sábado, 22 de julio de 2023

LA PAREJA Y SU FORMACIÓN

Por: José Rafael Olivieri Delgado

 

“Cuando améis no debéis decir ‘Dios está en mi corazón’ sino ‘estoy en el corazón de Dios’. Y no penséis que podréis dirigir el curso del amor, porque el amor, si os halla dignos, dirigirá él vuestro curso.” (Gibran Khalil, 1975, p. 21)

 

            La formación de la pareja humana pareciera a veces algo cotidiano y normal, pues con bastante frecuencia se observa el establecimiento de esta relación en prácticamente todos los ámbitos de la vida humana. La experiencia ha demostrado que, al establecerse esta relación de tipo sentimental, no hay espacio para diferencias de razas, culturas, edades, distancias, religiones, ni (lamentablemente) de géneros. Básicamente, casi cualquier obstáculo puede ser salvado, al momento de que dos personas deciden unirse en una relación de pareja.

            Sin embargo, dicha cotidianidad lleva implícita una serie de interrogantes, por demás interesantes que, entre otras muchas, podrían considerarse: ¿Qué es una pareja? ¿Cómo se forma? ¿Cuáles son los criterios de selección de esta? ¿Para qué formar una pareja? ¿Por cuánto tiempo? El tema es extenso y constantemente cambiante, pues no deja de ser cierto que, al ser un producto humano, varía en función de los múltiples factores que regulan nuestra existencia y nuestras relaciones. Empezando por nuestros propios sentimientos, emociones y conflictos emocionales (inconscientes).

            Por ejemplo, con relación a la primera pregunta: ¿Qué es una pareja?, el diccionario Larousse (2004) la define como: “Conjunto de dos personas, animales o cosas. 2. Con respecto a una persona o cosa, otra que forma par con ella.” (p. 768). Entendemos entonces que, al hablar de la pareja humana, hablamos de dos personas cuya base principal para establecer dicha relación, sencillamente es la intención de unirse. Donde ambos se encuentran ubicados en un tiempo y un espacio determinado, independientemente de si se trata de una relación con intenciones matrimoniales o no. Ellos eventualmente compartirán metas, sueños y realidades comunes, en principio por un tiempo indefinido. Tal como lo señalan Baltasar y Battaglia (1990): “En la pareja, cada miembro conjuga su individualidad con la del otro, es decir, los cónyuges comparten entre si sus normas, valores, creencias, ideales, actitudes, costumbres, etc. (similares o diferentes) obtenidas a través de un proceso de socialización.” (p. 56).

            Sin embargo, al margen de las razones que las diferentes personas puedan dar para justificar la formación de las parejas, no deja de ser cierto que estas varían en diferentes grados y motivaciones. Porque, a fin de cuentas, cada posible razón pertenece a todo el contexto de ‘socialización’ de cada uno de los integrantes de la díada. De esta forma tenemos claro de que existen múltiples posibilidades para elegir una pareja, al punto que en cualquier lugar y situación pueden presentarse opciones para seleccionar y formar una relación de pareja. Independientemente de si es una relación permanente o temporal.

            Tampoco es un secreto que lo que lleva a una persona a formar una relación de pareja y, a seleccionar entre muchas a una en particular, está sujeto a varios parámetros de la personalidad. Entre estos puedo citar: intereses, gustos, valores sociales y, como lo hemos mencionado, a sus sistemas de creencias y a su estructura emocional. Quizás pudiese parecer fortuito y al azar muchos de esos encuentros y su correspondiente unión, pero en realidad es un proceso con secuencias y variables muy bien establecidas. En esta selección están involucrados todos los sistemas humanos (físico, hormonal, emocional e intelectual) y, cada uno de ellos, tienen sus propias manifestaciones en cada persona.

            Una realidad palpable en la formación de esta relación, aunque muy poco conocida, es la amplia influencia de los esquemas de selección de pareja inconscientes. Ellos prácticamente dirigen y condicionan todos los demás elementos que intervienen en dicha selección y formación de la pareja. Tanto es así que, ambos miembros comparten similitudes en sus esquemas de creencias, de complemento en sus sistemas de autovaloración y, en líneas generales, de sus sistemas de conflictos emocionales. Un ejemplo de esto es la aspiración de tener una relación de exclusividad afectiva y sexual, pero en la cual muy pocos creen en la actualidad (realmente muy lamentable).

            Lo cierto es que, a pesar de todos estos elementos (positivos y negativos), las relaciones de pareja se siguen estableciendo entre las distintas personas. La razón es simple: la gran mayoría de las personas prefieren y añoran la posibilidad de consolidar una pareja, además de ser una necesidad física y emocional, en principio, de cada ser humano.

Todo esto ocurre independientemente de las diversas justificaciones que podríamos proponer para la formación de la pareja, incluyendo entre ellas, como ejemplo, la más frecuente de todas: la soledad. En relación con este aspecto, Fromm (1982) señala: “La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad.” (p. 20). Es decir, en un alto porcentaje también existe la necesidad de unirse a una pareja, para poder evitar los sentimientos y las sensaciones de estar separado, de estar solo, quizás podría decir, de no pertenecer a otro.

            Entre las muchas razones para formar una relación de pareja, existen toda clase de posibilidades y de muy diversos tipos. Por ejemplo: En función del espacio físico, lo lógico es que encontremos pareja en aquellos ambientes que son frecuentes y comunes para nosotros, pero, igualmente, existe la posibilidad en cualquier sitio al que voy por primera vez. Hay miles de razones de corte romántico como las que encontramos en películas y novelas, pero también hay razones de utilidad material: lo económico, religión, estatus social, apellidos y familias … Otras como el conocer a la pareja directa y personalmente, al igual que mediante las redes sociales y las páginas de la Web.

            Entre todos los posibles motivos siempre privará el contexto emocional en la formación de las relaciones de pareja. No solamente me refiero al aspecto de los sentimientos positivos como el amor, más bien estoy pensando en las declaraciones y confesiones de muchos pacientes en el consultorio. Por ejemplo, muchos han establecido dicha relación para quitarse de encima a ‘la tía’ que siempre pregunta: - “¿Cuándo te vas a casar?”. Otros para tener una excusa para salir de la casa paterna y así poder huir del ambiente ‘tóxico’ de este. Unos me han señalado que estaban cansados de ir y venir y de los horarios de visita a la pareja. Unos cuantos para poder tener sexo sin tener los gastos del hotel y de los viajes. Otros varios, porque no dejan de existir las situaciones de embarazos antes de tiempo. Lo que me recuerda que otros me han señalado que simplemente querían tener hijos, y por eso formaron la pareja.

            De la misma manera podemos hablar de la formación de estas relaciones como una alternativa de mi expresión de libertad y de decisión, donde yo decido que pareja quiero y deseo. Contrario a otras muchas culturas donde las relaciones de pareja se negocian y acuerdan en función de diferentes criterios, incluso el de compra y venta. En nuestra cultura occidental creemos más en el concepto romántico de establecer la relación con base en el amor, pero en muchas otras esto no ocurre así. De todas formas, en relación con el amor como sentimiento que une a la pareja, dice Sádaba (1995): “No es otro sino el de un sentimiento natural que aproxima a los seres humanos. Se trata de un sentimiento natural de cobijo, protección y preocupación que pone en marcha todas las facultades para el cuidado de los amados produciendo, al mismo tiempo, agrado y satisfacción” (p. 109). Créanme: hay de todo y para todos.


Algunas referencias...

Gray, J.  (1992).  Los hombres son de Marte, las mujeres son de

Venus.  NY, USA: HarperCollins Publishers Inc.

 

Hormachea, D. (1994).  Para matrimonios con amor.

Aprendiendo a vivir con nuestras diferencias. Miami, Usa:

Editorial Unilit.

 

Kendrick, S. y A. (2008). El Desafío del amor.

USA. B&H Publishing.

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sábado, 15 de julio de 2023

LA PAREJA HUMANA (Él y Ella los dos miembros de la pareja)

LA PAREJA HUMANA

(Él y Ella los dos miembros de la pareja)

Por: José Rafael Olivieri Delgado

 

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó”

(Génesis 1:27, Santa Biblia, 1960)

 

            Tanto el hombre (Él) como la mujer (Ella), han sido retratados y encasillados a través de la ciencia y de su conocimiento dentro de una definición de ‘Ser Bio-Psico-Social’. En particular, las ciencias sociales han buscado conocer la totalidad de cada individuo como ser humano. Incluso antes de Platón, de Aristóteles y de que Sócrates pronunciara su famosa reflexión y exhortación: “Conócete a ti mismo”. Más aún, desde que el hombre tuvo un momento de lucidez y tomó conciencia de sí mismo, se ha hecho dos preguntas centrales: ‘¿Quién soy?, ¿Qué soy?’ Lo sorprendente es que ¡Aún hoy se está buscando responderlas! Lo único cierto que se ha descubierto (y al parecer muchos no están de acuerdo) es que, como individuos, somos tan efímeros como una mota de polvo en el universo, un suspiro en la infinita bastedad de la eternidad, tal como dice el profeta Jeremías: “He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en las manos de Dios.” (Cap. 18:6, p. 717).

            Lo cierto es que la concepción del ser humano ha ido cambiando y evolucionando, conforme como seres humanos hemos ido creciendo y expandiéndonos, no solamente en el conocimiento científico y tecnológico, sino muy particularmente en nuestra visión autorreflexiva de nosotros mismos. Como ejemplo de lo que digo, puedo utilizar los cuestionamientos de Nietzsche (1991), al señalar: “En realidad, ¿qué sabe el hombre de sí mismo? ¿Sería capaz de percibirse a sí mismo, aunque solamente fuese por una vez, como si estuviese tendido en una vitrina iluminada? ¿Acaso no le oculta la naturaleza la mayor parte de las cosas, incluso su propio cuerpo?” (p. 19). A pesar de nuestra curiosidad, mucho es lo que no queremos saber de nosotros mismos.

            En la búsqueda de la identificación del Ser Humano, ha resultado de singular importancia definir cuál es la esencia de cada individuo, cuáles son las fronteras de lo humano. Es decir, cuál es la característica fundamental que hace que el Ser Humano sea humano, y qué lo diferencia del resto de las criaturas. Pero, aunque se ha profundizado ampliamente en esto, aún no se tienen todas las respuestas claras al respecto. Se llevan miles de años de la mano de la filosofía buscando los elementos más profundos de la esencia del ser humano. Ciento y tantos años de la psicología formal y todavía se anda en pañales. Es más, como lo señala Carrel (1955) al afirmar: “El ser humano es demasiado complejo para ser abarcado en su totalidad. Tenemos que dividirle en pequeñas partes por nuestros métodos de observación… Debemos evitar, al mismo tiempo, caer en los errores clásicos de reducirle a un cuerpo…” (p. 74). Somos tan simples como complejos, aún más, somos más que nuestra propia totalidad.

            Para que podamos hablar de pareja es necesario entender primero a cada uno de sus integrantes: Él y Ella. Se plantea entonces la necesidad de reconocer a cada individuo en sus aspectos globales, compuesto de un conjunto de procesos psicológicos y emocionales propios. Capaz de pensar, amar, aprender, relacionarse, comunicarse con los otros y consigo mismo. El cual está sujeto tanto a la lógica y la razón como a los sentimientos, las emociones y sus acciones inconscientes, con un comportamiento visible a través de sus manifestaciones conductuales.

            Hablamos de reconocer tanto a Él como a Ella como individuos únicos y completos. Parafraseando las palabras de los humanistas: como seres integrales, separados e independientes, ubicados en un tiempo, un espacio y en un contexto social. Según la Gestalt, como un todo mayor que la suma de sus partes. Es comprenderlos en la forma como señalan Ortega, Minguez, y Gil (1994): “No existe el hombre biológico, desnudo de cultura, de valores desde los cuales exige ser interpretado. Acercarse al hombre, conocerlo, entenderlo, significa interpretar el mundo de significados o valores a través de los cuales todo hombre se expresa, siente y vive; y el sistema de actitudes ante la vida que le dan sentido y coherencia.” (p. 15). Así son Él y Ella, por un lado, los protagonistas de la pareja, pero primero, seres individuales con toda una historia personal y propia, la cual debe ser conocida y entendida para que puedan funcionar en su rol de pareja.

            Sin embargo, a pesar de su integralidad e independencia, no deja de ser cierto que existe una paradoja entre lo social y lo individual, pues, aunque está rodeado de gente por todas partes, el individuo se siente solo ante su propia existencia. Ello le obliga a encarar sus dudas, miedos y ansiedades, y buscar la compañía de los demás como un medio para superar su soledad, especialmente, la compañía de una pareja. Esta idea fue ampliamente desarrollada por Fromm (1982) y definida en su concepto de: “la separatidad”, cuando señala:

… todo ello hace de su existencia separada y desunida una insoportable prisión… La vivencia de la separatidad provoca angustia; es, por cierto, la fuente de toda angustia. Estar separado significa estar aislado, sin posibilidad alguna para utilizar mis poderes humanos… La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad… (pp. 19 – 30).

            Si existe algo que debemos enfatizar desde este mismo momento, es sin duda alguna la necesidad de afirmar que no podemos ser esclavos de nuestra condición de soledad y de separación de los otros. Más aún, por más que estemos ‘desesperados’, jamás debemos permitirnos renunciar a nuestra individualidad, al desarrollo y crecimiento de nuestra propia identidad como individuo total e integro que somos. Esto lo puedo reforzar con las afirmaciones de Fromm (1982) cuando señala:

… el amor maduro significa unión a condición de preservar la propia integridad, la propia individualidad. El amor es un poder activo en el hombre; un poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes y lo une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento y separatidad, y no obstante le permite ser él mismo, mantener su integridad. En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos. (pp. 19 – 30).

            Es este pensamiento de Fromm, el que utilizo aquí, para remarcar la necesaria y obligatoria individualidad y diferencia que deben tener cada uno de los miembros de la díada marital, más, sin embargo, a través de su relación, se compenetran a tal extremo, que pueden considerarse uno solo. Como ejemplo de ello, utilizo el mandato Divino mediante el cual Dios estableció el matrimonio, el cual está en Génesis, y dice: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Cap. 2:24, p. 6). Con esta afirmación, pienso que podría decirse que en la matemática de Dios: uno más uno es igual a uno (1 +1 = 1), para referirnos a la unión conyugal.

            En este mismo sentir de ideas, podemos entender a cada uno de los integrantes de la díada marital, como personas que se necesitan profunda e íntimamente. Sin embargo, tal necesidad no puede aceptarse que llegue a ser entendida como el famoso mito de ‘la media naranja’, o el de los “andróginos” de Platón. Es decir, hablamos aquí de dos personas, completas, totalmente desarrolladas en todas sus dimensiones, tal como ya lo indiqué.


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lunes, 3 de julio de 2023

¿POR QUÉ ESCRIBIR ACERCA DE LA PAREJA Y SU PERMANENCIA?

¿POR QUÉ ESCRIBIR ACERCA DE

LA PAREJA Y SU PERMANENCIA?

Por: José Rafael Olivieri Delgado

 

“Dios ha visto lo que han hecho todos ustedes: Cuando eran jóvenes, se casaron y se comprometieron a ser fieles a su esposa. Pero no han cumplido con su compromiso. Nuestro Dios nos creó para que fuéramos un solo cuerpo y un solo espíritu. Nos creó así para que fuéramos un pueblo consagrado a él. Nuestro Dios odia a quienes son violentos y abandonan a su esposa. Por lo tanto, ¡tengan cuidado y no le sean infieles a su esposa!”

(Malaquías 2: 14-16, TLA)

 

            Con base en mi experiencia en el consultorio, voy a realizar este desarrollo de mis ideas sobre las parejas y su relación, intentando abarcar en ellos la mayoría de los aspectos que definen dicha relación. Menciono la expresión de “la mayoría” porque sería utópico e ilusorio intentar abarcar “la totalidad” de los elementos que involucra el tema de las parejas, cuya relación es, a su vez, la que más satisfacciones produce en la vida, pero también por igual, la que más conflictos emocionales crea y moviliza en cada uno de sus integrantes.

            Por ello voy a comenzar con los elementos justificativos de la misma y posteriormente iré construyendo el resto de las ideas al respecto. Algunos textos posiblemente sean extensos, y quizás, tengan un contexto ‘más formal’, pues no me interesa dejar mis ideas en el aire, sino darles el peso teórico y práctico que requiere un tema tan vital como lo es la pareja. Pero, si te interesa el tema, te pido paciencia y comprensión, pues a falta de otro espacio de expresión de estas inquietudes, por ahora, gracias a Dios, se presentó esta oportunidad de comunicarlas.

            Inicio pensando que contrario a lo que muchos piensan, basados en sus experiencias y conflictos emocionales, el lograr llegara a tener una relación de pareja es algo muy sencillo. Lo importante no es establecer esta relación, sino, responder a dos (2) preguntas claves: ¿Para qué quieres una relación de pareja?, y segundo: ¿Por cuánto tiempo la quieres? Lamentablemente, la respuesta ‘verdadera’ a estas 2 interrogantes y a muchas otras, solamente se pueden encontrar en las zonas más profundas de la mente inconsciente de cada persona. En ella están definidos diversos aspectos emocionales como: la identidad del YO, mi autovaloración y todo mi “Sistema de Creencias”, entre otros. Lo que hemos de tener por seguro es que, con base en todos estos elementos, es que se sustenta toda mi vida emocional y TODO lo que voy a realizar en ella, independientemente de si trata de logros o de fracasos, y mis relaciones de pareja no escapan a ello.

            Esto es así, porque una de las áreas prioritarias existentes en la mente inconsciente, posee los esquemas obligatorios de selección de pareja, al igual que los parámetros conductuales que me permitirán permanecer o no en dicha relación. Esto es importante de tener en cuenta porque, para la pareja, la matemática de Dios dice que son: 1 + 1 = 1. Sin embargo, la realidad emocional es que se trata de dos (2) personas diferentes: Él y Ella.

Ambos por igual poseen sus propias identidades y sus respectivas individualidades, así como también arrastran las consecuencias emocionales de sus modelos de aprendizajes parentales a sus respectivas relaciones de pareja. Con base en dichos aprendizajes, cada una de estas dos personas han definido, a su vez, sus propios modelos de vida y de pareja, los cuales actuarán, muchas veces sin darse cuenta, en sus respectivas relaciones.

            Permíteme cambiar de idea para entrar en los antecedentes de este tema y su ¿por qué? Al parecer el ser humano vive de modas, no solamente en lo personal, sino también en sus roles sociales y profesionales. Lo cual pudiese extrapolarse, por igual, al caso de las investigaciones y estudios acerca de las parejas y su relación, particularmente en mi área de la psicología. Lo digo porque el tema central que nos ocupa: la pareja y su permanencia en el tiempo, no es nuevo. Por el contrario, estos estudios fueron muy frecuentes y populares en las décadas de 1960 a la de 1980, como lo demuestran el alto número de estas investigaciones en el período indicado.

            Parto de esta base porque pretendo incluir en paralelo, pesando en la pregunta anterior (¿por cuánto tiempo?), un término del cual ya casi no se habla en las relaciones de pareja, por no decir que ha quedado obsoleto y relegado, me refiero al concepto del “Ajuste en el Matrimonio”. Es este término el que quiero extrapolar y traducir como el de ‘La Armonía Marital’, para poder generalizarlo a todas las relaciones de pareja actuales.

            A pesar de lo indicado, puedo señalar que el tema de la armonía marital, entendiéndolo más sencillamente como el ‘proceso de acoplamiento’ de ambos miembros durante su vida de pareja, no ha pasado de moda. Aunque no deja de ser cierto que, en el proceso de evolución social que se ha vivido desde la época mencionada, la institución del matrimonio ha sido, al igual que muchas otras de las instituciones tradicionales, ampliamente cuestionada en todas sus facetas. Incluyéndose, particularmente, los aspectos de su vigencia, su validez y su permanencia.

            Aunque no deja de ser cierto que, todos estos ataques y cuestionamientos acerca del matrimonio, han tenido mucho éxito destruyendo la vida de muchas parejas, y lo continúan haciendo. Sin embargo, no deja de ser cierto, igualmente, que entre las diversas interrelaciones sociales que establecen los seres humanos, quizás la más importante, de su vida adulta sea, precisamente, la de la relación de pareja. Ella representa, en muchos casos, uno de los más anhelados vínculos interpersonales, no solamente desde el punto de vista emocional y cultural, sino también psicológico y biológico.

            Por ello pienso que, una primera razón de la justificación y de la razón del interés por este tema de las relaciones de pareja y su armonía, debería ser el considerar el anormal incremento en la tasa de separaciones, rupturas y divorcios, así como la pérdida de la estabilidad marital que sufren las parejas hoy día (en cualquiera de sus formas). Dicha situación está claramente reflejada en la gran cantidad de finales trágicos sufridos por las parejas, independientemente del estar en el vínculo matrimonial o no. Esta situación ha implicado diferentes consecuencias, no solamente a nivel individual de los miembros de las parejas, sino familiar y social.

            Este aspecto del incremento de las tasas de divorcio puede apreciarse con base en los registros estadísticos nacionales de la mayoría de los países de Europa, América y otros. A simple vista puede apreciarse como dicha tasa ha ido incrementándose ampliamente a medida que han transcurrido los años. Cabe también destacar que las estadísticas encontradas, usualmente se refieren a las rupturas de parejas legalmente constituidas, es decir, propiamente dicho, los divorcios.

            Estas estadísticas no consideran el importante número de rupturas de aquellas parejas ‘socialmente’ constituidas. La gran mayoría de estas parejas igualmente tienen y actúan una vida marital: cohabitan juntos en el mismo hogar, e incluso, en muchos casos, tienen uno o varios hijos. En mi criterio, estas parejas están sentenciadas a muerte desde su inicio, debido a los conflictos que las dominan.

            Un aspecto paralelo al incremento mencionado es una consecuencia aún menos tomada en cuenta, me refiero a la inmensa mayoría que jamás llegará a formalizar una relación de pareja en ninguna de sus opciones actuales. Sencillamente, sus circunstancias emocionales (conflictos y traumas), no les permiten ni siquiera llegar a plantearse esta posibilidad de la convivencia mutua. Su argumentación emocional únicamente les permite vivir la opción de la soledad y sus consecuencias propias.


Algunas referencias:

Gray, J.  (1992).  Los hombres son de Marte, las mujeres son de

Venus.  NY, USA: HarperCollins Publishers Inc.

 

Hormachea, D. (1994).  Para matrimonios con amor.

Aprendiendo a vivir con nuestras diferencias. Miami, Usa:

Editorial Unilit.

 

Kendrick, S. y A. (2008). El Desafío del amor.

USA. B&H Publishing.

 

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jueves, 22 de junio de 2023

VALIDEZ DE LOS MATRIMONIOS ACTUALES

VALIDEZ DE LOS MATRIMONIOS ACTUALES

 Por: José Rafael Olivieri Delgado


“Tanto Él como Ella, y en líneas generales, todos aquellos que pretenden formar una relación de pareja, … van a dicho evento con la creencia de poder lograr el ser felices y el vivir juntos para siempre.” (Olivieri, 2021b, p. 236)

  

            Desde la realidad que vivo en el consultorio psicológico, frente a los conflictos emocionales que vive el matrimonio actual (las relaciones de pareja en general), el panorama y el futuro de este es bastante desolador. He podido ver como el conjunto de las ilusiones y esperanzas con los cuales cada uno de ellos inició su experiencia marital, no solamente han muerto, sino que incluso se han transformado en amarguras y resentimientos, los cuales los han ido destruyendo lentamente. Este es un proceso por el cual transitan inevitablemente la inmensa mayoría de las relaciones de parejas desde siempre. Aunque si bien, no todas terminan en el desastre, todas llevan la huella de este enemigo implacable.

            Es por ello por lo que presento aquí la siguiente hipótesis: ‘Con la aplicación de un adecuado proceso de armonía marital en la pareja, este les permitirá lograr a ambos miembros de la díada, una compenetración y una satisfacción positiva de su relación. Permitiéndoles con ello lograr la permanencia y la unidad a la cual aspiran en su relación’. Dicho proceso traerá como consecuencias un bienestar tanto a la pareja en sí misma, como a la estructura familiar y en líneas generales al entorno social.

            Con ello espero que, al lograr esta adecuada relación en la armonía de la pareja, deberíamos conseguir con esto el disminuir o incluso hacer desaparecer la tendencia hacia aspectos negativos tales como: violencia familiar, de género, infidelidades, situaciones de divorcio, entre otros muchos aspectos destructivos de las parejas, así como de sus respectivas consecuencias. Evitando que estos fenómenos desagradables cobren más víctimas tanto en los individuos, como en la pareja, la familia y la sociedad en general.

            Tal como es mi costumbre al iniciar un proyecto de esta envergadura, he revisado diferentes aspectos relevantes de otros muchos autores, por lo que he tomado en consideración los diferentes tópicos que ellos proponen. Incluso, he reparado en las diversas interrogantes que surgen de sus propuestas y de las opiniones reflejadas en sus respectivos trabajos. Por ejemplo, con base en todos los cambios culturales y sociales que se han producido y viven las personas actualmente. Así como otras muchas transformaciones de paradigmas en lo referente a las relaciones de pareja, es por ello por lo que me he hecho varios cuestionamientos que me han llevado a preguntarme: ¿Es válido hoy en día el matrimonio para las personas? E igualmente: ¿Ellos prefieren simplemente la vida en pareja “sin contratos” antes que el matrimonio?

            Interrogantes como estas han surgido no solamente de la revisión tórica, sino más prioritariamente aún, de la realidad que vivimos continuamente en el tema pareja actualmente, y en particular en el consultorio. Por ejemplo, existen afirmaciones como las señaladas por Perinat y cols. (2003) quienes nos indican que: “El control social sobre el matrimonio se ha relajado como consecuencia de la actitud permisiva frente a la sexualidad, y también porque la red social, árbitro y censor en las pequeñas comunidades o en las familias extensas, se hallan al margen de las decisiones de familia nuclear, típicamente urbana.” (p. 63).

            La realidad es que nos enfrentamos hoy en día a personas y sociedades más permisivas, menos prohibidoras, con lo cual muchas normas sociales y culturales se han derribado. Esto ocurre así, por el hecho que es incuestionable, de que todo cambio en las personas está en correlación con los cambios en las sociedades. Los unos modifican a los otros y viceversa. Muchos de estos cambios han sido para bien, pero igualmente, muchos otros nos han sumergido en el desastre que encontramos en la cotidianidad de las parejas actuales. Como señalé: las relaciones de pareja “permisivas” están más cerca del caos, que de una compenetración armónica.

            De igual manera, y como afirman muchos autores, la vida en pareja se ha estado desmoronando, dada las múltiples variables y opciones socioculturales, cada vez más inestables. Vemos como hoy en día los frutos que producen dichas relaciones son: divorcios en aumento continuo y exponencial, mayor número de familias monoparentales, hijos abandonados, la “monogamia en serie”, la infidelidad como práctica común de ambos sexos por igual, y varios más. Razón por lo cual, frente a estas situaciones de incertidumbre, una gran cantidad de las personas actuales se resisten al compromiso formal de una relación matrimonial, o como mínimo lo ven con recelo, y en muchos casos, como una opción ya obsoleta y no viable. Tal como la he bautizado: una especie en extinción.

            Por su parte, Palacios, Marchesi y cols. (1999) con relación a estos cambios sociales señalan que: “Esas transformaciones afectan no solamente a los aspectos demográficos (drástica disminución del número de hijos, alargamiento de la vida de los padres y de la presencia de los hijos en el hogar familiar, con la consecuente postergación del matrimonio).” (p. 31). Con aspectos como los mencionados, no ha de extrañarnos el tener la realidad presente en la cual vivimos, dado que el mundo repleto de todas sus ventajas tecnológicas y científicas, con toda su permisividad sobre muchos de los temas que antes eran considerados tabú, así lo están promoviendo.

            De igual manera, hemos de considerar aquí, la facilidad de relacionarse y vivir en pareja sin mayores compromisos que el día a día. Junto con su consecuente libertad y disposición para cambiar de pareja, ante prácticamente cualquier situación o excusa que lo justifique. Todo ello ha hecho necesario replantearse la necesidad de discutir la viabilidad y la factibilidad del matrimonio como una opción válida del actual presente. Al igual que su consecuencia inmediata: la posibilidad y el requerimiento de conocer, aprender y manejar un proceso, nada sencillo, como lo es el de la Armonía marital.


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Algunas referencias:

Dobson, J. (1990). Amor para toda la vida. Nashville, USA:

Editorial Caribe-Betania.


Echeverria, R. (1996).  Ontología del lenguaje. 3ra ed. Santiago,

            Chile: Dolmen Ediciones, S.A.

 

Ediciones Larousse (2004). El pequeño Larousse 2004. México:

Ediciones Larousse.

 

Egan, G. (1982).  El orientador experto.  Belmont.  California:

Wadswordth International Iberoamericana.

jueves, 8 de junio de 2023

INTRODUCCIÓN A LA ARMONÍA MARITAL

INTRODUCCIÓN A LA ARMONÍA MARITAL

Por José rafael Olivieri Delgado


 “De esta manera, los que se casan ya no viven como dos personas separadas, sino como si fueran una sola. Por tanto, si Dios ha unido a un hombre y a una mujer, nadie debe separarlos.” (Mateo 19:6, TLA).

  

Podría comenzar haciéndome eco de la tragedia humana que representa el haber perdido la posibilidad de que continúen existiendo parejas que duran “hasta que la muerte los separe”. Más, sin embargo, prefiero quedarme en mi papel de “la voz que clama en el desierto” y continuar creyendo, no sé si desde mi fantasía, o desde la posibilidad real en la cual, definitivamente, sí es factible recuperar esta especie en extinción, y junto con ella, todos sus beneficios.

Pero antes de entrar en materia, mejor empezamos por comprender que realmente desde el comienzo mismo de la raza humana, en nuestra necesidad de establecer relaciones con nuestros semejantes, uno de los vínculos más fundamentales para todos ha sido el de establecer relaciones interpersonales guiadas por el amor. En particular, y para nuestro caso concreto, hablamos del: amor en la pareja. Aún más allá, de todas las posibles relaciones que llevan este sello, la relación marital es quizás la más importante, no solamente para una gran mayoría de seres humanos, sino para la totalidad de las culturas que habitan este planeta.

Sin embargo, no deja de ser cierto que, en este tipo de relaciones entre Él y Ella, debido a una multitud de situaciones tanto de índole personal como cultural, histórica, social y de los géneros, esta termina siendo una relación paradójica. Lo digo pensando en todos aquellos que la hemos vivido, y que hemos podido comprobar, por igual que, simultáneamente es la que más satisfacciones produce a la pareja, como a su vez, es la que igualmente más conflictos, tanto intrapersonal como interindividual, genera. Tal como señala Gray (1992): “Crear una relación afectuosa puede presentar a veces cierto número de escollos. Los problemas son inevitables, pero estos problemas pueden ser o bien fuentes de resentimiento y rechazo o bien oportunidades para profundizar una relación íntima e intensificar el amor, el cuidado y la confianza.” (p. 21).

Reforzando un poco más esta idea, encontramos en palabras de Martínez (2006) lo siguiente: “la relación de pareja es la resultante de un equilibrio de fuerzas antagónicas. Unas que tienden a unir a los miembros de la relación, a las que llamo fuerzas de cohesión, y otras, que impulsan su separación: las fuerzas de disociación.” (p. 79). Tal como lo he podido confirmar en el consultorio: ambos elementos satisfacción y conflicto (cohesión y disociación), están permanente presentes en toda relación de pareja desde su inicio, ya sea marital o no. De tal manera que, en la relación diádica, dichos elementos influyen directa y constantemente en el equilibrio emocional de la pareja, facilitando su permanencia o, por el contrario, su destrucción.

Identificaremos aquí este conjunto de fuerzas como el proceso necesario que ha de establecerse en las parejas para lograr su “Armonía Marital”, y con ello, poder permanecer unidos indefinidamente. Por eso, el manejo tanto de la satisfacción como del conflicto debe formar parte importante de un proceso de armonía marital en la pareja. En especial porque es deseable que, en este tipo de relaciones, exista la promesa de compartir el mundo bajo una premisa de crecimiento, unidad y cambio continuos. De dicha promesa, ha de surgir la necesidad de llevar a cabo este proceso de armonía marital para lograr así el equilibrio de las fuerzas mencionadas. Sobre todo, cuando igualmente sabemos que es un proceso continuo durante todas las etapas de las parejas.

Lo fundamental de este proceso de armonía es que no solamente pertenece a la relación marital como tal, sino que podríamos extrapolarlo por igual a cualquier relación de pareja. Particularmente si tomamos en cuenta que dicho proceso ha de impactar igualmente en forma individual a cada miembro de la díada, lo cual es fundamental para lograr la armonía en estas relaciones. Esto se debe a que ambos miembros, en función de sus características personales y en su totalidad, tendrán sus propias expectativas y pautas de referencia, con relación a su sensación y percepción de su adecuación o no con su pareja.

            En este sentido, muchos son los elementos que se encuentran involucrados en el proceso de la armonía marital. Estos abarcan por igual tanto a cada miembro de la díada, como a la relación marital como unidad. Tales elementos, en lo que respecta a los aspectos individuales de cada miembro de la pareja, incluyen entre otras: las características propias de crianza, socialización, educación, sistema de creencias, capacidades cognitivas, emocionales y psicológicas que cada uno tiene y aporta a la relación. En realidad, cada miembro de la relación tiene su propia historia personal y única, la que, de igual manera, lo han constituido como la persona que actualmente es. En este sentido, cada uno de ellos es una persona completa e integrada, que aportará a la relación de su propia experiencia de vida, al compartirla con el otro.

            De igual manera, así como son importantes los aspectos individuales de cada miembro, también lo es la unidad que forman como pareja. La cual, al margen de estar o no, legalmente constituidos en un matrimonio, deberán transitar esta relación juntos por un tiempo indefinido, preferiblemente de la forma más armónica posible. Para que de esta manera puedan constituirse en la pareja o en el matrimonio que, en principio, ambos anhelan. De tal manera que, para lograr un adecuado proceso de armonía marital en la pareja, será necesario considerar diferentes aspectos vitales, los cuales englobamos dentro del conjunto de la información presentada en este texto acerca de, sobre y para la pareja. Por supuesto, sin dejar de reconocer que todo ello no es sino “un grano de arena” de la totalidad que es la unidad conyugal.

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Agunas Referencias:

Abreu, E. (2000). Mucha madre y poco padre ¿Una antigua

realidad en aumento? Caracas, Venezuela:

Fundación Venezuela positiva.

 

Baltasar, M. y Battaglia, M. (1990). Tesis: Pareja: relación,

ajuste marital y estilos de poder en la sexualidad.

Caracas, Venezuela: U.C.V.

 

Bravo C., J.  (s.f.).  Uniendo nuestras vidas en amor para servir.

            Tomado de la Web. Recuperado 20-08-2009 de:

            http://www.angelfire.com/pe/jorgebravo/sermon12.htm.

LOS PENSAMIENTOS NEGATIVOS: Fantasmas que destruyen mi bienestar

LOS PENSAMIENTOS NEGATIVOS:

Fantasmas que destruyen mi bienestar

Por: José Rafael Olivieri Delgado (agosto 2021)

 “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Filipenses 4:8, RVR 60)

        Otro de esos factores comunes que se encuentran en el consultorio son los pensamientos negativos, porque multitud de pacientes se quejan de ellos continuamente. Sin embargo, lo que ignoramos es que este es un fenómeno que se repite en todas las personas sin excepción, nadie escapa a dichos pensamientos. Si bien hay personas que aprenden a manejarlos y ya no se ven tan afectados por los mismos, no deja de ser una realidad que siempre existe la posibilidad que ellos aparezcan cuando te descuidas.

        El resto de los mortales debemos realizar dicho proceso de aprendizaje para saber gestionar nuestros pensamientos negativos adecuadamente, lo cual si es absoluta y totalmente posible. Porque si de algo tenemos que aprender a protegernos es de la ‘tortura innecesaria’ que los pensamientos negativos traen a nuestra vida.

        Aprenderemos que el problema no es que los pensamientos negativos aparezcan en mi mente, sino que yo me quede estancado en los mismos rumiándolos, dándoles vueltas una y otra vez. Dándoles cada vez más poder sobre mí y sobre mis circunstancias, incluyendo aspectos tan importantes como mi bienestar físico, emocional y espiritual. Porque este tipo de pensamientos terminan llenándome de angustia, ansiedad, miedos y una amplia cantidad de emociones ‘negativas’, las cuales son las que precisamente me destruyen. Tal como lo señala Mateo 15:19 “Porque del interior del hombre salen los malos pensamientos, los asesinatos, el adulterio, la inmoralidad sexual, los robos, las mentiras y los insultos.” (DHH).

        Ellos pueden llegar a aparecer en mi mente cuando recibo una noticia, un evento o cualquier otra información que contenga una invitación a abrirle las puertas a las preocupaciones o a las diferentes emociones inadecuadas. Así de esta manera los pensamientos negativos nos invaden y, si se lo permitimos, nos controlarán y nos destruirán.

        Nuestros pensamientos influyen en todo lo que sentimos y hacemos, en la forma como nos enfrentamos a todas las circunstancias del día a día, sean positivas o negativas, influyen en todas nuestras áreas y roles (pareja, familia, ocupacional, social…). Condicionan nuestras posibilidades de éxito o de fracaso, nuestra felicidad o nuestra amargura y sufrimiento, en pocas palabras, ellos tienen el poder de dirigir el curso de nuestra vida hacia cielos sin límites, o de estrellarnos contra el piso a toda velocidad.

        El planteamiento central de gestionar nuestros pensamientos se resume en la siguiente pregunta: ¿Tú controlas tus pensamientos o ellos te controlan a ti? En definitiva, YO soy quien les da o no el poder a mis pensamientos, porque la realidad absoluta es aquella en la cual hacemos y nos convertimos en todo lo que pensamos (incluyendo todo el contexto emocional que acompaña a dichos pensamientos). Por ello, lo que hemos de comprender realmente es que nuestros pensamientos nos controlarán y nos dominarán si no aplicamos toda nuestra responsabilidad consciente para manejarlos nosotros a ellos, tanto los positivos como especialmente aquellos negativos.

        Como ya lo has de saber, dado que lo experimentas a diario, tus pensamientos negativos llegan a tu mente sin necesidad de estarlos buscando, por el contrario, lo normal y lo frecuente es que llegan sin avisar, ‘aparentemente de la nada’. Por eso hay multitud de personas que viven continuamente tratando de huir de ellos, lamentablemente sin mucho éxito.

        En esta realidad cotidiana en la cual no tenemos el control sobre los pensamientos que llegan a nuestra mente, hemos de aprender que, como realidad opuesta, absolutamente si tenemos el poder y el control de decidir con cuáles pensamientos nos quedamos y a cuáles rechazamos. Muy especialmente porque cuando nos atacan varios pensamientos repetitivos, es casi seguro que se somatizarán e incidirán en nuestra vida diaria, por ello la necesidad de tener nosotros el control de estos.

        Nos corresponde aprender a usar conscientemente dicho poder para seleccionar y decidir, e incluso crear, con cuáles pensamientos trabajamos en nuestra mente. En definitiva, eres tú quien tiene que decidir y acabar con tus pensamientos negativos, comprendiendo que no existen soluciones mágicas. No hay otra opción, tienes que enfrentar tú mismo tus propios pensamientos, tú decides y actúas si quieres acumularlos o rechazarlos, es tu decisión, porque tú eres libre de escoger con cuál opción quedarte y vivirla.

        Debido a los efectos desagradables que producen en nosotros, es muy fácil identificar a los pensamientos negativos, los mismos tienen una forma y todo un conjunto de características específicas que los definen. Por lo general sentimos nuestros pensamientos como esas voces interiores que escuchamos en nuestra mente. En este caso particular de los pensamientos negativos, nos susurran y nos invitan a enfocarnos en algo muy concreto, que siempre es desafortunado para nuestros sentimientos, emociones y en general para nosotros mismos. Podrán ser nuestros propios pensamientos y voces, pero quieren algo muy puntual: destruir nuestro bienestar.

        Este tipo de pensamientos no dejan de ser una orientación errónea de las ideas y pensamientos hacia lo negativo, los mismos son siempre rígidos, poco o nada realistas, porque contienen medias verdades que enfatizan y se enfocan únicamente en lo negativo, por ejemplo: la posibilidad de sufrir un accidente o una enfermedad, la parte verdadera es que TODOS tenemos un cierto porcentaje de probabilidad que eso ocurra, pero es solamente eso: una probabilidad, por lo general muy baja, pero el enfoque negativo se enfatiza en que sí, eso trágico me va a ocurrir a mí sin duda alguna.

Allí está lo irracional y el poder de este pensamiento al creérmelo. No solamente voy a vivir esta fantasía y sus circunstancias negativas una vez, sino que, por el contrario, las voy a vivir cada día de mi vida en forma continua y repetitiva. Hasta que yo mismo terminaré creando una serie de conductas que me estrellarán de frente contra mi propia expectativa, al materializarse el hecho negativo que he construido en mi mente. Ten claro algo: Cuando a un pensamiento le doy tal nivel de poder, es casi seguro que se hará realidad, indudablemente a través de mis propias acciones, no hay nada mágico en ello ni nada por el estilo.

Lo frecuente es que los pensamientos negativos aparezcan en nuestra mente constantemente. Una y otra vez se presentan en forma de recuerdos, suposiciones, autocríticas, auto descalificaciones… Estas pueden estar identificadas por igual con sucesos o eventos del pasado, como con la creación fantasiosa e imaginaria de un acontecimiento del futuro. Algunos provienen directamente de nuestro mundo emocional interior, otras de circunstancias externas del presente, pero que al final recorren el mismo camino de la invitación a la aparición de dichos pensamientos.

Nuestro problema principal es que a pesar de que estos pensamientos no tienen una validez argumental real, y los mismos no superarían un examen o confrontación lógica de su contenido. Termina siendo que al final los sentimos y los valoramos como verdades incuestionables, los creemos totalmente válidos. Damos por hecho que los mismos no se pueden evitar, y que la información que contienen ha de ser y suceder así inevitablemente. 

Con base en lo anterior, es importante otra pregunta: ¿En qué ocupamos nuestros pensamientos? Somos totalmente libres de decidir con cuáles pensamientos ocupamos nuestra mente (bueno… está el tema de lo inconsciente), lo importante es que vayas ‘pensando’ que debes ocuparte de crear el hábito de pensar continuamente en todo lo bueno y positivo, en todo momento y circunstancia de tu vida (puede parecer difícil, pero no es imposible, en definitiva, se aprende). Tú decides en qué pensar, es tu libertad escoger los pensamientos que alimentas en tu mente. Ten por seguro que si tienes ese poder de elegir que pensamientos alimentas, porque aquello que alimentes será lo que crezca y se haga fuerte en ti, en todas las situaciones de tu vida y de tus relaciones.

El problema con los pensamientos negativos, entre otras muchas cosas, es que ellos crean barreras que nos detienen, nos frustran, no nos dejan alcanzar nuestras metas, nos sabotean, nos limitan, destruyen nuestras relaciones, nuestra salud (física, emocional y espiritual), nos encarcelan en nuestra propia prisión de sufrimiento y enfermedad. De igual manera nos dominan, si nos repetimos continuamente y/o nos llenamos de pensamientos de dolor, desamor, traición, maltrato, soledad, depresión, fracaso, enfermedad, muerte, pérdidas, culpabilidad, descalificación y miles de aspectos negativos de igual poder destructivo.

De esta manera terminamos permitiendo que los pensamientos negativos se acumulan unos con otros y finalmente nos destruyan tanto interna como externamente. Recuerda que el problema no es el pensamiento negativo en sí mismo, sino el hecho de dejarlo habitar en nuestra mente, en ‘acariciarlo’ otorgándole el poder que no debería tener. Dejándolo apoderarse de nuestras emociones, por ello la importancia de estar muy pendientes de todo lo que pensamos ‘en todo momento’. 

Otro problema con los pensamientos negativos es que se apoderan de mí cuando yo me permito sentirme débil, lleno de recuerdos dolorosos. Cuando estoy lleno de desánimo, tristezas, depresiones, de sentimientos y deseos de abandono, cuando las cosas parecen difíciles, cuando permito que mis voces interiores me ataquen y destruyan mis sueños, mis metas y mis propósitos. Al sentir que he perdido toda oportunidad, cuando me siento inseguro, vulnerable, indefenso. Cuando me siento sin dirección, sin saber cuál camino tomar, cuando los sentimientos de desconsuelo y la soledad se apoderan de mí, en líneas generales cuando asocio cualquiera de mis emociones negativas a mis pensamientos, y dejo que estos vaguen libremente por mi mente y mis acciones. 

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Referencias:

Estar Bien. https://www.hola.com/estar-bien/20191017151906/psicologia-como-acabar-con-pensamientos-negativos/ Recuperado mayo 2021.

La mente es maravillosa. ttps://lamenteesmaravillosa.com/estrategias-desactivan- pensamientos-negativos/ Recuperado mayo 2021.

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA


lunes, 31 de agosto de 2020

PROYECTO PAREJA: Unidad en la Diversidad

PROYECTO PAREJA: Unidad en la Diversidad

Por José Rafael Olivieri Delgado (ago. 2020)

 

“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Gén. 2:24, RVR60).

 

“Una buena relación se construye no con razones sino con soluciones”

(Martínez, 2006, p. 200)

  

“Y fueron muy felices por el resto de sus vidas” (Charles Perrault, 1703). Esta ultra conocida frase de los cuentos de hadas, se ha grabado profundamente en la esencia emocional de una inmensa mayoría de niños, y muy especialmente, en las niñas. Ellas han vivido dichos cuentos como un poderoso modelo formativo en sus infancias (los niños se identifican con el príncipe y las niñas con la princesa). En mi criterio personal, esta frase marca una de las fantasías más grandes que tienen casi todos aquellos que sueñan con formar una relación de pareja, dicha fantasía es precisamente esa: vivir muy felices por el resto de su vida (JUNTOS)…

Tanto Él como Ella, y en líneas generales, todos aquellos que pretenden formar una relación de pareja, y más aún, aquellos que quieren formalizar su relación a través de un matrimonio ya sea civil o eclesiástico. Ellos van a dicho evento con la creencia de poder lograr el ser felices y el vivir juntos para siempre… Aún hoy en día, esto es así, aunque socialmente se diga y se vea como si dicha relación ya está muerta, pero en la mente inconsciente de muchas de estas parejas, se sigue repitiendo la frase de Perrault.

Por otro lado, existe igualmente un gran número de personas que, con base en sus conflictos emocionales, dicen y demuestran no creer en una institución “obsoleta” como lo es el matrimonio. Pero influenciados por sus procesos hormonales y emocionales, son inducidos a querer formar una relación de pareja. Generalmente esta es del tipo que usualmente llaman: “unión libre de hecho”, otros: “arrejunte” y otros muchos (la inmensa mayoría): “vamos a ver cómo nos va”.

Sin embargo, una vez más, aunque la fantasía en estos casos está muy disminuida, en algún hueco profundo del inconsciente aún esperan encontrar la felicidad y la continuidad indefinida de su vínculo afectivo. Tal como aprendieron en dichos cuentos de hadas cuando todavía sus mentes infantiles creían en las fantasías, el crédito se lo lleva Perrault.

Lastimosamente, la gran realidad de la vida es completamente diferente a dichos cuentos. Independientemente de lo dramático y complejo de las circunstancias actuales para las parejas, al menos a nivel consciente, las parejas que se unen aspiran a permanecer juntos en el tiempo, además de querer experimentar un buen nivel de felicidad juntos. Para mí, a pesar de nuestras imperfecciones, de nuestros conflictos y decisiones emocionales infantiles, de los fracasos de nuestros modelos de pareja de la infancia (padres, abuelos, tíos, vecinos…), aún es posible construir un vínculo de pareja estable y duradero. Un vínculo cuya consolidación nos permita encontrar en la realidad, muchos de nuestros anhelos y sueños en relación con nuestro proyecto de pareja.

Lograr esto no es una fantasía, sino por el contrario, una realidad de un proceso muy válido de compromiso, responsabilidad, decisión, trabajo y transformación, de mucha de nuestra formación emocional infantil traumatizada. Para poder adecuarnos positivamente a la realidad actual de la ‘convivencia matrimonial’, o como la mayoría entiende, de la ‘convivencia de pareja’. Porque para muchos, la palabra ‘matrimonio’ la entienden y la viven igual que un cáncer de páncreas, … es decir: una sentencia de muerte.

Totalmente de acuerdo con ustedes que las heridas emocionales se infectan y particularmente se hacen destructivas, especialmente en los procesos que requieren de tiempo como las enfermedades y las relaciones de pareja. Emociones como la rabia, el resentimiento e incluso el odio, son muy comunes que desborden las relaciones de pareja, ellas son el cáncer de cualquier relación matrimonial. Pero de igual manera, así mismo está muchísimo más que demostrado que más del 95% de las distintas ‘relaciones de hecho’ terminan destruyéndose aún más, por efecto no solamente de estas circunstancias emocionales, sino particularmente, por la falta de un compromiso absoluto de permanecer y trabajar por el vínculo de pareja.

En la relación terapéutica en el consultorio, repetimos constantemente que la felicidad es un proceso de decisión individual y personal de cada individuo, independientemente de sus circunstancias externas e incluso, de sus relaciones interpersonales. Pero como está más que demostrado esto no es ni tan cierto ni tan absoluto. La felicidad como proceso, sí depende de tus decisiones emocionales, pero también requiere de un amplio conjunto de factores externos tales como la calidad de tus relaciones (pareja, familia, …), tus necesidades, fuentes de ingreso, vivienda y muchas más circunstancias propias del proceso de vivir.

En realidad, la felicidad es un camino con subidas y bajadas dentro del proceso de la vida, unas veces vamos bien otras no tanto. Pero si el objetivo principal de tu relación matrimonial (relación de pareja, … para que no les ‘pique’, …), es el de buscar el nivel de felicidad más alto posible, vas por un camino equivocado y sin salida. Es mucho más fácil dedicarte a buscar satisfacciones materiales que, aunque sí producen felicidad, no duran nunca y te dejan igual o más vacío que al principio. 

El matrimonio no es para que tú seas feliz, sino que es la unión de dos personas para construir juntos su propio transitar por la vida, donde el resultado final incluya una realización completa para ambos, donde puedan evaluarse, entre otras cosas, como personas felices. En mi criterio, el matrimonio es la relación interpersonal más íntima y necesaria de los Seres Humanos. El proceso de ser dos seres individuales y completos que llegan a unirse para desarrollar un proyecto de pareja permite la creación de una unidad indivisible que adecuadamente mantenida, supera todas las adversidades del tiempo y de los conflictos emocionales que nos dominan frecuentemente.

La clase de unidad que se forma en el vínculo matrimonial permite satisfacer las necesidades y ‘hambres emocionales’ que nos aquejan constantemente en toda nuestra vida. Establece un lugar de seguridad y paz que ninguna otra circunstancia humana da. No podrá ser perfecta nunca, porque es una relación humana, la cual no requiere de pactos que encadenen sino de permisos de libertad e intimidad, de fidelidad y de crecimiento mutuo.

Donde la relación se alimenta en la protección y ayuda de, por y para ambos, donde ciertamente hay errores y fallas que indudablemente lastiman y a veces, mucho, pero donde el perdón restaura completamente y provee de sanidad a la relación constantemente. Donde los defectos de cada uno son parte del trabajo de mejorar tanto individual como en la unidad de la relación. Donde las peleas existen, pero son la excepción de la regla, porque la confianza, la comunicación, el respecto, … son los lugares comunes en los cuales se apoya la relación.

Es una relación en la cual el verdadero trabajo de toda tu vida es servir y apoyar en su crecimiento a tu cónyuge y viceversa. Es un ambiente de compromiso y responsabilidad no impuestos por una falsa obligación legal de un documento, sino, por una decisión plena de mi libertad para elegir amar a mi cónyuge. Amar por encima de las realidades de la relación, en cada uno de los días que me corresponde compartir con el otro, y durante el transcurso de toda mi vida.

Es una relación donde al sumar todos los eventos compartidos, el total de tal balance es ampliamente positivo, y en el contexto correspondiente, la frase de Perrault se ha hecho real en nuestra vida matrimonial. De tal manera que hemos podido vencer, no solamente las circunstancias negativas de nuestras prohibiciones emocionales, sino particularmente, el mudo real y continuo de las agresiones sociales, culturales y económicas, a la posibilidad de vivir una relación matrimonial donde seamos felices por el resto de nuestra vida juntos. La decisión emocional que me ha de guiar, para poder lograr esto es: ¡mi compromiso es amarte y ser feliz a tu lado, hasta que Dios me llame a su presencia!

Contrario a esta descripción de una posible realidad de nuestro vínculo matrimonial, es necesario comprender que al no ser perfectos cometemos muchos errores. Estos errores nos llevan frecuentemente a situaciones de conflictos y peleas, lamentablemente, cada vez más repetitivas y continuas, así como más intensas a medida que el tiempo transcurre y se acumula en la relación. Precisamente allí, en los momentos de conflictos, es cuando más necesitamos reconocer que somos Seres Humanos con defectos al igual que nuestro cónyuge.

Necesitamos darnos más tiempo, trabajar más profundamente nuestras situaciones emocionales negativas, echar mano de todos nuestros recursos positivos, recordar nuestros compromisos, responsabilidades y decisiones tomadas por amor a nuestro cónyuge. Necesitamos llenarnos de paciencia y misericordia hasta que podamos aprender a resistir, durante estas crisis, nuestras propias ‘prohibiciones de pareja’ y particularmente, todas nuestras emociones y pensamientos negativos, los cuales nos invaden y nos invitan continua y profundamente a renunciar en los momentos difíciles.

Es indudable que todo el trabajo a favor de la relación no puede quedar solamente allí (en las épocas de crisis), sino que es un trabajo continuo de todos los días, porque la relación matrimonial se caracteriza por dos elementos contradictorios: el primero: su fortaleza y unidad, mientras que el segundo, totalmente opuesto: su fragilidad frente a la ola de conflictos emocionales que nos dominan cada vez más. No necesito decirlo, el aumento cada vez más frecuente y continuo de las rupturas de parejas. Tanto matrimoniales como de cualquier otro tipo, así como las cada vez más abundantes relaciones que jamás llegarán a consolidarse, hablan por sí solas de esta cultura desesperada y actual de la destrucción y muerte de las relaciones de pareja.

 

Algunos aspectos negativos de las parejas:

Por su parte, la ruptura de las parejas, en su gran mayoría y de forma común incluyen tres aspectos importantes: (1) las diferencias (en pensamiento, emoción y acción) que existen entre ambos y que son propias de cada género (masculino y femenino); (2) Las incompatibilidades sociales y finalmente, (3) Las incompatibilidades sexuales… En los tres aspectos por igual, y sin lugar a duda, la mayor falla presente es la ausencia de una comunicación íntima de la pareja.

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Referencias:

 

Barceló, D. (2013). Dejará padre y madre. Recuperado el 20-04-2020 de: https://www.

coalicionporelevangelio.org/articulo/dejara-padre-y-madre/

Berne, E. (1979). ¿Qué dice usted después de decir hola? 9na ed., Barcelona. Ed. Grijalbo

Gray, J.  (1992).  Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus.  NY, USA:

            HarperCollins Publishers Inc.

Hormachea, D. (1994).  Para matrimonios con amor.  Aprendiendo a vivir con nuestras

 diferencias. Miami, Usa: Editorial Unilit.

Kendrick, S. y A. (2008). El Desafío del amor. USA. B&H Publishing.

Martínez, J. M. (2006). Amores que duran… y duran... y duran. México: Editorial Pax.

Pease, A. y Pease, B. (1999). Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los

            mapas. España: Editorial Amat.

Perrault, Charles. (1703).  Recuperado el 15-05-2020 de: https://www.facebook.com/

editorialamazonia/posts/2034162309958958/