viernes, 29 de agosto de 2014

EL PATITO FEO: ¿Es una realidad que son hijos destinados a fracasar?

EL PATITO FEO: ¿Es una realidad que son hijos destinados a fracasar?

Por: José Rafael Olivieri Delgado (agosto 2014)

 

“El pobre patito no sabía dónde meterse. Sentíase terriblemente abatido, por ser tan feo y porque todo el mundo se burlaba de él en el corral.” Hans Christian Andersen (1843)

 

          Sin duda alguna el reto más grande que tiene todo paciente en su proceso terapéutico es el de tomar su decisión de cambiar emocionalmente y en especial, de llevar a la práctica dicho cambio haciéndolo realidad. La gran mayoría de ellos vienen al consultorio con esa idea, más aún, anhelan ese cambio muchas veces desesperadamente, pues su forma de vivir, sus circunstancias de cada día e incluso las consecuencias de estas, así se lo hacen sentir. Usualmente dicha necesidad de cambio ocurre cuando sienten que han llegado a la comprensión y al hecho de aceptar, que realmente existe ‘algo malo’ en sus vidas, en sus relaciones interpersonales y en sí mismos. De igual manera, ocurre frecuentemente que a pesar de haberlo intentado y de quererlo, no han podido resolverlo por sí solos, llegando a entender y reconocer que necesitan ayuda para ello.

Sin embargo, una realidad a la cual nos enfrentamos en este escenario del consultorio es que de todos los posibles cambios que podemos lograr, el cambio psicológico (el cambio emocional) es el más difícil de conseguir, pero ¡No es imposible! Cambiar es una realidad palpable de la capacidad humana, y del poder emocional contenido en el diseño de Dios para la mente humana.

Lo que suele suceder frecuentemente, es que este cambio exige una cuota de sacrificio a veces muy alta. En la gran mayoría de los casos, ‘parece’ imposible para muchos de los pacientes, ya que el ‘costo de la inversión’ en tiempo, esfuerzo, dolor y dinero les parece un costo muy alto, comparado con su sufrimiento, y a veces sienten que está más allá de sus posibilidades para alcanzarlo.

Sin llegar a ser dramáticos, en dicha decisión de cambiar o no, se juegan su propia vida y su felicidad con base en esa percepción, a veces inadecuada, de lo posible y lo imposible de lograr dicho proceso. Ello me recuerda la afirmación de Mateo 22:14 que dice: “Pues muchos son los llamados, pero pocos los elegidos” (NTV). Todos tenemos el potencial, todos podemos cambiar, todos podemos decidir triunfar, pero tenemos que hacernos dueños de esta realidad, tenemos que poner más que nuestro simple deseo de quererlo y tenemos que esforzarnos para lograrlo en nuestro propio tiempo. Tenemos que asumir el costo y el pago de ello.

De igual manera, es obligatorio y necesario consolidar un compromiso y una responsabilidad absoluta conmigo mismo para lograrlo, no es el otro, soy YO. Porque es una verdad absoluta que hasta el “Patito Feo”, se puede transformar en el más hermoso cisne del estanque. ¡El reto es que tú lo logres!

            Los cuentos infantiles de Andersen son conocidos mundialmente, uno de ellos es precisamente el del “Patito Feo” (1843), y en el texto de este me apoyo para escribir esta reflexión. Ahora bien, ¿Cuál es el primer punto por entender del cuento de Andersen?, pues simple: ¿Quién es el Patito Feo? A ciencia cierta el “Patito Feo” representa los sentimientos negativos de autovaloración de una inmensa mayoría de los niños de nuestro planeta entero (así como de una inmensa mayoría de adultos en la actualidad).

Ciertamente, una de las primeras condiciones del hecho de ser niño, es la sensación de dependencia obligatoria de sus ‘Figuras Parentales’ (de las cuales los más importantes son Papá y Mamá). Este criterio de dependencia no se refiere únicamente a lo material (casa, alimento, ropa, educación, juguetes…) sino a lo más importante de todo: a una dependencia afectiva y emocional (una relación de amor verdadero diría José Rafael).

Dicha dependencia obliga a que la autovaloración del niño (su autoestima, autoconcepto y autoimagen), esté dirigida y controlada por sus figuras parentales, con base en la calidad del ‘amor’ que le dan a dicho niño. Ellos son quienes le dicen al niño quién es, qué debe sentir, cómo debe pensar, qué debe expresar y fundamentalmente, si es aprobado o rechazado por ellos. En la gran mayoría de los casos, el niño lo acepta tal y como se lo dan (sea bueno o malo), sin cuestionamientos. Ello es debido a la inmensa necesidad de sentirse amado por sus figuras parentales (si siento que me aman tengo permiso para vivir, si siento que no me aman, tengo una invitación a morirme ‘física o emocionalmente’).

Tal y como está confirmado por muchísimos autores, el niño va a realizar una decisión y una definición emocional de: quién es, qué puede lograr, a dónde puede llegar y en esencia, según lo que él siente, va a definir toda su vida en función del resultado que obtiene de la valoración que le dan sus figuras parentales. En lenguaje más sencillo: va a definir su propia vida según se sienta o no amado por sus figuras parentales (si me aman: tengo permiso para triunfar, si NO me aman: tengo un mandato para fracasar). Pero ojo, una cosa muy distinta es lo que las figuras parentales ‘creen que dan’ y otra es la que el niño ‘siente que recibe’ de los mismos, ¡esa es la clave de la ecuación! Y en la gran mayoría de las veces la una y la otra son muy diferentes, y por lo general opuestas.

            Desde la perspectiva de las figuras parentales, pues no hay ni uno que no lo diga (hablo de personas ‘estables’), todos los padres afirman sin duda alguna que ‘sienten mucho amor’ y que ‘quieren lo mejor’ para sus hijos (incluso los asesinos en serie los dicen). Pero la realidad práctica de la vida es muy diferente, dado que el trato que le dan a sus hijos, por lo general está muy lejos de los parámetros de lo que es el amor sano. Imagino que de allí viene la expresión popular “amores que matan”. Lo cierto es que todos los seres humanos tenemos un lado bueno y otro ‘no tan bueno’. Como nos narra Marcos 10:18 “¿Por qué me llamas bueno? - Preguntó Jesús -. Sólo Dios es verdaderamente bueno” (NTV). El problema está en que el balance mental y emocional del “Patito Feo”, siempre termina del lado ¡NO TAN BUENO!

La conclusión del “Patito Feo”, tanto en su Sistema de Creencias Emocionales como en su Sistema de Autoestima, es que él se siente ‘FEO’ ¡Obvio no! Estos dos sistemas son los más fundamentales y decisorios en el proceso de definir la personalidad de cada individuo. En la combinación de ambos sistemas están todas las potencialidades de triunfar o de fracasar en la vida. Los mensajes de las Creencias y de la Autoestima puede permitir a una persona llegar a las estrellas o hundirse en las profundidades del fracaso. Ambos sistemas contienen a la vez todos los permisos para triunfar como todas las prohibiciones para no lograrlo, todas las capacidades y a la vez todos los obstáculos para no poder alcanzar su realización personal, o para encerrarse en el rol del “Patito Feo”.

Un problema de ambos sistemas es que la inmensa mayoría de los mensajes que contienen, están grabados en el mundo mental inconsciente, del cual tenemos muy poca conciencia. Pero, emocionalmente hablando, ¿Qué es sentirse feo? Por ejemplo, Goethe afirmó: “Lo peor que puede ocurrirle al hombre es llegar a pensar mal de sí mismo” (s/r). Allí está en pocas palabras la respuesta, el “Patito Feo” se percibe, se siente, se piensa, se valora y se ama a sí mismo MAL.

Su autoimagen está destruida, todo con respecto a sí mismo está mal, y sus Creencias y conductas respaldan toda esta valoración emocional negativa. ¡Claro! Si su verdad es que “… el pobre patito que había salido el último del cascarón, y que tan feo les parecía a todos, no recibió más que picotazos, empujones y burlas, lo mismo de los patos que de las gallinas. - ¡Qué feo es! - decían.” Andersen (1843). ¿Cuántos de Ustedes no tienen esa misma sensación infantil? (y ¿Cuál tienes ahora en tu vida adulta?).

            Por otra parte, todo esto es en realidad un poco más profundo, pues hay varias clases de “Patito Feo”. Por ejemplo, en la teoría del Análisis Transaccional de Berne (1964), y otros autores como: Kertész (1980) y Harris (1969), presentan la existencia de tres modelos argumentales: Perdedor, No Perdedor y Ganador los cuales invitan al modelo de “Patito Feo”. Los dos primeros son los que más se ajustan a la descripción de nuestro personaje, sin embargo, los tres modelos son inadecuados (desafortunados), en el “Patito Feo Ganador” el mismo responde con rabia y agresión hacia los otros, con lo cual rechaza y es rechazado por los demás.

Estos modelos están estructurados en las decisiones infantiles que toma cada “Patito Feo”, con base en sus características emocionales particulares y especialmente, en función de las consecuencias de sus relaciones no adecuadas con sus figuras parentales (maltratos, agresión, descalificación, desamor, abandono…).

Son modelos “adaptados” para buscar la manera de cómo conseguir que esas figuras parentales me quieran, me acepten y me valoren adecuadamente. Aunque como está claro, dicha adaptación realmente no me permite recibir lo adecuado (es decir: lo bueno, lo sano), sino que termina siendo un mecanismo defensivo para poder sobrevivir con lo que me están dando mis figuras. Dichos modelos están basados en una decisión de supervivencia de ‘complacerlos a ellos’, para ser YO, lo que ellos ‘quieren que YO sea’, lo contrario sería aceptar una sentencia de muerte.

Por supuesto, ninguna figura parental va a aceptar esto, porque ‘yo amo y quiero lo mejor para mis hijos’. Como he dicho: una cosa muy distinta es lo que yo pienso, y otra es, lo que yo actúo, cuando hablamos de los conflictos emocionales y del mundo de los procesos inconscientes. En mi criterio, la realidad es que toda relación es 50% y 50%.

Los “Patito Feo” aparte de ser una autodecisión, son producto de las manipulaciones de las propias necesidades y expectativas de esas figuras parentales, en relación con lo que quieren y aspiran, desde sus propios conflictos emocionales, de y para cada uno de sus hijos. Diría el refrán popular “El niño que llora y la mamá que lo pellizca”. Ciertamente cada uno de esos “Patito Feo”, tiene sus propias características y su propia forma de adaptarse a su modelo de vida. Si existe algo que no pueden destruir las figuras parentales, por más que se esfuercen, es el hecho real en el cual cada uno de nosotros es único, incluso si decidimos entrar en el rol del “Patito Feo”.

TE INVITO A CONTINUAR LEYENDO ESTE TEMA EN MI LIBRO:

 

FRAGMENTOS DEL CONSULTORIO PSICOLÓGICO 2

 

PUEDES ADQUIRIRLO A TRAVÉS DE:

 

www.amazon.com/author/jrodlibros

 


 

Referencias:

 

Berne, E. (1974) ¿Qué dice usted después de decir hola? España. Grijalbo

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA

WEB:http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/andersen/el_patito_feo.htm. Recuperado 26/08/2014