martes, 27 de octubre de 2015

AMARME A MÍ MISMO: La clave de aprender a vivir para triunfar

AMARME A MÍ MISMO: La clave de aprender a vivir para triunfar

Por: José Rafael Olivieri Delgado (octubre 2015)

 

“Es posible que una gran parte de la dificultad de nuestra vida se deba al hecho de que por no saber amarnos a nosotros mismos, tampoco sabemos amar a nuestro prójimo.”

(Sra. de J. B. Livingston, 1972, p. 1)

 

       ¿Cómo es posible que yo me quiera destruir a mí mismo? Esta es una pregunta que con frecuencia me hacen los pacientes en el consultorio cuando les afirmo que se están autoagrediendo, con las cosas y situaciones que cada uno hace con su propia vida y en sus relaciones. Es normal que no lo vean y mucho menos que lo comprendan a la primera. Pues dichas conductas destructivas son precisamente parte de nuestro actuar cotidiano de cada día en nuestra vida. Estas están aprendidas desde mi desarrollo infantil, en mi interrelación con mis figuras parentales. Ensayadas durante toda mi vida y por supuesto, practicadas como verdades irrefutables de mi Sistema de Creencias Emocionales.

Creencias que estructuran mi personalidad al igual que definen quien soy. Ellas dirigen mis pensamientos, emociones y acciones en todas las áreas importantes de mi vida, al punto que he llegado a considerarlas como algo normal en mi sistema emocional, a pesar de invitarme a dicha autodestrucción.

Desde este punto de vista, aunque son verdaderos y actúan en el proceso mental del Ser Humano, no es fácil de explicar los mecanismos que utilizamos para llegar a nuestra autoagresión. Ciertamente porque aún estamos apenas en la punta del Iceberg, de todo lo que nos falta por descubrir y conocer de la mente humana.

Por otra parte, aunque conscientemente queremos “lo mejor” para nosotros mismos (y para los que amamos), no es menos cierto, que la vida cotidiana está llena de personas que se autoagreden a través de conductas tales como: se drogan, beben alcohol, fuman, se atragantan de basura, atacan y destruyen a las personas que aman (pareja, hijos, padres), divorcios, abandonos, soledad, culpa, depresión, violencia física y mental, por citar unos pocos ejemplos de esta autodestrucción. ¿No se están destruyendo ellos mismos y a los que tienen a su alrededor? ¿En tu mundo de conflictos emocionales, no te estás destruyendo tú mismo y a los que amas?

Todo esto y mucho más, debido a una razón tan sencilla como lo es el afirmar que la inmensa mayoría de nosotros, estamos siguiendo órdenes (inconscientes) de no amarnos a nosotros mismo, lo cual termina siendo una orden de autoagresión a mí y al otro también. Son órdenes aprendidas y aceptadas, sin cuestionamiento alguno, en mis decisiones de vida durante mi desarrollo infantil.

Una aproximación para entender este asunto de las órdenes está en las preguntas de Santiago 4:1-3 “¿Qué es lo que causa las disputas y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no surgen de los malos deseos que combaten en su interior? 2 Desean lo que no tienen, entonces traman y hasta matan para conseguirlo. Envidian lo que otros tienen, pero no pueden obtenerlo, por eso luchan y les hacen la guerra para quitárselo. Sin embargo, no tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios. 3 Aun cuando se lo piden, tampoco lo reciben porque lo piden con malas intenciones: desean solamente lo que les dará placer.” (NTV).  ¿Qué tal?

    Realmente como seres humanos que somos nacemos con una “pizarra en blanco”, en la cual se deben escribir todas las indicaciones de lo que yo debo pensar, sentir y actuar en mi vida. El problema no es la pizarra, sino ¿Quién escribe en ella? Quienes lo hacen son nuestras figuras parentales, porque de ellos es de quienes tenemos que aprender TODO en la vida. De ellos aprendo según me etiqueten: mi identidad de género (soy Hombre o Mujer), mi Autoestima (mi valoración positiva o negativa), mis metas (triunfar o fracasar), mi rol de Pareja (para toda la vida, divorcio o soledad), mi rol de Familia (enseñar a mis hijos el amarme o el odiarme), mi rol social (amigos para disfrutar o rechazar), mi rol Profesional (autonomía o dependencia).

En esencia ha sido un proceso de aceptación o rechazo de parte de ellos hacia mí. Me han dicho que tengo que hacer, y cuando lo hago como ellos quieren me aprueban y me aceptan (siento que me aman y soy feliz), cuando no lo hago, no me aprueban y me rechazan (me siento morir y soy infeliz).

Como al nacer sencillamente no sé absolutamente nada de la vida, necesito obligatoriamente aprender de ellos para saber qué debo pensar, sentir y actuar en la vida. Ellos se encargan de escribirlo en “mi pizarra”, hasta que llega el momento en el cual me ubico (aun siendo un niño) frente a mi pizarra y después de revisar cuidadosamente, todo lo que en ella está escrito, así como mis emociones de aceptación o rechazo. Con todo ello entro en un proceso de decisión desde la más pura revelación emocional, mental, física y espiritual, en un momento de ‘confluencia energética integral’, con lo cual YO tomo la decisión (inconsciente) de vivir según las “órdenes” que están grabadas en mi pizarra.

Desde ese preciso momento de decisión, ya no cuestiono mi pizarra nunca más, sino que simplemente sigo al pie de la letra cada orden que allí está definida: “Porque Yo Soy Así”. En pocas palabras, renuncio a ser quien era y acepto ser como ellos me dicen que debo ser, según lo que escribieron en mi pizarra.

Tal como todas las órdenes al fin y al cabo las mías deben ser cumplidas, no importa si implica mi autodestrucción o la de los que (creo) amar. Si no me crees, responde: Sí amas a tu cónyuge: ¿Por qué pelean, se agreden, se insultan, se gritan, se separan, se divorcian, se odian, eres infiel, no proteges, no acompañas, no comunicas…? Si amas a tus hijos: ¿Por qué le gritas, les pegas, los maltratas, los descalificas, los abandonas, los humillas, no los proteges, los criticas, no los guías, no los cuidas, no estás con ellos, no los apoyas…? ¿No es esto destruirte a ti mismo y destruir a los que amas? ¿O soy yo el que está equivocado?

No te equivoques tú, no es como afirmaba Göbbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad” (s/r). No creas tus propias mentiras. La verdad es como nos dice Gálatas 6:7 “No se dejen engañar: nadie puede burlarse de la justicia de Dios. Siempre se cosecha lo que se siembra” (NTV).

Afortunadamente, como ser humano también poseo una mente consciente, racional y lógica, que evoluciona y me actualiza en función del desarrollo mental y físico de mi proceso de crecimiento y madurez. Ello me permite adaptarme y decidir cambios según los acontecimientos de mi medio ambiente. Me permite adquirir nueva información, validar decisiones y actuaciones. Me permite realizar cambios, a veces para anular completamente una orden, a veces para disminuir su efecto en mi vida.

De esa combinación de lo consciente e inconsciente, se crea una balanza de pensamientos, emociones y actuaciones que determinan cada evento, cada decisión, cada consecuencia en mi vivir, con lo cual voy construyendo fragmentos de mi realidad, de mi vida y TODO lo que en ella obtengo, sea bueno o no. Lo que igualmente me puede servir para amarme a mí mismo o para autodestruirme, según mis decisiones y acciones.

Lamentablemente, en la gran mayoría de las personas, el poder y la profundidad de las órdenes grabadas en la infancia, siguen teniendo mucha más fuerza y consistencia que las decisiones lógicas de la conciencia. Con lo cual los finales trágicos y dramáticos se cumplen, autodestruyendo a la persona. Porque no es solamente cuestión de voluntad o de querer, se debe integrar un proceso mental de pensamiento, emociones y acciones, tanto o más poderoso que las decisiones infantiles. Lo cual, en la mayoría de las veces, no es nada fácil de hacer ni de lograr.

Por ejemplo, una paciente me dijo en una consulta, al lamentarse de las consecuencias de su vida: - “Si mis padres no hubiesen sido así conmigo, yo no sería así como soy hoy”. (Realmente la excusa no es válida emocionalmente, pero le sirve para justificar su tragedia).

Para apoyar mi punto de vista, te dejo estas líneas que escribe J. A. Gaiarsa en la introducción del libro de Shinyashiki (1993): “Es la lección más fundamental de toda la psicología dinámica: Sólo sabemos hacer lo que se hizo con nosotros. Sólo logramos tratar bien a los demás si fuimos bien tratados. Sólo sabemos tratarnos bien si fuimos bien tratados. Si fuimos despreciados, sólo sabemos despreciar. Si fuimos odiados, sólo sabemos odiar. Si fuimos maltratados sólo sabemos maltratar.” (pp. 3-4).

¿Cómo se aplica eso a ti mismo? Porque lo común es echarles la culpa a los otros, siempre los otros son los culpables (de paso, esta es la peor excusa para tomar tu responsabilidad sobre ti mismo(a)). El enfoque propio de ‘cada uno’ de nosotros es que yo continuamente soy el bueno, el que tiene la razón, el que tiene buenos sentimientos, el que termina siendo la víctima, porque el otro ‘me hace…’. Como afirma nuevamente J. A. Gaiarsa: “Lo que no se comprende es cómo hay tanta maldad en un mundo hecho solamente de personas que se consideran tan buenas. Realmente no se entiende”. (p. 3) ¿Tú lo entiendes?

            El principio del ‘amarme a mí mismo’ y que es igual al del Yo, nunca puede partir de la perspectiva del egoísmo o del orgullo sin sentido, ni mucho menos, de la postura del “Ganador” (Análisis Transaccional) cuyo objetivo es: ‘no me importa destruir al otro, mientras sea Yo el que pueda ganar’. Todo lo contrario, el amor a mí mismo a de partir de un origen fundamental cuya base principal está establecida en los preceptos bíblicos para el ser humano. Los cuales a su vez son la esencia del libro de la Sra. de J. B. Livingston (1972) “Ámate a ti mismo”. Yo lo utilizo como base para este texto. Por lo que hallarás en este texto las referencias psicológicas habituales, pero también mayor número de referencias bíblicas.

Dichos preceptos del amarte están reflejados en los versículos de: Levíticos 19:18 y 19:34; Mateo 19:19 y 22:39; Marcos 12:31; Lucas 10:27; Romanos 13:9; Gálatas 5:14 y finalmente en Santiago 2:8. La esencia de cada uno de ellos es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Lo anterior define el hecho en el cual, para poder amar al otro, primero debo amarme a mí mismo, de igual manera (como ejemplo): ‘no puedo dar lo que no tengo y no puedo enseñar lo que no sé’. En realidad, si cambio un poco la perspectiva y veo la Biblia como un libro de psicología, encuentro que Ella es un manual para las relaciones humanas, precisamente el área en la cual fallamos más rotundamente en nuestro mundo emocional, pues no sabemos amarnos y mucho menos, amar al otro.

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Referencias:

Echeverría, R. (1996). Ontología del lenguaje. 3ra edición. Santiago, Chile: Dolmen Ediciones, S.A.

OG Mandino. (1987). El vendedor más grande del mundo. Colombia: Editorial Printer Colombiana Ltda.

OXFORD (s/f). Definición felicidad. Recuperado sep. 2015 de: https://www.lexico.com/es /definicion/felicidad

Perls, F. (1994) El enfoque Gestáltico. Cuatro vientos Editorial

Shinyashiki, R. (1993). La caricia esencial. Una psicología del afecto. Colombia: Editorial Norma

Sra. J. B. Livingston. (1972).  Amate a ti mismo. USA: Ed. Western Christian Foundation, inc.

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA







viernes, 14 de agosto de 2015

AUTOESTIMA: El resultado de amarme a mí mismo

AUTOESTIMA: El resultado de amarme a mí mismo

Por: José Rafael Olivieri Delgado (agosto 2015)

 

“…somos el resultado de nuestras propias decisiones; somos lo que elegimos ser. Nuestras elecciones son determinadas por lo que pensamos acerca de nosotros mismos y de nuestras capacidades. Por lo tanto, somos el resultado de la evaluación que hayamos hecho sobre nosotros mismos” (Sra. Livingston, 1972, p. 13)

 

          Lo he presentado varias veces en el consultorio, para mí el secreto del proceso terapéutico es enseñarles a los pacientes a ‘amarse a sí mismos’. Pero no vayan a creer que me la ‘estoy comiendo’ cuando lo afirmo. Dios fue el primero que lo propuso, yo no hago más que repetirlo. Y no solamente fue que lo dijo, sino que también lo presenta como un mandamiento en el cual nos ordena que nos amemos a nosotros mismos.

Será tan importante para Dios que nos amemos, que hasta donde yo sé, es uno de los versículos que más veces se repite en toda la Biblia. Lo hace nueve (9) veces, creo que muy pocos se repiten tantas veces, ‘amarnos’ aparece en: Levíticos 19:18 y 19:34; Mateo 19:19 y 22:39; Marcos 12:31; Lucas 10:27; Romanos 13:9; Gálatas 5:14 y finalmente en Santiago 2:8. La esencia de cada uno de estos versículos es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (NTV). Interesante y básico a la vez: ¡para amar al otro, tengo que empezar por amarme a mí mismo primero! La máxima que acompaña esto es igual de simple: ‘no puedo darle al otro lo que no tengo, no puedo enseñar al otro lo que no sé’.

Sobre esa base, para mí, la esencia de una autoestima (POSITIVA) empieza y es el resultado de amarme a mí mismo. De allí el título del presente texto, y como abre boca de este, debemos empezar por entender que la autoestima es una experiencia compleja, dinámica y entretejida en nuestra mente inconsciente. Ella se interrelaciona profundamente con todo nuestro sistema de creencias, así como con los sentimientos que hemos evaluado y aceptado en relación con nosotros mismos y con todo lo externo.

La autoestima nos condiciona positiva o negativamente en las decisiones y acciones que actuamos frente a nuestro mundo interior y exterior. Muy especialmente en lo referente a nuestras relaciones con las otras personas, al igual que influye directamente en aquellos sueños, proyectos, metas que nos proponemos alcanzar, afectando así todo lo que hacemos en nuestra vida. Al respecto Congost (2015) nos dice: “… la opinión que tendremos sobre nosotros mismos dependerá de lo capaces y valiosos que nos sintamos en nuestra vida. En función de cómo se vea y se sienta una persona consigo misma en cada momento, se va a relacionar con los demás y con los acontecimientos de una manera u otra.” (p. 28).

         Bien, ya saben de dónde salió parte del contenido de lo que voy a desarrollar. Por su parte, desde el punto de vista psicológico, la autoestima es un proceso valorativo bastante complejo que cada individuo hace de sí mismo (a lo largo de su vida). Requiere de un adecuado desarrollo de muchas de nuestras capacidades mentales y emocionales. Empezando por establecer la diferencia fundamental entre mi YO y los OTROS.

Como la mayoría sabe, adquirir la consciencia de quién soy Yo es un proceso fundamental en mi etapa infantil, pero que no es estático, sino que dura toda la vida y tiene sus subidas y sus bajadas. De hecho, el niño no nace con autoestima, la misma se forma en la interrelación y en la evaluación ‘con/de/por/para’ sus figuras parentales, estos otros, quienes quieran que sean (reales o no, buenos o no) son vitales en el proceso de definición de esta.

Por ejemplo, cuando las figuras parentales son potenciadoras del afecto, del cariño, cuando valoran las cualidades del niño, lo apoyan y protegen cuando algo le sale mal, cuando le dan la posibilidad de sentirse bien consigo mismo, cuando lo educan en principios y valores adecuados, y particularmente le dan el reconocimiento correspondiente por todo lo que hace y por todo lo que es, invitarán al niño a construir una autoestima positiva, en caso contrario, estaremos invitando al niño a su posible autodestrucción (producto de una autoestima baja). Como ejemplo revisa cómo te trataban tus figuras parentales y tendrás una idea de si debes o no estudiar este texto.

De igual manera, sabemos que la autoestima puede variar a lo largo de nuestra vida, en función de las circunstancias que nos rodean y de cómo nos vamos evaluando en cada una de nuestras experiencias emocionales. Por ejemplo, si tienes experiencias positivas de lograr y tener éxito en tus metas, tu autoestima aumenta, si por el contrario los resultados son negativos, entonces disminuye. Por supuesto, este tema lleva desarrollándose desde que el Ser Humano se preguntó: ¿Cuán importante soy? Es decir: ¡nada nuevo!

Hay miles y miles de libros y artículos acerca de este tema; Unos de la mano de ‘gigantes’ de la Psicología y la Psicoterapia, y otros de estudiantes del tercer año (se encuentran muchos artículos interesantes en la web, pero sin referencias). Por supuesto, como en la mayoría de mis textos no pretendo presentarme como el experto, sino muy por el contrario, dar mi visión personal del tema, invitando a mis lectores a que les pique el ‘gusanito’ de la curiosidad, de tal forma que puedan motivarse a investigar y ampliar más su conocimiento. Porque yo solamente pretendo aportar un ‘granito de arena’ de lo que es la inmensidad del proceso mental y emocional del Ser Humano. Por eso, antes de desarrollar el tema, permíteme responder a la pregunta: ¿Qué es la Autoestima?

Para Acosta y Hernández (2004) “La autoestima es un sentimiento valorativo de nuestro ser, de quiénes somos nosotros, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad. Esta se aprende, cambia y se puede mejorar. Está relacionada con el desarrollo integral de la personalidad en los niveles: ideológico, psicológico, social y económico.” (p. 82). En lo particular para mí es: aprender a amarnos, valorarnos, respetarnos, cuidarnos y muchas otras cosas positivas más, en primer lugar, conmigo mismo y luego para con los demás. La misma incluye todo lo que pienso y siento acerca de mí mismo, así como todo lo que hago en mi vida y en mis relaciones con los otros.

Por su parte, dice Congost (2015) “… es una experiencia subjetiva que nos condiciona a la hora de enfrentarnos a nuestro entorno. Y lo hace porque interfiere directamente en nuestra relación con las demás personas y con aquellos retos u objetivos que nos vayamos marcando” (p. 26). La autoestima se desarrolla con las experiencias propias y las aprobaciones o rechazos de los demás. Especialmente y de manera indeleble, de las valoraciones (adecuadas o no) que mis figuras parentales me hicieron sentir de mí mismo. Es la esencia de nuestra manera de percibirnos y valorarnos, como así también moldea nuestras vidas, porque la autoestima me dice cómo debo vivir mi vida en función de mi propia autovaloración. Determina si seré un triunfador o un fracasado en alguno o en todos los roles de mi vida.

Es esto y muchísimo más, altamente compleja y central en los procesos de decisión de mi vida. Además, la autoestima incluye tres elementos fundamentales como son: mi autoconcepto (qué creo de mí), mi autoimagen (cómo me veo a mí físicamente) y mi autovaloración (cómo me valoro a mí). Por eso para mí: es mi capacidad de amarme a mí mismo sanamente y de actuarlo en mi vida continuamente.

Cuando nuestra autoestima es positiva nos sentimos con posibilidades de lograr lo que queremos, de asumir nuevos retos, vivimos mejor y más felices, disfrutamos más de nuestras relaciones, confiamos en nosotros mismos. Sin embargo, cuando es negativa nos bloqueamos, nos paralizamos, la inseguridad y los miedos se crecen, no nos arriesgamos y todo parece más difícil e imposible. Cierro el concepto con un fragmento, muy acorde con mi tema, de un poema atribuido a Kim Alison McMillen: “cuando me amé de verdad, comprendí que, en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima” (s/r).

Por otra parte, uno de los problemas centrales atribuidos a la definición de la autoestima, es que no sabemos valorarnos a nosotros mismos, o de igual manera, a que somos muy negativos con nuestras propias valoraciones. Por lo general, utilizamos para ello el modelo que aprendimos de nuestras figuras parentales. Independientemente del potencial que podamos tener, y en la medida en que nuestra vida se empieza a llenar de dificultades y maltratos, aprendemos a dejar de creer en nosotros mismos.

Nuestros pensamientos de descalificación se hacen repetitivos y terminamos formando nuestras creencias limitantes y nos desvalorizamos, con las cuales nos convencemos de que no merecemos, no podemos, no somos capaces ni de hacer ni de conseguir nada bueno. Terminamos despreciándonos y autodestruyéndonos a nosotros mismos, de una manera muy injusta. ¿Por qué sucede esto? Entre otras varias razones porque lamentablemente, la mayoría de las figuras parentales tienen el dañino hábito de hacerles comentarios descalificadores a sus hijos. Acostumbran a comunicarse con los niños a través de amenazas, críticas, insultos y particularmente con las destructivas comparaciones con otros.

Cuando te comparaban con el otro casi siempre era para mostrarte algo malo de ti, eso te daba mucha rabia, pero como no podías (ni sabías) descargar tu rabia con el otro, la terminabas descargando en ti mismo, autodestruyéndote. En general los padres piensan que estas comparaciones estimularán a sus hijos a mejorar, cuando en realidad, lo que hacen es destruirles su autoestima. ¿Quién dijo que los niños entienden la psicología paradójica o inversa? La realidad es, que la mayoría de los niños reciben los comentarios de sus figuras parentales, como verdades absolutas. Las mismas son asimiladas por el niño sin cuestionamiento alguno, porque sencillamente, si mi papá o mi mamá lo dicen, tiene que ser verdad, porque ellos son los que (supuestamente) más me aman.

Cada vez que una figura parental le dice a un niño ‘eres un bruto’, ‘no sirves para nada’, ‘no haces más que desastres’ o cualquiera de esas frases negativas, que la mayoría de todos nosotros recordamos frecuentemente, lo único que aumenta es: la baja autoestima y la valoración negativa que el niño hace de sí mismo, porque la figura de autoridad (la figura de amor) así lo valora. En consecuencia, en la mayoría de los casos, el niño actuará según lo valoraron a lo largo de su propia vida.

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Referencias:

 

Acosta, R. y Hernández, J. (2004). LA AUTOESTIMA EN LA EDUCACIÓN.

REVISTA LÍMITE N° 11, 2004 p. 82-95 Recuperado agosto 2015: https://dialnet.unirioja.es

Congost, S. (2015). Autoestima automática: cree en ti y alcanza tus metas, Ed. Planeta.

Corporación PBA. (s/f). Cartilla de Autoestima. Recuperado agosto 2015 de:

http://www.corporacionpba.org/irp/herramientas/Etapa_I/eppr-fase-I-crecimiento_personal/paso1/Cartilla_Autoestima.pdf

Sra. J. B. Livingston. (1972). Amate a ti mismo. Ed. Western Christian Foundation, inc. USA

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA

 

 


 

 

 

 

 

 

lunes, 9 de marzo de 2015

RECETA DE COCINA EMOCIONAL: Para Ser Felices


RECETA DE COCINA EMOCIONAL: Para Ser Felices

Por: José Rafael Olivieri Delgado (marzo 2015)

 

“El amor es la mejor música en la partitura de la vida.

Sin él serás un eterno desafinado en el inmenso coro de la humanidad."
(Roque Schneider)

 

           Yo creo que es justo que empiece explicándoles de dónde sale este título de la ‘Receta de Cocina Emocional’, ya que a mí me suena a libro de autoayuda. Lo cierto es que muy frecuentemente cuando los pacientes se inician en su proceso de terapia (en lo cual me incluyo a mí también). Bien sea que se trate de las consultas, los talleres, la Bioenergética o cualquiera otra de las técnicas que utilizamos en el proceso psicoterapéutico. Llega un momento en el cual, casi inevitablemente, el paciente nos hace una pregunta clave: ¿CÓMO SE HACE ESO?

Ciertamente la respuesta no es nada sencilla, pues la misma está inmersa en el proceso, el tiempo y el conjunto de actividades que ha de desarrollar, durante el proceso de su terapia emocional, entonces, para no entrar en una extensa explicación de cómo se hace, usualmente le decimos al paciente: - “Estás buscando una Receta de Cocina”. Decimos esto porque es muy común, cuando pruebas una comida que te gusta mucho, lo primero que haces es preguntar por la receta de esta (¿Cómo lo haces?).

Esa es la razón de la primera parte del título. La segunda es más sencilla ahora somos nosotros los que les preguntamos a Ustedes (los pacientes) ¿Qué quieres para tu vida (en este proceso)? Aunque no todos lo responden de primero, es casi seguro que todos dicen en algún momento: - “QUIERO SER FELIZ”.

Allí lo tienen: “Una receta de cocina emocional para ser felices”. Debido a la dinámica de los talleres o de la Bioenergética, en los cuales tenemos más tiempo durante las charlas, les he dado a los pacientes, alguna que otra vez, la tan deseada receta. Ahora la intención en este texto es compartirla con todos.

Lo importante de dicha receta (al no estar patentada), es que a veces cambio algún ingrediente, añado otro, pongo más énfasis en uno o en otro. Creo que los Chefs hablan de experimentar para cambiar los sabores. Básicamente hacemos lo mismo en lo terapéutico, al ser un proceso tan particular y con tantas variantes, cada uno de Ustedes tiene la posibilidad y la capacidad de ajustar sus propios ingredientes, hasta completar la receta y lograr su objetivo: Ser feliz.

      Voy a iniciar dándoles una visión rápida de esta receta (y en este caso más o menos fija), luego les detallaré cada ‘ingrediente’ más específicamente. Pero lo primero que deben comprender de esta receta (y de una gran parte de los platos que preparan en su cocina), es que estamos hablando en la mayoría de los casos, de un PROCESO que requiere de TIEMPO. Es decir, esta es una receta de ‘Cocinar Lentamente’, aquí no se puede aplicar el ‘microondas’.

Según tengo entendido, el horno es para cocinar y darle sabor, mientras que el ‘micro’ sirve solamente para calentar. Por eso para un buen proceso terapéutico, con profundidad y permanencia, es necesario bajarse de la nube ‘mágica’ de lo rápido e indoloro (eso de bueno, bonito y barato, aparte de no se consigue casi nunca, en la terapia usualmente no es factible).

Yo sé que a muchos les encanta y vienen buscando la solución tipo microondas, pero para el cambio emocional real no hay ‘pastillas’ ni soluciones ‘mágicas’. La realidad en una inmensa mayoría de los casos es que no se consigue simplemente porque ‘quiero’ (aunque no dejemos de repetir “querer es poder”, que a veces funciona y otras no), realmente, en este tipo de proceso emocional, hay que trabajar en tu cambio y hay que dedicarle tiempo: ¡TU TIEMPO!

De hecho, podríamos afirmar a ciencia cierta que cada paso individual de la preparación de esta receta requiere de por sí, su propio tiempo, su dedicación especial y particular. Si tú quieres que tu vida agarre ‘sabor’, el elemento ‘secreto’ que le dará tu propia sazón será tu PACIENCIA.

Esa es a su vez la razón frecuente de por qué muchos de los pacientes, lamentablemente, no llegan nunca a completar su propio proceso terapéutico. Una muy buena cantidad de ellos están esperando una solución tipo microondas, no están dispuestos a realizar el trabajo necesario para lograrlo y definitivamente, si quieres triunfar, debes trabajar hasta lograrlo, aquí se debería aplicar la máxima de: ‘la opción es no rendirse hasta lograrlo’.

A decir verdad (ya lo he comentado anteriormente), el tiempo se convierte en el primero de los tres principales elementos saboteadores del proceso psicoterapéutico, los otros dos son el esfuerzo (dolor) y por supuesto el costo (económico) del proceso. Lowen (1977) señala a este respecto: “El concepto de la terapia como un proceso sin fin da pie a una pregunta práctica y lógica: ¿Durante cuánto tiempo tendré que venir a verlo a usted? A lo que contesto también prácticamente: Estará usted sometido a tratamiento mientras crea que merece el tiempo, el esfuerzo y el dinero que le está costando” (p. 103).

Ciertamente y no me cabe la menor duda, que es totalmente válido en la inmensa mayoría de los pacientes que acuden a la terapia, el hecho de tener en su mente la intención genuina de: “Yo quiero cambiar mi situación”, pero no deja de ser igualmente real que esto no se logra en una buena cantidad de ellos. La gran verdad emocional es que soy yo, mi propio y peor enemigo de mí mismo en este proceso. Por ahora me interesa concentrarme en la receta.

            Usualmente (grosso modo) todo comienza con una serie de circunstancias que crean INQUIETUDES EMOCIONALES (malestar, angustia, ansiedad…), en el día a día de tu vida. Por lo general, lo que constante y frecuentemente se ve afectado son mayormente las relaciones interpersonales (Pareja, Amigos, Familia, Trabajo…). Claro, y por supuesto, las situaciones personales individuales contigo mismo(a) (miedos, culpas, autoestima, fracasos…).

Indudablemente, aunque la mayoría refiere que se sienten ‘mal’, de lo que continuamente estamos hablando es de las EMOCIONES (en su contexto negativo). Sienten emociones primarias como: rabia, tristeza, miedo, soledad, o cualquiera de las emociones derivadas de estas, tales como: ira, agresión, rechazo, celos, culpa, angustia, depresión, desánimo, fobias, pánico, entre muchas otras. Lo cierto es que, a pesar de sus muchos intentos por solucionar estas situaciones, concluyen que no lo pueden resolver por sí solos.

Afortunadamente, una buena parte de ellos llegan a la conclusión, en su pensamiento, de su necesidad de buscar apoyo externo para resolverlo. Allí toman la primera DECISIÓN (de una serie de ellas): ¡voy a buscar ayuda terapéutica! (por supuesto, me refiero a aquellos que no van donde el amigo, los padres, el ‘brujo’ … Aunque muchos, después de esto, llegan a la misma conclusión de ir a la terapia).

Bien, según el proceso de búsqueda, piden su cita… van el día y la hora acordada y en el ‘proceso de apoyo’ entre otras cosas, reciben INFORMACIÓN. Con esa información COMPARAN su vida y sus circunstancias: Ven lo que realmente les está sucediendo y lo confrontan contra lo que les gustaría que fuera, lo que tienen lo comparan contra lo que les gustaría tener o lo que les falta.

Como resultado de esa comparación SE DAN CUENTA de su situación, y allí viene otra decisión: ¡QUIERO CAMBIAR! Lo interesante de la decisión de cambiar es que hay que añadirle dos de los ingredientes más importantes de tu receta: COMPROMISO y RESPONSABILIDAD (la pregunta importante: ¿Con quién?).

En el transcurrir del proceso de apoyo voy aprendiendo a: AMARME A MÍ MISMO(A), lo cual, en mi criterio, es la clave de toda la experiencia terapéutica. Cuando llega el momento en el cual ese amor se consolida en mi vida: entonces decido por amor a mí: PERDONAR y una vez libre de mis cargas puedo empezar a disfrutar de mi felicidad. Sencillo, ¿verdad? Pues ¡NO!

¿Cuándo ha sido algo bueno, fácil de conseguir? La realidad es que no es un proceso sencillo, sino por el contrario: largo y difícil (de allí el fracaso de muchos). Sin embargo ¡NO ES IMPOSIBLE!, Dios ha puesto en ti y en tu diseño todo el potencial para lograrlo, pero es necesario que TÚ quieras y que TÚ te esfuerces.

Como dice en el libro de Josué 1:9 “Mi mandato es: ‘¡Sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo dondequiera que vayas’.” (NTV). ¡Cuanto más has de hacerlo, en el proceso de mejorar tu propia vida!

    Visto el proceso en general, podemos empezar a detallar los diferentes ingredientes y el contenido de esta Receta Emocional (cantidades, secuencia, tiempo…): Básicamente en cualquiera de los textos que he escrito, he comentado acerca de los conflictos emocionales que nos atormentan a todos y de sus consecuencias en nuestras decisiones y vida en particular.

Como lo indiqué, la mayoría de estos conflictos se van a reflejar principalmente, en nuestras relaciones interpersonales. El Ser Humano es un ente social y en prácticamente todas sus actividades, está en constante interacción emocional con su entorno (otros iguales a él, con sus propios conflictos personales). Es por ello por lo que al seguir tu propia ‘programación emocional’, en la interrelación con los otros, surgen ‘situaciones’ que modifican tus emociones, a veces buenas, pero a veces no tan buenas.

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Referencias:

Hormachea, D. (1994).  Para matrimonios con amor.  Aprendiendo a vivir con nuestras diferencias. Miami, Usa: Editorial Unilit.

Lowen, A. (1977). Bioenergética. México. Editorial Diana.

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA