EL SISTEMA DE
CREENCIAS EMOCIONALES: Verdades que dirigen mi vida
Por J. Rafael
Olivieri
(marzo 2016)
“Cada condición, cada experiencia de la vida
es el resultado de nuestra actitud mental”
(Torres, 1982, p.32)
La mente humana es un mundo
fascinante, compuesta de múltiples dimensiones que no terminan nunca de
sorprendernos, de allí la máxima popular “Cada cabeza es un mundo” (s/r). A
pesar de que nuestro conocimiento es hoy en día, cada vez más amplio en
cualquier tema, el universo de lo mental en el Ser Humano, es uno de esos
terrenos en los que todavía existen muchísimas áreas por seguir explorando y
comprendiendo. No solamente en el mundo de las emociones y de la conducta
humana, sino especialmente en el tema que pretendo abarcar, las creencias emocionales.
Particularmente en el conjunto de éstas: el Sistema de Creencias Emocionales. Me es difícil
pensar en que exista algo en la vida emocional, que no esté influido y manejado
en función de una creencia. No nos percatamos ni pensamos en ellas en lo
cotidiano de nuestra vida, y sin embargo, nuestras rutinas, acciones,
sentimientos, relaciones, decisiones y todo lo que cada persona puede abarcar, y
es, está dirigido y controlado por las creencias que constituyen, identifican,
y dan estructura a la vida de cada individuo. Es simple, sin este sistema de
creencias mi realidad y todo lo que está asociado a cada sujeto no existiría. Martínez
(2006) afirma que “Nuestras creencias delimitan el mundo que observamos y la
comprensión que de éste tenemos, asignan valores y prioridades a los sucesos en
que participamos, nos señalan lo que debemos sentir y nos indican qué clase de
soluciones aplicar a los problemas” (p.7). Es decir, las creencias producen,
mantienen, regulan, condicionan y toman control de mis pensamientos,
sentimientos y acciones: lo cual representa todo lo que soy. Podría afirmar y
repetir lo que tantos otros grandes nombres de este campo han dicho: “… Mi
realidad son mis creencias… Yo soy lo que creo… Yo doy poder a lo creo… Yo hago
lo que creo… Cómo yo crea que es todo así será… Yo entiendo el mundo en función
de lo que creo… son paradigmas, modelos que las personas utilizamos para
reconocer la realidad… El hombre está hecho de sus creencias… En ellas vivimos,
nos movemos y somos…”. De allí el complemento de mi título: “las verdades que
dirigen mi vida”. Cada vez que menciono esta palabra (Verdad) no dejo de
recordar: Juan 18:38 “¿Qué es la
verdad? —preguntó Pilato.” (NTV).
Ampliando la idea de la pregunta, si
bien hay verdades que coinciden entre varias personas, lo frecuente es que mi
verdad sea diferente de la tuya. Y como se trata de mis verdades, para mí son
incuestionables. En este sentido, no deja de ser cierto que la realidad, y las
verdades son exclusivas de cada individuo y, no tienen necesariamente porque
coincidir con las de otra persona. “La realidad, según afirman, es una
construcción individual que cada ser humano estructura a partir de su
experiencia en el marco de su desarrollo, primero en el seno de su familia y
luego de sus grupos de referencia y de la cultura de la sociedad en que vive”
(Martínez, 2006, p.20). Esto a su vez confirma el hecho de que cada uno de
nosotros es único e irrepetible, no solo por mi formación genética, sino
particularmente, por el hecho de que mi proceso mental y emocional es
exclusivamente mío, imposible de ser duplicado. Tan sólo como ejemplo: en
relación con el contenido de cada artículo que escribo, cada uno de ustedes
puede entender algo diferente y, mientras a uno le parece válido, al otro le
puede parecer una falacia. “El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda”
(Mateo 13:9, NTV). Igualmente Martínez (2006) comenta en relación con esto de
la individualidad lo siguiente: “Dos personas pueden asimilar experiencias
similares de muy diversas maneras. El significado que asignamos a una
experiencia no reside en la experiencia misma, ni es sugerido por ella, sino
que es el producto de la compleja interacción de los eventos con nuestra
estructura de la personalidad y con nuestra historia personal y familiar”
(p.15). Comprendo entonces, no es lo que está afuera de mí, es lo que yo
proceso y entiendo, es el significado que le doy a cualquier evento dentro de
mí lo que determina mi verdad. Pero puede una verdad ¿permanecer incuestionable
frente a los hechos que la desmienten o la anulan? En este sentido, habría que
afirmar la ‘verdad’ de que mis verdades deberían tener capacidad de ser
cambiadas. Es decir, que las verdades han de ser de por sí, cuestionables y
cambiantes. No es posible manejar ni considerar que la verdad sea siempre
inmutable, única o estática, pues es todo lo contrario, en muchos casos es
factible de cambio, particularmente las verdades emocionales que hemos
aprendido en nuestra infancia. Tomando en consideración esto, podría
extrapolarlo para afirmar el hecho de que sí puedo cambiar mis verdades, y que
por consiguiente, también puedo cambiar mis creencias, las cuales se apoyan en
esas verdades, con lo cual también yo me cambiaría a mí mismo. Pues como he
dicho y, voy a continuar afirmando con base en todos los autores estudiados: Yo
soy mis creencias, yo soy mis verdades, ellas me estructuran y me definen, me
señalan el camino de mis pensamientos, sentimientos y acciones. Para finalizar
esta idea en palabras de Martínez (2006) tenemos que “Las creencias que
elaboramos y los mitos personales con los que caminamos por el mundo
estructuran la realidad en que vivimos. No importa lo que las cosas son, sino
lo que creemos de ellas. Es esa realidad, elaborada por nosotros consciente e
inconscientemente, la que nos hace vivir de una u otra manera, la que nos hace
tener éxito o fracasar, ser felices o vivir frustrados” (p. xiii).
Centrándome en el tema que me ocupa en este artículo, hay que
preguntar: ¿Qué es una creencia? Como definición general las creencias son el
sentimiento de certeza sobre el significado de algo. Es una afirmación personal
que consideramos verdadera. Las creencias le dan sentido y permiten definir mi
mundo y su existencia. Permiten comprender a los demás y sus acciones. Las creencias son el motor principal que mueve
tanto mis pensamientos, mis sentimientos como mis conductas. Es la fuerza
emocional que impulsa de una forma determinante todo mi hacer y dirige mi vida.
Prácticamente no existe nada que me pertenezca en mi mundo mental y emocional,
que no esté asociado a una creencia. Tal es el poder de las creencias, al punto
que únicamente soy capaz de aceptar, validar y tomar en cuenta lo que
certifique la veracidad de mi creencia, es decir, únicamente existe para mí lo
que está de acuerdo con mi creencia. Cualquier cosa que no esté en sintonía con
mis creencias será rechazado o no tomado en cuenta, porque yo necesito
confirmar que mis creencias respecto a cualquier cosa son absolutamente
verdaderas y, cualquier situación que no cumpla con esto, será sencillamente
eliminada o descartada por no encajar con la realidad ya creada en mi sistema
de creencias. Al respecto dice Torres (1982) “Podemos hacer sólo lo que pensamos
que podemos hacer. Podemos ser sólo lo que pensamos poder ser. Podemos tener
sólo lo que pensamos poder tener. Lo que hacemos, lo que somos, lo que tenemos,
todo depende de lo pensamos” (p.32). En este sentido, dichos pensamientos se sustentan y existen en
función de las creencias que tengo. Puede ser que esté consciente de algunas de
mis creencias, pero la gran mayoría de ellas están en mis procesos de
pensamiento y acción inconscientes, me seducen y me obligan a actuar de una
manera particular fuera de mi voluntad consciente. Por su parte Martínez
(2006) da una de las razones básicas para la existencia del sistema de
creencias, cuando afirma: “Cada persona se enfrenta a la necesidad de dar un
sentido al mundo en el que vive, necesita entender y justificar las acciones de
los demás y las suyas, y construir una serie de fórmulas que le permitan
orientarse y resolver las diversas situaciones a las que se enfrenta en el
mundo” (p. 11). Tales acciones son parte de las funciones de las creencias.
Recuerda que en lo que corresponde con el mundo mental, tenemos que
hablar tanto de lo consciente como de lo inconsciente. Lamentablemente, a menos
que hayamos tenido un proceso de aprendizaje de estos dos mundos tan
diferentes, lo inconsciente tendrá, en la gran mayoría de los casos, el poder
sobre nuestro pensar, sentir y actuar. No pierdas de vista que ambos mundos son
míos, me pertenecen y me definen como el yo que soy. Sin embargo, si quiero
tomar el control de mi proceso mental, tengo que hacer como lo afirma Berne
(1974) “primero deshágase de toda la basura que se ha acumulado en su cabeza
desde que llegó a casa saliendo de la clínica de maternidad” (p. 16). De igual
manera lo da a entender Shinyashiki (1994) al decir: “Cada persona tiene cierto tipo de
necesidades, y cada cual tiene su propio cuadro de referencias, que es su
manera de ver el mundo” (p. 94). Ese ‘cuadro de referencia’ son mis verdades,
que se sustentan en las creencias que yo he elaborado para entender y manejar
mi mundo. Es algo muy particular y personal. No existen dos personas en el
mundo que tengan el mismo sistema de creencias emocionales. En su mayoría
pertenecen al mundo de mi mente inconsciente. Abarcan tanto mi mundo interno
como externo. Construyen mi realidad y mi percepción de mí mismo, de los demás
y, de todas las cosas y situaciones que me rodean. Es igualmente importante recordar que por
ser definiciones y decisiones que estructuran y construyen los principales
aspectos de mi personalidad son difíciles de identificar, por pertenecer a mi
mundo inconsciente. Para ejemplificar tanto el concepto como la influencia de
lo inconsciente, voy a cerrar con un fragmento del libro de Martínez (2006) que
está dedicado en su mayoría a las creencias, él afirma:
Las creencias son ideas que
se han incorporado lentamente a nuestra vida mental, derivan de todo aquello
que se nos ha dicho, y de lo que hemos vivido en compañía de otras personas
significativas, muchas nos son transmitidas por personas como nuestros padres y
familiares cercanos, educadores y amigos que las aprendieron de sus
experiencias vitales; otras provienen de influencias de los medios de
comunicación o de los libros que hemos leído. Todo esto impregna los aspectos
conscientes e inconscientes de nuestra vida y condiciona nuestra perspectiva y
nuestros actos. (p.14)
Sumando todo lo anterior, las
creencias sirven para organizar mi percepción de mi realidad, al igual que me
permite filtrar los elementos y acontecimientos de mi vida, dado que
básicamente voy a aceptar solamente los que estén en sintonía con mis
creencias. Me permiten ver opciones y alternativas de solución a las
complejidades de mi vida. Como señalé anteriormente, las que no, serán rechazadas
o ignoradas por no ajustarse a mis verdades. Sí algo tiene importante el
sistema de creencias, es que éste se auto sustenta a sí mismo, pues me
compromete y me obliga a realizar únicamente aquellas conductas que sirven para
reafirmar mis verdades. Por ejemplo, si mi creencia es que no voy a aprender
matemáticas porque son muy difíciles, no habrá curso, profesor o método que me
ayude a aprender, porque mis conductas se van a orientar a descalificar y
bloquear cualquier intento de aprender. Es lo que señala Shinyashiki (1994) “En
realidad, la gente pasa la vida recogiendo datos, situaciones, observando
personas, para probar que sus creencias básicas son verdaderas” (p.58). Y por
su parte Martínez (2006) señala: “Un hecho conocido es que si una persona
realmente cree que puede hacer algo, casi nada podrá impedir que lo haga; por
el contrario, si está convencido de que le es imposible hacerlo, será altamente
improbable que logre realizarlo” (p.20). La necesidad más imperiosa de mi
sistema de creencias es mantener su validez y estabilidad. Por eso, el sólo
hecho de asomar la posibilidad de plantear la opción de cambiar alguna creencia,
implica contemplar que mi mundo emocional pueda desestabilizarse o derrumbarse.
Tal posibilidad de cambio supone perder los puntos de referencia y cohesión de
toda mi realidad. Sucede que frecuentemente, cada creencia está integrada de
una u otra forma con las demás creencias, bien sean creencias que se apoyan en
otras tantas, o que está soportada en un conjunto de creencias menores que dan
consistencia a una creencia mayor. De por sí, cualquier cambio, implica una
serie de dificultades y obstáculos, a los que debo enfrentarme para vencer mis
zonas de comodidades y mis miedos. Mucho más difícil y complicado es realizar
cambios en mis creencias, sobre las cuales se apoyan las definiciones de quién
soy yo.
Por otra parte, como en todo lo
mental, existen varias fuentes de las cuales se originan mis creencias, entre
algunas otras: de mis propias ideas aprendidas y confirmadas con mi experiencia
personal. De las experiencias vividas con mis figuras parentales, así como de las
situaciones emocionales vividas en mis procesos de desarrollo. De las cosas que
me han dicho y confirmado, a través de los diferentes elementos de la
comunicación humana: palabras, gestos, modelos, conductas, manipulaciones, las
cuales me han impactado de manera significativa y definitiva. De mi propia percepción,
y de mi forma de ver y aceptar mi realidad del mundo, que he vivido y
experimentado, en la relación tanto conmigo mismo, como con mis figuras
parentales. Para Martínez (2006) incorporamos las creencias de nuestros padres
y de todo nuestro proceso educativo, no sólo en la infancia “sino en realidad
no dejamos de hacerlo en toda nuestra vida” (p.22). Sin embargo, hace hincapié
en la siguiente idea: “…en esta etapa (infantil) no cuestionamos las creencias
que incorporamos por nuestra falta de experiencia y porque las recibimos de
personas de las que dependemos, a las cuales vemos como muy superiores y en las
que aún confiamos ciegamente” (p.22). Para mí, como niño, es fundamental y
necesario ‘confiar ciegamente’ en mis figuras parentales, ellos son la razón de
mi vida infantil y, la base de todo el amor que necesito para vivir, por ello,
cualquier juicio, atribución o referencia emocional que hagan de mí, es casi
seguro que pasará a formar parte tanto de mis propias creencias de identidad
(yo soy), como de todas las demás creencias generales que aceptamos. Según me
hayan catalogado de inteligente o bruto; bueno o malo; social o asocial… y
miles de cosas más, que las figuras parentales suelen decirle a sus hijos.
Según me hayan etiquetado, alabado o descalificado, así será mi sistema de
creencias emocionales. ¿Qué hacían contigo?
Por su parte Shinyashiki (1994) igualmente nos da una referencia
importante al señalar: “Los niños, desde que son chiquitos, reciben
informaciones sobre quiénes son ellos y cómo son los demás. Esas informaciones,
sumadas a sus propias percepciones, forman sus creencias básicas” (p. 58).
Repitiendo una vez más, no se trata de que no exista una parte buena y sana en
cada persona, particularmente en las figuras parentales, claro que las hay, ellos
‘aman y quieren lo mejor’ para sus hijos, por algo hemos llegado hasta aquí. De
lo que hablo, es de la realidad negativa de la formación de los conflictos
emocionales (en todos nosotros, “no hay ni uno bueno”) a través de la
influencia de las figuras parentales y, por supuesto, de como tales conflictos
se mantiene en los hijos a lo largo de su vida. El punto es que tanto la
creencia como el conflicto se originan en la manipulación de los padres hacia
el hijo, pero lo más grave, es que los mismos se mantienen en la manipulación
de los hijos hacia los padres. Este es el principio básico, los hijos han
aprendido excelentemente bien lo que sus padres le han enseñado. Y es que, a
fin de cuentas, el planteamiento fundamental de este asunto, no es quien es el
responsable de mis creencias (que soy yo), o quiénes son los responsables de
haberme enseñado las mismas (que son ellos), sino como señala Shinyashiki (1994) “Puede ser que sus
padres no lo hayan aceptado a usted, pero no es justo que usted tampoco se
acepte” (p.100). Que es, lo que les digo siempre: ¿Qué haces culpando al otro,
cuando el responsable de tú vida eres tú mismo? Tus creencias te pertenecen
solamente a ti, tú eres quien las mantiene y las actúa en tu vida. Revísate y
verás que esto es verdad en ti mismo.
Déjame inventar un ejemplo
dramático, tomando en cuenta el siguiente proceso, para entender cómo se crea y
se mantiene una creencia: Las figuras parentales inician el proceso a través de
la acción directa o indirecta (consciente e inconscientemente) de los
diferentes maltratos, descalificaciones, agresiones, comparaciones con otros, abandonos,
repeticiones hasta el cansancio de las cosas “negativas” que tiene o hace el
hijo (por una cosa buena que le alaban hay en promedio 20 o 30 que le critican
y descalifican). Entonces el hijo, con éste balance negativo, primero siente y
confirma una realidad en su vida: “no me quieren”. A través de la repetición
constante de estos eventos en el tiempo, llega el momento en que toma una
decisión emocional, la cual concluye formando una creencia: “no soy querible y
no merezco que nadie me quiera”. ¡LISTO! Con este sentimiento se ha creado una
creencia, de grandes proporciones y consecuencias, que dirige la vida de esta
persona, en aspectos tan fundamentales como los roles de pareja y familia, y de
allí, todos los demás. Ahora bien, la segunda parte y la más importante ¿cómo
hago para mantener tal creencia? No vayan a creer que es algo fácil. Primero
parte del hecho de que esa creencia ya define áreas prioritarias de mi
personalidad, es lo normal y lo natural en mí. Segundo, condiciona todo mi
pensamiento, sentimiento y el accionar de mi conducta. Por lo cual, en la gran
mayoría de los casos inconscientemente, además de realizar todo un conjunto
magistral de conductas para rechazar y alejarme de las demás personas, como: discusiones,
peleas, agresiones, maltratos; así como el no aceptar cualquier invitación o
reconocimiento positivo del otro, entre otras muchas más, voy logrando que las
personas se alejen de mí, con lo cual confirmo mi creencia “no me quieren”. De
esta manera, yo hago mi parte al rechazar a los otros, y estos, por su lado, terminan
rechazándome a mí. Es el juego psicológico de ‘rechazador – rechazado’. Lo
interesante del proceso de confirmación, es que frecuentemente la acción de
mayor prioridad que hago, para mantenerme en mi creencia, es
auto-descalificarme. Me convenzo a mí mismo de una realidad incuestionable: ‘no
importa lo que haga, no podré cambiar nada de lo que me está sucediendo’. Lo
cual es sí mismo, es a su vez otra creencia, que sustenta y soporta a la
anterior, en el Sistema de Creencias: “no soy querible”. Con lo cual
indudablemente me mantengo en mi proceso de sufrimiento, porque además de ser
otra creencia, como yo no puedo cambiar nada, “yo siempre voy a estar solo”.
Por otra parte, existe un gran
número de tipos de creencias, pues éstas abarcan todos los ámbitos de la vida.
Están las creencias de mí identidad, las sociales, la de la familia, de la
cultura, del país, de la raza, de las profesiones, las globales, las
universales. Lo interesante de ellas es que no se oponen unas a otras, sino por
el contrario, se refuerzan y se respaldan unas con otras, fortaleciendo cada
vez más el sistema de creencias emocionales, haciéndolo más y más complejo y,
por supuesto, más complicado de entender y de cambiar. Al respecto dice
Martínez (2006) “Las creencias nunca están solas, sino que se acompañan de
otras y todas juntas tejen una red intrincada, como una tela de araña en la que
la gente se enreda cada vez más, un complicado laberinto en el que es fácil
perderse” (p.9). Recuerda que el sistema de creencias emocionales es
exclusivamente personal e íntimo, pueden existir creencias globales que
intercambiamos con la mayoría de los demás seres humanos, con los cuales
compartimos sistemas sociales comunes, pero nunca encontraras dos sistemas
iguales. De allí que la realidad y el mundo emocional sea no solamente único y
personal, sino que a su vez, me da significado y coherencia a mi pensar, sentir
y actuar de cada instante de mi vida. En este sentido, existen creencias que, nos sirven
para potenciar y llevar acabo, la realización de grandes metas y proyectos de
grandes envergaduras. Éstas se convierten en el combustible que me impulsa a
lograr cualquier realización más allá de mis expectativas. Mientras que hay
otras creencias que me limitan, que se transforman en los obstáculos y las
barreras, que no importa cuanta energía gaste en ellas, jamás podré lograr lo
que me propongo, haga el esfuerzo que haga, invierta los recursos que invierta,
si mi creencia dice que no puedo, o que no voy a lograrlo, tengo por seguro: no
lo haré. Ampliando los horizontes y, siendo honestos, hay que revisar la
afirmación de Martínez (2006) el cual señala: “Las creencias están más
allá del bien y del mal, cumplen una función…,…no son buenas ni malas, sino
útiles o no, sirven para alcanzar las metas que nos planteamos o no lo hacen.
Son limitantes o impulsoras, todo depende de cuáles sean, en qué circunstancia
funcionen y de lo que hagamos con ellas” (p.26). En este sentido, podemos
afirmar que las creencias tienen tal poder, que ellas pueden determinar, si seré un
perdedor o un triunfador. Las creencias regulan prácticamente todo en mi vida,
en lo bueno y en lo no tan bueno. Para poder manejar mi sistema de creencias,
es necesario conocer que cosas sustenta una creencia particular, como se pone
en práctica o, cuáles son las circunstancias que la dispara, de que me protegen
o a que me exponen, cual es el objetivo de la misma, y por supuesto, cuáles son
las consecuencias de ella en mi vida.
Por último, y como ocurre con
frecuencia he dejado la pregunta más crítica para el final: ¿Cómo se cambia una
creencia? En primer lugar debo recordar que no todas las creencias necesitan o
deben cambiarse. Las positivas, útiles o funcionales deben conocerse, para
poder aprovechar todo su potencial motivador y, utilizarlo en mi beneficio así
como en mi prosperidad y realización personal. La atención del cambio debe
centrarse en aquellas creencias que son negativas, no útiles, disfuncionales o
sencillamente han perdido vigencia. Por lo general son estas las que crean las
situaciones de conflicto en mi vida, me llenan de angustia en mis relaciones
interpersonales y, me limitan o bloquean en la solución de los problemas
cotidianos de mi vida. Es en estas situaciones que debo revisar mis contenidos
emocionales y hacerme algunas preguntas como: ¿Qué creencias me guían en esta
situación? ¿De dónde vienen? ¿Dónde lo he aprendido? ¿Cómo se hacen presentes?
¿Qué consecuencias tienen en mi vida? ¿Qué pasa si considero otras opciones de
conducta? ¿Cómo puedo validar lo que yo hago con otra persona más objetiva?
¿Por qué ya no funcionan?... puedes inventar tus propias preguntas, buscar tus
respuestas con honestidad, con la intención genuina de conocerte y, de cambiar
lo que ya no te es útil en tu vida. ¡Creeme que sí se puede!
Déjame aprovechar la última pregunta (no funcionan) para plantear rápidamente
un par de ejemplos… Es frecuente en muchas familias decirle a las niñas que
tengan cuidado de los hombres, porque ellos solamente piensan en “ESO”. Esto
pareciera que es útil, cuando son niñas, para protegerlas de tantos abusos
infantiles (que irónicamente son cometidos por personas (de ambos géneros)
cercanas a la familia). Lo que pasa es, que con el contexto emocional, con el que
es acompañada esta frase (rabia, miedo), terminan creando una prohibición
social y sexual en las mujeres, respaldada por la creencia “los hombres
solamente buscan ‘ESO’ en las mujeres”. Déjame decirte que no hay un hombre ni
una mujer que al establecer su relación de pareja, no esté pensando en “ESO”
desde el primer día. El problema es que cuando van a “ESO”, y peor en la
situación matrimonial, la prohibición respaldada por la creencia causa tal
conflicto en la relación de pareja, que termina creando situaciones de
infidelidad, separación y divorcio (de ambos lados). Así que esa creencia ya no
es útil ni funcional, parece que sería prudente cambiarla, ¿no te parece? El
segundo ejemplo es muy parecido. Yo ‘creo’ que es muy difícil conseguir
una mujer (en Venezuela) que al preguntarle por una creencia global tan
sencilla como ¿Todos los hombres son unos…? no te responda algunos
calificativos como: ‘perros… desgraciados… infieles… buenos para nada…’ y esto pica
y se extiende. Bueno, Fíjate que la creencia tiene como característica hacer
que ‘eso que crees’ se materialice en tu vida, por eso la gran mayoría de las
mujeres se consiguen parejas ‘con cola’, desgraciados, infie…. ¿Qué te parece
si la cambias? Para que puedas conseguir un hombre (más o menos) bueno, que todavía
quedan bastantes, pero mientras no cambies tus creencias, no lo encontrarás. Reflexiona
es esta frase de Leman (2004) “…lo más saludable para los dos es darnos cuenta
de que nos casamos con gente imperfecta con pasados imperfectos” (p.50). Yo
agregaría ‘imperfecta como tú’, por eso del 50% y 50%, ¿te parece?
Cierro haciéndote la invitación de trabajar en tu sistema de
creencias emocionales, para que con una revisión amplia y honesta, de tus
creencias no adecuadas, te puedas plantear la posibilidad de tomar consciencia
de ellas y de cambiarlas, o al menos de neutralizar su efecto negativo en tu
vida. De tal manera que, puedas empezar a asumir el control real de ti mismo(a),
de tus decisiones y, de tu derecho a la felicidad que quieres. Imagina tu vida
sin tantas trabas y obstáculos, y empieza actuarlo libre de esas creencias
erróneas, que te limitan y coartan tu derecho a pensar, sentir y actuar
plenamente en armonía contigo y con los demás.
¡Que
Dios te bendiga plena y grandemente!
Referencias:
Berne, E. (1974) ¿Qué dice usted después de decir hola? España. Grijalbo
Leman, K. (2004). Música entre las sábanas. Miami, Usa: Editorial Unilit
Martínez, J.M.
(2006). Amores que duran… y duran... y
duran. México: Editorial Pax.
Shinyashiki, R.
(1993). La caricia esencial. Una psicología del afecto. Colombia:
Editorial Norma
Torres, A. (1982). La llave de la vida y el éxito. México: Editorial Orion
Tyndale
House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA