jueves, 31 de julio de 2014

EL DUELO: Proceso de adquirir para aprender a vivir sin lo perdido

EL DUELO: El proceso de adquirir para aprender a vivir sin lo perdido

Por: José Rafael Olivieri Delgado (julio 2014)

 

“Cada pérdida, por pequeña que sea, implica la necesidad de hacer una elaboración; 

no sólo las grandes pérdidas generan duelos sino que, 

repito,TODA pérdida lo implica” (Bucay, 2007, p. 4)

 

No es nuevo en mi práctica como Psicólogo, el comentar acerca de los diversos temas e inquietudes que mis pacientes tratan durante su terapia en el consultorio. A veces uno de los temas más repetitivos, es precisamente, la elaboración de un proceso de duelo, el cual deben vivir frente a sus diferentes pérdidas. El conversar acerca de este tópico no tiene la intención de venir a realizar un tratado sobre el duelo en este texto, por el contrario, me voy a limitar a resumir y a condensar no solamente lo aprendido con mis pacientes, sino también una pequeña porción de lo adquirido de los cientos de autores como Robert Neymeyer; Lelia Nomen; Anji Carmelo; Pedro Alcalá; Elisabeth Kübler-Ross; William Worden, entre otros, quienes ya han escrito ampliamente sobre el tema.

Uno de los más reciente que he revisado es la reimpresión del 2007 del libro: “El camino de las Lágrimas” de Jorge Bucay, del cual utilizo algunas referencias, y si les interesa profundizar en el tema, se los recomiendo ampliamente. Este autor enfatiza que frente a cualquier pérdida (material, emocional, sentimental, personal, física…), se requiere que elaboremos un proceso de duelo cuya finalidad es la de aprender a vivir sin lo que he perdido. Bucay (2007) nos dice: “cuando algo cambia, cuando el otro parte, cuando la situación se acaba, cuando ya no tengo aquello que tenía o creía que tenía o cuando me doy cuenta de que nunca tendré lo que esperaba tener algún día” (pp. 27-28). Todo esto implica una pérdida y requiere de un proceso de duelo necesario para poder soltar aquello que hemos perdido.

Quizás el mayor factor común donde coinciden todos los autores de este tema es aquel en el cual definen al duelo como una de las experiencias obligatorias de la vida de todos los seres humanos (cuidado si no es la que más se repite en la vida emocional de todos nosotros). De igual manera, es el proceso que surge como reacción normal ante cualquier pérdida, es una respuesta emocional tanto inconsciente por todas sus características innatas, como consciente por todos los elementos aprendidos (culturales, familiares, religiosos…) asociados al mismo

 De hecho, el duelo es la reacción psicológica necesaria para poder elaborar, aceptar y resolver todo el proceso físico y emocional, que implica perder algo de importancia para mí, y poder así, aprender a vivir sin lo que he perdido. Permíteme poner como ejemplo de lo anterior, el concepto que nos presenta acerca del duelo la WEB de Wikipedia, cuya definición es: “El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida. Aunque convencionalmente se ha enfocado la respuesta emocional de la pérdida, el duelo también tiene una dimensión física, cognitiva, filosófica y de la conducta que es vital en el comportamiento humano” (Recuperado 25 julio 2014).

En este sentido, debemos tener la plena seguridad que ¡el duelo es un hecho inevitable de la vida humana! Este abarca todas las dimensiones posibles de la persona (pensamiento, emoción, acción y lo espiritual). No importa si dicha pérdida implica desde la simplicidad de un objeto cualquiera (ej. Un bolígrafo), hasta las más graves pérdidas como la muerte de una persona amada (la pareja, un padre o un hijo…). De esta manera el duelo se convierte en el proceso que ha sido diseñado (psicológica, física y espiritualmente), para enfrentar cualquier pérdida que hayamos sufrido.

Entre los resultados del duelo tenemos: poder elaborar y aceptar dicha pérdida, superar el dolor y todas las etapas emocionales del mismo, así como fundamentalmente poder recuperar el interés por la vida. En pocas palabras: Aprender a vivir sin lo que he perdido, sin lo que ya no está, sin lo que ya no tenemos, lo cual, en una inmensa mayoría de casos, no podremos sustituirlo ni reponerlo con nada ni con nadie.

Ciertamente, otra de las grandes verdades de este proceso es que ¡no todos los duelos son iguales! Dependerá de cada persona y de su propia unicidad, de la realidad de su propio YO, de cómo piensa, siente y actúa frente a la pérdida, de su conjunto de valores, principios, actitudes y particularmente de su sistema de creencias emocionales. Dependerá de si se trata de una pérdida ya sea real o imaginaria, de abandonos, de cambios físicos o emocionales, de renuncias, de si es por decisión propia o impuesta por eventos externos, de sí se trata de personas y del vínculo de afecto que los une a las mismas, de si son objetos materiales o incluso de si son sueños, ilusiones, esperanzas o deseos, los cuales muchas veces, duelen más que la pérdida de objetos o personas reales.

Como señala Bucay (2007) “porque un duelo siempre es algo personal y siempre lo va a ser… Cada uno de nuestros duelos es único y además irrepetible” (p. 44). ¿Por qué irrepetible? Nunca será la misma experiencia, nunca serán las mismas cosas o personas. Tan sencillo como que yo mismo nunca soy el mismo, mi ambiente cambia, mis sensaciones cambian, mis experiencias se transforman con cada nuevo aprendizaje. La máxima sigue siendo válida y también se aplica a los procesos de duelo: ‘nada en el universo permanece para siempre, todo cambia’.

            Partiendo de esta idea de que todo cambia, otra de las verdades del duelo es que ¡todo duelo tiene un final! Quizás esta verdad sea la más esperada por todos, aunque puede llegar a ser un poco más compleja, pues no se trata de una fecha fija. Dependiendo del compromiso emocional podemos cerrar el duelo, pero pueden quedar recuerdos que nada los borrará. Aquí podría pensar en la ‘teoría de la cicatriz’: ya no existe ni el dolor ni el sufrimiento, pero el recuerdo permanece guardado en nuestra memoria.

Si me permiten, pudiese hacer una ampliación de esta idea y decir: ‘el recuerdo permanece en nuestro amor’, sobre todo si me baso en lo dicho en 1 Corintios 13:8: “El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá.” (NVI). Para poder llegar a entender esto, habría que estar en la piel de estas personas. También podríamos aplicar otra máxima al duelo: ‘todo lo que comienza tiene un final’. Cuando realizamos un proceso sano del duelo y completamos cada una de sus etapas, llegará el momento en que dicho duelo se termina, llega a su final.

Para lograr esto, el mejor aliado y requisito fundamental de todo duelo, es darle al duelo el tiempo que necesita, vivir un día a la vez. Como lo señala Cristo en Mateo 6:34: “Así que no se preocupen por el mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Los problemas del día de hoy son suficientes para hoy” (NTV). Con el tiempo todo se extingue, nada permanece, todo cambia. ¡Eso sí!, has de saber que el tiempo por sí solo no es suficiente, tú tienes que ejecutar las acciones que te corresponden, convertirte en un participante activo de tu proceso, en cada una de sus etapas. El tiempo será nuestro mejor aliado en cada situación.

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Referencias:

Bucay, J. (2007). El Camino de las Lágrimas. 2da edición. México: Editorial Océano.

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA

WEB: http://es.wikipedia.org/wiki/Duelo_(psicologia), recuperado: 25-jul-2014