miércoles, 12 de diciembre de 2012

PADRE AUSENTE VS. MUCHA MADRE: un camino hacia la destrucción emocional.


PADRE AUSENTE VS. MUCHA MADRE: un camino hacia la destrucción emocional.

Por José Rafael Olivieri Delgado (dic. 2012)

 

“La realidad es que ambos padres son importantes, cada uno a su manera y sin ambos no se puede lograr la evolución completa y armónica del niño.”

(Abreu, 2000, p.57).

 

Trabajando con el modelo de familia aproveché para revisar los planteamientos de Abreu (2000) en su libro ‘mucha madre poco padre’, los cuales son en buena parte un reflejo de la historia del papel del hombre como padre en la familia. Mi inquietud parte del hecho real, en el cual una inmensa mayoría de los pacientes, me refieren con un profundo dolor y una gran tristeza, el no haber tenido o el haber sido abandonados por su padre.

Aclaro algo: en el 90% de estos pacientes dicho dolor y tristeza están escondidos en las estructuras emocionales inconscientes, de sus necesidades, carencias y conflictos infantiles, producto precisamente de dicha ausencia y abandono del padre. Sin embargo, la expresión emocional externa que muestran tanto verbal como gestual (el cuerpo habla más que las palabras, y siempre dice la verdad), es una inmensa rabia acompañada de muchos resentimientos. Estos, a su vez, están cubiertos por deseos de venganza, desprecio, descalificación y críticas hacia este padre ausente.

En resumen, hay un odio evidente hacia la figura del padre, odio que choca con la necesidad original de amor de este (Tal lucha de emociones son parte del origen de los conflictos emocionales).

Muchos de dichos pacientes coinciden en expresiones verbales tales como: - “Yo no tuve padre”, “Yo no conocí a mi padre”, “Yo no sé quién es ese señor”, “Prefiero no hablar de ese…” y otras por el estilo. Como comentario propio, pienso que tal destrucción de la figura del padre es una de las principales causas de toda la conflictividad emocional que nos desborda desde siempre, y mucho más hoy en día. A tal punto es esto que el 50% de la base común de la destrucción de la pareja, la familia, los hijos y por supuesto, de la sociedad, está en esta figura del ‘padre ausente’ (el otro 50% le pertenece a la otra parte: ‘mucha madre’).

En relación con todo esto, conversa Abreu acerca de lo que es y de lo que representa la figura del padre, no solamente en la sociedad, sino particularmente en la familia. Recordemos que la familia es reconocida, casi unánimemente, como la cédula fundamental de la sociedad. Pero en mi criterio personal, yo considero que la pareja es en realidad la base incuestionable de la familia y de todo, sin la pareja como unidad, pronto dejará de existir la familia y como consecuencia la sociedad.

En la figura del ‘padre ausente’ estamos preparando hijos para su autodestrucción y la de todo aquello que los rodea. Ciertamente la realidad “poco padre” está presente desde los principios de la raza humana. A la verdad el padre, léase el hombre, por su misma constitución física, mental, y particularmente, por su mundo de conflictos y programaciones emocionales negativas. Sobre todo, por su ‘falsa’ creencia de ser más independiente, ha actuado un modelo de desapego muy destructivo (para sí mismo y para los suyos). Este ha estado ausente de su núcleo familiar con una frecuencia ‘demasiado’ alta, y en muchísimos casos, lamentablemente total.

Desde la perspectiva emocional sana, podría afirmar sin temor a equivocarme que es una ausencia no deseada por la esposa. Debido, entre muchas otras cosas, a que se queda sola, y también es muchísimo menos deseada por los hijos, quienes pierden (en mayor medida) su modelo de referencia fundamental.

No solamente para la formación de su realidad personal presente y futura, sino mayormente para el sano desarrollo (mental) de todas las etapas de su vida. Donde se ven afectados tanto el campo físico como el emocional, siendo tal ausencia prioritariamente la causante de las cicatrices (autodestructivas) permanentes en cada hijo, así como en sus respectivos procesos psicológicos y espirituales.

Lo cierto es que tradicionalmente el hombre es el proveedor y el sustentador de su núcleo familiar, pero este aspecto se traduce en una primera razón de su ausencia. Aunque esto ocurrió desde la versión Bíblica, cuando el hombre como consecuencia de su decisión equivocada (de retar a Dios), tuvo que enfrentarse a su sentencia de por vida: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19, NVI).

En este sentido el hombre ha tenido que ‘ausentarse’ para ir a trabajar, a veces por horas, a veces por meses o incluso años, como es el caso de migrar o de las guerras (de las cuales muchos no regresan). No deja de ser cierto que también existen muchos otros motivos para esta ausencia. Desde los netamente atribuibles a toda la conflictividad emocional, como al igual que las situaciones pertenecientes a la más absoluta irresponsabilidad como figura paterna. Tristemente estas aumentan cada día más y en mayor proporción, con sus respectivas consecuencias.

También hemos de incluir, por supuesto, la realidad de la condición citada por Abreu (2000) cuando señala: “Un padre ausente no es solamente aquel que se ha ido y ha dejado su lugar. También es aquel que no participa, el que no se siente padre. El que a pesar de estar físicamente presente en el hogar está emocionalmente ausente de la familia.” (p. 58).

Esta última condición es quizás la peor de las situaciones de ausencia, un padre presente pero abandonante. Este genera modelos de poco afecto y a veces, de agresiones y maltratos que (en casos extremos), pueden invitar a situaciones psicológicas de psicosis (locura) e incluso, invitaciones de muerte entre los hijos.

Las razones para todos estos motivos de ausencia, si bien son atribuibles a cantidad de factores de diversas índoles como: físicos, culturales, educacionales, e incluso genéticos (como señala Abreu), también son espirituales y psicológicos, los cuales, en mi criterio personal, son estos dos últimos los más importantes y los de mayor peso, porque destruyen la mente de sus propios hijos.

También existen muchas circunstancias propias de la conflictividad de la pareja, pues tanto el hombre como la mujer son responsables de estas situaciones de ausencia, sin incluir aquí, que actualmente es más frecuente que la mujer también está siendo la abandonante de su núcleo familiar (y sin la excusa Bíblica, pues esa no fue su sentencia).

De todas formas, a pesar de cualquier excusa o justificación que pueda dar tanto el propio padre, como cualquier estudio social sobre el tema. La realidad común de todos ellos es que la decisión final de ser un padre presente o ausente es sin lugar a duda, responsabilidad absoluta y única del propio padre.

            Ser padre, más que un rol en el cuadro familiar y social es todo un proceso cuya esencia principal es el amor a sí mismo en primer lugar, y luego a su familia (cónyuge e hijos). En este sentido el padre es la cabeza de la familia no solamente en el modelo social tradicional, sino desde los planteamientos Bíblicos específicamente.

Por ejemplo, en Efesios 5:23 dice: “Porque el esposo es cabeza de su esposa…” (NVI), claro, para que esto sea real, el primero que tiene que estar sujeto es el esposo a Cristo, pero lamentablemente pocos creen en Dios, y mucho menos las mujeres de hoy en día que han visto de primera mano las barbaridades que han hecho sus propios padres, y en líneas generales, la mayoría de los hombres que han conocido.

La realidad estriba en el hecho de como se ha interpretado esto de ser ‘cabeza de la familia’. Debido a que muy lejos de hacer todos los actos destructivos, a los cuales estamos acostumbrados, la función de un verdadero padre además de estar presente y activo en su familia continuamente, le corresponde entre otras cosas: dar protección, seguridad, apoyo, sustento, educación y compañía.

Él ha de dictar y enseñar las normas, las leyes y los principios éticos y morales; las pautas de cómo vivir en la familia y en la sociedad. Muy especialmente ha de modelar la figura de autoridad, siendo así mismo modelo de la transición de la familia hacia el mundo exterior y la sociedad. Más importante aún y por encima de todo, se define como un modelo de vida que impacta y trasciende, como una marca imborrable, en los procesos de decisión emocional de la vida de todos sus hijos.

Tanto es esto así que, por ejemplo, en el caso de la mujer, ella sin saberlo (inconscientemente diría Freud) seleccionará a su esposo y padre de sus hijos, conforme al modelo de su propio padre. Y en el caso del varón, este no solo seleccionará a su esposa conforme a la interrelación entre su padre y su madre, sino que él mismo actuará con sus hijos conforme al modelo que su propio padre le mostró y le enseñó, al tratarlo de determinada forma tanto a él como a cada hijo(a) en particular. Lo que me recuerda el refrán popular: “Hijo de gato caza ratón”.

Es por esto por lo que el modelo tanto del padre como de la madre, más que un ejemplo a seguir, psicológicamente terminan convirtiéndose en la mente de los hijos, en órdenes y mandatos. Estas sin duda alguna se deben y se tienen que cumplir, prácticamente sin cuestionarse. Tal cual el ejemplo del modelo militar (cumples la orden sin reclamar, sin pensar).

        

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Referencias:

Abreu, E. (2000). Mucha madre y poco padre ¿Una antigua realidad en aumento? Caracas, Venezuela: Fundación Venezuela positiva.

Sociedades Bíblicas Unidas. (1960). Santa Biblia. Caracas Venezuela: Fanarte, C.A.