domingo, 10 de junio de 2012

GÉNESIS DE LOS CONFLICTOS EMOCIONALES: El proceso de formación de mis enfermedades emocionales

GÉNESIS DE LOS CONFLICTOS EMOCIONALES:

El proceso de formación de mis enfermedades emocionales

Por José Rafael Olivieri Delgado (jun. 2012) 

“El hombre vive esencialmente dentro de un mundo personal y subjetivo. Sus actividades, incluso las más objetivas, son el fruto de propósitos subjetivos y de elecciones subjetivas”

(Rogers C., 1989, p. 17)

 

           Al hablar de los conflictos emocionales nos enfrentamos a un tema que en muchas personas ‘levanta ronchas’, especialmente cuando lo hacemos con la intención de saber qué son, de conocerlos a profundidad, y particularmente, de poder modificarlos. Particularmente porque tales acciones implican el asumir la responsabilidad y el compromiso emocional de mi vida, de mis acciones y de sus consecuencias. Para ello es necesario el llevar a cabo un proceso de redefinición (emocional), para hacer cambios en varios de los esquemas de pensamiento, los cuales han dirigido mis decisiones desde que tengo uso de razón.

De igual manera, quizás más dramático aún, debo y tengo que remover y desarticular creencias no adecuadas, que han estado arraigadas en mi definición de personalidad desde mi infancia. Dichas creencias han sido las verdades que han guiado mis pensamientos, emociones y acciones, durante la totalidad de mi vida pasada. Independientemente, de haber sido ellas, las causantes directas de mis decisiones equivocadas y autodestructivas, en mis diferentes circunstancias y situaciones adversas, motivo por el cual seguramente, aún hoy en día, sigo sufriendo las consecuencias negativas de las mismas.

La razón de estas afirmaciones previas está asociada con el hecho de mi necesidad de realizar un proceso de reaprendizaje, de una buena parte de los conceptos que he utilizado, para definir mi esquema de vida en todas sus distintas facetas (personal, matrimonio, hijos, padres, trabajo, social…). Particularmente, de aquellos criterios valorativos de mí mismo(a) como mi autoestima, autoconcepto y autoimagen, al igual que implicaciones fundamentales que pertenecen a mi esquema de ¿quién soy?

Por ello, el trabajar con los conflictos emocionales, tiene la particularidad de ‘alborotar el avispero de emociones’ que cada uno de nosotros lleva dentro de sí mismo. En una gran mayoría de veces, sin tener consciencia de ello. Dado que hemos aprendido como mecanismo de supervivencia, a drenar todas nuestras situaciones emocionales negativas dentro de nuestra mente inconsciente. Con ello puedo vivir la fantasía de nunca más acordarme de mis áreas oscuras (mis conflictos emocionales).

Sin embargo, este universo de emociones que, a pesar de pertenecer, en su mayoría, al pasado, están totalmente activas aquí y ahora afectando a cada terrícola existente. Mi camino hacia la sanidad de mis conflictos tiene que transitar en la dirección que me señala Berne (1974) quien me afirma que para sanarme debo: “primero deshágase de toda la basura que se ha acumulado en su cabeza desde que llegó a casa saliendo de la clínica de maternidad” (p. 16).

Es decir, desde el momento en que nací, hasta el momento en que decido resolver mi mundo de conflictos, mi proceso principal ha sido el de acumular en mi mente una gigantesca cantidad de ‘basura’ (emocional). Tanto así que el basurero municipal de la ciudad donde vivo es, pequeño comparado con mi ‘basurero personal de conflictos emocionales’.

            En el escenario del consultorio psicoterapéutico, a veces, lo complicado es lograr que los pacientes (eso te incluye a ti), a pesar de venir cargados y saturados de sus situaciones de angustia y ansiedad, se den cuenta y acepten que ellos son los dueños de su propio ‘basurero’, y que este, es el responsable directo de las acciones y consecuencias que los han traído a la terapia. Lo anterior lo digo pensando, particularmente, en el famoso tema de la culpa.

A todos (sin excepción) nos encanta culpar al otro. Nunca soy yo, siempre es el otro el culpable de todo lo que me pasa (a mí). Claro, constantemente, es mucho más fácil culpar al otro que asumir yo la responsabilidad de lo que me corresponde. Pero, hemos de saber que en cualquier relación (dos personas) les corresponde un 50% para cada uno, a diferencia de cuando se trata de mi propia situación (interior) mental y emocional, donde casi el 100% es enteramente mío y de nadie más.

Sonará a frase de autoayuda, pero en cuanto a mí mismo(a) ¡yo soy el protagonista de mi vida!, eso incluye completamente a la totalidad de mis pensamientos, emociones y acciones, los demás, son meros actores secundarios que me permiten representar mi papel protagonista. En el consultorio, como es normal, me encuentro con muchos tipos diferentes de personas, lo cual representa un amplio abanico de opciones y posibilidades interesantes.

Aunque como en todo abanico, existen dos extremos contradictorios, y en el medio, una amplia diversidad de opciones. Por un lado, existen personas muy abiertas que casi de inmediato, van comprendiendo y dándose cuenta de su basurero de conflictos. Comienzan a ‘abrir sus ojos’ a este nuevo mundo no conocido, a ampliar el horizonte de su mente hacia la lógica del mundo emocional, nunca revelado desde esta perspectiva terapéutica.

Mientras que, en el otro extremo, existen personas de ‘mentalidad cuadrada’ para los cuales todo lo psicológico y emocional es solo “charlatanería y producto de locos”. Esto se entiende porque muchos de ellos vienen obligados, por lo general, por su pareja, y los menores, por sus padres. Como ejemplo, recuerdo una paciente que me dijo: “Yo no quiero que me remuevan los conflictos, yo prefiero quedarme así”.

A ciencia cierta el ambiente de la terapia es para aquellos que están dispuestos a arriesgarse a conocer y descubrir un nuevo universo de posibilidades, que los reten a hacerse dueños de sus propias vidas, y especialmente, que los saquen de su zona de confort y de su ceguera emocional. 

Si me permites (sin ánimo de ofender ni de elaborar juicios no adecuados), no te cuento cuando me toca uno (fanático) que piensa que Dios le va a resolver todo, que él (paciente/cliente) con seguir “AL PIE DE LA LETRA” la Palabra de Dios todo se le va a resolver. Se ve que no han leído a Santiago cuando dice: “2:9 … cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. 2:10 Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos (los pecados)”, … no sé, digo yo.

En mi (limitado) conocimiento, Dios nos ha creado como una trinidad: Cuerpo, Mente y Espíritu. Los médicos (y demás áreas de salud) para el cuerpo, los psicoterapeutas para la mente y, los religiosos (según cada religión) para el Espíritu, especialmente por aquello de Eclesiastés 12:7 que dice: “Volverá entonces el polvo a la tierra, como antes fue, y el espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio.” (NVI).

Es posible que la dificultad de aceptar un proceso terapéutico para la sanidad de mis conflictos emocionales, este relacionada con tres factores principales (entre muchos otros), que pudiesen parecer y hacer ‘complicado’ dicho proceso. Simplemente para mencionarlos, el primero, quizás el más conocido, el famoso miedo al cambio. En realidad, este es una excusa para no dejar mi zona conocida (confort). Porque dejar la seguridad de como pienso, siento y actúo (así me haga daño y me autodestruya), genera mucha incertidumbre, ansiedad y angustia, a veces mayor a la que traigo a la terapia.

Segundo, en algún momento de mi proceso de decisiones infantiles (con el cual me enfermé), asumí que mi ‘basurero’ era una creación totalmente mía, que me pertenecía, que yo era así de esta manera. Como tal, al pertenecerme, no lo quiero perder y debo defenderlo, sin importar el costo de tal acción, así sea mi propia vida (emocional y sus consecuencias). 

La tercera: lo que le preocupa a casi todo paciente, ¿Realmente esto funciona? ¿Podré cambiar y resolverlo? Y la más importante de todas: ¿Cuánto tiempo voy a tardar en este proceso? … Ya hablaremos de todo esto, en su momento.

La verdad general es que no es imposible aceptarlo. Desde el punto de vista de cualquier psicoterapia, independientemente de las técnicas que utilice, es totalmente factible poder llevar a cabo un proceso de sanidad y limpieza emocional. Este me ha de permitir liberarme de las cargas y conflictos emocionales, los cuales me afectan en mi vida cada día. permitiéndome deshacerme de mi basurero en forma permanente y, obteniendo los resultados de bienestar que quiero para mi vida y mis relaciones.

Entonces, con estas pocas ideas iniciales ¿Qué es un conflicto emocional? En líneas generales es un conjunto de pensamientos, emociones y acciones, que se ejecutan automáticamente desde mi mente inconsciente, sin control ni voluntad mía, a través de los cuales reflejo todos los aprendizajes y decisiones emocionales negativas, los cuales he adquirido a lo largo de mi vida. Identificando y definiendo así a mi estructura emocional.

De esta manera, los conflictos son las fuentes de todo el malestar emocional (rabia, tristeza, miedo, ansiedades, depresiones, …), tanto intrapersonal como especialmente en mis relaciones interpersonales. Convirtiéndose así, en el mayor enemigo de mi felicidad, bienestar y autorrealización personal.

A lo que me refiero con lo ‘complicado’ del proceso terapéutico, tiene que ver con la necesidad de cada paciente, de hacer un cambio de perspectiva muy importante en su comprensión de lo emocional. Primero, la mayoría de los grandes teóricos tanto psicólogos como psiquiatras, han definido que la etapa infantil es absolutamente crucial en el proceso de la toma de decisiones emocionales de cada persona. Ellos han definido dicha etapa en el rango de 0 a 7 años, los más conservadores hasta los 9 años. Delimitando el final de esta etapa a los 12 años.

Segundo, nuestra total ausencia de conocimientos en los principios de esta etapa nos guía (inconscientemente) a realizar un desesperado proceso de aprendizaje emocional. Este nos lleva a copiar e imitar (sin cuestionamiento alguno), los modelos conductuales (pensamiento, sentimiento y acción), de nuestras figuras parentales y de autoridad. Con todo ello, a pesar de mi inmadurez psicológica y emocional, tomo las decisiones más trascendentales que dirigirán toda mi vida.

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Referencias:

Berne, E. (1974) ¿Qué dice usted después de decir hola? España. Grijalbo

Rogers, C. (1989). El proceso de convertirse en persona: Mi técnica terapéutica. 7ª ed. Barcelona, España: Paidós Ibérica.

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA