martes, 7 de febrero de 2012

LA CULPA: Mi Emoción Autodestructiva

LA CULPA: Mi Emoción Autodestructiva

Por: José Rafael Olivieri Delgado (feb. 2012)

 

La culpa es una reacción emocional aprendida que sólo puede ser usada si la víctima le muestra al explotador que es vulnerable a ella” Dyer (1982, p. 137)

 

            Miles de lágrimas, quejas, preguntas, inquietudes, excusas, justificaciones y otras cuantas manifestaciones emocionales de este tipo son las que muestran los pacientes en el consultorio, cuando durante su proceso terapéutico se trabaja con la culpa y con su sentimiento de culpabilidad. Su pregunta clásica desde la impotencia que produce esta emoción es: - “¿Qué puedo hacer si me siento culpable?”

La pregunta se entiende porque realmente la culpa es uno de nuestros acérrimos y mayores enemigos de nuestra felicidad. Es un sentimiento que frecuentemente nos limita y nos condiciona a mantenernos en una zona de bloqueo e inactividad, en un malestar emocional muy fuerte y profundo; nos dificulta gravemente el poder avanzar hacia nuestras metas y sueños, peor aún, nos perjudica irremediablemente en nuestras relaciones (pareja, familiares, trabajo y sociales).

Por ello, en relación con dicha pregunta, es indudable que la respuesta debe estar dirigida en función de la persona que pregunta y su propia situación emocional. La parte más difícil de esta será lograr que esa ‘tan anhelada’ respuesta surja del mismo paciente, es decir que él se responda a sí mismo y además en forma adecuada. Yo pienso que cada persona que asiste a terapia debe ser invitada a encontrar sus propias respuestas, pues estas tienen que estar completamente ajustadas a la situación personal, emocional y única de quien pregunta. ¿Y quién conoce mejor tu situación y lo que tú necesitas para resolverla? Solo uno: ¡Tú mismo!

Comprendo que mi función es acompañar a mi paciente en su proceso, darle información, opciones, mostrarle ‘un espejo’ dónde se mire y se descubra a sí mismo, así como invitarlo a que decida su propio crecimiento y bienestar, para que indudablemente, cuando llegue su momento pueda decidir y autosustentarse en su vida emocional, sin la necesidad del apoyo que le brindamos durante su permanencia en el proceso terapéutico.

      La culpa es precisamente uno de los sentimientos que más se oponen a tu propio bienestar. Para comprender esto hay que entender ¿Qué es la culpa?, y ¿Cómo es su proceso en las personas? En este sentido, hay dos posturas que me interesan resaltar de entre las muchas que existen, me refiero a las explicaciones de Dyer (1982) por un lado y a las de Palmero (2002) por el otro. Permíteme empezar por dar una respuesta general a estas preguntas y luego pasar a los conceptos específicos de dichos autores.

En tu búsqueda de este concepto encontrarás por ejemplo que el Diccionario RAE dice: “(1) Imputación a alguien de una determinada acción como consecuencia de su conducta. (2). Acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado” (febrero 2012). Para entender esta definición es necesario dar un rodeo ‘un poco’ extenso dentro de algunos conceptos psicológicos.

El primero es la diferencia general entre emoción que es una reacción psicofisiológica que ocurren de manera espontánea y automática (ejemplo: miedo, alegría, rabia, tristeza, …), y lo que es un sentimiento como combinación de esas emociones y nuestros pensamientos y percepciones aprendidas. La emoción surge antes que la conciencia y es inevitable frente al estímulo que la produce. Por su parte el sentimiento requiere primero de nuestra conciencia, pensamientos y experiencia emocional para luego responder al estímulo.

En este contexto la culpa sería un sentimiento, lo cual está asociado a una connotación muy importante: la culpa es aprendida no nacimos con ella, la aprendimos a sentir y la internalizamos en nuestro esquema de emociones como producto de nuestras relaciones con los demás, según esta perspectiva Palmero (2002) define la culpa como una “emoción social”.

Lo segundo para tener en cuenta es que debo tener una conciencia de quién soy Yo y de los otros, este límite será importante para entender el proceso de autovaloración que necesito para sentir la culpa y el poder llegar a evaluarme como el culpable frente a un evento particular. Tercero, dicha valoración depende de nuestro esquema de comprensión del ‘bien y el mal’, así como de las ‘reglas’ (culturales, morales, éticas, religiosas, familiares…) que rompemos con nuestras acciones no adecuadas. El cuarto aspecto se refiere a la culpa como una emoción “compuesta”, es decir no está sola, sino que se asocia con otras emociones como la tristeza y la rabia dependiendo de ciertas condiciones particulares de cada persona.

Igualmente podría señalar que está relacionada muy íntimamente con otros conceptos de lo que podríamos llamar ‘la telaraña’ de nuestro sistema emocional, me refiero a elementos tales como: autoestima, autoconcepto, autocensura, niveles de perfección, miedos, procesos de pensamiento y su rumiación, así como el mayor de todos: nuestro sistema de creencias emocionales. La culpa es un elemento central de muchos de nuestros conflictos emocionales y, por consiguiente, de sus consecuencias en nosotros y en nuestras relaciones.

Tenemos entonces que en un sentido general la culpa es un sentimiento generado por nosotros mismos con base en nuestro universo emocional interno. Fuertemente relacionado con lo que está bien y lo que está mal. Así como del resultado de cómo nos valoramos frente a nuestras propias acciones en relación con los otros. Existen otros factores asociados a la culpa que desarrollaré a través de este texto.

Con base en lo que cada uno ha sentido en sus propias sensaciones de culpa, podemos comprender que la misma es un sentimiento tanto complejo como muy destructivo en nuestra percepción emocional. No solamente por su origen aprendido, sino también por la cantidad de elementos asociados con nuestro desarrollo individual de pensamiento, emoción y acción. Por ello es vital poder comprender que en la culpa el protagonista de todo el proceso emocional que implica soy yo mismo, pues voy a jugar en los cinco ‘roles’ principales de la misma.

Me explico: (1) Yo soy quien va a ejecutar (u omitir) una serie de acciones específicas. (2) Me voy a convertir en mi propio acusador al evaluar que he trasgredido una norma o una regla. (3) Ahora me convierto igualmente en mi propio juez (la mayoría de las veces con carácter implacable), con lo cual me dicto mi propia sentencia condenatoria. Como juez he de saber que cuanto mayor sea mi nivel de crítica, de auto exigencia, de perfeccionismo, cuanto más altos e inflexibles sean mis estándares para juzgarme, tendré mayores probabilidades de condenarme. (4) Me convierto en mi propio carcelero al aplicarme el castigo que considero que me merezco, con lo cual paso a cumplir mi último ‘rol’ (5): soy la víctima de mi propia culpa.

En relación con el castigo que me aplico, he de saber que el sentimiento de la culpa está acompañado de un amplio conjunto de emociones autodestructivas, entre otras: tristeza, decepción, desánimo, depresión, angustia, frustración, impotencia, rabia, remordimiento. Y de igual manera a un conjunto continuo de pensamientos descalificadores y limitantes, los cuales no solamente me estancan en mi propia prisión emocional, sino que peor aún, limitan mi posibilidad de cambio y de mi búsqueda de soluciones a mi situación emocional.

Entrando ya en la visión que nos ofrecen los dos autores mencionados, podemos comenzar con las consideraciones de Dyer (1982) quien opina que la culpabilidad es en principio una emoción inútil que paraliza a la persona, la hace perder su energía viviendo en situaciones del pasado, perdiendo el presente y su potencialidad. Este autor dice: “La culpabilidad quiere decir que despilfarras tus momentos presentes al estar inmovilizado a causa de un comportamiento pasado” y añade “Con la culpa, te fijas en sucesos pasados, te sientes abatido o molesto por algo que dijiste o hiciste y gastas tus momentos presentes afligido” (p. 127).

A pesar de ello, no deja de ser cierto que muchos, con la sensación de culpa, quieren cambiar lo que a todas luces es imposible cambiar: el pasado. La realidad es: no importa cuán grande sea tu dolor o tu castigo, no puedes modificar tu pasado. Tu opción es vivir un presente distinto con cambios emocionales reales.

A este respecto podríamos añadir una visión interesante sobre esta ‘imposibilidad’ de cambiar el pasado tal como la que nos ofrece Martínez (2006) quien considera que: “… el pasado no es una categoría psicológica cerrada e inmutable.” (p. 288) y afirma “… si una persona logra cambiar el significado que le atribuye a un hecho pasado que influye en él grandemente, este hecho comenzará a influir de una manera completamente distinta.” (p. 289).

A esto es a lo que nos referimos con los posibles cambios que podemos lograr a través de la psicoterapia. Esta me permite realizar una evaluación más adecuada de aquellos eventos traumáticos de mi pasado, bien sea porque yo los actué o bien porque me los hicieron sentir. En definitiva, tengo la opción de cambiar mis percepciones en relación con estos hechos, los cuales, aunque son reales, primero pertenecen al pasado y segundo, ya no tienen por qué continuar haciéndome daño a través de mis sentimientos de culpa.

       La postura de Dyer (1982) habla de la autodestrucción de vivir constantemente recordando el pasado y sintiéndose mal por lo que hicimos en él. Gastando nuestra energía cuando rumiamos nuestros pensamientos en expresiones como ‘si no hubiera hecho eso’ o ‘si no hubiera dicho eso’, siempre resaltando el condicional ‘si’. Dice Dyer (1982): “No hay sentimiento de culpa por grande que sea que pueda alterar el comportamiento pasado” (p. 139). Peor aún, es el hecho en el cual dejamos de vivir el presente al inmovilizarnos mirando hacia atrás, lo cual implica que no podemos avanzar ni estar atentos a lo que sucede en nuestro aquí y en el ahora. Dejamos de disfrutar del único instante real de nuestra existencia: el hoy.

TE INVITO A CONTINUAR LEYENDO ESTE TEMA EN MI LIBRO:

 

FRAGMENTOS DEL CONSULTORIO PSICOLÓGICO 1

 

PUEDES ADQUIRIRLO A TRAVÉS DE:

 

www.amazon.com/author/jrodlibros

 





Referencias:

Diccionario de la Real Academia Española. https://dle.rae.es/culpa. Recuperado febrero 2012.

Dyer, Wayne. (1982). Tus zonas erróneas. Argentina: Editorial Grijalbo

Martínez, J. M. (2006). Amores que duran… y duran... y duran. México: Editorial Pax.

Palmero, F. (2002) Psicología de la Motivación y la emoción. Madrid, España: McGraw-Hill

Shinyashiki, R. (1993). La caricia esencial. Una psicología del afecto. Colombia: Editorial Norma

Sociedades Bíblicas Unidas. (1960). Santa Biblia. Caracas Venezuela: Fanarte, C.A.