jueves, 26 de enero de 2012

EL CAMBIO PSICOLÓGICO: Reorientar lo emocional hacia su sanidad

EL CAMBIO PSICOLÓGICO: Reorientar lo emocional hacia su sanidad

Por: José Rafael Olivieri Delgado (enero 2012)

 

“Decida que es usted quien debe cambiar y determine hacer todos los cambios que sean indispensables e inícielos inmediatamente, ni siquiera se imagine que las cosas van a cambiar sólo por accidente.” (Hormachea, 1994, p. 139).

  

Ante la pregunta que les hago a mis pacientes (clientes), cuando vienen al consultorio por primera vez: ¿Qué buscas con este proceso de terapia?, la respuesta, en la casi totalidad de las veces es inequívocamente: - “quiero cambiar”. En principio, esta es una respuesta ‘honesta’ desde su perspectiva emocional. Particularmente porque en este contexto las personas que buscan la ‘ayuda terapéutica’ usualmente se encuentran en un abismo de dolor, insatisfacciones, inestabilidad y otras cuantas emociones de este mismo corte ‘negativo’. Estas les han hecho sentir que han llegado al ‘fondo de tal abismo’.

Es igualmente probable que hayan intentado varias soluciones, desde sus mismas circunstancias emocionales, las cuales no han aportado los resultados deseados. Por ello es por lo que han terminado sintiendo y pensando que, para encontrar dicha solución, requieren de hacer uno o varios cambios. Lo que finalmente los ha llevado al contexto psicoterapéutico a probar si esto es posible.

Ciertamente el cambio, desde la perspectiva psicológica siempre es posible, aunque he de reconocerlo, muchos vienen buscando esta realidad que muy pocos encuentran, por lo menos de forma permanente. A pesar de su honestidad, una gran mayoría, particularmente, los que vienen por conflictos y problemas con la pareja, vienen buscando el cambio del otro. Piensan y siente que el culpable de sus situaciones emocionales es el otro, nunca ellos mismos o lo que es más exacto, desconocen que la responsabilidad de todo lo que ocurre en cualquier relación, es de ambos por igual (50% para cada uno).

Lo cierto es que esto es otra de las realidades del cambio psicológico, no solamente va a cambiar lo externo, el cambio principal y fundamental es obligatoriamente mi propio cambio interno, antes que la invitación de cambio a la otra persona.

 Otro desconocimiento asociado a este ‘querer cambiar’, es la falta de comprensión sobre la implicación y la profundidad de esta frase ‘aparentemente inocente’. Aquí hablamos no de un cambio aleatorio, sino por el contrario, de un proceso lento, a mediano plazo y, por si fuera poco, muchas veces difícil. Especialmente si hablamos de mi cambio interno al nivel de mis propios conflictos emocionales. Lamentablemente, la mayoría de las personas vienen buscando ‘una píldora mágica’ que les cambie rápidamente y de una sola vez, lo cual, por supuesto, no es posible.

De hecho, frecuentemente les digo: - “yo soy psicólogo, no hago milagros”. Sobre todo, cuando tomamos en cuenta que la finalidad del proceso de cambio psicológico (psicoterapéutico), no es resolverle los problemas al paciente. No somos ‘quienes’ para dirigir su vida, el objetivo real, es que ellos aprendan a generar sus propias soluciones adecuadas, presentes y futuras, a sus propios conflictos, de tal manera que asuman su propio crecimiento y autonomía en su vida.

Al respecto, sería bueno recordar que Shinyashiki (1993) nos comenta: “Cambiar es un acto sencillo, aunque es posible complicarlo de muchas maneras. La gente complica el cambio, pensando que éste se va a realizar solamente porque se quiere hacer. No siempre eso es verdad, y muy rara vez resulta. Más importante que el deseo es el compromiso con el cambio” (p. 141).

En relación con lo anterior, partamos de una realidad incuestionable: todo en el universo cambia, y el Ser Humano no es la excepción, lo único constante que existe, es justamente: el cambio continuo de todo. Un ejemplo fácil de ver: ya no eres el mismo de hace 1, 10, 20 o más años. Pero sí, la realidad del cambio emocional parte de su necesidad de trabajo, compromiso, responsabilidad y otras variables más, no es una cuestión de solamente quererlo. Eso de “querer es poder” no es tan cierto como lo pintan, al ‘querer’, hay que acompañarlo de unas cuantas cosas más para hacerlo posible.

Podemos ver que la razón de la dificultad del cambio y, por consiguiente, del tiempo necesario para ello, lo bosqueja inicialmente Hormachea (1994) cuando opina: “Por supuesto que el cambio es difícil y algunos pueden realizarlo solamente cuando han experimentado el dolor de llegar al fondo del abismo. El cambio es algo interno. Tiene que ver con lo que somos. Solamente un cambio interno puede producir un cambio en el comportamiento y consecuentemente en un estilo de vida diferente.” (p. 146).

En este sentido, es de algunas de estas verdades de las que quiero hablar: El cambio psicológico implica mucho más allá que un sencillo ‘deseo de hacerlo’. Comprende en primer lugar, un compromiso y una responsabilidad conmigo mismo. Por ejemplo, no es posible cambiar si esperamos a que el otro cambie primero, con esto, además de una pérdida de tiempo, frustración, rabia y otras emociones por el estilo, lo único que consigo es hundirme más y más en mi propia inconformidad y amargura.

Igualmente hemos de partir de una base no comprendida: los psicoterapeutas utilizamos una serie de técnicas y recursos de corte psicológico y emocional para invitarte a cambiar, pero el cambio es tu trabajo, es tu propio esfuerzo y, por lo tanto, es tu propio logro. Nuestro trabajo es hacerte esa invitación, a veces lo logramos (tú te beneficias), a veces no (te llevas unas cuantas cicatrices, pero básicamente sigues igual).

Somos los primeros que debemos dejar esa falacia de cambiar al otro de lado y, sobre todo, bajarnos de ese falso pedestal, de creer que podemos cambiar al otro porque queremos. Al respecto, Hormachea (1994) nos recuerda: “Quienes se proponen tratar de alcanzar la imposible meta de cambiar a la otra persona y transformarla a su imagen y semejanza, no sólo están perdiendo su tiempo y llenándose de frustración, sino que además están tratando de destruir aquello que caracteriza a una persona y están oponiéndose al deseo divino.” (p. 79).

Ello contiene otra gran verdad: Cuando logras triunfar en tu proceso de cambio, no es que te transformas en otra persona, nada está más lejos de la realidad. Tu cambio te lleva a utilizar en forma más acertada los nuevos recursos emocionales adquiridos en tu proceso. Ahora tus pensamientos, emociones y acciones, se integran para trabajar a tu favor con decisiones más adecuadas ubicadas en tu realidad y en todo tu contexto emocional. Con ello tu posibilidad de triunfo y bienestar se hace real, no eres otro, eres tú mismo(a), pero ahora vives la vida que quieres, decides y puedes para ti mismo(a) y por supuesto, para aquellos a quienes amas, recuerda: el secreto del cambio está en compartirlo.

En este mismo orden de ideas, nadie puede cambiar en el otro, ni por los cambios del otro, cada uno de nosotros debe cambiar obligatoriamente en sí mismo. El otro puede ser un referente para mi cambio, por ejemplo, desde la admiración (también la venganza puede cambiarme, pero esta opción no te la recomiendo). Este cambio propio es otra de las razones donde encontramos parte de lo difícil o de lo ‘complicado’ del cambio emocional.

La razón básica es que hemos vivido de una manera no adecuada, enferma, generadora de conflictos, durante toda la vida hasta este momento, por ello es por lo que lo quiero cambiar. Pero esto trae un problema, estamos acostumbrados a ‘ser así’, es nuestra zona de comodidad, tal vez ese modelo de vida nos sirvió en algún momento del pasado, y pretendemos que nos siga siendo útil hoy. Esto nos lo recuerda Hormachea (1994), cuando dice: “Lo más lamentable es que algunos se justifican diciendo que así nacieron y que así van a morir y encuentran en su doloroso pasado, la justificación a permanecer enfrentando la vida con actitudes erróneas.” (p. 86).

No comprendemos que el momento presente es diferente, que las personas a mi alrededor son distintas, tan sencillo como que la vida misma es totalmente dinámica siempre en evolución, donde lo único fijo y seguro es precisamente, el cambio. Por lo que ese modelo de vida ya no me es útil ni adecuado, por el contrario, ahora me invita a generar situaciones de angustia y ansiedad.

Esto quiere decir que debo luchar contra mí mismo, contra mis costumbres y hábitos, por lo tanto, debo hacer un esfuerzo continuo para lograrlo. Porque cambiar debe ser una prioridad importante en mi vida, para que pueda dedicarle el tiempo, el esfuerzo y los recursos que necesito para lograr mi meta de crecer. Eso no se puede hacer, a menos que este comprometido y que me responsabilice de mí mismo y de mi decisión de cambio.

Tal como lo señala el Apóstol Pablo en Romanos 12:2 “No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.” (NTV), sobran las palabras, ... ¡Cambia tu manera de pensar y cambiará tu mundo!

Un segundo punto interesante es ese del ‘llegar al fondo del abismo’, para que se pueda manifestar y darme cuenta de mi necesidad de cambiar, dado mis sentimientos de dolor y de angustia que tal abismo produce en mi seguridad emocional. Lamento decirles que esta es una de las realidades más dolorosas de la necesidad del cambio de los pacientes, tristemente muchos de ellos esperan a encontrarse en ‘el fondo’ antes de moverse en la dirección de cambiar.

Esperan prácticamente hasta el final, cuando ya las emociones negativas asociadas han desatado tal nivel de angustia y ansiedad, que pareciera que ya no se puede hacer nada, pero, por el contrario, siempre tendremos opciones para accionar a favor de un cambio de nuestras situaciones negativas.

Recuerdo una frase que dice: “Una vez que estamos en el fondo, solamente queda volver a subir” (s/r). Este fenómeno de esperar a lo último tiene varias razones como el orgullo, el miedo, no creer ni saber que el cambiar (psicológica y emocionalmente) es una realidad al alcance de todos. Incluye también la falta de recursos, no creer en los terapeutas porque son personas que también tienen conflictos, …

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Referencias:

Hormachea, D. (1994).  Para matrimonios con amor.  Aprendiendo a vivir con nuestras diferencias. Miami, Usa: Editorial Unilit.

Lowen, A. (1977). BIOENERGÉTICA. México, Editorial Diana.

Martínez, J. M. (2006). Amores que duran… y duran... y duran. México: Editorial Pax.

Shinyashiki, R. (1993). La caricia esencial. Una psicología del afecto. Colombia: Editorial Norma

Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA