jueves, 29 de noviembre de 2012

¿Yo? ¿Al psicólogo?: ¡No!, ¡Yo no estoy loco! (enfoque para parejas)


¿Yo? ¿Al psicólogo?: ¡No!, ¡Yo no estoy loco! (enfoque para parejas)

Por: José Rafael Olivieri Delgado (nov. 2012)

 

El camino del matrimonio exige que ambos cónyuges renuncien a sus intereses personales cuando estos van en contra de los intereses del matrimonio y que renuncien a todo interés, meta y propósito si estos se oponen a la relación.” (Hormachea, 1994, p. 18)

 

Para serles sinceros continuamente he pensado que en prácticamente todos los temas a los cuales nos podemos referir, existen dos posiciones extremas, opuestas y enfrentadas. Sin embargo, como punto interesante, sobre todo en nuestra área del apoyo psicoterapéutico, en el medio de ambas existe un amplio abanico de opciones intermedias. Estas son más variadas, menos intensas, pero igual de importantes que las extremas. En concreto estoy pensando como ejemplo, la disposición de tomar la decisión de consultar con un psicoterapeuta, cuando surgen situaciones conflictivas en nuestras vidas o relaciones (Pareja, Familia, Trabajo, Padres…).

En relación con estas posturas extremas puedo señalarles que existen países como Estados Unidos donde hasta las mascotas tienen su propio psicólogo. Así mismo (no me vayan a creer, porque es una suposición mía no comprobada), en algunas zonas de África o en alguna tribu indígena desconocida, no saben que existen los psicólogos ni mucho menos, para qué sirven (como decimos, a manera de broma: ¿Con qué se come eso?).

El asunto particular es que en el medio de estas dos fronteras estamos ubicados todos los demás, con nuestras diversas variantes, creencias y culturas. Donde en muchas ocasiones, el hecho de pensar en ir a visitar a un psicólogo (psicoterapeuta en general) es un tema que mueve multitud de inquietudes, prejuicios, ansiedades y mensajes inconscientes descalificadores.

Esto último es debido al hecho más que comprobado que como parte del sistema de creencias emocionales de algunas personas, muchos afirman que: – “hay que estar ‘locos’ para ir al psicólogo”, en realidad esta es una frase aprendida en algún evento infantil, la cual, como creencia al fin, jamás ha sido cuestionada ni revisada y se asume como una verdad incuestionable de dichas personas.

Lo cierto es que muchas veces he pensado que el que piensa así, es quien realmente necesita más urgentemente ir a la consulta psicoterapéutica, pues es quien tiene menos conciencia de sus situaciones emocionales y del daño que las mismas le generan en su vida y en sus relaciones.

Más escondido aún se encuentran sus sentimientos de miedo al pensar en enfrentarse a dicho escenario. Muchos de los mitos y fantasías que las personas construyen en torno al ambiente psicoterapéutico, poco o nada tienen que ver con la realidad de lo que transciende en la consulta psicoterapéutica. A favor de mi gremio no olvidemos el refrán popular que dice: “de músico, poeta y loco todos tenemos un poco” (s/r). Por algo lo dirán.

Indudablemente, los entornos culturales y sociales tienen mucho que ver con la construcción de las creencias, y no es la excepción, esta de estar ‘locos’ para ir al psicólogo, la cual es una posición muy difundida entre muchísimas personas. Si les sirve de ejemplo curioso, mi padre (Médico Cirujano) era uno que la repetía con frecuencia. Dicha idea en la cual solamente ‘los locos’ son los que tienen necesidad de visitar a un psicólogo / psiquiatra es bastante errónea, tal cual como nos lo ha demostrado la conflictividad del mundo actual que nos rodea cotidianamente. Para serles sincero, siempre tuve mis dudas en relación con dicha creencia, pues por definición la ‘locura’ es una pérdida de la capacidad de mantener una conciencia adecuada de y en la realidad que todos compartimos.

Posteriormente durante mi formación, aprendí que otro enfoque muy diferente utilizado para clasificar ‘la locura’ la presentaba como: el último mecanismo de protección que usa la mente, para que la persona no se suicide, dada la inmensa carga de conflictos emocionales que le desbordan su capacidad de autocontrol y solución de estos, en función de los niveles de angustia y miedo que dichos conflictos producen. Desde este punto de vista pudiésemos aceptar que: la locura es una opción de supervivencia, tomando en cuenta ‘el principio de vida’ que rige a todos los seres vivos de nuestro planeta.

Dicho ‘principio de vida’ no solamente es un recurso biológico y emocional que nos invita (a veces nos obliga) a conservar la vida, pero que al final se manifiesta siempre, como ejemplo dramático: lo sucedido con la contaminación radioactiva de la ciudad de Chernobyl (Chernóbil), ahora esa ciudad fantasma está poblada de multitud de plantas y animales. No en balde todo ha sido creado por Dios, particularmente la vida (Génesis 1:31).

Afortunadamente la gran verdad es que la inmensa mayoría de las personas no están locos, según la definición dada. ¡PERO!, igualmente es cierto que todo el que haya nacido en la Tierra, tenga Papá y Mamá (mucho más para los que dicen que no los tuvieron), es 100% seguro que están llenos de conflictos emocionales no resueltos, de decisiones infantiles llenas de traumas, de necesidades y carencias continuas, tal como nos lo señala Freud en sus teorías psicoanalíticas.

De ‘géstales’ abiertas y huecos en la estructura de su personalidad, con falta de contacto consigo mismo y con el mundo, como indica la psicoterapia Gestalt de Perls. De montones de transacciones interpersonales equivocadas, falta de caricias y juegos psicológicos inadecuados, como señala Berne en su teoría del Análisis Transaccional. Lo cual es básicamente lo mismo en la multitud de las otras técnicas y teorías que pertenecen a la ciencia Psicológica.

Todo ello se suma para confirmar la existencia, en todas las personas, de una serie de conductas emocionales que generan conflictos. No solamente en la persona en sí misma (miedos, celos, envidia, resentimientos, venganzas, amarguras, soledad…), sino más grave aún, en las relaciones interpersonales con los otros (peleas, separaciones, maltratos, divorcios, violencia, odio…).

Si no me crees, pregúntate ¿Cuál es la razón de no ser como quiero ser, de no tener lo que quiero, de no ser feliz con quien estoy, de fallar en mis relaciones…? ¿Por qué no me siento bien con la forma en que manejo mis rabias, mis tristezas, mis ansiedades, mis miedos…? ¡La respuesta no es culpar al otro, es responsabilizarte de tus decisiones emocionales! Lo lamentable de dicha postura ‘anti-psicoterapia’, es que existen muchísimas personas que requieren del apoyo emocional y con base en su ‘sistema de creencias’, se niegan a sí mismas esta posibilidad. Limitando por una parte su solución y su potencial, no solamente de ser felices, sino de llegar a ser los triunfadores para lo cual fueron diseñados.

El preámbulo anterior me sirve para presentarles la idea, no solamente del título de este texto, sino particularmente de su contenido en relación con esta creencia tan común que les comento. Dado que continuamente muchos de mis pacientes me hacen referencia a esta afirmación, especialmente cuando su planteamiento se relaciona con sus situaciones en la relación de pareja. Lo ideal es que para la terapia de pareja vengan los dos, pero la realidad en la mayoría de las veces es que solamente viene uno, por lo general Ella.

Te lo explico: una buena parte de mis pacientes son mujeres (esto no es nada nuevo), ciertamente, en todo lo referente a las diferencias de géneros, las mujeres son más sensibles emocionalmente que los hombres (Gray (1992), Pease y Pease (1999)). Ellas están más dispuestas a conversar acerca de los temas que les inquietan, se centran en sus relaciones personales, se preocupan por su crecimiento personal y emocional. En líneas generales la mujer también se siente responsable del crecimiento de su pareja, así como muchos otros aspectos característicos de la figura femenina (ojo que tampoco son todas 100% así, hay muchas que la rabia y el odio con que viven les ha quitado lo femenino). Por ejemplo, la Biblia define a la mujer como “vaso frágil” (1 Pedro 3:7), en otra versión dice: “ya que como mujer es más delicada”.

Entonces como la mayoría de ellas están más enfocadas en las relaciones interpersonales, en el compartir y particularmente en cuidar y proteger su relación de pareja, debido a dicha fragilidad, expresan una mayor actitud a buscar orientación y asesoría en lo psicológico y emocional. A diferencia de los hombres que están más orientados a competir unos contra otros buscando ganar, se preocupan menos por sus relaciones y sí, muchísimo más por sus necesidades sexuales (tampoco son todos en su 100%, cada día más su debilidad y miedo, les ha quitado mucho de lo masculino).

En líneas generales, ellos han de ser más autosuficientes y reservados, no buscan ayuda a menos que se sientan en el fondo del pozo emocional, por aquello de los modelos tradicionales aprendidos según su cultura, ejemplos típicos: “Los hombres no lloran” y que tal: “macho que se respeta, hace pipi parao”, lo dicho: posiciones extremas y posiciones intermedias, hay para todos.

En este sentido, en el consultorio muchas de ellas me han comentado que han invitado a su pareja a venir a terapia (te hablo de las distintas técnicas que usamos: consulta, talleres, grupo, relajaciones, …), no solo una vez sino frecuentemente varias veces y la respuesta, casi inequívoca de ellos ha sido: - “¿Yo? ¿Al psicólogo?: ¡No! ¡Yo no estoy loco!”.

Debido a estas características propias de lo femenino, por lo general, la mujer es la que primero se da cuenta de las circunstancias. Observa primero el proceso de conflicto entre ellos y de la posible ruptura que está ocurriendo en su relación de pareja. Por ello, muchas veces decide acudir a la terapia para encontrar una solución. Al ir comprendiendo las situaciones emocionales que están ocurriendo en su relación, donde los dos son asimismo responsables e indudablemente, por amor hace el esfuerzo de intentar salvar la relación. Ella llega al momento en que toma el valor necesario e invita al esposo a compartir dicho proceso, la respuesta de él, en la gran mayoría de los casos, es la ya indicada (Yo no…).

Por su parte los esposos, usualmente complementan su negativa (debido a sus tabús, creencias y miedos) de acudir a la terapia con otras excusas y algunas mentiras y acusaciones adicionales contra la esposa: - “Aquí la que necesita terapia eres tú, que te imaginas fantasmas por todos lados”; “Las cosas no están bien porque tú lo quieres así”; “Yo no he hecho nada malo nunca”; “nosotros no necesitamos a nadie que nos diga que hacer como pareja” (Ciertamente, un Psicólogo que se respete no le dice al paciente lo que tiene que hacer, en vez de eso, le muestra opciones para que el paciente decida por sí mismo que quiere hacer).

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Referencias:

Berne, E. (1982). Juegos en que participamos. México. Ed. DIANA.

Gray, J.  (1992).  Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus.  NY, USA: HarperCollins Publishers Inc.

Hormachea, D. (1994). Para matrimonios con amor. USA. Ed. UNILIT.

Pease, A. y Pease, B. (1999). Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los  mapas. España: Editorial Amat.

Sociedades Bíblicas Unidas. (1960). Santa Biblia. Caracas Venezuela: Fanarte, C.A.