jueves, 31 de marzo de 2016

EL SISTEMA DE CREENCIAS EMOCIONALES: Verdades que dirigen mi vida

EL SISTEMA DE CREENCIAS EMOCIONALES: Verdades que dirigen mi vida

Por José Rafael Olivieri Delgado (marzo 2016)

 

“Cada condición, cada experiencia de la vida es el resultado de nuestra actitud mental” 

(Torres, 1982, p.32)

 

      La mente humana es un mundo fascinante compuesto de múltiples dimensiones que no terminan nunca de sorprendernos, de allí la máxima popular “Cada cabeza es un mundo” (s/r). A pesar de que nuestro conocimiento es hoy en día cada vez más amplio en cualquier tema, el universo de lo mental en el Ser Humano es uno de esos terrenos en los que todavía existen muchísimas áreas por seguir explorando y comprendiendo. No solamente en el mundo de las emociones y de la conducta humana, sino especialmente en el tema que pretendo abarcar: las Creencias Emocionales. Más concretamente considerar con especial atención al conjunto de estas, es decir: el Sistema de Creencias Emocionales.

Me resulta difícil pensar que exista algo en la vida y específicamente en el área emocional, que no esté influido y manejado en función de dichas creencias. No nos percatamos ni pensamos en ellas en lo cotidiano de nuestra vida y, sin embargo, nuestras rutinas, acciones, sentimientos, relaciones, decisiones y todo lo que cada persona puede abarcar y ‘ES’ en su totalidad, está dirigido y controlado por las creencias. Ellas constituyen, identifican y dan estructura a la vida de cada individuo, en todos sus procesos (pensamiento, emoción y acción) y en todos sus ámbitos (Pareja, Familia, Ocupacional, Social…).

Decirlo es simple, sin este sistema de creencias la realidad y todo lo que está asociado a cada sujeto no existiría, pero la verdad de todo ello es mucho más compleja. Martínez (2006) afirma que “Nuestras creencias delimitan el mundo que observamos y la comprensión que de este tenemos, asignan valores y prioridades a los sucesos en que participamos, nos señalan lo que debemos sentir y nos indican qué clase de soluciones aplicar a los problemas” (p. 7). Es decir, las creencias producen, mantienen, regulan, condicionan y toman el control de mis pensamientos, sentimientos y acciones: lo cual representa todo lo que soy, siento y hago.

 Podría afirmar y repetir lo que tantos otros grandes nombres de este campo han dicho acerca de lo que son las creencias: “… Mi realidad son mis creencias, … Yo soy lo que creo, … Yo doy poder a lo que creo, … Yo hago lo que creo, … Cómo yo crea que es todo, así será, … Yo entiendo el mundo en función de lo que creo, … son paradigmas, modelos que las personas utilizamos para reconocer la realidad, … El hombre está hecho de sus creencias, … En ellas vivimos, nos movemos y somos, … Todo lo que yo creo lo pinto en mi vida, …”.

De allí la razón del complemento de mi título: “las verdades que dirigen mi vida”. Cada vez que menciono esta palabra (Verdad) no dejo de recordar: Juan 18:38 “- ¿Qué es la verdad? - preguntó Pilato.” (NTV). Lo comento porque todo aquello que esté relacionado con mi experiencia diaria, si está en sintonía con mis creencias, para mí será una verdad, pero en el caso contrario, al no estar en sintonía, para mí no será aceptado, porque para mí no será verdad.

      Amplío la idea de esta pregunta acerca de la verdad, porque si bien hay verdades que coinciden entre varias personas, lo frecuente es que mi verdad sea diferente de la tuya. Y como se trata de mis verdades, para mí son incuestionables. En este sentido, no deja de ser cierto que la realidad y las verdades son exclusivas de cada individuo, aparte del hecho de no tener necesariamente porque coincidir con las de otra persona. Al respecto tenemos lo siguiente: “La realidad, según afirman, es una construcción individual que cada ser humano estructura a partir de su experiencia en el marco de su desarrollo, primero en el seno de su familia y luego de sus grupos de referencia y de la cultura de la sociedad en que vive” (Martínez, 2006, p. 20).

Esto a su vez confirma el hecho en el cual cada uno de nosotros es único e irrepetible, no solamente por mi formación genética, sino particularmente, por el hecho en el cual mi proceso mental y emocional es exclusivamente mío, imposible de ser duplicado. Tan solo como ejemplo: en relación con el contenido de cada texto que escribo, cada uno de ustedes puede entender algo diferente y mientras a uno le parece válido, al otro le puede parecer una falacia. “El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda” (Mateo 13:9, NTV).

También es importante señalar como una contradicción interesante, que la gran mayoría de nuestras creencias (obsoletas, no adecuadas, limitantes) no se construyeron a partir de realidades válidas. Muy por el contrario, son ideas e interpretaciones que nosotros mismos hemos construido a partir de nuestro contexto emocional infantil, o de aquello que otros nos han hecho creer (ejemplo: ‘Los hombres no lloran’, ‘Las mujeres son frágiles’). En este sentido, mucha de nuestra conflictividad emocional tal como nuestras fallas de autoestima, falta de confianza, la mayoría de nuestros miedos irreales, están basados en creencias inadecuadas que hemos incorporado de nuestros referentes externos (figuras parentales en general), prácticamente sin revisión ni validación alguna.

Tales creencias por estar inmersas en nuestro inconsciente son capaces de desafiar a la lógica y a la razón de nuestra mente consciente y hacernos creer que son verdad, cuando no es así realmente. Por esta razón, el poder emocional que tienen estos ‘otros’ sobre nosotros, ha sido clave en la construcción de muchas de nuestras creencias, no importa que se hayan basado en información falsa (mentiras, engaños, manipulaciones, no realidades…), lo cual me recuerda la frase de Göbbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad” (s/r). Eso son muchas de nuestras creencias: una mentira ‘creída’ como una verdad.

De igual manera Martínez (2006) comenta en relación con esto de la individualidad lo siguiente: “Dos personas pueden asimilar experiencias similares de muy diversas maneras. El significado que asignamos a una experiencia no reside en la experiencia misma, ni es sugerido por ella, sino que es el producto de la compleja interacción de los eventos con nuestra estructura de la personalidad y con nuestra historia personal y familiar” (p. 15).

Comprendo entonces, no es lo que está afuera de mí lo verdadero, sino que es lo que yo proceso y entiendo, es el significado que le doy a cualquier evento dentro de mí lo que determina mi verdad, así sea falso para otros. Un ejemplo cierto de todo esto, son los diferentes recuerdos que un grupo de hermanos tienen acerca de un hecho que han vivido juntos, cada uno lo recuerda de una manera distinta. Por ejemplo, me ha tocado en el consultorio que un hermano me describe a su papá o a su mamá de una manera, y el otro hermano lo describe completamente diferente, son los mismos padres, pero cada uno de ellos construyó una imagen distinta de los mismos.

Pero puede este tipo de verdades (creencias) ¿permanecer incuestionable frente a los hechos que la desmienten o la anulan? En este sentido, habría que afirmar como ‘verdad’ que: mis verdades deberían tener capacidad de ser cambiadas. Es decir, que las verdades que sustentan mis creencias han de ser de por sí, cuestionables y cambiantes. No es posible manejar ni considerar que estas verdades sean siempre inmutables, únicas o estáticas, pues son todo lo contrario, en muchos casos son factibles de cambios y otras muchas veces es obligatorio el poder hacerlo.

Me estoy refiriendo, muy especialmente, a la multitud de las verdades emocionales que hemos aprendido en nuestra infancia. La gran mayoría de ellas han quedado obsoletas e inútiles al llegar a la edad adulta, pero a pesar de eso seguimos aplicándolas día a día en nuestras decisiones cotidianas. De allí que muchas de nuestras decisiones y actuaciones, basadas en estas creencias, terminan creándonos muchos de nuestros conflictos emocionales actuales.

 Tomando lo anterior en consideración, podría extrapolarlo para confirmar el hecho en el cual puedo asegurar que sí puedo cambiar mis verdades, por consiguiente, también puedo cambiar mis creencias, las cuales se construyeron a partir de ellas, sobre todo porque mis creencias continúan apoyándose y sustentándose en dichas verdades. Con esta posibilidad de cambiar mis verdades y mis creencias, pues también sería válido afirmar que yo soy factible de cambiarme a mí mismo. Pues como he dicho y voy a continuar afirmando con base en todos los autores estudiados: Yo soy mis creencias, yo soy mis verdades, ellas me estructuran y me definen, me señalan el camino de mis pensamientos, sentimientos y acciones.

Para finalizar esta idea en palabras de Martínez (2006) tenemos que: “Las creencias que elaboramos y los mitos personales con los que caminamos por el mundo estructuran la realidad en que vivimos. No importa lo que las cosas son, sino lo que creemos de ellas. Es esa realidad, elaborada por nosotros consciente e inconscientemente, la que nos hace vivir de una u otra manera, la que nos hace tener éxito o fracasar, ser felices o vivir frustrados” (p. xiii). Ese es el poder que las creencias emocionales tienen sobre cada uno de nosotros.

Centrándome en el tema que me ocupa en este texto, hay que preguntar: ¿Qué es una creencia? Como definición general las creencias son el sentimiento de certeza que poseemos sobre el significado de algo. Es una afirmación personal que consideramos verdadera y además incuestionable. Las creencias le dan sentido y permiten definir mi mundo y su existencia. Permiten comprender a los demás y sus acciones. Las creencias son el motor principal que mueve tanto mis pensamientos, mis sentimientos como mis conductas. Es la fuerza emocional que impulsa de una forma determinante todo mi hacer y dirige mi vida en todos mis roles (pareja, ocupacional, familia, social…).

Prácticamente no existe nada que me pertenezca en mi mundo mental y emocional, que no esté asociado a una creencia. Tal es el poder de las creencias, al punto que únicamente soy capaz de aceptar, validar y tomar en cuenta lo que certifique la veracidad de mi creencia, es decir, únicamente existe para mí lo que está de acuerdo con mi creencia. Cualquier cosa que no esté en sintonía con mis creencias será rechazado o no tomado en cuenta, porque yo necesito confirmar que mis creencias, respecto a cualquier cosa, son absolutamente verdaderas. Al igual que cualquier situación que no cumpla con esto, será sencillamente eliminada o descartada por no encajar con la realidad ya creada en mi sistema de creencias.

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Referencias:                          

Berne, E. (1974) ¿Qué dice usted después de decir hola? España. Grijalbo

Leman, K. (2004). Música entre las sábanas. Miami, Usa: Editorial Unilit

Martínez, J.M. (2006). Amores que duran… y duran... y duran. México: Editorial Pax.

Shinyashiki, R. (1993). La caricia esencial. Una psicología del afecto. Colombia: Editorial Norma

Torres, A. (1982). La llave de la vida y el éxito. México: Editorial Orion

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA