miércoles, 30 de noviembre de 2016

SEXUALIDAD SANA EN LA PAREJA: Un pegamento para unirnos

SEXUALIDAD SANA EN LA PAREJA: Un pegamento para unirnos

Por José Rafael Olivieri Delgado (noviembre 2016)

 

EL: “1¡Qué hermosos son tus pies en las sandalias, princesa! Las curvas de tus caderas son como adornos de oro fino hechos por manos expertas. 2 Tu ombligo es una copa redonda donde no falta el buen vino; tu vientre es una pila de trigo rodeada de rosas. 3 Tus pechos son dos gacelas, dos gacelas mellizas” (Cantar de los cantares de Salomón, Cap. 7:1-3, DHH)

 

ELLA: “10 Mi amado es trigueño y deslumbrante, ¡el mejor entre diez mil! 11 Su cabeza es del oro más fino, su cabello ondulado es negro como el cuervo. 12 Sus ojos brillan como palomas junto a manantiales de agua, montados como joyas lavadas en leche. 13 Sus mejillas son como jardines de especias que esparcen aromas. Sus labios son como lirios, perfumados con mirra” (Cantar de los cantares de Salomón, Cap. 5:10-13, NTV)

 

            En mi criterio pienso que no existe un Ser Humano que una vez ha llegado a la pubertad, no tenga deseos y necesidad de experimentar y vivir a plenitud su sexualidad. Si bien en el momento en que las hormonas sexuales hacen su aparición, en cantidad suficiente, lo cual ocurre y define el inicio de la adolescencia (en realidad las hormonas ya están presentes desde la definición del género en el feto), se activa inevitablemente el principio básico de la sexualidad: que en el hombre es: el deseo de penetrar y fecundar, mientras que en la mujer es: el deseo de ser penetrada y fecundada. A partir de allí, la sexualidad va a transitar por un universo que se mueve entre dos extremos: los permisos y las prohibiciones sexuales.

En los permisos encuentro la posibilidad de llegar a descubrir y sentir, todo el sistema de disfrute y placer que la sexualidad sana puede otorgar a un Ser Humano. Lo cual representa uno de los más maravillosos regalos que los esposos pueden compartir de todas sus experiencias juntos. Mientras que, por el contrario, en las prohibiciones, el mundo de conflictos emocionales, miedos y tabús que rodean a la sexualidad, es capaz de destruir por igual a un Ser Humano y a su relación de pareja de muchas formas. Quitándole en principio el mundo fantástico de alegría, disfrute y del placer sexual que tiene derecho a experimentar en su vida.

Por otra parte, hablar de sexualidad es un campo que ‘pica y se extiende’, cuanto más dadas las múltiples opciones que hay de abordarlo, y del cual hay incontables narraciones, escritos e investigaciones de todo tipo. Las mismas, por solo considerar algunos ejemplos conocidos, abarcan textos como los del Marqués de Sade, el Kama Sutra, hasta verdaderos estudios científicos que cambiaron el enfoque de la sexualidad humana, como el Informe Kinsey sobre el comportamiento sexual masculino y femenino de 1948 y 1953, y las investigaciones de Master y Johnson sobre la respuesta sexual humana y sus disfuncionalidades, cuyo trabajo en el área abarcó desde 1957 hasta la década de 1990.

Al tomar tales dimensiones y cubrir tantos ámbitos, es necesario hacer una aclaratoria en este momento: Yo no pretendo hablar simplemente del sexo, al cual vulgarmente lo puedo entender como “meterlo y sacarlo”. Una relación sin mayor aspiración que satisfacer una necesidad biológica básica, que hoy en día abunda en la gran mayoría de las personas, y es básicamente a lo único que aspiran de una relación sexual esta inmensa mayoría.

Por el contrario, quiero hablar y entender la relación sexual de la pareja como un proceso de unión, de ‘pegamento’, el cual se interrelaciona con todas las áreas psicológicas, biológicas, sociales, emocionales y afectivas que abarcan una gran parte de mucha importancia en la relación conyugal, la cual tiene la capacidad de lograr la compenetración total de los esposos, tal como lo indica la afirmación de Leman (2004): “Tener una vida sexual grandiosa es una experiencia tonificante; puede unir a un esposo y a una esposa de una manera que no tiene comparación en la experiencia humana.” (p. 12), lo contrario es igualmente cierto, si no es entendida así, tiene el poder de destruir dicha unión.

De igual manera, hemos de tomar en consideración que, el tema de las prohibiciones sexuales es muy amplio, siendo su consecuencia principal un daño incuestionable a la pareja. La gran realidad es que se ve todos los días como las parejas se destruyen por el enfoque equivocado que tienen de la sexualidad, así como por los abusos de esta. A pesar de ello, tampoco es mi intención en este texto profundizar en ellas, sino únicamente hacer un simple bosquejo de estas. Prefiero establecer un equilibrio en forma breve de los aspectos positivos y de consolidación de la unión marital, a través de la aplicación satisfactoria de la sexualidad y sus permisos.

Sin embargo, he de comentar, en el caso de las prohibiciones, que si bien es cierto que las mismas pueden comenzar a formarse a partir de frases tales como: “cierra las piernas que se te ve eso”, “no te toques eso: es sucio, es cochino, es pecado, …”, “Esas son cosas de putas”, “No te sientes en las piernas de tu papá”, “Bájate la blusa que se ve todo ahí abajo”, “todos los hombres solamente piensan en eso” (como si las mujeres no pensaran en “eso” igualmente) entre otras. De igual manera muchas veces (lamentablemente las más repetidas) se forman a partir de tratos agresivos, de golpes, gritos, castigos, … porque estás viéndote o tocándote “eso”.

Por el lado positivo, también incluimos (una gran verdad) que una figura parental si puede dar un permiso de sexualidad sana cuando acaricia, toca, abraza, besa, es cariñoso con todos sus hijos (independiente del género). Especialmente cuando muestra las mismas actitudes de amor y ternura con su cónyuge delante de sus hijos. Con este modelo positivo, la realidad es que los hijos aprenderán y tendrán un permiso para experimentar una sexualidad de disfrute y amor con sus respectivas parejas.

Pero, por el contrario, una figura parental que no toca no expresa el amor a sus hijos o a su cónyuge, invita a una prohibición de la sexualidad sin necesidad de palabras. Porque los hijos entienden que es malo tocarse, que es malo querer recibir amor de otros, que el contacto no está permitido, lo cual se convierte en parte de la prohibición sexual.

Por supuesto, igualmente dentro de las prohibiciones, están las situaciones extremas de abusos infantiles, de maltrato físico, psicológico y emocional, así como la cantidad de millones de expresiones verbales y conductuales donde se prohíbe expresamente lo sexual, al igual que cientos de manipulaciones con culpa, con miedo o con agresión. De tal manera que lejos de tener e invitar a una sexualidad sana a los hijos, se crea tal nivel de prohibiciones, que la sexualidad se entiende y se vive como algo cochino, desagradable, de mucha angustia, prohibido. Se convierte así en una causa vital de destrucción de las relaciones de pareja, en vez de unirla como fue su concepción original.

Al respecto Leman (2004) advierte: “Si estás casado (a), la relación sexual será una de las partes importantes de tu vida, lo quieras o no. Si no la tratas de esta manera, como un asunto de suprema importancia, no eres justo contigo mismo (a), con tu cónyuge ni con tus hijos” (p. 18).

    Quizás de entre todas las mayores prohibiciones sexuales, se encuentren aquellas que se pueden atribuir al aspecto ‘religioso’, dónde las personas han hecho parecer a Dios como el gran culpable y como el gran castigador… porque ‘eso es pecado’, ‘Dios te va a castigar’. Se nota que ni se han molestado en leer, ni en entender a Dios en sus planteamientos acerca de la sexualidad para el Ser Humano. Por eso, solamente para mencionarlo como quién no quiere la cosa: el gran artífice y creador de la sexualidad es Dios mismo.

Por lo que lejos de verlo como el prohibidor de la sexualidad, es todo lo contrario, Él es el mayor ‘permisor’ de la sexualidad. En Génesis 1 y 2 vemos que Dios contemplaba su creación y veía que todo era bueno y la bendijo en su totalidad, pero viendo al hombre Dios señala: “18 … «No es bueno que el hombre esté solo. Haré una ayuda ideal para él»” y “22 Entonces el Señor Dios hizo de la costilla a una mujer, y la presentó al hombre”. Esto quiere decir que fue Dios quien creó las diferencias sexuales que dan origen al género masculino y femenino, es decir, Dios diseño el pene y la vagina para que se complementasen mutuamente.

Como segundo gran acto de esta unión del hombre y la mujer, Dios instituye el matrimonio al presentar su mandato definitivo: “24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (NTV). “Una sola carne” también habla de la sexualidad, pero aquí muchos tuercen los ojos, por no decir otra cosa, pues el planteamiento de la sexualidad de Dios es para la unión matrimonial (ese es su ‘pegamento’), no antes ni fuera de esta unión.

Este es uno de los temas centrales usados para rechazar a Dios y permitir el libertinaje en lo cual se ha transformado lo sexual hoy en día. Basta con ver a tu alrededor lo que sucede en las relaciones interpersonales y especialmente en la sexualidad, con lo cual la gente está haciendo efectiva la advertencia de Isaías 5:20 “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!”. (RVR 60). En este desajuste sexual terminan destruyendo a su pareja, a sus hijos y a sí mismos, todo por 7 minutos de placer (si es que logran llegar a ese tiempo de duración).

Más aún, en este contexto de la verdad de Dios, lo tercero que ÉL hace es dar un permiso superamplio para la sexualidad, cuando da otra orden al matrimonio en Génesis 1:28: “Luego Dios los bendijo con las siguientes palabras: ‘Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella’.” (NTV). Pregunto yo: ¿Cómo vamos a ser fructíferos y multiplicarnos, si no es a través de las relaciones sexuales? Por su parte, haciendo énfasis en este tema Leman (2004) señala: “La Biblia da una asombrosa libertad en cuanto a lo que permite y hasta alienta a las parejas casadas a hacer en la cama…” (p. 190).

Por todo lo anterior cabe una reflexión más: si Dios se ocupó de dar prohibiciones explícitas tales como: no matarás, no robarás, no adulterarás, no codiciarás… ¿Dónde aparece ‘no tendrás relaciones sexuales con tu cónyuge’? Compréndelo de una vez: No es Dios quien te lo prohíbe… te lo prohíbe la mente retorcida y enferma de muchas de tus figuras parentales, que te invitaron a aceptar tu prohibición en la sexualidad. Porque, de hecho, si lees 1 Corintios 7 (NTV), aparte de ser bien explícito lo que dice, pues no necesita ni traducción ni interpretación, te vas a encontrar con esta sorpresa:

1 Ahora, en cuanto a las preguntas que me hicieron en su carta: es cierto que es bueno abstenerse de tener relaciones sexuales.

 

2 Sin embargo, dado que hay tanta inmoralidad sexual, cada hombre debería tener su propia esposa, y cada mujer su propio marido.

 

TE INVITO A CONTINUAR LEYENDO ESTE TEMA EN MI LIBRO:

 

FRAGMENTOS DEL CONSULTORIO PSICOLÓGICO 2

 

PUEDES ADQUIRIRLO A TRAVÉS DE:

 

www.amazon.com/author/jrodlibros

 


 

Referencias:

Baltasar, M. y Battaglia, M. (1990). Tesis: Pareja: relación, ajuste marital y estilos de poder

            en la sexualidad. Caracas, Venezuela: U.C.V.

Dobson, J. (1990). Amor para toda la vida. Nashville, USA: Editorial Caribe-Betania.

Fromm, E. (1982). El arte de amar. España: Ediciones Paidos.

Leman, K. (2004). Música entre las sábanas. Miami, Usa: Editorial Unilit

Luhmann,  N.  (1997).  El  amor  como  pasión.  Barcelona,  España:  Ediciones Península.

Martínez, J.M. (2006). Amores que duran… y duran... y duran. México: Editorial Pax.

Moral De La Rubia, José. (2008a). Modelos predictivos y de senderos de ajuste diádico por

            géneros en parejas casadas. Recuperado 03-08-2009, de:

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2565711

Pease, A. y Pease, B. (1999). Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los

            mapas. España: Editorial Amat. 

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA

 

 



sábado, 30 de julio de 2016

PROHIBICIÓN DE PAREJA: Cumplir mi orden y mi decisión de quedarme solo

PROHIBICIÓN DE PAREJA: Cumplir mi orden y mi decisión de quedarme solo

Por José Rafael Olivieri Delgado (julio 2016)

 

“…la selección de una pareja no se hace en forma casual, sino que es un intento por hacer coincidir una serie de patrones de pautas y creencias compatibles o complementarias” (Martínez, 2006, p. 15).

 

           “YO NO QUIERO QUEDARME SOLA/SOLO”. Podrían creerme que esa es una de las frases que más frecuentemente me dicen las personas en el consultorio o en los talleres, en relación con su situación particular referente al tema de tener o no pareja. Ello me permite confirmar que realmente (a nivel consciente) la gran mayoría quiere y desea tener una relación de pareja ‘sana y permanente’. Lamentablemente la gran verdad emocional (negativa) es todo lo contrario, es altamente probable que se queden solos. Porque el tener una relación de pareja no depende únicamente de ‘querer o no’ tenerla.

En realidad, esto depende de varios factores: los patrones de selección de pareja de cada individuo, de su conjunto personal de las creencias emocionales que lo definen, de las múltiples órdenes parentales que le prohíben las relaciones de pareja, entre otros. En particular, de la decisión emocional inconsciente que ha tomado en su etapa infantil (en función del modelo de pareja aprendido de sus figuras parentales). La triste verdad es que esa gran mayoría de personas han decidido, sin darse cuenta, una ‘Prohibición de Pareja’, con la cual harán todo lo que esté a su alcance para quedarse solos (aunque conscientemente no lo quieran hacer). A menos, claro está, que puedan cambiar emocionalmente tal argumento de vida, y así poder decidir un permiso para su relación de pareja.

Ahora bien, antes de empezar a desarrollar este tema, déjame aclarar que también existe un alto número de personas cuya prohibición de pareja es tan gigantesca, que tanto consciente como inconscientemente, por nada del mundo quieren (ni pueden) tener una relación de pareja. Estos por lo general no vienen al consultorio, se encuentran ‘bien’ en su mundo de soledad, aislados entre sus cuatro paredes, retroalimentando sus propias prohibiciones constantemente. Es como diría Shinyashiki (1994, p. 84) estas personas han estado comiendo “pan mohoso” toda su vida y lo único que han conocido como alimento es ese “pan mohoso”, entonces ¿qué otra cosa van a querer y pedir?, si no “pan mohoso”.

Tanto estos, como los que no quieren cambiar su prohibición de pareja, no conocen la invitación y el permiso de Proverbios 5:18 que dice: “Que tu esposa sea una fuente de bendición para ti. Alégrate con la esposa de tu juventud” (NTV). (Inviertan los géneros, según cada uno, pues esto es por igual para todos, por aquello en lo cual el género de los sustantivos es convencional. Las palabras no tienen sexo, sino género y hasta género neutro).

Me gustaría igualmente aclarar un punto que me parece importante y muy relacionado con el tema de la prohibición de pareja: ¿Por qué usamos como genérico el término de ‘pareja’? Sin ánimo de ofender a nadie (aunque es inevitable), ni de precisar tiempos históricos: desde el principio de las relaciones humanas hemos hablado de las relaciones MATRIMONIALES (porque era lo frecuente, lo común, lo normal, lo sano) y por supuesto, de los términos ESPOSO y ESPOSA, dados al HOMBRE y a la MUJER que mantienen tal relación de unión conyugal. Lo cual ha estado establecido desde Génesis 2:24: “Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo” (NTV). Lo cual nos habla de la creación, mandato y permiso del matrimonio, de Dios al hombre y a la mujer, como la mejor alternativa de relación entre ellos.

Así como también nos lo recuerda 1 Corintios 11:11: “Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón” (RVR60). Sin embargo, esto ha cambiado drásticamente dejando de ser lo normal, para convertirse en lo extraño, en lo increíble. Hemos llegado a un punto de rechazo y de desprecio del matrimonio como nunca en la historia. Por ejemplo, mi hija mayor me contó que hablando con una amiga de nosotros sus padres y de nuestro matrimonio, la amiga le pregunta con asombro y como si fuera algo insólito: - “¿Tus padres están juntos todavía?”, ¿Qué tal? Resulta que los matrimonios y las familias ‘tradicionalmente’ constituidas ¡somos una especie en extinción! Como diría una de mis pacientes: - “Esas cosas pasan”.

Lo anterior es debido a que ahora, en el presente, a través de un proceso paulatino de deterioro de los valores: social, moral, ético, cultural y, por supuesto, de apartar a Dios de nuestros corazones, junto con todo el fenómeno publicitario en contra del matrimonio de las últimas décadas. Así como de la aceptación y el permiso de cualquier modelo de relación entre los seres humanos, por supuesto en nombre de la libertad y de los derechos de cualquier libertinaje.

Por no dejar puedo mencionar el siguiente ejemplo: lo que antes era considerado por los especialistas como enfermedades mentales, hoy en día tan solo son ‘formas de existencia’, modos de vivir la vida. En el pasado eran rechazadas, hoy no solamente son aceptadas, sino casi que adoradas e idolatradas por la inmensa mayoría. No se descuiden, la advertencia está dada desde los tiempos de Isaías 5:20: “¡Ay de ustedes, que llaman bueno a lo malo, y malo a lo bueno; que convierten la luz en oscuridad, y la oscuridad en luz; que convierten lo amargo en dulce, y lo dulce en amargo!” (DHH).

De tal forma es cierto esto que hoy en día, las relaciones existentes entre las personas se pueden dar entre cualquier género, en cualquier condición y forma, por lo que ya no podemos hablar de esposo y esposa, HOY HABLAMOS DE ‘PAREJA’. Hemos degradado el estatus del matrimonio rebajándolo a ‘cualquier cosa’ entre dos ‘personas’. Ya no hablamos de matrimonio, hablamos de uniones libres, cohabitación mutua y cualquier otra barbaridad, que en la práctica y en su dinámica, no es otra cosa sino una relación matrimonial sin papeles.

En ellas igualmente hay sexo, hijos, situaciones económicas, cargas y responsabilidades, pero con algo indiscutible e inevitable: un final de ruptura y separación trágico y seguro, más económico sí, pero soledad al fin, es decir: una prohibición de pareja.

Lo cierto es que como origen del tema en el cual me quiero centrar aquí, quizás el primer elemento y el más importante de la prohibición de pareja en la mayoría de las personas, no es otro sino: mi propia experiencia en vivo y directo de los miles de situaciones negativas que ocurrieron en el ámbito matrimonial de mis padres: Las vivencias que he contemplado, aprendido, sentido, así como las decisiones emocionales que tomé al ver qué clase de matrimonio tuvieron mis padres.

Modelos donde hay peleas, maltratos, falta de atención, fallas de comunicación, odio, falta de respeto y de confianza, agresiones verbales y/o físicas, infidelidades, drogas, alcohol, abandonos, desprecios, descalificaciones, divorcio, y muy particularmente: el continuo hablar las peores basuras del otro cónyuge, entre otros miles de situaciones particulares de cada pareja, las cuales me han llevado a pensar, sentir y decidir: - “Yo no quiero eso para mí”.

Son situaciones y circunstancias de su propia situación matrimonial, pero que me han invitado a terminar valorando el matrimonio como algo malo, casi como algo satánico. La verdad es que muchos pacientes han clasificado su relación familiar de origen como: ‘terrible’, ‘era un infierno’, ‘insoportable’, ‘invivible’, ‘de guerra permanente’, ‘inhabitable’, ‘de violencia’, ‘de angustia, miedo y rabia’, entre otras muchas más expresiones igualmente dramáticas.

Entonces, con semejantes antecedentes ¿Cómo voy yo a querer una relación matrimonial? ¿Cómo no se va a instalar una prohibición de pareja en mi sistema de creencias emocionales? Con toda esta carga emocional de rabia, angustia y miedo permanente ¿Cómo no voy a rechazar la posibilidad de encontrar a alguien para repetir lo mismo que mis padres?

No olvides la sabiduría popular: “De tal palo tal astilla”; Porque, aunque la mayoría lo niegue, todos tienen miedo de repetir lo mismo que aprendieron. De hecho, no necesitan ser psicólogos para conocer el principio fundamental de la psicología dinámica: “Sólo sabemos hacer lo que se hizo con nosotros” Shinyashiki (1994, p. 3), indudablemente hablando de lo emocional inconsciente. La realidad de ello es que ‘todo lo que mi papá y mi mamá hacen, es un permiso para yo hacerlo también’. Porque es altamente probable, casi en un 99%, que yo voy a repetir lo aprendido, por aquello del “Pan Mohoso” al cual estoy acostumbrado y particularmente, porque eso fue lo que, de una manera emocional, entendí que era la vida de la relación matrimonial.

Es importante que te recalque que a menos que lo cambie en mí mismo(a), esta prohibición será la que dirija mi vida de pareja. Déjame decirte esto: Yo estoy completamente convencido y seguro que nos hemos equivocado al echarle la culpa al matrimonio como institución. Pienso que el verdadero responsable de estas situaciones no es otro sino la inmensa cantidad de conflictos emocionales que hemos ido pasando de generación en generación, hasta llegar al nivel que hoy en día tenemos. Pero, esto es solamente el principio del origen de la prohibición de pareja, más adelante desarrollaré otros elementos.

      Por otra parte, continúo con algo obvio: ¿Qué es una prohibición? Lo frecuente es que la mayoría de las prohibiciones comiencen con la palabra ‘NO’. Entre millones de ejemplos: no hagas esto, … no hagas aquello, … no te rías, … no hables, … no tengas pareja. En el diccionario aparece la siguiente definición: “Una prohibición es el impedimento que existe de hacer, tocar o usar algo”. En relación con su propósito, me encanta la siguiente observación: “el cometido de la prohibición es disponer limitaciones en la realización de determinadas acciones para así evitar el caos y conseguir una convivencia armoniosa entre las personas” (Recuperado junio 2016 de:

http://www.definicionabc.com/social/prohibicion.php).

TE INVITO A CONTINUAR LEYENDO ESTE TEMA EN MI LIBRO:

 

FRAGMENTOS DEL CONSULTORIO PSICOLÓGICO 2

 

PUEDES ADQUIRIRLO A TRAVÉS DE:

 

www.amazon.com/author/jrodlibros

 


 

Referencias: 

DefinicionABC. Definición de Prohibición. Recuperado junio 2016 de: http://www.definicionabc.com/social/prohibicion.php

Gibran, K.G. (1983). El Profeta, Argentina: Editorial Pomaire     

Martínez, J.M. (2006). Amores que duran… y duran... y duran. México: Editorial Pax.

Riso, W. (2006). Los Límites del amor. Colombia: Imprelibros S.A.

Shinyashiki, R. (1993). La caricia esencial. Una psicología del afecto. Colombia: Editorial Norma

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA

 

 



jueves, 31 de marzo de 2016

EL SISTEMA DE CREENCIAS EMOCIONALES: Verdades que dirigen mi vida

EL SISTEMA DE CREENCIAS EMOCIONALES: Verdades que dirigen mi vida

Por José Rafael Olivieri Delgado (marzo 2016)

 

“Cada condición, cada experiencia de la vida es el resultado de nuestra actitud mental” 

(Torres, 1982, p.32)

 

      La mente humana es un mundo fascinante compuesto de múltiples dimensiones que no terminan nunca de sorprendernos, de allí la máxima popular “Cada cabeza es un mundo” (s/r). A pesar de que nuestro conocimiento es hoy en día cada vez más amplio en cualquier tema, el universo de lo mental en el Ser Humano es uno de esos terrenos en los que todavía existen muchísimas áreas por seguir explorando y comprendiendo. No solamente en el mundo de las emociones y de la conducta humana, sino especialmente en el tema que pretendo abarcar: las Creencias Emocionales. Más concretamente considerar con especial atención al conjunto de estas, es decir: el Sistema de Creencias Emocionales.

Me resulta difícil pensar que exista algo en la vida y específicamente en el área emocional, que no esté influido y manejado en función de dichas creencias. No nos percatamos ni pensamos en ellas en lo cotidiano de nuestra vida y, sin embargo, nuestras rutinas, acciones, sentimientos, relaciones, decisiones y todo lo que cada persona puede abarcar y ‘ES’ en su totalidad, está dirigido y controlado por las creencias. Ellas constituyen, identifican y dan estructura a la vida de cada individuo, en todos sus procesos (pensamiento, emoción y acción) y en todos sus ámbitos (Pareja, Familia, Ocupacional, Social…).

Decirlo es simple, sin este sistema de creencias la realidad y todo lo que está asociado a cada sujeto no existiría, pero la verdad de todo ello es mucho más compleja. Martínez (2006) afirma que “Nuestras creencias delimitan el mundo que observamos y la comprensión que de este tenemos, asignan valores y prioridades a los sucesos en que participamos, nos señalan lo que debemos sentir y nos indican qué clase de soluciones aplicar a los problemas” (p. 7). Es decir, las creencias producen, mantienen, regulan, condicionan y toman el control de mis pensamientos, sentimientos y acciones: lo cual representa todo lo que soy, siento y hago.

 Podría afirmar y repetir lo que tantos otros grandes nombres de este campo han dicho acerca de lo que son las creencias: “… Mi realidad son mis creencias, … Yo soy lo que creo, … Yo doy poder a lo que creo, … Yo hago lo que creo, … Cómo yo crea que es todo, así será, … Yo entiendo el mundo en función de lo que creo, … son paradigmas, modelos que las personas utilizamos para reconocer la realidad, … El hombre está hecho de sus creencias, … En ellas vivimos, nos movemos y somos, … Todo lo que yo creo lo pinto en mi vida, …”.

De allí la razón del complemento de mi título: “las verdades que dirigen mi vida”. Cada vez que menciono esta palabra (Verdad) no dejo de recordar: Juan 18:38 “- ¿Qué es la verdad? - preguntó Pilato.” (NTV). Lo comento porque todo aquello que esté relacionado con mi experiencia diaria, si está en sintonía con mis creencias, para mí será una verdad, pero en el caso contrario, al no estar en sintonía, para mí no será aceptado, porque para mí no será verdad.

      Amplío la idea de esta pregunta acerca de la verdad, porque si bien hay verdades que coinciden entre varias personas, lo frecuente es que mi verdad sea diferente de la tuya. Y como se trata de mis verdades, para mí son incuestionables. En este sentido, no deja de ser cierto que la realidad y las verdades son exclusivas de cada individuo, aparte del hecho de no tener necesariamente porque coincidir con las de otra persona. Al respecto tenemos lo siguiente: “La realidad, según afirman, es una construcción individual que cada ser humano estructura a partir de su experiencia en el marco de su desarrollo, primero en el seno de su familia y luego de sus grupos de referencia y de la cultura de la sociedad en que vive” (Martínez, 2006, p. 20).

Esto a su vez confirma el hecho en el cual cada uno de nosotros es único e irrepetible, no solamente por mi formación genética, sino particularmente, por el hecho en el cual mi proceso mental y emocional es exclusivamente mío, imposible de ser duplicado. Tan solo como ejemplo: en relación con el contenido de cada texto que escribo, cada uno de ustedes puede entender algo diferente y mientras a uno le parece válido, al otro le puede parecer una falacia. “El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda” (Mateo 13:9, NTV).

También es importante señalar como una contradicción interesante, que la gran mayoría de nuestras creencias (obsoletas, no adecuadas, limitantes) no se construyeron a partir de realidades válidas. Muy por el contrario, son ideas e interpretaciones que nosotros mismos hemos construido a partir de nuestro contexto emocional infantil, o de aquello que otros nos han hecho creer (ejemplo: ‘Los hombres no lloran’, ‘Las mujeres son frágiles’). En este sentido, mucha de nuestra conflictividad emocional tal como nuestras fallas de autoestima, falta de confianza, la mayoría de nuestros miedos irreales, están basados en creencias inadecuadas que hemos incorporado de nuestros referentes externos (figuras parentales en general), prácticamente sin revisión ni validación alguna.

Tales creencias por estar inmersas en nuestro inconsciente son capaces de desafiar a la lógica y a la razón de nuestra mente consciente y hacernos creer que son verdad, cuando no es así realmente. Por esta razón, el poder emocional que tienen estos ‘otros’ sobre nosotros, ha sido clave en la construcción de muchas de nuestras creencias, no importa que se hayan basado en información falsa (mentiras, engaños, manipulaciones, no realidades…), lo cual me recuerda la frase de Göbbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad” (s/r). Eso son muchas de nuestras creencias: una mentira ‘creída’ como una verdad.

De igual manera Martínez (2006) comenta en relación con esto de la individualidad lo siguiente: “Dos personas pueden asimilar experiencias similares de muy diversas maneras. El significado que asignamos a una experiencia no reside en la experiencia misma, ni es sugerido por ella, sino que es el producto de la compleja interacción de los eventos con nuestra estructura de la personalidad y con nuestra historia personal y familiar” (p. 15).

Comprendo entonces, no es lo que está afuera de mí lo verdadero, sino que es lo que yo proceso y entiendo, es el significado que le doy a cualquier evento dentro de mí lo que determina mi verdad, así sea falso para otros. Un ejemplo cierto de todo esto, son los diferentes recuerdos que un grupo de hermanos tienen acerca de un hecho que han vivido juntos, cada uno lo recuerda de una manera distinta. Por ejemplo, me ha tocado en el consultorio que un hermano me describe a su papá o a su mamá de una manera, y el otro hermano lo describe completamente diferente, son los mismos padres, pero cada uno de ellos construyó una imagen distinta de los mismos.

Pero puede este tipo de verdades (creencias) ¿permanecer incuestionable frente a los hechos que la desmienten o la anulan? En este sentido, habría que afirmar como ‘verdad’ que: mis verdades deberían tener capacidad de ser cambiadas. Es decir, que las verdades que sustentan mis creencias han de ser de por sí, cuestionables y cambiantes. No es posible manejar ni considerar que estas verdades sean siempre inmutables, únicas o estáticas, pues son todo lo contrario, en muchos casos son factibles de cambios y otras muchas veces es obligatorio el poder hacerlo.

Me estoy refiriendo, muy especialmente, a la multitud de las verdades emocionales que hemos aprendido en nuestra infancia. La gran mayoría de ellas han quedado obsoletas e inútiles al llegar a la edad adulta, pero a pesar de eso seguimos aplicándolas día a día en nuestras decisiones cotidianas. De allí que muchas de nuestras decisiones y actuaciones, basadas en estas creencias, terminan creándonos muchos de nuestros conflictos emocionales actuales.

 Tomando lo anterior en consideración, podría extrapolarlo para confirmar el hecho en el cual puedo asegurar que sí puedo cambiar mis verdades, por consiguiente, también puedo cambiar mis creencias, las cuales se construyeron a partir de ellas, sobre todo porque mis creencias continúan apoyándose y sustentándose en dichas verdades. Con esta posibilidad de cambiar mis verdades y mis creencias, pues también sería válido afirmar que yo soy factible de cambiarme a mí mismo. Pues como he dicho y voy a continuar afirmando con base en todos los autores estudiados: Yo soy mis creencias, yo soy mis verdades, ellas me estructuran y me definen, me señalan el camino de mis pensamientos, sentimientos y acciones.

Para finalizar esta idea en palabras de Martínez (2006) tenemos que: “Las creencias que elaboramos y los mitos personales con los que caminamos por el mundo estructuran la realidad en que vivimos. No importa lo que las cosas son, sino lo que creemos de ellas. Es esa realidad, elaborada por nosotros consciente e inconscientemente, la que nos hace vivir de una u otra manera, la que nos hace tener éxito o fracasar, ser felices o vivir frustrados” (p. xiii). Ese es el poder que las creencias emocionales tienen sobre cada uno de nosotros.

Centrándome en el tema que me ocupa en este texto, hay que preguntar: ¿Qué es una creencia? Como definición general las creencias son el sentimiento de certeza que poseemos sobre el significado de algo. Es una afirmación personal que consideramos verdadera y además incuestionable. Las creencias le dan sentido y permiten definir mi mundo y su existencia. Permiten comprender a los demás y sus acciones. Las creencias son el motor principal que mueve tanto mis pensamientos, mis sentimientos como mis conductas. Es la fuerza emocional que impulsa de una forma determinante todo mi hacer y dirige mi vida en todos mis roles (pareja, ocupacional, familia, social…).

Prácticamente no existe nada que me pertenezca en mi mundo mental y emocional, que no esté asociado a una creencia. Tal es el poder de las creencias, al punto que únicamente soy capaz de aceptar, validar y tomar en cuenta lo que certifique la veracidad de mi creencia, es decir, únicamente existe para mí lo que está de acuerdo con mi creencia. Cualquier cosa que no esté en sintonía con mis creencias será rechazado o no tomado en cuenta, porque yo necesito confirmar que mis creencias, respecto a cualquier cosa, son absolutamente verdaderas. Al igual que cualquier situación que no cumpla con esto, será sencillamente eliminada o descartada por no encajar con la realidad ya creada en mi sistema de creencias.

TE INVITO A CONTINUAR LEYENDO ESTE TEMA EN MI LIBRO:

 

FRAGMENTOS DEL CONSULTORIO PSICOLÓGICO 2

 

PUEDES ADQUIRIRLO A TRAVÉS DE:

 

www.amazon.com/author/jrodlibros

 


  

Referencias:                          

Berne, E. (1974) ¿Qué dice usted después de decir hola? España. Grijalbo

Leman, K. (2004). Música entre las sábanas. Miami, Usa: Editorial Unilit

Martínez, J.M. (2006). Amores que duran… y duran... y duran. México: Editorial Pax.

Shinyashiki, R. (1993). La caricia esencial. Una psicología del afecto. Colombia: Editorial Norma

Torres, A. (1982). La llave de la vida y el éxito. México: Editorial Orion

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA