domingo, 10 de febrero de 2013

EL SUFRIMIENTO: Realidad Psicológica y Espiritual


              EL SUFRIMIENTO: Realidad Psicológica y Espiritual

por: José Rafael Olivieri Delgado (feb. 2013)

 

“¿Acaso olvidaron las palabras de aliento con que Dios les habló a ustedes como a hijos?

Él dijo: ‘Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor y no te des por vencido cuando te corrija. Pues el Señor disciplina a los que ama y castiga a todo el que recibe como hijo’”

Hebreos 12:5-6, NTV

 

            El sufrimiento es otro de los temas dentro del consultorio de los cuales no es fácil hablar, pues ¿Quién no ha sufrido en su vida? Cada persona con su particular experiencia personal e íntima consigo mismo, tiene su propia percepción de lo qué es el sufrimiento y de cómo lo ha vivido y padecido. Tanto en sus pensamientos, emociones, acciones como en las consecuencias que el mismo ha generado en su vida y muchas veces, en la vida de los que lo rodean. Más complicado aún es este tema cuando entendemos el dicho popular que dice: “cada cabeza es un mundo” Resulta que en el ámbito de nuestro mundo mental cada uno de nosotros tiene su propio sistema de creencias emocionales, en el mismo se encuentran almacenadas todas las verdades absolutas en las cuales creemos ciegamente.

Cada una de ellas nos sirven para evaluar, sentir, relacionarnos y asumir una posición de ‘ser, estar y sentir’ en relación con cada acontecimiento de nuestra vida y de nuestro mundo. Esto independientemente de si tales creencias son adecuadas o disfuncionales de acuerdo con las decisiones que tomamos y sus consecuencias. Quizás la parte más delicada de dichas creencias sea el hecho de no admitir ningún cuestionamiento a pesar del daño que nos pueden hacer. Resulta que la única posibilidad de revisarlas (modificar o eliminar las inadecuadas y potenciar las adecuadas), será a través de un proceso de cambio y decisión personal (psicoterapéutico o no). Este indudablemente no es fácil de hacer y a su vez, frecuentemente genera mucho sufrimiento durante la transición de dicho cambio.

En lo que corresponde a nuestro tema es necesario entender que el sufrimiento tiene múltiples raíces. Algunas son propias de la experiencia de la persona en su intercambio emocional con sus semejantes (padres, hermanos, amigos, pareja, hijos). Otras vienen como parte obligatoria del complejo y difícil arte de vivir, por el simple hecho de estar en un lugar y en un tiempo determinado: la causalidad, le decimos los psicólogos. Igualmente, de acuerdo con dichas creencias y con nuestra estructura emocional, existen otras muchas situaciones internas y externas que nos hacen sentir ‘mal’. Nos sentimos en caos, fragmentados, en crisis, enfrentados a un sinfín de obstáculos que nos desalientan. Situaciones de fracaso y frustración que nos desvían de nuestros propósitos, destruyen nuestros sueños y esperanzas.

Frente al sufrimiento frecuentemente nos sentimos desordenados, vacíos y en tinieblas, con huecos en el alma, sin encontrarle sentido a la vida ni al sufrimiento en sí mismo. Razones como familias rotas, emociones heridas y llenas de traumas, relaciones imposibles, sueños abandonados, heridas en el alma, sin claridad emocional… todas ellas son parte de los posibles estímulos y caminos que nos pueden llevar a estrellarnos de frente contra el sufrimiento y todo lo que él implica.

Para poder enfrentarnos a ello lo importante será aprender a pasar por encima de todo esto y particularmente, de poder tomar la decisión de continuar sabiendo que no estamos solos, que lo importante es no abandonar, sino llegar a nuestro bienestar. Entonces, como en la mayoría de los temas que trato aquí, solamente voy a dar un breve esbozo de este tópico, para intentar dejar la idea en la cual: aunque nadie quiere sufrir y a nadie le deseamos sufrir, el sufrimiento es una etapa necesaria en la vida de toda persona que pertenece a la raza humana. Dependerá de tu actitud frente al sufrimiento, los resultados que tú obtendrás de él.

            La primera verdad de la vida es esta: que a todos nosotros nos toca sufrir y lo que es peor, nadie me puede garantizar que no me toque seguir sufriendo en el futuro, tal como nos lo recuerda Juan 16:33 al referirse a las palabras de Cristo: “Les he dicho todo lo anterior para que en mí tengan paz. Aquí en el mundo (la vida) tendrán muchas pruebas y tristezas (sufrimiento); pero anímense, porque Yo he vencido al mundo” (NTV). Esto nos garantiza que mientras estemos vivos tendremos que afrontar diversos períodos de sufrimiento y algunos otros de ‘pruebas’ que llegan a nuestra vida.

Para mí lo interesante del tema del sufrimiento en este texto, será la necesidad de mezclar dos de nuestros elementos humanos más íntimos: lo psicológico y lo espiritual. De esta manera podré manejar diferentes aspectos del sufrimiento en un contexto más integral e interdisciplinario. Dado que el mismo es una condición natural e inevitable de nuestras relaciones humanas (mundo psicológico y emocional). Tal como afirma el versículo anterior de Juan, también es una condición ineludible de nuestro tránsito espiritual por nuestra vida. Prueba de ello es que muchas personas vienen a la consulta psicoterapéutica o van al cura, al pastor o a su respectivo representante religioso según su creencia (lo espiritual), en busca de consuelo para su sufrimiento.

La realidad implícita del sufrimiento es que el mismo está unido a las consecuencias de mis decisiones emocionales y a mis percepciones espirituales, en este sentido, diría yo: ‘es 50% emocional y 50% espiritual’. Por ejemplo, si permitimos que nuestra mente sea invadida por los pensamientos y sentimientos asociados al sufrimiento, dejando a nuestra mente libre para rumiar aquellas cosas que nos han hecho daño, que no hemos logrado, nuestros sentimientos de fracaso, soledades, abandonos, heridas no cerradas, … Vamos a terminar siendo víctimas del sufrimiento y de muchas de sus consecuencias, tales como la amargura, el desánimo, la desilusión, la desesperanza y la depresión. Porque a través del sufrimiento nos destruimos en nuestra propia cárcel, hundiéndonos en nuestra desesperación y en nuestra ceguera emocional, incluso cultivamos y propiciamos enfermedades físicas.

Al unirlo a lo espiritual perdemos el sentido de la vida, nuestro propósito, nuestro sentido de realización y superación, nuestros vínculos relacionales con los otros, entre otras más. Por ello es necesario crecer en ambas áreas y aprender a poner filtros emocionales en tu mente, ajustar tus pensamientos, utilizar el escudo del autocontrol, controlar lo que haces y permites estar en tu mente, en tus emociones y en tu percepción espiritual.

Complementando todo esto, no deja de ser cierto que invariable e inevitablemente también existe una carga externa que no controlamos en la causalidad de nuestra vida. En ella el poder de invitarnos al sufrimiento no es nuestro, aquí tendría que mencionar la ley del 80 – 20 (90 – 10) (El principio de Pareto), la cual tú has de evaluar dependiendo del lado de la moneda en que estés (el 80 a tu favor o en tu contra). De todas formas, y en todo caso, siempre tendrás el poder sobre tu propia responsabilidad de canalizar tu situación emocional frente al sufrimiento. Tomando o no las decisiones y acciones necesarias para poder manejarlo adecuadamente y pasar por encima del mismo.

         En el proceso de lo mental sería interesante entender lo que nos enseña Freud (Pervin 1979), cuando habla de la cualidad del Yo que denomina “ELLO”, al igual que Berne (1979) cuando habla del estado del Yo llamado “NIÑO”, lo cual de igual manera lo reafirman, explican y trabajan otros tantos psicólogos y psiquiatras, para comentarnos acerca de la realidad donde: a este nivel emocional de lo primario (lo infantil), nuestra mente está totalmente orientada hacia la búsqueda única y absoluta del placer y por consiguiente, al rechazo y evitación de todo lo opuesto a este, es decir, al sufrimiento (dicha búsqueda del placer es lo que conocemos en psicología como el “Principio del Placer”).

En dicho nivel mental (Ello, Niño) están centradas nuestras emociones, prácticamente todo es inconsciente, allí reside el centro de nuestra energía psíquica, con la cual tomamos la mayoría de nuestras decisiones importantes de vida. El problema central no es que busque y desee lo que me causa placer, el problema es que tal búsqueda es imposible de lograr todo el tiempo y en todas las situaciones de mi vida, y muchísimo menos si se trata de las interrelaciones interpersonales.

Es necesario comprender que el placer, de por sí, es improbable de lograr de forma permanente y continua. La realidad es que estamos sujetos a un mundo real y cambiante en cada instante, donde es imposible perpetuar una situación de placer. Particularmente porque mi sensación de placer dura únicamente hasta que surge una nueva necesidad (física o emocional) dentro de mí. Resulta que los sentimientos y las sensaciones asociadas a mis necesidades son opuestos a dicho placer.

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Referencias:

Berne, E. (1979). ¿Qué dice usted después de decir hola? 9na edición, Barcelona. Ediciones Grijalbo

Cury, A. (2007). Nunca renuncies a tus sueños. Ediciones Minotauro.

Kübler-Ross, E. (1997). La rueda de la vida. España: Zeta

Pervin, Lawrence A. (1979). Personalidad: Teoría, Diagnóstico e Investigación. Cap.4: Una teoría psicodinámica. La teoría psicoanalítica de Freud.

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA