viernes, 14 de agosto de 2015

AUTOESTIMA: El resultado de amarme a mí mismo

AUTOESTIMA: El resultado de amarme a mí mismo

Por: José Rafael Olivieri Delgado (agosto 2015)

 

“…somos el resultado de nuestras propias decisiones; somos lo que elegimos ser. Nuestras elecciones son determinadas por lo que pensamos acerca de nosotros mismos y de nuestras capacidades. Por lo tanto, somos el resultado de la evaluación que hayamos hecho sobre nosotros mismos” (Sra. Livingston, 1972, p. 13)

 

          Lo he presentado varias veces en el consultorio, para mí el secreto del proceso terapéutico es enseñarles a los pacientes a ‘amarse a sí mismos’. Pero no vayan a creer que me la ‘estoy comiendo’ cuando lo afirmo. Dios fue el primero que lo propuso, yo no hago más que repetirlo. Y no solamente fue que lo dijo, sino que también lo presenta como un mandamiento en el cual nos ordena que nos amemos a nosotros mismos.

Será tan importante para Dios que nos amemos, que hasta donde yo sé, es uno de los versículos que más veces se repite en toda la Biblia. Lo hace nueve (9) veces, creo que muy pocos se repiten tantas veces, ‘amarnos’ aparece en: Levíticos 19:18 y 19:34; Mateo 19:19 y 22:39; Marcos 12:31; Lucas 10:27; Romanos 13:9; Gálatas 5:14 y finalmente en Santiago 2:8. La esencia de cada uno de estos versículos es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (NTV). Interesante y básico a la vez: ¡para amar al otro, tengo que empezar por amarme a mí mismo primero! La máxima que acompaña esto es igual de simple: ‘no puedo darle al otro lo que no tengo, no puedo enseñar al otro lo que no sé’.

Sobre esa base, para mí, la esencia de una autoestima (POSITIVA) empieza y es el resultado de amarme a mí mismo. De allí el título del presente texto, y como abre boca de este, debemos empezar por entender que la autoestima es una experiencia compleja, dinámica y entretejida en nuestra mente inconsciente. Ella se interrelaciona profundamente con todo nuestro sistema de creencias, así como con los sentimientos que hemos evaluado y aceptado en relación con nosotros mismos y con todo lo externo.

La autoestima nos condiciona positiva o negativamente en las decisiones y acciones que actuamos frente a nuestro mundo interior y exterior. Muy especialmente en lo referente a nuestras relaciones con las otras personas, al igual que influye directamente en aquellos sueños, proyectos, metas que nos proponemos alcanzar, afectando así todo lo que hacemos en nuestra vida. Al respecto Congost (2015) nos dice: “… la opinión que tendremos sobre nosotros mismos dependerá de lo capaces y valiosos que nos sintamos en nuestra vida. En función de cómo se vea y se sienta una persona consigo misma en cada momento, se va a relacionar con los demás y con los acontecimientos de una manera u otra.” (p. 28).

         Bien, ya saben de dónde salió parte del contenido de lo que voy a desarrollar. Por su parte, desde el punto de vista psicológico, la autoestima es un proceso valorativo bastante complejo que cada individuo hace de sí mismo (a lo largo de su vida). Requiere de un adecuado desarrollo de muchas de nuestras capacidades mentales y emocionales. Empezando por establecer la diferencia fundamental entre mi YO y los OTROS.

Como la mayoría sabe, adquirir la consciencia de quién soy Yo es un proceso fundamental en mi etapa infantil, pero que no es estático, sino que dura toda la vida y tiene sus subidas y sus bajadas. De hecho, el niño no nace con autoestima, la misma se forma en la interrelación y en la evaluación ‘con/de/por/para’ sus figuras parentales, estos otros, quienes quieran que sean (reales o no, buenos o no) son vitales en el proceso de definición de esta.

Por ejemplo, cuando las figuras parentales son potenciadoras del afecto, del cariño, cuando valoran las cualidades del niño, lo apoyan y protegen cuando algo le sale mal, cuando le dan la posibilidad de sentirse bien consigo mismo, cuando lo educan en principios y valores adecuados, y particularmente le dan el reconocimiento correspondiente por todo lo que hace y por todo lo que es, invitarán al niño a construir una autoestima positiva, en caso contrario, estaremos invitando al niño a su posible autodestrucción (producto de una autoestima baja). Como ejemplo revisa cómo te trataban tus figuras parentales y tendrás una idea de si debes o no estudiar este texto.

De igual manera, sabemos que la autoestima puede variar a lo largo de nuestra vida, en función de las circunstancias que nos rodean y de cómo nos vamos evaluando en cada una de nuestras experiencias emocionales. Por ejemplo, si tienes experiencias positivas de lograr y tener éxito en tus metas, tu autoestima aumenta, si por el contrario los resultados son negativos, entonces disminuye. Por supuesto, este tema lleva desarrollándose desde que el Ser Humano se preguntó: ¿Cuán importante soy? Es decir: ¡nada nuevo!

Hay miles y miles de libros y artículos acerca de este tema; Unos de la mano de ‘gigantes’ de la Psicología y la Psicoterapia, y otros de estudiantes del tercer año (se encuentran muchos artículos interesantes en la web, pero sin referencias). Por supuesto, como en la mayoría de mis textos no pretendo presentarme como el experto, sino muy por el contrario, dar mi visión personal del tema, invitando a mis lectores a que les pique el ‘gusanito’ de la curiosidad, de tal forma que puedan motivarse a investigar y ampliar más su conocimiento. Porque yo solamente pretendo aportar un ‘granito de arena’ de lo que es la inmensidad del proceso mental y emocional del Ser Humano. Por eso, antes de desarrollar el tema, permíteme responder a la pregunta: ¿Qué es la Autoestima?

Para Acosta y Hernández (2004) “La autoestima es un sentimiento valorativo de nuestro ser, de quiénes somos nosotros, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad. Esta se aprende, cambia y se puede mejorar. Está relacionada con el desarrollo integral de la personalidad en los niveles: ideológico, psicológico, social y económico.” (p. 82). En lo particular para mí es: aprender a amarnos, valorarnos, respetarnos, cuidarnos y muchas otras cosas positivas más, en primer lugar, conmigo mismo y luego para con los demás. La misma incluye todo lo que pienso y siento acerca de mí mismo, así como todo lo que hago en mi vida y en mis relaciones con los otros.

Por su parte, dice Congost (2015) “… es una experiencia subjetiva que nos condiciona a la hora de enfrentarnos a nuestro entorno. Y lo hace porque interfiere directamente en nuestra relación con las demás personas y con aquellos retos u objetivos que nos vayamos marcando” (p. 26). La autoestima se desarrolla con las experiencias propias y las aprobaciones o rechazos de los demás. Especialmente y de manera indeleble, de las valoraciones (adecuadas o no) que mis figuras parentales me hicieron sentir de mí mismo. Es la esencia de nuestra manera de percibirnos y valorarnos, como así también moldea nuestras vidas, porque la autoestima me dice cómo debo vivir mi vida en función de mi propia autovaloración. Determina si seré un triunfador o un fracasado en alguno o en todos los roles de mi vida.

Es esto y muchísimo más, altamente compleja y central en los procesos de decisión de mi vida. Además, la autoestima incluye tres elementos fundamentales como son: mi autoconcepto (qué creo de mí), mi autoimagen (cómo me veo a mí físicamente) y mi autovaloración (cómo me valoro a mí). Por eso para mí: es mi capacidad de amarme a mí mismo sanamente y de actuarlo en mi vida continuamente.

Cuando nuestra autoestima es positiva nos sentimos con posibilidades de lograr lo que queremos, de asumir nuevos retos, vivimos mejor y más felices, disfrutamos más de nuestras relaciones, confiamos en nosotros mismos. Sin embargo, cuando es negativa nos bloqueamos, nos paralizamos, la inseguridad y los miedos se crecen, no nos arriesgamos y todo parece más difícil e imposible. Cierro el concepto con un fragmento, muy acorde con mi tema, de un poema atribuido a Kim Alison McMillen: “cuando me amé de verdad, comprendí que, en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima” (s/r).

Por otra parte, uno de los problemas centrales atribuidos a la definición de la autoestima, es que no sabemos valorarnos a nosotros mismos, o de igual manera, a que somos muy negativos con nuestras propias valoraciones. Por lo general, utilizamos para ello el modelo que aprendimos de nuestras figuras parentales. Independientemente del potencial que podamos tener, y en la medida en que nuestra vida se empieza a llenar de dificultades y maltratos, aprendemos a dejar de creer en nosotros mismos.

Nuestros pensamientos de descalificación se hacen repetitivos y terminamos formando nuestras creencias limitantes y nos desvalorizamos, con las cuales nos convencemos de que no merecemos, no podemos, no somos capaces ni de hacer ni de conseguir nada bueno. Terminamos despreciándonos y autodestruyéndonos a nosotros mismos, de una manera muy injusta. ¿Por qué sucede esto? Entre otras varias razones porque lamentablemente, la mayoría de las figuras parentales tienen el dañino hábito de hacerles comentarios descalificadores a sus hijos. Acostumbran a comunicarse con los niños a través de amenazas, críticas, insultos y particularmente con las destructivas comparaciones con otros.

Cuando te comparaban con el otro casi siempre era para mostrarte algo malo de ti, eso te daba mucha rabia, pero como no podías (ni sabías) descargar tu rabia con el otro, la terminabas descargando en ti mismo, autodestruyéndote. En general los padres piensan que estas comparaciones estimularán a sus hijos a mejorar, cuando en realidad, lo que hacen es destruirles su autoestima. ¿Quién dijo que los niños entienden la psicología paradójica o inversa? La realidad es, que la mayoría de los niños reciben los comentarios de sus figuras parentales, como verdades absolutas. Las mismas son asimiladas por el niño sin cuestionamiento alguno, porque sencillamente, si mi papá o mi mamá lo dicen, tiene que ser verdad, porque ellos son los que (supuestamente) más me aman.

Cada vez que una figura parental le dice a un niño ‘eres un bruto’, ‘no sirves para nada’, ‘no haces más que desastres’ o cualquiera de esas frases negativas, que la mayoría de todos nosotros recordamos frecuentemente, lo único que aumenta es: la baja autoestima y la valoración negativa que el niño hace de sí mismo, porque la figura de autoridad (la figura de amor) así lo valora. En consecuencia, en la mayoría de los casos, el niño actuará según lo valoraron a lo largo de su propia vida.

TE INVITO A CONTINUAR LEYENDO ESTE TEMA EN MI LIBRO:

 

FRAGMENTOS DEL CONSULTORIO PSICOLÓGICO 2

 

PUEDES ADQUIRIRLO A TRAVÉS DE:

 

www.amazon.com/author/jrodlibros

 


 

Referencias:

 

Acosta, R. y Hernández, J. (2004). LA AUTOESTIMA EN LA EDUCACIÓN.

REVISTA LÍMITE N° 11, 2004 p. 82-95 Recuperado agosto 2015: https://dialnet.unirioja.es

Congost, S. (2015). Autoestima automática: cree en ti y alcanza tus metas, Ed. Planeta.

Corporación PBA. (s/f). Cartilla de Autoestima. Recuperado agosto 2015 de:

http://www.corporacionpba.org/irp/herramientas/Etapa_I/eppr-fase-I-crecimiento_personal/paso1/Cartilla_Autoestima.pdf

Sra. J. B. Livingston. (1972). Amate a ti mismo. Ed. Western Christian Foundation, inc. USA

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA