martes, 27 de octubre de 2015

AMARME A MÍ MISMO: La clave de aprender a vivir para triunfar

AMARME A MÍ MISMO: La clave de aprender a vivir para triunfar

Por: José Rafael Olivieri Delgado (octubre 2015)

 

“Es posible que una gran parte de la dificultad de nuestra vida se deba al hecho de que por no saber amarnos a nosotros mismos, tampoco sabemos amar a nuestro prójimo.”

(Sra. de J. B. Livingston, 1972, p. 1)

 

       ¿Cómo es posible que yo me quiera destruir a mí mismo? Esta es una pregunta que con frecuencia me hacen los pacientes en el consultorio cuando les afirmo que se están autoagrediendo, con las cosas y situaciones que cada uno hace con su propia vida y en sus relaciones. Es normal que no lo vean y mucho menos que lo comprendan a la primera. Pues dichas conductas destructivas son precisamente parte de nuestro actuar cotidiano de cada día en nuestra vida. Estas están aprendidas desde mi desarrollo infantil, en mi interrelación con mis figuras parentales. Ensayadas durante toda mi vida y por supuesto, practicadas como verdades irrefutables de mi Sistema de Creencias Emocionales.

Creencias que estructuran mi personalidad al igual que definen quien soy. Ellas dirigen mis pensamientos, emociones y acciones en todas las áreas importantes de mi vida, al punto que he llegado a considerarlas como algo normal en mi sistema emocional, a pesar de invitarme a dicha autodestrucción.

Desde este punto de vista, aunque son verdaderos y actúan en el proceso mental del Ser Humano, no es fácil de explicar los mecanismos que utilizamos para llegar a nuestra autoagresión. Ciertamente porque aún estamos apenas en la punta del Iceberg, de todo lo que nos falta por descubrir y conocer de la mente humana.

Por otra parte, aunque conscientemente queremos “lo mejor” para nosotros mismos (y para los que amamos), no es menos cierto, que la vida cotidiana está llena de personas que se autoagreden a través de conductas tales como: se drogan, beben alcohol, fuman, se atragantan de basura, atacan y destruyen a las personas que aman (pareja, hijos, padres), divorcios, abandonos, soledad, culpa, depresión, violencia física y mental, por citar unos pocos ejemplos de esta autodestrucción. ¿No se están destruyendo ellos mismos y a los que tienen a su alrededor? ¿En tu mundo de conflictos emocionales, no te estás destruyendo tú mismo y a los que amas?

Todo esto y mucho más, debido a una razón tan sencilla como lo es el afirmar que la inmensa mayoría de nosotros, estamos siguiendo órdenes (inconscientes) de no amarnos a nosotros mismo, lo cual termina siendo una orden de autoagresión a mí y al otro también. Son órdenes aprendidas y aceptadas, sin cuestionamiento alguno, en mis decisiones de vida durante mi desarrollo infantil.

Una aproximación para entender este asunto de las órdenes está en las preguntas de Santiago 4:1-3 “¿Qué es lo que causa las disputas y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no surgen de los malos deseos que combaten en su interior? 2 Desean lo que no tienen, entonces traman y hasta matan para conseguirlo. Envidian lo que otros tienen, pero no pueden obtenerlo, por eso luchan y les hacen la guerra para quitárselo. Sin embargo, no tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios. 3 Aun cuando se lo piden, tampoco lo reciben porque lo piden con malas intenciones: desean solamente lo que les dará placer.” (NTV).  ¿Qué tal?

    Realmente como seres humanos que somos nacemos con una “pizarra en blanco”, en la cual se deben escribir todas las indicaciones de lo que yo debo pensar, sentir y actuar en mi vida. El problema no es la pizarra, sino ¿Quién escribe en ella? Quienes lo hacen son nuestras figuras parentales, porque de ellos es de quienes tenemos que aprender TODO en la vida. De ellos aprendo según me etiqueten: mi identidad de género (soy Hombre o Mujer), mi Autoestima (mi valoración positiva o negativa), mis metas (triunfar o fracasar), mi rol de Pareja (para toda la vida, divorcio o soledad), mi rol de Familia (enseñar a mis hijos el amarme o el odiarme), mi rol social (amigos para disfrutar o rechazar), mi rol Profesional (autonomía o dependencia).

En esencia ha sido un proceso de aceptación o rechazo de parte de ellos hacia mí. Me han dicho que tengo que hacer, y cuando lo hago como ellos quieren me aprueban y me aceptan (siento que me aman y soy feliz), cuando no lo hago, no me aprueban y me rechazan (me siento morir y soy infeliz).

Como al nacer sencillamente no sé absolutamente nada de la vida, necesito obligatoriamente aprender de ellos para saber qué debo pensar, sentir y actuar en la vida. Ellos se encargan de escribirlo en “mi pizarra”, hasta que llega el momento en el cual me ubico (aun siendo un niño) frente a mi pizarra y después de revisar cuidadosamente, todo lo que en ella está escrito, así como mis emociones de aceptación o rechazo. Con todo ello entro en un proceso de decisión desde la más pura revelación emocional, mental, física y espiritual, en un momento de ‘confluencia energética integral’, con lo cual YO tomo la decisión (inconsciente) de vivir según las “órdenes” que están grabadas en mi pizarra.

Desde ese preciso momento de decisión, ya no cuestiono mi pizarra nunca más, sino que simplemente sigo al pie de la letra cada orden que allí está definida: “Porque Yo Soy Así”. En pocas palabras, renuncio a ser quien era y acepto ser como ellos me dicen que debo ser, según lo que escribieron en mi pizarra.

Tal como todas las órdenes al fin y al cabo las mías deben ser cumplidas, no importa si implica mi autodestrucción o la de los que (creo) amar. Si no me crees, responde: Sí amas a tu cónyuge: ¿Por qué pelean, se agreden, se insultan, se gritan, se separan, se divorcian, se odian, eres infiel, no proteges, no acompañas, no comunicas…? Si amas a tus hijos: ¿Por qué le gritas, les pegas, los maltratas, los descalificas, los abandonas, los humillas, no los proteges, los criticas, no los guías, no los cuidas, no estás con ellos, no los apoyas…? ¿No es esto destruirte a ti mismo y destruir a los que amas? ¿O soy yo el que está equivocado?

No te equivoques tú, no es como afirmaba Göbbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad” (s/r). No creas tus propias mentiras. La verdad es como nos dice Gálatas 6:7 “No se dejen engañar: nadie puede burlarse de la justicia de Dios. Siempre se cosecha lo que se siembra” (NTV).

Afortunadamente, como ser humano también poseo una mente consciente, racional y lógica, que evoluciona y me actualiza en función del desarrollo mental y físico de mi proceso de crecimiento y madurez. Ello me permite adaptarme y decidir cambios según los acontecimientos de mi medio ambiente. Me permite adquirir nueva información, validar decisiones y actuaciones. Me permite realizar cambios, a veces para anular completamente una orden, a veces para disminuir su efecto en mi vida.

De esa combinación de lo consciente e inconsciente, se crea una balanza de pensamientos, emociones y actuaciones que determinan cada evento, cada decisión, cada consecuencia en mi vivir, con lo cual voy construyendo fragmentos de mi realidad, de mi vida y TODO lo que en ella obtengo, sea bueno o no. Lo que igualmente me puede servir para amarme a mí mismo o para autodestruirme, según mis decisiones y acciones.

Lamentablemente, en la gran mayoría de las personas, el poder y la profundidad de las órdenes grabadas en la infancia, siguen teniendo mucha más fuerza y consistencia que las decisiones lógicas de la conciencia. Con lo cual los finales trágicos y dramáticos se cumplen, autodestruyendo a la persona. Porque no es solamente cuestión de voluntad o de querer, se debe integrar un proceso mental de pensamiento, emociones y acciones, tanto o más poderoso que las decisiones infantiles. Lo cual, en la mayoría de las veces, no es nada fácil de hacer ni de lograr.

Por ejemplo, una paciente me dijo en una consulta, al lamentarse de las consecuencias de su vida: - “Si mis padres no hubiesen sido así conmigo, yo no sería así como soy hoy”. (Realmente la excusa no es válida emocionalmente, pero le sirve para justificar su tragedia).

Para apoyar mi punto de vista, te dejo estas líneas que escribe J. A. Gaiarsa en la introducción del libro de Shinyashiki (1993): “Es la lección más fundamental de toda la psicología dinámica: Sólo sabemos hacer lo que se hizo con nosotros. Sólo logramos tratar bien a los demás si fuimos bien tratados. Sólo sabemos tratarnos bien si fuimos bien tratados. Si fuimos despreciados, sólo sabemos despreciar. Si fuimos odiados, sólo sabemos odiar. Si fuimos maltratados sólo sabemos maltratar.” (pp. 3-4).

¿Cómo se aplica eso a ti mismo? Porque lo común es echarles la culpa a los otros, siempre los otros son los culpables (de paso, esta es la peor excusa para tomar tu responsabilidad sobre ti mismo(a)). El enfoque propio de ‘cada uno’ de nosotros es que yo continuamente soy el bueno, el que tiene la razón, el que tiene buenos sentimientos, el que termina siendo la víctima, porque el otro ‘me hace…’. Como afirma nuevamente J. A. Gaiarsa: “Lo que no se comprende es cómo hay tanta maldad en un mundo hecho solamente de personas que se consideran tan buenas. Realmente no se entiende”. (p. 3) ¿Tú lo entiendes?

            El principio del ‘amarme a mí mismo’ y que es igual al del Yo, nunca puede partir de la perspectiva del egoísmo o del orgullo sin sentido, ni mucho menos, de la postura del “Ganador” (Análisis Transaccional) cuyo objetivo es: ‘no me importa destruir al otro, mientras sea Yo el que pueda ganar’. Todo lo contrario, el amor a mí mismo a de partir de un origen fundamental cuya base principal está establecida en los preceptos bíblicos para el ser humano. Los cuales a su vez son la esencia del libro de la Sra. de J. B. Livingston (1972) “Ámate a ti mismo”. Yo lo utilizo como base para este texto. Por lo que hallarás en este texto las referencias psicológicas habituales, pero también mayor número de referencias bíblicas.

Dichos preceptos del amarte están reflejados en los versículos de: Levíticos 19:18 y 19:34; Mateo 19:19 y 22:39; Marcos 12:31; Lucas 10:27; Romanos 13:9; Gálatas 5:14 y finalmente en Santiago 2:8. La esencia de cada uno de ellos es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Lo anterior define el hecho en el cual, para poder amar al otro, primero debo amarme a mí mismo, de igual manera (como ejemplo): ‘no puedo dar lo que no tengo y no puedo enseñar lo que no sé’. En realidad, si cambio un poco la perspectiva y veo la Biblia como un libro de psicología, encuentro que Ella es un manual para las relaciones humanas, precisamente el área en la cual fallamos más rotundamente en nuestro mundo emocional, pues no sabemos amarnos y mucho menos, amar al otro.

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Referencias:

Echeverría, R. (1996). Ontología del lenguaje. 3ra edición. Santiago, Chile: Dolmen Ediciones, S.A.

OG Mandino. (1987). El vendedor más grande del mundo. Colombia: Editorial Printer Colombiana Ltda.

OXFORD (s/f). Definición felicidad. Recuperado sep. 2015 de: https://www.lexico.com/es /definicion/felicidad

Perls, F. (1994) El enfoque Gestáltico. Cuatro vientos Editorial

Shinyashiki, R. (1993). La caricia esencial. Una psicología del afecto. Colombia: Editorial Norma

Sra. J. B. Livingston. (1972).  Amate a ti mismo. USA: Ed. Western Christian Foundation, inc.

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA