades, pero olvidamos que, en lo económico, por ejemplo, están las necesidades y los deseos humanos. Detrás del dinero hay todo un mundo de pasiones” (p. 100).

Pero cabe ahora la pregunta ¿Define esto al hombre como ser humano? ¿Responde esta definición de nosotros mismos a las preguntas que nos formulamos originalmente? “¿Quién soy? ¿Qué soy?”

Yo, el hombre digo: ¡NO!, me rehúso a ser catalogado como simples piezas de un rompecabezas. Yo, el hombre, el ser humano, soy mucho más que un conjunto de calificativos y definiciones, por muy bien elaboradas y sustentadas que estén las teorías en las cuales se apoyan tales definiciones. Pero igualmente debo defender con argumentos lógicos mi postura, no puedo pretender presentar mis puntos de vista desde una posición netamente pasional. Reconozco y comparto 7.000 años de historia de la humanidad, antes de eso, por lo menos yo, no he visto comprobación alguna del “Big Bang”, ni de la evolución de las especies.

Pensando en el hombre biológico, aquel que está conformado solamente por simples elementos disgregados según el interés de cada ciencia. Desglosado como mero organismo multicelular, con sistema circulatorio, respiratorio, digestivo, huesos, carne, sangre. ¡Eso soy para la Biología! Calificado de biológico por mi naturaleza material, rebajado a la simple categoría de “animal evolucionado”. Emparentado con los simios, descendiente de un “eslabón perdido”.

Con un principio común en las amebas, por allí, hace “n” millones de años, en algún “caldo primitivo”, a merced de una combinación aleatoria, que ni en los más elaborados cálculos probabilísticos es posible. En una suerte de lotería cósmica, que logró hacer que varios átomos (¿De dónde habrán salido?) se unieran en una molécula, y ésta a su vez en un organismo unicelular, luego en multicelular, y finalmente, para evolucionar hasta llegar al hombre. Ante tal relación de hechos, habría que decir: ¡un aplauso a la teoría de la Generación espontánea! 

         No dudo y respeto que, desde el punto de vista médico, gracias a los cada vez más grandes avances tanto en el conocimiento, como en la tecnología médica, la especialización se ha vuelto, no solamente necesaria sino indispensable. El médico de cabecera, que aún hoy en día cumple su noble labor, ha tenido que darle paso al especialista, cada vez más y más “especializado” en su área particular.

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Referencias:

Carrel, A. (1.955). La Incógnita del Hombre. 14ava Edición. México D.F.:

      Editorial Diana.

Fromm, E. (1982). El arte de amar. España: Ediciones Paidos

Khalil, G. (1975). El profeta. Argentina: Editorial Pomaire

Martínez, M. (1999). La psicología humanista: Un nuevo paradigma psicológico.

                       México: Trillas. Editorial Unilit. (1960). Santa Biblia, versión Reina – Valera. USA.

Morin, E. (1997). Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Gedisa

Ortega, P., Minguez, R. y Gil, R. (1994). Educación para la convivencia: la tolerancia

      en la escuela. España: Nau Llibres.





sábado, 25 de agosto de 2012

BASES DE LA PAREJA


BASES DE LA PAREJA
Por: José Rafael Olivieri
 
Podría hablarse que desde el comienzo mismo de la raza humana, en su necesidad de establecer vínculos con sus semejantes, uno de los más fundamentales ha sido el de establecer relaciones interpersonales signadas por el afecto, particularmente en este caso concreto, el amor de pareja, que, de todas las posibles relaciones que llevan este sello, la relación marital es quizás la más importante, para una gran mayoría de seres humanos. Sin embargo, al parecer, no deja de ser cierto que este tipo de relación entre él y ella, por una multitud de situaciones tanto de índole personal como social, cultural, histórica y de género, termina siendo a la vez paradójica, pues parece ser que, simultáneamente es la que más satisfacciones produce a la pareja, como es a la vez, la que igualmente más conflictos, tanto intra como interindividual, proporciona. Como señala Gray (1992) “crear una relación afectuosa puede presentar a veces cierto número de escollos. Los problemas son inevitables, Pero estos problemas pueden ser o bien fuentes de resentimiento y rechazo o bien oportunidades para profundizar una relación íntima e intensificar el amor, el cuidado y la confianza” (p.21). Más aún, en palabras de Martínez, J.M. (2006) “la relación de pareja es la resultante de un equilibrio de fuerzas antagónicas. Unas que tienden a unir a los miembros de la relación, a las que llamo fuerzas de cohesión, y otras, que impulsan su separación: las fuerzas de disociación” (p.79).
 
De esta forma, ambos elementos: satisfacción y conflicto (cohesión y disociación), están permanente presentes en toda relación de pareja, desde su inicio, ya sea marital o no. Pues en la relación diádica dichos elementos influyen directa y constantemente en el mencionado equilibrio de la pareja, lo que llevaría a un adecuado ajuste marital (acoplarse el uno al otro). Lo importante de este ajuste es que no sólo es de la pareja como tal, sino que impacta en forma individual a cada miembro de la pareja, pues ambos participantes de la díada, dadas sus características personales, en su totalidad, tendrán sus propias expectativas y pautas de referencia, con relación a su sensación y percepción del ajuste o no con su pareja.   Por ello, el manejo tanto de la satisfacción como del conflicto, debe formar parte importante del proceso de ajuste marital en la pareja, pues es deseable que en la misma exista la promesa de compartir el mundo bajo una premisa de crecimiento, unidad y cambio continuos, y de allí, ha de surgir la necesidad de un proceso de ajuste marital, igualmente continuo durante todas las etapas de la pareja.
 
            En este sentido, muchos son los elementos que se encuentran involucrados en el proceso del ajuste marital, los cuales, como se indicó, abarcan por igual tanto a cada miembro de la díada, como a la relación marital como unidad (1 + 1 = 1). Tales elementos, en lo que respecta a los aspectos individuales de cada uno por separado, incluyen igualmente para ambos, entre otras, las características propias de crianza, socialización, educación, sistema de creencias, capacidades cognitivas, emocionales y psicológicas de cada uno, es decir, cada miembro de la relación, tiene su propia historia personal, y que a su vez, han servido para constituirla como la persona que actualmente es. En este sentido, cada uno de ellos es una persona completa, integrada, que aportará a la relación de su propia experiencia de vida y lo compartirá con el otro (sea para bien o para mal).
 
            De igual manera, así como son importantes los aspectos individuales de cada miembro, igualmente lo es la unidad que forman como pareja, y que al margen, de estar o no, legalmente constituidos en un matrimonio, deberán transitar juntos por un tiempo indefinido (preferiblemente permanente), de la forma más armónica posible, para que así puedan constituirse en la pareja o en el matrimonio que, en principio, ambos anhelan. De forma tal que, para lograr un adecuado proceso de ajuste marital en la pareja, será necesario considerar también un aspecto importante, el cual puede englobarse como ‘información adecuada’ tanto de, como sobre y para la pareja. Comunicación que indudablemente debe estar marcada por la honestidad mutua, donde incluso se permite “obviar cierta información” si con ello se evita un daño a la pareja. No hablo de mentir para tapar un error que me pertenece, sino de proteger a mi pareja de información que no necesita y, que de tenerla, solamente causaría más daño que lo pudiese solucionar. Es una delgada línea que muchas veces puede ser mal interpretada y, causar más problemas de los que se quieren evitar, pero igualmente es parte de este proceso de ajuste. Por eso, tratándose de un proceso adaptativo, es requisito, altamente recomendable, la inclusión de los diversos aspectos de relevancia relacionados con la comunicación, elemento sin comparación en el arte de negociar de la pareja, no sólo como medio diario de compartir, sino, por demás crítico en la búsqueda de soluciones frente a los conflictos, que inevitablemente, surgen en toda relación, y mucho más en la relación marital.
 
En la estructuración de una base para la pareja es necesario considerar los tópicos relacionados con las individualidades, semejanzas y diferencias entre Él y Ella, como dos visiones del mundo que necesitan acoplarse a través de la comprensión mutua del uno para con el otro. Los aspectos propios de la pareja, un vínculo anhelado por una gran mayoría de seres humanos, que como señala Fromm (1982) sienten que “La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad” (p.20).
 

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Referencias

Fromm, E. (1982). El arte de amar. España: Ediciones Paidos.

Gray,  J.  (1992).  Los  hombres  son  de  Marte,  las  mujeres  son  de  Venus.  NY,  
USA: HarperCollins Publishers Inc.
 
Martínez, J.M. (2006). Amores que duran… y duran... y duran. México: Editorial Pax.

miércoles, 8 de agosto de 2012

JUSTIFICADO LA PAREJA


JUSTIFICADO LA PAREJA
Por José Rafael Olivieri

            Contrario a lo que muchos creen, basados en sus experiencias y conflictos emocionales, establecer una relación de pareja es algo muy sencillo.
Lo importante no es establecer esta relación, sino, responder a dos (2) preguntas claves:
 ¿Para qué quieres una relación de pareja? y ¿Por cuánto tiempo la quieres?
Lamentablemente, la respuesta “verdadera” a estas 2 interrogantes y a muchas otras, solamente se pueden encontrar en las zonas más profundas de la mente inconsciente de cada persona. Donde están definidos la identidad del YO, mi autovaloración y todo mi “Sistema de Creencias”, sobre el cual se sustenta toda mi vida emocional y TODO lo que voy a realizar en mi vida.
            A pesar de que en la matemática de Dios 1 + 1 = 1, la realidad es que se trata de dos (2) personas: El y Ella, cuyas individualidades arrastran las consecuencias emocionales de sus modelos parentales en sus respectivas relaciones de pareja, con los cuales, cada una de estas dos personas aprendieron y definieron a su vez, sus propios modelos de vida y de pareja.
            Voy a realizar a partir de este artículo un desarrollo de mis ideas sobre las parejas y su relación, intentando abarcar en ellos la mayoría de los aspectos que definen dicha relación y, digo “la mayoría” porque sería utópico e ilusorio intentar abarcar “la totalidad” de los elementos que involucra la misma, la cual es a su vez, la relación que más satisfacciones da en la vida, pero también, la que más conflictos emocionales mueve en cada uno de sus integrantes.
            Por ello voy a comenzar con los elementos justificativos de la misma y posteriormente iré construyendo el resto de las ideas al respecto. Algunos textos posiblemente sean extensos y, quizás tengan un contexto “más formal”, pues no me interesa dejar mis ideas en el aire, sino darles el peso teórico que, requiere un tema tan vital como es la pareja. Pero, si te interesa el tema, te pido paciencia y comprensión, pues a falta de otro espacio de expresión de estas inquietudes, por ahora, gracias a Dios, existe este medio de comunicación.
  
Al parecer el ser humano vive de modas, no sólo en lo personal, sino también en sus roles sociales y profesionales. Lo cual pudiese extrapolarse por igual, al caso de las investigaciones y estudios, cuyo tópico principal es equivalente al tema central del presente trabajo, es decir, las relaciones de pareja. Lo digo porque pretendo incluir en paralelo, pesando en la segunda pregunta realizada anteriormente (¿por cuánto tiempo?), un término (psicológico) del cual ya casi no se habla, por no decir que ha quedado obsoleto y relegado en las relaciones actuales de pareja, me refiero al concepto del AJUSTE MARITAL, que aquí lo voy a parafrasear como “Ajuste de Pareja”. En este sentido, puede señalarse que el tema del ajuste marital, entendiendo someramente, este constructo, como el proceso de acoplamiento de los cónyuges durante su vida marital (Díez y Rodríguez (1989); Moral De la Rubia (2008a)), no ha pasado de moda, a pesar de que en el proceso de evolución social que se ha vivido desde la década de 1960, la institución del matrimonio ha sido, al igual que muchas de las instituciones tradicionales, ampliamente cuestionada en todos sus facetas. Incluyéndose, particularmente, en los aspectos de su vigencia y su validez. No obstante, este cuestionamiento acerca del matrimonio, no deja de ser cierto igualmente, que entre las diversas interrelaciones sociales que establecen los seres humanos, quizás la más importante, de su vida adulta, sea precisamente, la de la relación de pareja. Ella representa en muchos casos, uno de los más anhelados vínculos interpersonales, no sólo desde el punto de vista emocional y cultural, sino también psicológico y biológico.

            Una primera razón de la justificación por el interés del tema de las relaciones de pareja y su ajuste, es igual al de muchas otras investigaciones de diversos autores, que plantearon para llevar a cabo su respectivo trabajo investigativo, como razón principal, “el anormal incremento en la tasa de divorcios y la pérdida de indicadores de la estabilidad marital” (Díez y Rodríguez, 1989, p. 395).  Lo cual, según afirman estos autores, están claramente reflejados en la gran cantidad de situaciones de rupturas de parejas, independientemente del estar en el vínculo matrimonial o no. Lo que ha implicado diferentes consecuencias, no sólo a nivel individual de los miembros de las parejas, sino familiar y social.

            Este aspecto del incremento de las tasas de divorcio, puede apreciarse en base a los registros estadísticos nacionales de algunos países de Europa, América Latina y de Venezuela, como dicha tasa ha ido incrementándose ampliamente a medida que han transcurridos los años. Ello puede ser considerado, como una falla del proceso de ajuste marital en dichas parejas. Cabe también destacar que las estadísticas encontradas, sólo se refieren a las rupturas de parejas legalmente constituidas, es decir, propiamente dicho los divorcios, más no consideran un número importante de rupturas de aquellas parejas ‘socialmente’ constituidas, que igualmente hacen vida marital y cohabitan juntos en el mismo hogar, e incluso, en muchos casos, también tienen hijos.  

Otro factor a considerar como justificación de la necesidad de trabajar sobre el área del ajuste de las parejas, quizás de igual importancia social a la del divorcio, pero de posibles consecuencias más profundas, debido a la gravedad de los daños tanto físicos como psicológicos, es la relacionada con el área de la violencia familiar o doméstica. La misma incluye todas las expresiones de violencia a todos los miembros del grupo familiar, que por supuesto incluye tanto a la mujer, a los hijos, y en menor grado al hombre. Cabe la pregunta ¿qué se entiende por violencia familiar? Pues la misma está usualmente asociada a la producida por la agresión física a uno o varios miembros del núcleo familiar. Sin embargo, la realidad es que este tipo de violencia tiene diferentes manifestaciones, las cuales pueden resumirse como: Violencia doméstica, La violencia psicológica y física con el cónyuge, el maltrato infantil y el abuso de los niños. (Campo-Redondo, 2002).
Afirma Campo-Redondo (2002) en su investigación de Orientación de la Violencia Familiar:  

El fenómeno de la violencia familiar y doméstica ha generado controversia en diversos contextos de la vida social venezolana, especialmente en el ámbito jurídico, político, educativo, y sanitario. Duffy y Momirov (1997) lo definen como aquel acto cometido dentro de la familia por uno de sus miembros, que perjudica gravemente la vida, el cuerpo, la dignidad, la integridad psicológica o la libertad de otro miembro de la familia, en las parejas o entre otras personas que en algún momento de su vida han vivido conjuntamente; este acto ocurre casi siempre en la casa y en la intimidad de la familia, generándose un fenómeno oculto y muchas veces no visible al resto de la sociedad. Esto limita la documentación, seguimiento y control de la violencia doméstica hacia la mujer o a los niños. (p.2).

Esta problemática se ve reflejada en los cada vez más abundantes estudios investigativos y el abordaje a todo nivel público y privado, sobre la violencia familiar, lo cual se debe a los altos índices de manifestación de este fenómeno social, que ha adquirido una alta relevancia y que “Aunque las cifras no representan la realidad en su verdadera dimensión, conducen a pensar en la violencia familiar como un problema de salud pública a escala nacional” (Campo-Redondo, 2002, p. 3). Igualmente como respuesta a este problema, en los últimos años se ha venido dando una serie de programas y leyes en defensa de los derechos del niño y la mujer, como alternativas para frenar y erradicar la situación de violencia familiar. Muchos se han dedicado a la búsqueda de las causas que son la semilla de un ambiente familiar hostil y que, consecuentemente, producen una educación errónea en el núcleo familiar. Los cuales han dado como recomendaciones que es urgente que nuestra sociedad adquiera nuevos y mejores hábitos de crianza y convivencia. Incluyendo la prioridad de una reeducación en cuanto al trato familiar, el que lamentablemente para muchos está caracterizado por la violencia, el rechazo y la indiferencia. (García R. y Jiménez, 2005).

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Referencias: (cito algunas, si las necesitas específicas me avisas)

Ackerman, N. (1982). The strength of family Therapy. New York: Editorial Brunner/Mazel  Inc.

Campo-Redondo,  M.  (2002).  Orientación  de  la  Violencia  Familiar  y  Aprendizaje  del Componente Intersubjetivo a través de una Didáctica Constructivista. Fermentum Rev. Vzlana. de Soc. y Ant. v.34 Mérida mayo 2002. Recuperado 02.04.2010 de:
http://www2.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0798-30692002000200010&lng=es&nrm=iso
Díez  Bolaños,  y  Rodríguez,  A.   (1989).  Efectos  de  la  inequidad  sobre  el  ajuste  y la satisfacción marital en la mujer. Recuperado 03-09-2009 de:
           http://scholar.google.co.ve/scholar?q=ajuste+marital&hl=es&btnG=Buscar&lr=lang_es

Gordillo  Ardines,  B.   A.  (2000).   Relación   entre   experiencias   tempranas  parentales,satisfacción marital e inteligencia emocional. Tesis Maestría. Orientación Familiar. Coordinación de Maestrías en Psicología, Departamento de Educación y Psicología, Universidad  Iberoamericana -  Golfo  Centro.  Junio.  Recuperado  21-09-2009 de:
http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/mof/gordillo_a_ba/portada.html

Moreno, A. (1998). Historia de Vida de Felicia Valera. Fondo Editorial CONICIT. Caracas,Venezuela

domingo, 10 de junio de 2012

GÉNESIS DE LOS CONFLICTOS EMOCIONALES: El proceso de formación de mis enfermedades emocionales

GÉNESIS DE LOS CONFLICTOS EMOCIONALES:

El proceso de formación de mis enfermedades emocionales

Por José Rafael Olivieri Delgado (jun. 2012) 

“El hombre vive esencialmente dentro de un mundo personal y subjetivo. Sus actividades, incluso las más objetivas, son el fruto de propósitos subjetivos y de elecciones subjetivas”

(Rogers C., 1989, p. 17)

 

           Al hablar de los conflictos emocionales nos enfrentamos a un tema que en muchas personas ‘levanta ronchas’, especialmente cuando lo hacemos con la intención de saber qué son, de conocerlos a profundidad, y particularmente, de poder modificarlos. Particularmente porque tales acciones implican el asumir la responsabilidad y el compromiso emocional de mi vida, de mis acciones y de sus consecuencias. Para ello es necesario el llevar a cabo un proceso de redefinición (emocional), para hacer cambios en varios de los esquemas de pensamiento, los cuales han dirigido mis decisiones desde que tengo uso de razón.

De igual manera, quizás más dramático aún, debo y tengo que remover y desarticular creencias no adecuadas, que han estado arraigadas en mi definición de personalidad desde mi infancia. Dichas creencias han sido las verdades que han guiado mis pensamientos, emociones y acciones, durante la totalidad de mi vida pasada. Independientemente, de haber sido ellas, las causantes directas de mis decisiones equivocadas y autodestructivas, en mis diferentes circunstancias y situaciones adversas, motivo por el cual seguramente, aún hoy en día, sigo sufriendo las consecuencias negativas de las mismas.

La razón de estas afirmaciones previas está asociada con el hecho de mi necesidad de realizar un proceso de reaprendizaje, de una buena parte de los conceptos que he utilizado, para definir mi esquema de vida en todas sus distintas facetas (personal, matrimonio, hijos, padres, trabajo, social…). Particularmente, de aquellos criterios valorativos de mí mismo(a) como mi autoestima, autoconcepto y autoimagen, al igual que implicaciones fundamentales que pertenecen a mi esquema de ¿quién soy?

Por ello, el trabajar con los conflictos emocionales, tiene la particularidad de ‘alborotar el avispero de emociones’ que cada uno de nosotros lleva dentro de sí mismo. En una gran mayoría de veces, sin tener consciencia de ello. Dado que hemos aprendido como mecanismo de supervivencia, a drenar todas nuestras situaciones emocionales negativas dentro de nuestra mente inconsciente. Con ello puedo vivir la fantasía de nunca más acordarme de mis áreas oscuras (mis conflictos emocionales).

Sin embargo, este universo de emociones que, a pesar de pertenecer, en su mayoría, al pasado, están totalmente activas aquí y ahora afectando a cada terrícola existente. Mi camino hacia la sanidad de mis conflictos tiene que transitar en la dirección que me señala Berne (1974) quien me afirma que para sanarme debo: “primero deshágase de toda la basura que se ha acumulado en su cabeza desde que llegó a casa saliendo de la clínica de maternidad” (p. 16).

Es decir, desde el momento en que nací, hasta el momento en que decido resolver mi mundo de conflictos, mi proceso principal ha sido el de acumular en mi mente una gigantesca cantidad de ‘basura’ (emocional). Tanto así que el basurero municipal de la ciudad donde vivo es, pequeño comparado con mi ‘basurero personal de conflictos emocionales’.

            En el escenario del consultorio psicoterapéutico, a veces, lo complicado es lograr que los pacientes (eso te incluye a ti), a pesar de venir cargados y saturados de sus situaciones de angustia y ansiedad, se den cuenta y acepten que ellos son los dueños de su propio ‘basurero’, y que este, es el responsable directo de las acciones y consecuencias que los han traído a la terapia. Lo anterior lo digo pensando, particularmente, en el famoso tema de la culpa.

A todos (sin excepción) nos encanta culpar al otro. Nunca soy yo, siempre es el otro el culpable de todo lo que me pasa (a mí). Claro, constantemente, es mucho más fácil culpar al otro que asumir yo la responsabilidad de lo que me corresponde. Pero, hemos de saber que en cualquier relación (dos personas) les corresponde un 50% para cada uno, a diferencia de cuando se trata de mi propia situación (interior) mental y emocional, donde casi el 100% es enteramente mío y de nadie más.

Sonará a frase de autoayuda, pero en cuanto a mí mismo(a) ¡yo soy el protagonista de mi vida!, eso incluye completamente a la totalidad de mis pensamientos, emociones y acciones, los demás, son meros actores secundarios que me permiten representar mi papel protagonista. En el consultorio, como es normal, me encuentro con muchos tipos diferentes de personas, lo cual representa un amplio abanico de opciones y posibilidades interesantes.

Aunque como en todo abanico, existen dos extremos contradictorios, y en el medio, una amplia diversidad de opciones. Por un lado, existen personas muy abiertas que casi de inmediato, van comprendiendo y dándose cuenta de su basurero de conflictos. Comienzan a ‘abrir sus ojos’ a este nuevo mundo no conocido, a ampliar el horizonte de su mente hacia la lógica del mundo emocional, nunca revelado desde esta perspectiva terapéutica.

Mientras que, en el otro extremo, existen personas de ‘mentalidad cuadrada’ para los cuales todo lo psicológico y emocional es solo “charlatanería y producto de locos”. Esto se entiende porque muchos de ellos vienen obligados, por lo general, por su pareja, y los menores, por sus padres. Como ejemplo, recuerdo una paciente que me dijo: “Yo no quiero que me remuevan los conflictos, yo prefiero quedarme así”.

A ciencia cierta el ambiente de la terapia es para aquellos que están dispuestos a arriesgarse a conocer y descubrir un nuevo universo de posibilidades, que los reten a hacerse dueños de sus propias vidas, y especialmente, que los saquen de su zona de confort y de su ceguera emocional. 

Si me permites (sin ánimo de ofender ni de elaborar juicios no adecuados), no te cuento cuando me toca uno (fanático) que piensa que Dios le va a resolver todo, que él (paciente/cliente) con seguir “AL PIE DE LA LETRA” la Palabra de Dios todo se le va a resolver. Se ve que no han leído a Santiago cuando dice: “2:9 … cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. 2:10 Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos (los pecados)”, … no sé, digo yo.

En mi (limitado) conocimiento, Dios nos ha creado como una trinidad: Cuerpo, Mente y Espíritu. Los médicos (y demás áreas de salud) para el cuerpo, los psicoterapeutas para la mente y, los religiosos (según cada religión) para el Espíritu, especialmente por aquello de Eclesiastés 12:7 que dice: “Volverá entonces el polvo a la tierra, como antes fue, y el espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio.” (NVI).

Es posible que la dificultad de aceptar un proceso terapéutico para la sanidad de mis conflictos emocionales, este relacionada con tres factores principales (entre muchos otros), que pudiesen parecer y hacer ‘complicado’ dicho proceso. Simplemente para mencionarlos, el primero, quizás el más conocido, el famoso miedo al cambio. En realidad, este es una excusa para no dejar mi zona conocida (confort). Porque dejar la seguridad de como pienso, siento y actúo (así me haga daño y me autodestruya), genera mucha incertidumbre, ansiedad y angustia, a veces mayor a la que traigo a la terapia.

Segundo, en algún momento de mi proceso de decisiones infantiles (con el cual me enfermé), asumí que mi ‘basurero’ era una creación totalmente mía, que me pertenecía, que yo era así de esta manera. Como tal, al pertenecerme, no lo quiero perder y debo defenderlo, sin importar el costo de tal acción, así sea mi propia vida (emocional y sus consecuencias). 

La tercera: lo que le preocupa a casi todo paciente, ¿Realmente esto funciona? ¿Podré cambiar y resolverlo? Y la más importante de todas: ¿Cuánto tiempo voy a tardar en este proceso? … Ya hablaremos de todo esto, en su momento.

La verdad general es que no es imposible aceptarlo. Desde el punto de vista de cualquier psicoterapia, independientemente de las técnicas que utilice, es totalmente factible poder llevar a cabo un proceso de sanidad y limpieza emocional. Este me ha de permitir liberarme de las cargas y conflictos emocionales, los cuales me afectan en mi vida cada día. permitiéndome deshacerme de mi basurero en forma permanente y, obteniendo los resultados de bienestar que quiero para mi vida y mis relaciones.

Entonces, con estas pocas ideas iniciales ¿Qué es un conflicto emocional? En líneas generales es un conjunto de pensamientos, emociones y acciones, que se ejecutan automáticamente desde mi mente inconsciente, sin control ni voluntad mía, a través de los cuales reflejo todos los aprendizajes y decisiones emocionales negativas, los cuales he adquirido a lo largo de mi vida. Identificando y definiendo así a mi estructura emocional.

De esta manera, los conflictos son las fuentes de todo el malestar emocional (rabia, tristeza, miedo, ansiedades, depresiones, …), tanto intrapersonal como especialmente en mis relaciones interpersonales. Convirtiéndose así, en el mayor enemigo de mi felicidad, bienestar y autorrealización personal.

A lo que me refiero con lo ‘complicado’ del proceso terapéutico, tiene que ver con la necesidad de cada paciente, de hacer un cambio de perspectiva muy importante en su comprensión de lo emocional. Primero, la mayoría de los grandes teóricos tanto psicólogos como psiquiatras, han definido que la etapa infantil es absolutamente crucial en el proceso de la toma de decisiones emocionales de cada persona. Ellos han definido dicha etapa en el rango de 0 a 7 años, los más conservadores hasta los 9 años. Delimitando el final de esta etapa a los 12 años.

Segundo, nuestra total ausencia de conocimientos en los principios de esta etapa nos guía (inconscientemente) a realizar un desesperado proceso de aprendizaje emocional. Este nos lleva a copiar e imitar (sin cuestionamiento alguno), los modelos conductuales (pensamiento, sentimiento y acción), de nuestras figuras parentales y de autoridad. Con todo ello, a pesar de mi inmadurez psicológica y emocional, tomo las decisiones más trascendentales que dirigirán toda mi vida.

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Referencias:

Berne, E. (1974) ¿Qué dice usted después de decir hola? España. Grijalbo

Rogers, C. (1989). El proceso de convertirse en persona: Mi técnica terapéutica. 7ª ed. Barcelona, España: Paidós Ibérica.

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA