jueves, 5 de septiembre de 2013

LA DEPRESIÓN: El Infierno en el Corazón Humano

LA DEPRESIÓN: El Infierno en el Corazón Humano

Por José Rafael Olivieri Delgado (sep. 2013)

 

 “¡Cómo quisiera que mi angustia se pesara y se pusiera en la balanza, junto con mi desgracia!,

¡De seguro pesarían más que la arena de los mares!”. (Job 6: 2, NVI).

 

            Siempre he pensado que la palabra ‘Depresión’ es uno de los términos que mejor reflejan la interminable batalla que se desarrolla en el corazón humano. Particularmente, cuando independientemente de sus causas, entre otras cosas, mi vida no funciona como yo quisiera, o cuando no puedo mantener un nivel adecuado de aceptación de mí mismo. Cuando sentimientos de fracaso y temor son los que rigen mi autovaloración de cada día, cuando mi propia culpa me lleva a pensar y a sentir que no lo he hecho bien en mis acciones y decisiones.

La depresión es un conjunto entremezclado de sentimientos, emociones, pensamientos y conductas que toman el control total de la persona y la sumergen en la profundidad de un infierno real: ¡su propio infierno! Donde muchas veces esta mezcla que sentimos crea la ilusión y la sensación de no existir ninguna salida posible para nosotros, asumimos que no existen opciones para vencer a este ‘demonio’ que nos aplasta y nos hunde en un poso muy profundo, sin una aparente vía de solución.

Nuestra visión de la depresión muchas veces está enfocada básicamente en la emoción inicial de la tristeza. Pero realmente este enemigo es mucho más complejo, pues es muy frecuente encontrar que tanto los diferentes sentimientos que aparecen como consecuencia de la depresión pueden ser a su vez, la causa que da origen a la misma. Por ejemplo, aparte de la tristeza, otras emociones y sentimientos como el miedo, el rencor, el resentimiento, la culpa, la ansiedad, la rabia, la frustración, la preocupación son detonantes frecuentes que terminan invitándonos a entrar y profundizar en ella.

Es muy frecuente que en el consultorio los pacientes narren las múltiples circunstancias y desventuras de atravesar por el camino de la depresión. Aunque cada caso es particular e individual en función de sus antecedentes y aprendizajes emocionales. No deja de ser cierto que la mayoría de estas sensaciones están presentes en cada uno de ellos. Para poder entender a este enemigo, como en la mayoría de mis textos, daré un breve panorama general de la depresión desde mi perspectiva personal. Dado que no deja de ser cierto que en este tema ya existen miles de estudios y trabajos realizados por autores e investigadores de mucho más nivel.

Pero antes de continuar y para honrar los derechos de autor: Mi esposa, que es psiquiatra, trajo una publicidad de un medicamento antidepresivo, cuyo lema era: “Si el infierno existe… está en el corazón del paciente deprimido” (s/r). De allí, se me ocurrió el título de este texto. De paso, el infierno existe tanto en el mundo espiritual como en el material donde vivimos, no les quepa la menor duda.

A decir verdad, la depresión es uno de los problemas emocionales más habituales de la mayoría de las personas y casi inevitablemente, de la totalidad de los pacientes que acuden a la consulta psicológica. Representa un amplio conjunto de síntomas que trastornan la tranquilidad y la paz de cada persona que la padece. Esta afecta a la totalidad de las áreas y roles de cada individuo (Pareja, familia, ocupacional, social). Pero más profundamente afecta sus relaciones interpersonales, porque este trastorno emocional no solamente afecta a quien lo padece, sino muy particularmente a quienes lo rodean. Dado que muchas veces se apodera de ellos un cansancio y un agotamiento emocional, al ver que poco pueden hacer por la persona deprimida Particularmente si la misma no actúa las acciones necesarias para liberarse de esta emoción que lo domina.

Frente a la depresión, podría asegurarse que ni uno solo de los seres humanos es inmune a ella y a sus consecuencias. Realmente afecta a personas de todas las clases sociales, de todos los países y de todos los entornos culturales e intelectuales, todos los días. Como una definición para entender lo que es, podría utilizar la que nos da la web del Diccionario Oxford el cual señala: “Enfermedad o trastorno mental que se caracteriza por una profunda tristeza, decaimiento anímico, baja autoestima, pérdida de interés por todo y disminución de las funciones psíquicas.” (Recuperado sep. 2013).

Estoy hablando de una situación real por la que todos atravesamos, lamentablemente, en más de una oportunidad en nuestra vida, y cuya sensación es precisamente la de sentirme oprimido e impotente. En la depresión estoy preso en mis propios pensamientos, emociones y acciones. En vez de enfocarme en las posibles acciones y soluciones para salir de ella, termino hundiéndome más profundamente al encerrarme en mí mismo. Con ella me aíslo de todo lo que me rodea, mientras que en otros casos (en función de cada contexto individual), puedo tomar el camino de la agresión a mí mismo y a mi entorno.

Con certeza, muy frecuentemente el Ser Humano se siente solo en la batalla de su existencia. Los problemas de su vida cotidiana (Pareja, Familia, Laboral, Económico y Social) se les vienen encima, arropándolo. Es casi seguro que al no saber cómo manejarlos se siente impotente, se llena de desesperación y de angustia, se deja vencer por un estado de vulnerabilidad psíquica, emocional y espiritual que le cierra la posibilidad de toda solución. Esto es lo que conocemos como ¡la depresión!

Ciertamente, este sentimiento puede nublarlo todo y hacer que hasta los pequeños problemas parezcan insolubles y abrumadores. Además, muchas de las personas deprimidas son incapaces de ver un futuro de bienestar, normalmente se sienten sin fuerzas para cambiar sus situaciones presentes hacia algo mejor.

La depresión te invita a sentir deseos de darte por vencido, de renunciar, de sentirte incapaz de avanzar. Donde lo peor es que muchos aceptan esa invitación y solamente alcanzan a decir: ‘Paren el mundo que me quiero bajar’, sin comprender ni aceptar que hay muchas alternativas que pueden decidir y actuar, para recuperar la normalidad de sus vidas y de sus circunstancias.

Estamos frente a un conjunto de síntomas que influyen en la totalidad de la persona, primordialmente en su área afectiva y emocional. Aquí el desánimo, el desaliento, la tristeza constante, la irritabilidad, la sensación de impotencia invaden igualmente las demás actividades. Igualmente bloquea otras áreas como la producción, el trabajo, el estudio, la voluntad y la actitud personal, desbordando nuestra capacidad de pensamiento. Incluso, las áreas de nuestra salud física, en cualquiera de las muchas posibles manifestaciones de enfermedades y dolores físicos.

De igual manera la frustración que acompaña a la depresión nos limita en nuestro deseo y capacidad de disfrutar de nuestras actividades y de las personas, la desmotivación general nos hace perder el interés incluso por las cosas que nos gustan, nos sumerge en una sensación donde percibimos que el tiempo se estanca a nuestro alrededor, en la cual muchos terminan con la sensación donde ya no les quedan lágrimas para continuar llorando. Así es este enemigo emocional que nos acompaña en ciertos fragmentos de nuestra vida.

La realidad es que la depresión es un desorden mental que afecta a las personas integralmente (recuerda que la mente controla al cuerpo). Afecta sus pensamientos, sentimientos y acciones. Su origen es multifactorial, es decir que, son muchas las causas que lo provocan. Se pueden destacar factores desencadenantes tales como el estrés, múltiples sentimientos ‘negativos’ (detallados más adelante); elaboración inadecuada de un duelo (no importa la causa de la pérdida) como decepciones amorosas de la pareja, la muerte de algún ser querido; en otros casos se incluye el consumo de determinadas sustancias (legales o no); factores de condicionamiento educativo modelados por las figuras parentales, las cuales dan un permiso o invitan, a actuar la depresión como una solución viable ante los problemas de la vida.

También, según determinados autores existen causas de predisposición como la genética (aunque yo no estoy muy de acuerdo con esto, por eso no voy a ahondar en este aspecto). Otros autores creen que la causa número uno de la depresión es la culpabilidad no resuelta. A menudo esta culpabilidad puede generar muchas conductas no deseadas que actúan en contra de la persona misma, buscando un castigo para sí misma. Objetivamente hablando, la depresión está aprendida y modelada potencialmente en todo ser humano. Se gesta y da a luz desde las profundidades de sus sentimientos, además cuando las condiciones de la cotidianidad parecen insuperables, hunde a la persona en su sensación de impotencia e infelicidad.

Como enfermedad emocional y espiritual afecta toda nuestra personalidad y frecuentemente se puede manifestar en trastornos somáticos de carácter orgánico, los cuales involucran potencialmente todo nuestro cuerpo. Cada ser humano en su depresión escoge (inconscientemente unas veces, otras muy consientes) de que enfermarse, desde una gripe hasta la misma muerte (suicidio).

Independientemente que sus causas sean conocidas o desconocidas, todos nosotros tenemos días cuando nos sentimos tristes, desanimados, aburridos o derrumbados. Podríamos llamar a estas sensaciones una forma suave de depresión, aunque quizás un mejor término pudiera involucrar a la melancolía o incluso a la desilusión. Todo ello pudiera considerarse normal, hasta incluso desde un punto de vista positivo como sano. Dado que estos sentimientos me invitan a un proceso de reflexión para saber qué está pasando en mi vida. Además, con ello pudiese llegar a tomar decisiones adecuadas de cambio positivo para mí y para mi entorno.

La verdad es que, desde el punto de vista de la realidad humana, no podemos esperar vivir en este mundo sin desánimo y tristezas ocasionales, ello sería completamente poco realista y en algunos extremos rayaría en lo maníaco o psicopático. Por el contrario, lo que ocurre más frecuentemente es que muchas personas simplemente no se dan cuenta de que están deprimidos, ni saben que la depresión les puede provocar muchos problemas y mucho dolor. Algunas veces, incluso las personas deprimidas no se toman su enfermedad con la debida seriedad y responsabilidad.

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Referencias: 

Berne, E. (1974) ¿Qué dice Usted después de decir Hola? España: Ediciones Grijalbo

Diccionario Oxford. https://www.lexico.com/es/definicion/depresion. (Recuperado sep. 2013).

Frankl, V. (1979) El hombre en busca de sentido. España: Herder Editorial

Gilley Gary E. Recuperado 02 sep. 2013 de: http://evangelio.wordpress.com/2009/01/08/una-

mirada-a-la-depresin-a-travs-de-los-lentes-de-la-escritura/)

Perls, F. (1994) El enfoque Gestáltico. Cuatro vientos Editorial

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA

 

 


domingo, 31 de marzo de 2013

EL BENEFICIO PSICOLÓGICO: La Maldición del Argumento de Vida


EL BENEFICIO PSICOLÓGICO:

La Maldición del Argumento de Vida

Por: José Rafael Olivieri Delgado (marzo 2013) 

“El argumento (o guión), según Berne, es un ‘plan preconsciente de vida’, decidido en la infancia, antes de los 14 años. Su definición más completa (Berne, 1971) es: "Un programa en marcha, desarrollado en la primera infancia bajo influencia parental, que dirige la conducta del individuo en los aspectos más importantes de su vida’” (Kertész e Induni, 1980)

  

           Para mí resulta atrayente el poder mezclar en este título dos palabras tan diferentes y opuestas como lo son Beneficio y Maldición, más interesante aún, será el que yo pueda explicar en este texto esta contradicción tan dañina de nuestras situaciones emocionales inconscientes. En primer lugar, como nos pasa a la mayoría cada vez que escuchamos la palabra ‘Beneficio’ automáticamente pensamos en algo positivo, algo bueno.

Por ejemplo, el Diccionario RAE lo define como: “Bien que se hace o se recibe”, también como: “Ganancia que se obtiene...” (recuperado marzo 2013). Mientras que por su parte ‘Maldición’ está asociada a algo negativo y posiblemente hasta desastroso. La definición del Diccionario RAE nos deja ver que la maldición es: “Imprecación que se dirige contra alguien o contra algo, manifestando enojo y aversión hacia él o hacia ello, y muy particularmente deseo que le venga algún daño.” (recuperado marzo 2013).

Me interesa explicar aquí por razones obvias de mi área profesional, que el contexto al cual me voy a limitar es el escenario mental de lo inconsciente y su correlación con nuestras emociones no adecuadas, es decir, el contexto de los conflictos emocionales que todos tenemos en mayor o menor grado, por lo cual el ‘beneficio psicológico’ al que me refiero no es en realidad algo bueno, sino todo lo contrario, tanto es así que realmente dicho beneficio se convierte en la razón más importante para mantenerme encerrado en la prisión de mis conflictos emocionales, los cuales en su conjunto configuran y definen lo que Berne (1979) llamó el “Argumento de Vida”.

La idea de esta reflexión es la de trabajar el por qué muchas de las personas que asisten al consultorio para una terapia psicológica (psicoterapia), no terminan de realizar cambios importantes en sus modelos conductuales y emocionales. Porque no se trata de si tienen o no el deseo de querer cambiar. De hecho, la razón principal de la gran mayoría de ellas, al buscar el apoyo emocional, es precisamente realizar los cambios necesarios en sus conductas. Para con ello poder mejorar su calidad de vida y más importante aún, mejorar sus relaciones interpersonales.

Entonces ¿Por qué a pesar de sus esfuerzos, su tiempo, su dolor y su inversión económica en la terapia, no terminan de cambiar? La razón como todos los temas psicológicos es sencilla y complicada a la vez, pues la causa central es concretamente: El Beneficio Psicológico que los mantiene encadenados a sus circunstancias emocionales y a la programación negativa, a la cual sin darse cuenta obedecen para dirigir y controlar las decisiones más importantes de sus vidas.

En este sentido, el Beneficio y la Maldición lejos de tratarse de un tema donde al yo hacer una conducta adecuada (es decir buena: la aprobada por la mayoría de los otros, ejemplo, portarme bien, sacar buenas notas), esperaría casi siempre el hecho de recibir un premio ‘bueno’ (beneficio) por mis acciones. Pero hemos aprendido desde la niñez, muy frecuentemente en realidad, que en casi todas las veces en las cuales hice algo bueno, no me dieron nada porque eso era lo que se ‘esperaba’ de mí.

Lamentablemente esta carencia (constante) de ese reconocimiento emocional que nunca recibo, me obliga a que llegue un momento en el cual este vacío emocional me invita a probar actuando una conducta negativa (no adecuada, ejemplo, rompo algo), a ver si así, por lo menos llamo la atención, me toman en cuenta y recibo el ‘reconocimiento’ que necesito, en este caso ya no me importa si es bueno o malo, es un reconocimiento a final de cuentas.

En el otro extremo de esta ecuación, si hago una conducta no adecuada (mala: la no aprobada por la mayoría de los otros), en teoría debería recibir un castigo (maldición). En este caso si no me dan nada, busco hacer otras conductas negativas a veces más intensas, para ver si alguien me da la atención que necesito. Todo debido a que en el contexto emocional es ‘1000 veces preferible que me den un golpe, a que me ignoren’.

Esto es parte de la realidad descrita por Berne (1979) en relación con su tema del “Hambre de Reconocimiento”. Con base es esto, mis necesidades emocionales desde la perspectiva de la aprobación o rechazo, así como del reconocimiento que me han de dar mis figuras parentales, será totalmente crítico y definitorio en la construcción de mi argumento, su beneficio y su consecuente maldición. Por ello me interesa que podamos entender al beneficio psicológico como ‘toda la estructura emocional’ que me obliga necesariamente a cumplir mi Argumento de vida, por lo cual dicho beneficio se convierte en sí mismo en la maldición de mi Argumento.

El objetivo será entonces, que podamos empezar a comprender lo que ocurrió en el proceso de mi formación infantil (primeros 9 - 12 años de mi vida). Donde a través de innumerables situaciones emocionales ‘negativas’, que ocurrieron como consecuencia de las interrelaciones con mis figuras de autoridad. Es decir, con aquellas personas que tenían poder sobre mí (padres, maestros, familiares, hermanos, entre otros). Cuyas respuestas de reconocimiento (aprobación y desaprobación) hacia mí y mis conductas, me invitaron a sentir y a realizar un manejo emocional muy particular de mis pensamientos y sentimientos. Dado que estos en su mayoría estuvieron desbordados por emociones tales como: rabia, miedo, tristeza, injusticia, dolor, abandono, maltrato, soledad, descalificación, crítica, comparación con los otros, entre otras muchas.

Al mezclarse todas estas experiencias y sensaciones en mi vida infantil durante mucho tiempo, traen como consecuencia que todos estos desbordes emocionales, terminan causando una gran confrontación de conflictos emocionales. Toda mi estructura integral (mente, cuerpo y espíritu) se ve involucrada. Hasta que llega un momento en que mis defensas emocionales sucumbieron ante tal cantidad de agresiones psicológicas (y muchas físicas). Con base en dichas experiencias emocionales vividas hasta ese instante, fue que realicé mi proceso inconsciente de definir, configurar y decidir el plan completo de mi vida argumental.

Ahora es ¡MI VIDA, MI DECISIÓN, MI PLAN!, con el cual, a partir de ese instante emocional, estructuro en forma definitiva mi “Argumento de Vida”. Este me dirá entre otras muchas cosas: qué esperar de los otros, qué y cómo sentir, pensar y actuar en todas las decisiones importantes de mi vida, es decir, ¡cómo voy a vivir el resto de mi vida! Y todo antes de los 9 - 12 años, con la información emocional que tenía en ese momento, haya sido adecuada o no.

            Para poder entender y profundizar en este texto del Beneficio Psicológico es necesario conocer en líneas generales a que se refiere este tema del “Argumento de vida”. Este es un concepto desarrollado en la teoría del Análisis Transaccional por Eric Berne (1979):

Cada persona decide en su primera infancia cómo vivirá y cómo morirá, y a ese plan que lleva en su cabeza dondequiera que vaya, lo llamamos guion (el Argumento se apoya en un guion). Su conducta trivial puede decidirla la razón, pero sus decisiones importantes ya están tomadas: con qué clase de persona se casará, cuántos hijos tendrá, en qué clase de cama morirá, y quién estará allí cuando lo haga. Puede que no ocurra lo que él quiere, pero él quiere que ocurra algo muy concreto. (pp. 45 -46)

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Referencias:

Berne, E. (1979). ¿Qué dice usted después de decir hola? 9na edición, Barcelona. Ediciones Grijalbo

Diccionario de la Real Academia Española.

https://dle.rae.es/beneficio?m=form

https://dle.rae.es/maldici%C3%B3n?m=form. Recuperado marzo 2013.

Kertész, R. e Induni, G. (1980) Análisis Transaccional para todos. Buenos Aires, Argentina. Editorial Conantal.

Sociedades Bíblicas Unidas. (1960). Santa Biblia. Caracas Venezuela: Fanarte, C.A.

 





domingo, 10 de febrero de 2013

EL SUFRIMIENTO: Realidad Psicológica y Espiritual


              EL SUFRIMIENTO: Realidad Psicológica y Espiritual

por: José Rafael Olivieri Delgado (feb. 2013)

 

“¿Acaso olvidaron las palabras de aliento con que Dios les habló a ustedes como a hijos?

Él dijo: ‘Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor y no te des por vencido cuando te corrija. Pues el Señor disciplina a los que ama y castiga a todo el que recibe como hijo’”

Hebreos 12:5-6, NTV

 

            El sufrimiento es otro de los temas dentro del consultorio de los cuales no es fácil hablar, pues ¿Quién no ha sufrido en su vida? Cada persona con su particular experiencia personal e íntima consigo mismo, tiene su propia percepción de lo qué es el sufrimiento y de cómo lo ha vivido y padecido. Tanto en sus pensamientos, emociones, acciones como en las consecuencias que el mismo ha generado en su vida y muchas veces, en la vida de los que lo rodean. Más complicado aún es este tema cuando entendemos el dicho popular que dice: “cada cabeza es un mundo” Resulta que en el ámbito de nuestro mundo mental cada uno de nosotros tiene su propio sistema de creencias emocionales, en el mismo se encuentran almacenadas todas las verdades absolutas en las cuales creemos ciegamente.

Cada una de ellas nos sirven para evaluar, sentir, relacionarnos y asumir una posición de ‘ser, estar y sentir’ en relación con cada acontecimiento de nuestra vida y de nuestro mundo. Esto independientemente de si tales creencias son adecuadas o disfuncionales de acuerdo con las decisiones que tomamos y sus consecuencias. Quizás la parte más delicada de dichas creencias sea el hecho de no admitir ningún cuestionamiento a pesar del daño que nos pueden hacer. Resulta que la única posibilidad de revisarlas (modificar o eliminar las inadecuadas y potenciar las adecuadas), será a través de un proceso de cambio y decisión personal (psicoterapéutico o no). Este indudablemente no es fácil de hacer y a su vez, frecuentemente genera mucho sufrimiento durante la transición de dicho cambio.

En lo que corresponde a nuestro tema es necesario entender que el sufrimiento tiene múltiples raíces. Algunas son propias de la experiencia de la persona en su intercambio emocional con sus semejantes (padres, hermanos, amigos, pareja, hijos). Otras vienen como parte obligatoria del complejo y difícil arte de vivir, por el simple hecho de estar en un lugar y en un tiempo determinado: la causalidad, le decimos los psicólogos. Igualmente, de acuerdo con dichas creencias y con nuestra estructura emocional, existen otras muchas situaciones internas y externas que nos hacen sentir ‘mal’. Nos sentimos en caos, fragmentados, en crisis, enfrentados a un sinfín de obstáculos que nos desalientan. Situaciones de fracaso y frustración que nos desvían de nuestros propósitos, destruyen nuestros sueños y esperanzas.

Frente al sufrimiento frecuentemente nos sentimos desordenados, vacíos y en tinieblas, con huecos en el alma, sin encontrarle sentido a la vida ni al sufrimiento en sí mismo. Razones como familias rotas, emociones heridas y llenas de traumas, relaciones imposibles, sueños abandonados, heridas en el alma, sin claridad emocional… todas ellas son parte de los posibles estímulos y caminos que nos pueden llevar a estrellarnos de frente contra el sufrimiento y todo lo que él implica.

Para poder enfrentarnos a ello lo importante será aprender a pasar por encima de todo esto y particularmente, de poder tomar la decisión de continuar sabiendo que no estamos solos, que lo importante es no abandonar, sino llegar a nuestro bienestar. Entonces, como en la mayoría de los temas que trato aquí, solamente voy a dar un breve esbozo de este tópico, para intentar dejar la idea en la cual: aunque nadie quiere sufrir y a nadie le deseamos sufrir, el sufrimiento es una etapa necesaria en la vida de toda persona que pertenece a la raza humana. Dependerá de tu actitud frente al sufrimiento, los resultados que tú obtendrás de él.

            La primera verdad de la vida es esta: que a todos nosotros nos toca sufrir y lo que es peor, nadie me puede garantizar que no me toque seguir sufriendo en el futuro, tal como nos lo recuerda Juan 16:33 al referirse a las palabras de Cristo: “Les he dicho todo lo anterior para que en mí tengan paz. Aquí en el mundo (la vida) tendrán muchas pruebas y tristezas (sufrimiento); pero anímense, porque Yo he vencido al mundo” (NTV). Esto nos garantiza que mientras estemos vivos tendremos que afrontar diversos períodos de sufrimiento y algunos otros de ‘pruebas’ que llegan a nuestra vida.

Para mí lo interesante del tema del sufrimiento en este texto, será la necesidad de mezclar dos de nuestros elementos humanos más íntimos: lo psicológico y lo espiritual. De esta manera podré manejar diferentes aspectos del sufrimiento en un contexto más integral e interdisciplinario. Dado que el mismo es una condición natural e inevitable de nuestras relaciones humanas (mundo psicológico y emocional). Tal como afirma el versículo anterior de Juan, también es una condición ineludible de nuestro tránsito espiritual por nuestra vida. Prueba de ello es que muchas personas vienen a la consulta psicoterapéutica o van al cura, al pastor o a su respectivo representante religioso según su creencia (lo espiritual), en busca de consuelo para su sufrimiento.

La realidad implícita del sufrimiento es que el mismo está unido a las consecuencias de mis decisiones emocionales y a mis percepciones espirituales, en este sentido, diría yo: ‘es 50% emocional y 50% espiritual’. Por ejemplo, si permitimos que nuestra mente sea invadida por los pensamientos y sentimientos asociados al sufrimiento, dejando a nuestra mente libre para rumiar aquellas cosas que nos han hecho daño, que no hemos logrado, nuestros sentimientos de fracaso, soledades, abandonos, heridas no cerradas, … Vamos a terminar siendo víctimas del sufrimiento y de muchas de sus consecuencias, tales como la amargura, el desánimo, la desilusión, la desesperanza y la depresión. Porque a través del sufrimiento nos destruimos en nuestra propia cárcel, hundiéndonos en nuestra desesperación y en nuestra ceguera emocional, incluso cultivamos y propiciamos enfermedades físicas.

Al unirlo a lo espiritual perdemos el sentido de la vida, nuestro propósito, nuestro sentido de realización y superación, nuestros vínculos relacionales con los otros, entre otras más. Por ello es necesario crecer en ambas áreas y aprender a poner filtros emocionales en tu mente, ajustar tus pensamientos, utilizar el escudo del autocontrol, controlar lo que haces y permites estar en tu mente, en tus emociones y en tu percepción espiritual.

Complementando todo esto, no deja de ser cierto que invariable e inevitablemente también existe una carga externa que no controlamos en la causalidad de nuestra vida. En ella el poder de invitarnos al sufrimiento no es nuestro, aquí tendría que mencionar la ley del 80 – 20 (90 – 10) (El principio de Pareto), la cual tú has de evaluar dependiendo del lado de la moneda en que estés (el 80 a tu favor o en tu contra). De todas formas, y en todo caso, siempre tendrás el poder sobre tu propia responsabilidad de canalizar tu situación emocional frente al sufrimiento. Tomando o no las decisiones y acciones necesarias para poder manejarlo adecuadamente y pasar por encima del mismo.

         En el proceso de lo mental sería interesante entender lo que nos enseña Freud (Pervin 1979), cuando habla de la cualidad del Yo que denomina “ELLO”, al igual que Berne (1979) cuando habla del estado del Yo llamado “NIÑO”, lo cual de igual manera lo reafirman, explican y trabajan otros tantos psicólogos y psiquiatras, para comentarnos acerca de la realidad donde: a este nivel emocional de lo primario (lo infantil), nuestra mente está totalmente orientada hacia la búsqueda única y absoluta del placer y por consiguiente, al rechazo y evitación de todo lo opuesto a este, es decir, al sufrimiento (dicha búsqueda del placer es lo que conocemos en psicología como el “Principio del Placer”).

En dicho nivel mental (Ello, Niño) están centradas nuestras emociones, prácticamente todo es inconsciente, allí reside el centro de nuestra energía psíquica, con la cual tomamos la mayoría de nuestras decisiones importantes de vida. El problema central no es que busque y desee lo que me causa placer, el problema es que tal búsqueda es imposible de lograr todo el tiempo y en todas las situaciones de mi vida, y muchísimo menos si se trata de las interrelaciones interpersonales.

Es necesario comprender que el placer, de por sí, es improbable de lograr de forma permanente y continua. La realidad es que estamos sujetos a un mundo real y cambiante en cada instante, donde es imposible perpetuar una situación de placer. Particularmente porque mi sensación de placer dura únicamente hasta que surge una nueva necesidad (física o emocional) dentro de mí. Resulta que los sentimientos y las sensaciones asociadas a mis necesidades son opuestos a dicho placer.

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Referencias:

Berne, E. (1979). ¿Qué dice usted después de decir hola? 9na edición, Barcelona. Ediciones Grijalbo

Cury, A. (2007). Nunca renuncies a tus sueños. Ediciones Minotauro.

Kübler-Ross, E. (1997). La rueda de la vida. España: Zeta

Pervin, Lawrence A. (1979). Personalidad: Teoría, Diagnóstico e Investigación. Cap.4: Una teoría psicodinámica. La teoría psicoanalítica de Freud.

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA